
Goyeneche en RCA Victor
La voz es todo
La magnífica obra del Polaco, del tono gardeliano a la decrepitud física.
Buena parte de la idiosincrasia rocanrolera de los años 90 podría sintetizarse en la figura de Roberto Goyeneche: la reivindicación del barrio, el fútbol, la noche y los excesos despliega un escenario de afinidades comunes. También puede intuirse que la obra de unos cuantos grupos de rock barrial no sobrevivirá a su particular universo de referencias culturales, en tanto que la del Polaco (que no componía) trascenderá la especificidad de una época y un lugar determinados. Lo curioso es que esa supervivencia está asociada a un recorte de su enorme trayectoria artística: sólo contempla –y canoniza– al Goyeneche de los últimos años, el que multiplicó su base de fanáticos al mismo tiempo que entregaba jirones de su antiguo vigor interpretativo. "Goyeneche en rca Victor", la completísima colección que editó el sello bmg, acaso les sirva a las nuevas generaciones para conocer a todos los Goyeneches posibles, desde el afinadísimo cantor "gardeliano" que asomó en la orquesta de Horacio Salgán hasta el hombre que logró extraer virtuosismo gestual de su declinación física.
La primera parte de esta colección (dirigida por Víctor Pintos, con remasterización de Luis Herman a partir de los tapes analógicos) reúne obras grabadas entre 1952 y 1973. El rastreo de estos tangos permite trazar una línea evolutiva. El Goyeneche que canta para Troilo (en los primeros años 60) no es el mismo que había acompañado a Salgán. Tampoco lo será el que grabe con Atilio Stampone en 1972. Un creciente manejo del fraseo y de la estructura dramática de los tangos sustenta su evolución. Goyeneche se fue apropiando del mejor repertorio tanguero, eludiendo estereotipos (el macho porteño, el orillero) y manierismos. Lejos todavía del expresionismo bizarro, que acudiría en su ayuda en los últimos diez años, este Polaco potencia acaso como ningún otro cantor la profundidad metafísica que se revela cuando es captado lo esencial del tango. "Mano a mano", "La última curda", "Sur", "Afiches", "Tinta roja", "Volvió una noche", entre muchos otros, son registros clásicos que encuentran en Goyeneche una transferencia de sentido, como si su interpretación les confiriera una nueva vida.
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