Robert De Niro, el padre de la novia
"La familia de mi novia" ("Meet the parents", EE.UU./2000). Dirección: Jay Roach. Con Robert De Niro, Ben Stiller, Blythe Danner, Teri Polo, James Rebhorn, Jon Abrahams, Owen Wilson y Kali Rocha. Guión: Jim Herzfeld y John Hamburg, basado en un argumento de Greg Glienna y Mary Ruth Clarke. Fotografía: Peter James. Música: Randy Newman. Edición: Jon Poll. Presentada por UIP. Duración: 105 minutos. Apta para todo público. Nuestra opinión: Regular
En "La familia de mi novia" hay una situación única, alrededor de la cual se ha bordado una larga serie de variaciones que buscan el efecto humorístico. La fórmula, punto de partida de tantos ciclos de la TV norteamericana, puede funcionar muy bien -y lo hace: sobran los ejemplos- en el adecuado espacio de treinta minutos que suele destinarse a las llamadas sit-com . Se vuelve, en cambio, bastante más arduo extender la receta a cerca de dos horas, salvo que se tenga el ingenio de Charles Chaplin para exprimir el chiste hasta su definitivo agotamiento o que se cuente con la agudeza del viejo Billy Wilder o del más próximo Woody Allen para encender permanentemente la chispa del diálogo. No es el caso.
Aquí, una vez expuesta la mecánica del chiste -cosa que sucede bastante temprano en el tiempo narrativo-, todo lo que se ha hecho fue reiterarla, quizá descontando que el talento, la experiencia y la gracia natural de los actores compensarían la escualidez del libreto. Fue un exceso de confianza, aunque deba reconocerse que gracias a Robert De Niro, Ben Stiller, Blythe Danner y Teri Polo -los cuatro que cargan con el mayor peso interpretativo- el interés por lo que sucede en pantalla se mantiene más o menos vivo y que se toleran con algún estoicismo las vacilaciones de una dirección que nunca decide si debe conservar el tono ligero de una comedia romántico-humorística o si le conviene más entregarse francamente al disparate.
Un tipo insoportable
Que sea De Niro el autoritario papá de la nena a quien el aspirante a novio debe enfrentar no es una casualidad. El cotizado actor (que, dicho sea de paso, no ha estado muy feliz últimamente en la elección de sus personajes) vuelve a jugar, como en "Analízame", con su reputación de tipo peligroso (gángster, mafioso, psicópata, etcétera). Aquí, más allá de su urbanidad y de sus modos amables, no queda duda de que es él, a pesar de que ya está jubilado y tiene hijas adultas e independientes, quien dicta las reglas en la casa y quien las hace cumplir al pie de la letra.
Al pobre novio, un joven enfermero de mente abierta, modales torpes e infinita paciencia, le basta cruzar un par de frases con su futuro suegro para darse cuenta de que tendrá que rendir ahora el examen más difícil de su vida. Y ya se sabe cuántas tonterías puede hacer el hombre más inteligente frente a una mesa examinadora. Sobre todo si se trata de una tan implacable como la presidida por este padre enérgico, sobreprotector, meterete, sabelotodo y mandón que no parece muy dispuesto a desprenderse de su hija preferida. Y que, encima, es todo un profesional en esto de sospechar de los demás y descubrir sus verdaderas intenciones.
Puede imaginarse el resto: cuantos más esfuerzos hace el enjuiciado para complacer a su juez, caerle simpático o ganarse su confianza, peor le salen las cosas. Por más que cuente con el respaldo incondicional de su prometida y con la callada aprobación de su futura suegra, cada vez que abre la boca mete la pata y cada vez que mueve una mano rompe algo, con lo que alimenta el recelo de su rígido examinador. Para colmo, debe competir con el casi marido de su futura cuñada -un tipo ejemplar, profesional exitoso e intachable-, y hasta con un ex de su novia, un joven millonario que forma parte del círculo de amistades de la familia.
Las variaciones sobre la misma situación son muchas: la mayoría, previsibles; unas pocas (sobre todo al principio, antes de que la fórmula dé señales de agotamiento), graciosas; unas cuantas, tan inverosímiles en su exageración que parecen provenir de otra película planteada en clave de franco disparate cómico.
Si este entretenimiento rutinario despierta la simpatía del espectador, habrá que atribuir ese relativo logro al desempeño de los actores, entre los cuales bien vale destacar el oficio y la desenvoltura de Ben Stiller y la gracia siempre fresca de Blythe Danner, la afectuosa mamá que hace lo imposible por mantener el equilibrio entre los jóvenes enamorados y su insoportable marido.