
Rita Cortese, la chica de tapa
Es una gran actriz desde hace muchos años, pero en 2002 pasó al primer plano por su labor en cine, teatro, TV y café concert
A veces no se da nunca y otras veces se da con exceso. Este es el caso de Rita Cortese, actriz de sólida trayectoria que este año, por una conjunción de factores, ha recibido distinciones y elogios de la crítica por un despliegue de actividad en diferentes medios: el film "Herencia", la obra teatral "El violinista en el tejado" y un Martín Fierro por su labor televisiva en "El sodero de mi vida".
Saltando de un escenario a otro, Rita Cortese inicia sus actividades desde hora temprana. La grabación de "Mil millones" la lleva, en primer lugar, a los estudios de televisión. Los sueños del violinista la transportan diariamente al teatro Broadway y los duendes bohemios y trasnochados de San Telmo la convocan al bar El Nacional, donde está realizando, junto con Claribel Medina, "Ojalá te enamores", un encuentro con boleros.
Sí. Realmente se puede afirmar que éste es el año de Rita Cortese, aunque ella trata de no sumarle más significación de la que realmente tiene.
"Este año confluyeron muchas cosas -explica, con mesura-. Televisión y teatro hice siempre, pero en esta oportunidad se sumó este espectáculo, "Ojalá te enamores", que nos llevó siete meses de ensayo con Claribel Medina; "Herencia", de Paula Hernández, que es una película que habíamos filmado hace dos años, y "El violinista...", que es mi primer trabajo en una comedia musical. Todo exitoso, por suerte, lo que ha hecho que pareciera mucho más de lo que me ha pasado en otros años."
Después de veintidós años de profesión, ha recorrido un largo camino hasta el momento de la entrevista con LA NACION, café de por medio y con el infaltable cigarrillo que siempre está encendido entre sus dedos.
"Profesionalmente hablando empecé con Jaime Kogan, en 1980. Tengo 22 años de teatro sin parar, haciendo entre dos y tres obras por año. En la televisión empecé mucho más tarde, ya de grande. Pero tengo que considerar los años de estudio anteriores, más el haber vivido un tiempito en Europa estudiando. Se suman muchos años en este trabajo."
Muchos años en los cuales asumió, en teatro, papeles protagónicos. La novedad es que en cine, "Herencia" fue su debut como primera figura, situación que se repite con "El violinista en el tejado", ya que también es la primera vez que trabaja en una comedia musical. "Con Kogan protagonicé muchas obras. También con Roberto Villanueva y Laura Yusem, pero no con una producción tan espectacular como la de la comedia musical."
Trabajos de peso que demandan mucho tiempo y mucho esfuerzo y que parecen haber alcanzado una justa compensación. Esto no le impide expresarse con cautela y sin gran excitación. "Más que compensación, siempre fui feliz con la profesión. De hecho, lo sigo siendo, y me sentí privilegiada porque en teatro hacía lo que quería y con grandes directores. Nunca fui una persona que se lamentara. Creo que es la cosecha más que la compensación. De golpe apareció lo que una vino sembrando durante muchos años y se dio en este momento. Es llamativo para mí misma porque son cosas diversas y pareciera que aparezco de golpe. Además, creo que el premio Martín Fierro causó un efecto dominó."
Es fácil presuponer que este resultado es producto de una línea de trabajo que no presenta fisuras, pero también puede pensarse que estas propuestas han sido la gran oportunidad de Rita Cortese, a la que supo responder con gran solvencia.
"Yo creo que toda persona tiene su oportunidad, no sé si toda actriz. Las oportunidades también se buscan. Es mucho trabajo, con felicidad, pero también sacrificando otras cosas: tiempos de vida, de amigos, de parejas. No se tienen días libres, una va a contrapelo de todo el mundo. Es sumamente placentero, pero también sacrificado."
Reconoce, sinceramente, que no trabajó esperando esta gran oportunidad. O al menos, no lo vive así. "Pasó lo que pasó, pero lo vivo como un momento. La profesión nuestra está hecha de momentos. Haber hecho "Herencia" en realidad es una fortuna, que Paulita (Hernández) me haya elegido como actriz cuando hay actrices de mi generación maravillosas, y muchísimas. Y si después de esta película yo pretendiera que todos los personajes que me vengan de aquí en más tengan semejante envergadura o protagonismo, entonces no trabajaría más. Primero, por la edad que tengo. Convengamos que no hay tantos personajes. Después, porque el trabajo es así. Con Kogan, con el cual hice 14 o 15 obras, teníamos una relación fantástica, porque había una libertad muy grande entre los dos. Yo no me ofendía si él elegía a otra actriz para hacer un personaje que podría haber hecho yo. Así se disfruta más la profesión. Si se está esperando permanente un reconocimiento es duro."
Tener o no tener
Lo que esta actriz no toma en cuenta es que su participación en un proyecto representa una garantía de profesionalismo e impone una fuerte presencia escénica. "Presencia la he tenido siempre. Es una ventaja. Se puede tener o no. Pero debo reconocer que aprendí mucho con los grandes directores, que son los grandes maestros. Me acuerdo cuando hice "Sábado, domingo y lunes", dirigida por Cecilio Madanes, un director al que adoraba, con María Rosa Gallo, Jorge Luz, Aída Luz y Raúl Rossi. Yo salía al escenario y estaba toda achuchada. Rossi caminaba el escenario como si estuviera en su casa. No era para menos: tan sólo en el Blanca Podestá había hecho 42 obras durante 14 años seguidos. Hay una experiencia y un conocimiento que en el teatro es acumulativo y llega un momento en que hay que tener cuidado porque tenés tanto conocimiento que no profundizás. Es muy delicado. Cuando tenga un poquitito de tiempo quiero hacer un taller con Nora Moisenco, excelente maestra, porque tengo que volver a investigar para no apoyarme en lo que sé y aprender a sacar lo que no sé para seguir evolucionando. Si no, te quedás y te reiterás. En el teatro, con el correr de los años te pasa lo mismo. Por ejemplo, con Villanueva no te pasa eso, porque toca zonas que siempre son misteriosas y provocan inquietud. Claro que no hay tantos Roberto Villanueva."
Aunque menciona a este director con cierta recurrencia, también es cierto que ha trabajado con otros: Alberto Ure, por ejemplo. Pero en todo caso son profesionales reconocidos por estar dedicados tanto a la puesta como a la dirección de actores.
"Yo creo en las dos cosas. Si lo comprendés a Villanueva, va bien, porque lo que quiere lograr es esa síntesis. No todo el mundo lo comprende. Jaime era igual en cierto sentido. A mí me cuesta trabajar con los directores que no tienen un punto de vista fuerte sobre la obra. Me pierdo y empiezo a poner de mi cosecha. Mis grandes trabajos han sido siempre con los grandes directores y cuando más me han exigido y, en consecuencia, más me he exigido yo, más he podido sacar cosas mías no conocidas."
Es lógico que la experiencia profesional busque un equivalente idóneo, pero en el caso de esta actriz también es buscada por los directores jóvenes.
"Me han convocado varios jóvenes, pero no siempre he trabajado, porque no he podido o porque elegí no hacerlo. Soy accesible y me atrae la gente joven interesante."
El drama, la comedia, el musical, la tragedia son algunos de los géneros por los que Cortese ha transitado, rescatando siempre los valores de un texto antes que un personaje. A pesar de esto hay una asignatura que le queda pendiente y le gustaría aprobar.
"Nunca hice Shakespeare", dice casi con tristeza. Por físico y temperamento viene a la mente y a la conversación la imagen de Lady Macbeth. "Me encantaría -dice con una chispa de entusiasmo en los ojos-. No soy de elegir personajes, pero, si se trata de Shakespeare, elegiría ése. No sé lo que puede pasar con ese autor. Es difícil pasar por todo ese texto. Confieso que tengo ganas de poder atravesarlo. Una siempre se pone muy crítica con esos textos, sobre todo porque es muy importante el tema de la voz, el tema del decir. Me van a odiar por esto, pero los maestros no lo enseñan. No hay entrenamiento con respecto a eso. Están acostumbrados a trabajar en salas chicas, donde no hay exigencias para la voz. Ese es un gran tema. Ese y el saber escuchar al otro personaje. Yo lo aprendí con Raúl Rossi. Una anécdota: en el segundo ensayo de "Sábado, domingo y lunes", Aída Luz tenía que recorrer todo el escenario para servirse un té de una pava que todavía no existía. El agua había hervido, Aída tomaba la pava y se quemaba. Enseguida pensé: es la lógica, no hay que pensar si la pava está fría o caliente. Es la lógica. Cómo convertir eso en arte, en síntesis poética, es otro tema. También esos grandes actores me han enseñado muchísimo tan sólo observándolos. Por todo esto me encanta el teatro, no me aburro nunca. Me gusta estar sola, disfrutar del olor, de las salas vacías. Son cosas mágicas. Después de la función, la soledad, el silencio y la quietud hay que bancarlos. Pero es fantástico. Rossi me preguntaba qué me gustaba del teatro. El, que había hecho 42 obras en un solo teatro. Cuando se lo decía, se reía."
Ya es la hora en que tiene que ir a cambiarse y maquillarse para recrear la magia. Lo hace con entusiasmo y energía, como si se tratara de un estreno. No se puede dejar de pensar en lo que le tiene deparado el destino de aquí en más. Qué nuevos personajes empezarán a bullir bajo su piel.
"No, no. Después de esto, tranquila...", dice acompañándose por un gesto de susto. Un largo suspiro y la conclusión final que llega con una sonrisa. "En estos momentos no podría asimilar nada más."
Fiel al origen
- Acaba de ganar un Martín Fierro y sigue adelante con la TV. Pero su origen teatral es lo que más peso tiene para ella. Quiere seguir estudiando. "Cuando tenga tiempo, voy a hacer un taller con Nora Moisenco", dice