Roger Waters en La Plata: los detalles de un show impactante
Una enorme pantalla atraviesa todo el campo y une los extremos de las plateas. Aún no comienza el show, el primero de los dos que Roger Waters ofrecerá como parte de su extenso Us + Them Tour , la gira que repasa las canciones más gloriosas que Pink Floyd compuso en los 70, aquellas de sus discos Animals,The Wall, Wish You Were Here y The Dark Side of the Moon.
El mar está en el horizonte de la pantalla que está llamada a ser una de las protagonistas de la noche. Contemplado ese mar hay alguien, una mujer, un hombre. Y todos nosotros, más de 40.000 personas.
Con "Breathe" comienza la función y con el clásico de PF empieza el arsenal de propuestas para los cinco sentidos. La pantalla devuelve imágenes icónicas de El lado oscuro de la luna y de los diversos discos a reinterpretar, a releer y a disfrutar a cuatro décadas de sus lanzamientos.
Lluvia de relojes. Es tiempo de la melancolía que propone "Time". La banda abre sus alas para desplegar todas sus virtudes. Waters canta su clásico como si lo hiciera por primera vez.
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Con "The Great Gig in the Sky" nuestros ojos se posan en el cosmos y nuestros oídos en las exquisitas voces de las coristas, Jess Wolfe y Holly Laessig, líderes de la banda Lucius.
El show gana en dramatismo con "Welcome to the Machine". La pantalla se tiñe de rojo, ruedan cabezas y Waters sube su voz. Ahora suena urgente. Ajustada, la banda cabalga a su alrededor.
La imagen contemplativa del hombre mirando al mar se vuelve roja y todo se transforma en cosmos. La gente se siente flotando envuelta por el sonido de "Speak to me"y todo se tiñe de oscuridad en "One of these day". Empieza la curva ascendente del concierto cuando suena Time (uno de los grandes temas de The Dark Side of the moon) y todos los relojes van contando las horas del breve paso del ser humano por el planeta.
Las canciones escritas hace varias décadas tocan temas sin resolución por la especie humana. Suena "Breathe", otra de las secuencias psicodélicas de su emblemático disco, mezclada con voces del presente. El músico recrea a la perfección el sonido de los discos de Pink Floyd, claro que sin Gilmour. Esa es la clave de este nuevo viaje que propone Waters.
"Welcome to the machine" impacta en sus visuales y ese mar rojo sangre del que salen miles de manos aplastadas por un submarino. El increscendo de la música y esos órganos psicodélicos le dan el carácter dramática de una aria de ópera.
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Waters cambia el clima con "Deja vu", una balada acústica de su último disco donde el mundo, las calles y la vida parece vigilada desde un drone, como lo anticipo George Orwell en 1984.
Waters camina, minúsculo, ante esa enorme pantalla como si quisiera resaltar todo el tiempo la pequeñez del ser humano frente a las fuerzas de la naturaleza y la finitud de la vida.
El bloque con "The Wall" sin duda es el más impactante y el que sigue movilizando al público. El gran ladrillo en la pared con los niños cantando en vivo vestidos con mamelucos naranjas es uno de los tramos épicos del show. La ovación no se hace esperar cuando los chicos se sacan los mamelucos y quedan con unas remeras negras con la leyenda: Resist.
La segunda parte comienza con el repertorio mas estremecedor de Pink Floyd con "Dogs". En las pantallas emergen primero las simbólicas chimeneas de las fabricas del disco Animals. Luego lo performatico gana la escena en "Pigs" cuando los integrantes de la banda se transforman en truculentos personajes con máscaras de cerdos, incluido el propio Waters. La escena concluye con Waters levantado un cartel que dice "Fuck the pigs" y termina brindando con su banda y alzando la copa hacia el público.
La voz agrietada de Waters pasa de la melancolía al desgarro. Los largos interludios instrumentales ponen al público en un estado de trance. En un tiempo de alineación y rapidez la música de Waters se cocina a fuego lento.
La imagen de Donald Trump aparece en escena ridiculizado con cuerpo de cerdo, bebé y travestido. En ese juego convierte al presidente del país más poderoso del mundo en una caricatura pop.
Acompañado de las provocadoras frases que Trump dijo en su campaña presidencial. La larga secuencia de "Pigs" se completa con un cerdo gigante volando sobre la cabeza del público. Y una leyenda: "Trump es un cerdo".
Todos los primeros mandatarios pasan por la pantalla gigante para una enérgica versión de "Money", otro clásico de Pink Floyd. Baja los decíbeles sonoros pero no así la intensidad emocional de "Us and them".
El clima se ensombrece aún más en este set. Imágenes de niños en basurales conviven con la polución ambiental y ciudades que parecen postapocalípticas. En "Eclipse" aparece la imagen icónica del prisma de la tapa del lado oscuro de la luna recreada en 3D con lásers: otro de los momentos celebrados por el público.
"Es una noche especial para mí porque están las madres de los soldados muertos en Malvinas" dijo antes de terminar el show. Suena la canción "La memoria", de León Gieco, en el medio del show y Roger Waters elige ese tema para un emotivo momento. Es el prólogo para su canción "Two suns in the sunset".
Y el gran final con una de sus baladas clásicas "Confortably numb" que termina con el clima épico de detonación de fuegos de artificios. Fue la primera noche de Waters en la Argentina. Todavía queda otro concierto más el próximo 10 para derribar definitivamente los ladrillos de la pared.
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