Ricardo Montaner emociona en un show con historias de amor y dolor por la crisis de su país
Cuando Ricardo Montaner le pone voz a sus baladas es difícil creer que el amor no existe. Las letras de sus canciones melódicas provocan mimos, abrazos, bailes, risas y llantos entre su fiel público, que esperaba verlo de vuelta en los escenarios desde su última presentación hace tres años. En la noche del sábado, el cantautor argentino-venezolano enamoró -nuevamente- a cerca de ocho mil espectadores que colmaron el emblemático estadio Luna Park del bajo porteño.
"Es una persona muy carismática, que le sale del alma todo lo que hace. Canta con sentimiento", dice Karina Samariego junto a su marido, Jorge Ramírez. Llegaron hoy desde Paraguay para escuchar, por primera vez en vivo, a su artista preferido. Mientras espera en la fila exclusiva para entrar a los camarines, agrega: "Nos ganamos un concurso en la radio Corazón para viajar a conocerlo en persona y festejar de paso los 22 años de casados que cumplimos en febrero".
Natalia Arditi, que está acompañada por su pequeña hija, también ganó entradas para el show aunque ya había comprado la suya antes. "Mi entrada para hoy la regalé. El jueves (14 de febrero) vuelvo a verlo en su próxima función. Siempre vengo a verlo", cuenta la fan que lo sigue hace 30 años y tiene todos sus discos.
El Luna Park abre por primera vez en el año sus puertas para iniciar, con el tour Que Vas a Hacer, la agenda de conciertos. Bajo un cielo de verano, en las inmediaciones del estadio cubierto, se respira mucha tranquilidad y expectativa. Los seguidores del cantante, que el año pasado pudieron calmar un poco las ansias de volver a verlo mientras él era jurado en el programa La Voz Argentina, pasean entre los rascacielos del centro porteño y el exclusivo barrio de Puerto Madero, sus mejores prendas: soleros y vestidos sin manga, tacos, brillos y mucho perfume de estación dicen presente para la cita que está por comenzar.
Pero esta moda no combina con los productos de merchandising que una decena de vendedores ambulantes ofrecen en la entrada. "En estos eventos no se vende tanto como en los espectáculos de niños", dice una mujer, que prefiere no dar su nombre. Vende vinchas a $50, gorros a $150 y remeras a $350, todo con una insignia de Ricardo Montaner. Tiene la mercadería hace una semana. "Me gusta estar acá en la previa de recitales, pero vendo por necesidad. Solo me quedo con una comisión", confiesa, y se aleja a la caza de nuevos clientes.
Varios espectadores llegan de a dos al lugar del encuentro, mayormente duplas que comparten la pasión por las clásicas canciones "Será", "Castilo Azul" y "A dónde va el amor", y desean volver a escucharlas hoy. "También espero que incorpore nuevas canciones. Todos sus shows son distintos. Me encanta como canta", dice Ángeles Barreiro, fan de 37 años que lo sigue desde los 13. Pagó junto a su amiga $ 8000 la entrada en reventa (que salía $ 3600 en ventanilla) para asegurar asientos en la fila dos. Sueña con ver a Montaner aún más de cerca en algún restaurante donde vaya a cenar después. "El es super accesible, siempre se deja sacar fotos con la gente", agrega.
A las 21.20, cuando todas las luces del estadio se apagan y solo se oye el silencio, la voz de un alma brillante susurra: "Estoy encantada de estar en Buenos Aires. Volver a Argentina siempre es un gusto". Es Marlene Rodríguez Miranda, la esposa de Ricardo Montaner hace casi tres décadas y madre de tres de los cinco hijos del cantante. No puede disimular el orgullo y la emoción de presenciar, desde la primera fila del pullman, el regreso de su marido, que palpitaba y se preparaba hace tiempo para reconquistar el suelo argentino . Dos filas más atrás la acompaña Gerardo Rozín, el presentador de Morfi, todos a la mesa, que el domingo al mediodía tendrá a Montaner como invitado especial.
Empieza el show. Suenan "La Chica del ascensor" y "Corazón fracturado" antes de oírse el primer saludo para el público. "Buenas noches Buenos Aires, gracias por venir", grita Montaner. Vestido con zapatillas, jean negro informal, una camisa gris con símbolos de colores y un notorio collar que podría considerarse un amuleto, luce joven sus 61 años. Baila pasos ensayados, pero pronuncia palabras espontáneas al rememorar su país.
15 músicos y ocho artistas completan el despliegue de la escenografía, principalmente tecnológica, que se despliega en el transcurso de las dos horas de música romántica. Montaner luce un cambio de vestuario a medio concierto. En camisa negra con pintas blancas de manga corta, sorprende al comienzo de una tanda de canciones más movidas. Al ritmo de "Congo", "Cachita" y "Soy feliz", el público contagia una energía danzante de punta a punta en la tribuna.
Lleva una hora de presentación y Montaner decide desafiar a sus seguidores. "Voy a hacer un experimento", dice. Entre los grupos de solteros que llegaron en busca de un momento de felicidad, hay dos que tendrán la oportunidad de conocer a quien puede ser su alma gemela. El artista elige, al azar, a dos personas y los hace pasar al frente para bailar una balada.
Explica que, si se gustan y terminan de bailar la canción, les dará un premio. "Si no quieren se dan media vuelta y acá nadie los vio", aclara el cupido. Tatiana (24) y Lucas (30), dos desconocidos hasta hoy, se toman de los brazos, cruzan miradas cómplices y se derriten al calor de los miles de testigos que los ven bailar al ritmo de "Besame". Termina la canción y Montaner cumple su objetivo: formar una pareja.
Pero la alegría y el amor dan lugar a un momento de dolor durante el cual el artista venezolano honra su país. Canta "Aunque ahora estés con él" con un video de fondo que muestra la ciudad de Caracas en 1999 cuando era atravesada por una guerra civil. Los protagonistas de la historia eran voluntarios que ayudaban a los desamparados. Una relación silenciada, un vínculo forzado, una muerte injusta y un amor que no pudo ser por la realidad del poder, entristecen los corazones. Entonces Montaner, optimista, exclama: "Va a ir todo bien con nuestro presidente Guaidó". De fondo en las pantallas, las banderas de Venezuela flamean con marcas de agujeros de bala. En el ambiente resuena la esperanza y en el rostro de esta cronista se derraman lágrimas.
Al final de un completo show, con un bis de tres de sus canciones tan ovasionadas "Déjame llorar", "La Gloria de Dios" y "La cima del Cielo", revolotean confetis y pañuelos blancos que arroja el cantante desde el escenario. Sobrevuelan sonrisas de despedida.
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