Rolando Hanglin: "Argentina es un país feminista en un grado extremo"
El periodista de Radio 10 y columnista de LA NACION se ocupa en su nuevo libro de derribar los mitos del progresismo local
Desde sus columnas en LA NACION, Rolando Hanglin se ocupa de desenmascarar al progresismo, esa "serie de manías", según su definición, que hoy impera en la sociedad argentina y que tantos dolores de cabeza le genera al Señor González, el antihéroe de clase media de sus crónicas, que ve cómo los valores del trabajo, el estudio y el esfuerzo hoy parecen no regir más.
Antiprogre. Sobre la gente que era feliz antes del progresismo, es el tercer libro de la serie que reúne lo mejor de estas columnas, en las que Hanglin mezcla el costumbrismo con los temas de la historia argentina que lo apasionan.
Hanglin, que tiene una larga trayectoria en radio y gráfica y hoy conduce su programa en Radio 10, recibe a Personajes.TV en su departamento de Palermo Hollywood, hasta donde llegan los gritos de los alumnos de un colegio público de la zona.
-Para darle un marco a la charla, ¿el Señor González es su alterego?
-Sí, o un alterónimo. Otro nombre para no obligarme a decir cosas de las que no estoy tan seguro. Cuando no estoy tan seguro de las cosas, no opino. Siempre es un buen momento para suspender la opinión. A mí González me sirve mucho, porque me reflejo en él y no tengo que debatir, me divierte.
- Pero podemos decir que lo que opina González es lo que opina usted.
- Y… más o menos. Es un poco exagerado.
- ¿Por qué mezclar costumbrismo con hechos de la historia argentina?
- Son los temas que a mí me motivan. A mí me motiva exactamente eso: el costumbrismo, lo que hace la gente, los cambios en la familia, en la educación, comparar el hoy con mi infancia hace 50 años. Y la historia es una pasión, porque soy hijo de una profesora de historia y fui criado en una casa donde se debatía mucho de historia. Me gusta investigar, dentro de lo que yo puedo, aspectos poco conocidos, de algunos temas específicos. San Martín me encanta, es un hombre lleno de misterios, Sarmiento,Roca,Rosas, que es un personaje extraordinario.
- Hablando del ayer y del hoy, usted en los 80 y los 90 fue una persona de ideas de avanzada, un liberal, con un pensamiento europeo de vivir y dejar vivir. Y ahora está en una postura conservadora. ¿Cambió usted o cambió el mundo?
- Creo que el mundo cambió tanto que me quedé anticuado. O que ahora vengo a resultar, en algunas cosas, un conservador. Pero una cosa es el mundo y otra la Argentina. Siempre creí en el progreso, en el estudio, en el trabajo, así me formaron. No he hecho más que trabajar en 50 años. Creo en eso. Y veo que lo que se llama "progre" es una celebración del no-estudiar, del no-trabajar y una serie de manías, que no me divierten. La manía antinorteamericana no me divierte, tampoco la manía antiplata, el pobrismo. No me parece que sea bueno ser pobre. Todo el mundo quiere progresar y pertenecer a la clase media. Creo que lo ideal es un gran país de clase media, educado, con buenos empleos, explotando las riquezas que tenemos.
"Lo que se llama "progre" es una celebración del no-estudiar, del no-trabajar"
- ¿No ve esta visión "progre" en otros países del mundo?
Sí, están en todo el mundo. Es Greenpeace, el calentamiento global, la lucha contra los glifosatos, que parece que son peligrosísimos. No les creo. La soja es una bendición para la Argentina. Argentina es como River, un gran club, mal administrado.
- Daniel Filmus es uno de los máximos exponentes del progresismo. ¿Cómo llega a decir que está bien que haya más jóvenes que ni trabajan ni estudian?
- No sé, yo lo respeto a Filmus. No quiero discutir con él. Es una preocupación, un problema para la Argentina que exista una generación ni-ni- El mundo que van hacer los ni-ni yo no lo voy a ver, pero no quisiera estar ahí. Todos los pueblos que andan bien, básicamente trabajan y estudian.
- Pero hoy hay una celebración de la vagancia, ¿no?
- Sí. Pero fuera de época. Yo también fui hippie, a los 20 años. A los 35 tenés que estar metido en el trabajo, en la lucha, y consolidarte. Ya está, ya pasó la edad de las divagaciones. Así fue en mi tiempo. Eso cambió. Los jóvenes de hoy tienen 40 años. Para mí a esa edad se es un señor, no un chico. La adolescencia actual es una especie de repetición maniaca. Hay muchachos que se anotan en Derecho, largan, se toman un año sabático, después se anotan en Arquitectura, estudian un año y largan; entonces se dedican a estudiar Fotografía y así indefinidamente...
- Usted fue al Nacional Buenos Aires y escribió una columna en la que decía que le daba vergüenza lo ocurrido con la Iglesia de San Ignacio. ¿Cómo se llegó a semejante barbarie ?
- Bueno, a través de la falta de límites. Siempre se puede hacer una más. Nosotros hacíamos muchas cosas, de todo tipo. Pero la estricta disciplina del Colegio nos obligó a ser creativos. El Colegio era muy duro, tenía prefectos de disciplina. Después cambió el estilo de vida argentino. Y ahora se supone que todo lo que sea disciplina y orden está mal. Es represor, facho, de derecha. Bueno, no lo creo. Orden es sinónimo de progreso. Estudio es sinónimo de éxito. Si querés plata, tenés que trabajar y ahorrar. No me parece que sea algo tan raro. Son lugares comunes. Es así, no se inventó otro sistema. Últimamente se inventó otro sistema, que es dedicarse a la política para ser rico. No sé si no da más rédito que el negocio, el campo, la industria o la profesión.
- ¿Si hoy tuviera un hijo en edad escolar, lo mandaría al Buenos Aires?
- Sí, sí. Si pasa el examen, sí. Supongo que será tan exigente como fue siempre. No importa, todo pasa. Esta moda de las tomas también pasará. Si no se ponen límites, lo van a destruir. Para mí estudiar seis años latín es una cosa de locos, un privilegio en el mundo. Aunque el Colegio haya bajado en algunas cosas, sigue siendo un monumento. Hay otros colegios privados que son buenos. Pero yo soy del Buenos Aires.
"Si no se ponen límites, van a destruir al Nacional Buenos Aires"
-Hoy la expulsión parece una pena de muerte. ¿Por qué hay tanto miedo de expulsar a un chico de un colegio?
- Porque se supone que no tiene que haber más sanciones. Y es muy difícil para los docentes manejar a los alumnos hoy en día. Porque los chicos son un poco inmanejables. No están acostumbrados a obedecer. Contestan "no quiero, no lo hago".
- ¿Pero eso viene de la casa, no?
- Sí, pero los docentes tienen una gran responsabilidad, porque a ellos se les ocurrió la brillante idea de hacer las reuniones de padres y de abuelos y que los docentes tenían que educar a los padres. Ahora ya está armada la licuadora esa y los chicos no obedecen a los padres ni a los docentes. A ver ahora, cómo lo resuelven. Para mí, la única educación se desarrolla en orden. Si no hay un marco de premios y castigos, lo normal, no hay educación, no hay deporte, no hay nada.
El hombre, la mujer, los chicos
- Otra de sus obsesiones son las relaciones entre el hombre y la mujer. Hoy parecería que no hay más igualdad, que las mujeres nos han superado…
- Nosotros vivimos en un país que para algunos es machista. Yo creo que es feminista paroxístico. El varón ha perdido todo mando, toda influencia y hasta el derecho a la palabra. Todo hombre en principio es culpable, de lo que sea. No sólo es feminista nuestro país, sino que lo es hasta un grado extremo y no nos damos cuenta. Incluso se ha creado la figura del femicidio. O sea que matar a una mujer es distinto que matar a un hombre.
- ¿Los chicos argentinos, siguen siendo los más maleducados del mundo?
- Si vos subís a un avión y hay chicos argentinos, agarrate. Los chicos argentinos van a gritar todo el viaje, van a correr por los pasillos, son muy difíciles de manejar. Los padres los contemplan arrobados, porque han tenido uno solo, entonces, para la familia el chico es una maravilla atómica. Ese pibe es de un egocentrismo total. No sé para qué vas a llevar a un niñito de siete años a Europa, no tiene sentido. Nadie lo hace, ninguna familia del mundo. Los viajes internacionales son caros, para adultos que van a disfrutar.
Pero sacá los aviones. A las piletas de los clubes los adultos no pueden ir más. Antes, se estaba tranquilamente, los chicos tenían una piletita para ellos, o alguien los chistaba, había pequeñas normas, para no molestar a los demás. Ya no es así. Como no se les puede poner límites a los chicos, ellos gritan, corren, se tirande cabeza, entonces los adultos huyen. Los chicos van copando espacios. Además, en nuestra vida, ha desaparecido el entretenimiento adulto. Antes el teatro de revistas era una tradición de Buenos Aires y Mar del Plata para matrimonios adultos. Vos vas hoy y van todos los chicos al teatro de revistas. No hay nada que sea exclusivamente para adultos. A los restaurantes van chicos y gritan y lloran. No hay nadie que diga "este lugar es para adultos".
Francisco, los trapitos y la Generación del 80
- ¿Qué significó para usted la asunción de Francisco?
- Soy admirador de Bergoglio. No lo seguía, no me interesaba antes de ser Papa, porque lo veía un hombre triste, apagado, no me transmitía nada, lo veía siempre con una expresión agobiada. A veces las cosas que decía no me parecían afortunadas. Cuando lo anuncian en latín, me emocioné. Es lógico, un argentino que llega a ese lugar… es el argentino más importante de la Historia. Para mí ese día, Bergoglio cambió. Apareció un hombre con una alegría, una decisión y una claridad increíbles. Lo miro con una gran expectativa, porque está en un lugar de muchísima gravitación. Creo que va a ser muy bueno para todos nosotros, los argentinos, que Bergoglio esté ahí. Y para la Iglesia Católica supongo que también. Yo en este momento de la vida a la Iglesia Católica le tengo un poco de consideración. He sido ateo toda la vida, pero me parece que hoy a los católicos les podrían dar un descansito, porque veo un anticlericalismo fuera de época, desorbitado. Es parte de la onda progre estar en principio en contra de todo lo que haga la Iglesia.
"Va a ser muy bueno para todos nosotros, los argentinos, que Bergoglio esté ahí"
- Según denuncian los vecinos, la zona de Palermo Viejo, aquí cerca, está tomada por trapitos más violentos que parece que sacaron a otros trapitos y nadie puede hacer nada… ¿Cómo los porteños permitimos esto?
- Porque no hay límites. Todo termina en eso. Los policías me imagino que en media hora lo podrían resolver. Pero si los detienen y los tienen que soltar a las dos horas, no van a poder. Más bien se cansan. Yo lo que veo es que de repente los trapitos, los vándalos, los marginales, deciden adueñarse de un lugar, que puede ser Palermo o la cancha de River, y, como no hay límites… La clave es el orden, en este caso el orden público, la protección que debe tener el ciudadano para circular, moverse, vivir sin que nadie lo amenace. Eso es esencial en cualquier país civilizado. Creo que con una decisión política se resuelve en media hora.
"Creo que con una decisión política, el tema de los trapitos se resuelve en media hora"
- Hoy el progresismo es el pensamiento imperante en Argentina. ¿Esto puede cambiar?
Por supuesto que va a cambiar. Creo que el pueblo argentino es un grupo de gente inteligente que quiere trabajar, quiere ahorrar, que los hijos estudien, que sean felices, no quiere desorden ni agresión ni barrabravas, que son otro invento moderno, no son parte del folklore del fútbol. La barrabrava no existía, existía la hinchada, no grupos de delincuentes que le cobran a la gente y arman con drogas y armas. Eso es nuevo, es una invasión de nuestro folklore.
- Usted siempre abogó por una ciudad amable. ¿Ve indicios de mejoras en Buenos Aires, una ciudad un poco menos traumatizada, con el Microcentro peatonalizado, las ciclovías y las plazas renovadas?
- En la ciudad de Buenos Aires se han hecho unas cuantas cosas favorables. Las plazas están bien, el Metrobús está bien, son pasos adelante. Cuesta mucho. Es una remada importante… Las ciudades del área sojera están muy bien. Está lindo Rosario, ciudades como Rufino, Rafaela. Hay buenos intendentes, de distintos partidos. La gente cuando tiene trabajo, circula la plata y hay una buena administración, está bien.
Argentina necesita transporte. Aviones, aeropuertos, trenes, nuevos ferrocarriles. Nosotros tendríamos que ir en tren a Santiago de Chile y a Río de Janeiro. Hace falta un tren al Aeropuerto de Ezeiza. Tendríamos que poder ir, como se iba, a Bariloche, a Tucumán en tren. Bueno, los destruimos, hay que hacerlo de nuevo y mejor. Creo que va a venir una nueva generación de visionarios, una nueva Generación del Ochenta.
- Pero el progresismo odia a la Generación del Ochenta.
- Bueno, pero trajeron orden e inversiones. Este país estuvo en el top ten.
- Felipe Pigna, otro representante del progresismo, considera que ahora estamos mejor que en 1910.
La única verdad es que en 1880, al terminarse la Campaña del Desierto, la Argentina estaba en el top ten y era el país del futuro. Hay que volver a ese lugar, nada más.
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