Rafael de la Torre Guerrero
Rafael de la Torre Guerrero, músico, musicólogo y melómano nacido en Camagüey, Cuba, llegó en 1993 a la Argentina. "Fue todo muy rápido. Yo nunca había visto un bife de chorizo... Porque tenemos muy poca tradición vacuna: si todas las vacas que hay acá las mandamos para allá, nosotros no cabemos en la isla", explica desde su peculiar y constante sentido del humor, que también tiene algo de musical, de cantado.
La cuestión es que al año siguiente Rafael ya estaba instalado en Buenos Aires, en pareja con Patricia. Y pronto llegaría el hijo, Santiago ("que es más porteño que el Obelisco"). Diez años después sigue acá, aunque mantiene una semiformal relación con La Habana como su embajador artístico (es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba). Y los viernes y sábados, en el restaurante cubano Ron y Son, en Balvanera, hace lo que más le gusta: "agarrar la guitarra y cantar" sones y boleros, música que no sólo palpita, sino que estudia. "Son 35 años de trabajo y 39 países recorridos: desde que tenía pelo hasta ahora he investigado", resume.
-¿Estudió música formalmente?
-Sí, en Camagüey, donde nací el 30 de julio de 1951. Estudié solfeo, teoría y violín en el conservatorio de González Allué, el compositor de la famosa Amorosa guajira. Yo me quería parecer a Ringo Starr, pero lo único que tenía a favor era la nariz. Me gustaba la batería; me fugaba de las clases de violín y me iba a las de percusión. Llegué a tocar con un grupo versiones de temas de la época, como Viento dile a la lluvia, de Los Gatos... Mi generación, la del cincuenta, está permeada por Bob Dylan, Beatles, Rolling y, al mismo tiempo, por Ñico Saquito, José Antonio Méndez...
-¿Antecedentes familiares?
-Mi abuelo, a los 18, pudo haber sido parte del Trío Matamoros. Esta es una anécdota familiar seria: mi bisabuelo no lo dejó porque consideraba que andar de músico era de bohemio, borracho, vago. Al final, el Trío Matamoros fue famosísimo y mi abuelo se quedó en Camagüey y lo conocían sus amigos, y bien, gracias. Tenía una voz prodigiosa, que conservó impecable hasta los 78 años. Mi papá cantaba muy bien, tocaba la guitarra más o menos y era pedagogo, igual que mi mamá, que estudió piano. Y muchas de mis tías, de los dos lados, eran maestras. De algún modo me contagiaron lo de la formación, el gusto por estar siempre informado de todo.
-¿Qué música escuchaban en casa?
-Mi viejo era un amante del jazz. Adoraba a Duke Ellington. Siempre se escuchó jazz en Cuba. De hecho, la segunda generación del bolero, la del cuarenta, la de César Portillo y Marta Valdés, funda el estilo llamado feeling, que asimila el jazz para enriquecerse, sin perder cubanía. Ahí aparecen Contigo en la distancia; Tú, mi delirio, temas recontraconocidos. Casi el setenta por ciento del repertorio de los Cinco Latinos.
-Si ésa fue la segunda, ¿cuál fue la primera generación del bolero?
-Nació alrededor de 1870, digamos, en Santiago de Cuba, que es una provincia muy negra, muy rítmica. Entonces eran boleros a 2 x 4, no a 3 x 4, como el bolero español. Ya esa diferencia definió cierto concepto de nacionalidad incipiente. Nuestros trovadores eran carpinteros, pintores, albañiles, no como otros cantores, como los trovadores provenzales, tipos con otra formación. Pero tenían cierta sensibilidad. Al mismo tiempo, nacía en La Habana el danzón, nuestra danza nacional, que viene de la contradanza española como música y del minué francés como baile. Verás que tiene bastante poco que ver con nuestras raíces. Por eso, luego se terminó imponiendo el son, que sí es una especie de síntesis bailable y cantable de la música cubana.
-¿Qué pasaba con la música cuando usted llegó a ella?
-Yo estaba en el conservatorio ya con la generacion del feeling cuando surgió la Nueva Trova, después de los años 50. Para nosotros, Pablo Milanés es el enlace entre el feeling y la Nueva Trova, que comenzó a utilizar un lenguaje más acorde con su tiempo. Porque aun cuando hay textos del treinta impresionantes, nosotros también tuvimos boleros, como digo yo, de banco de sangre: eso de me cortaré las venas el día que te vayas, melódica y armónicamente muy interesantes. Pero los textos...
-¿Cómo llegó a la Argentina?
-En 1993 estaba en casa de Silvio Rodríguez para su cumpleaños y Fito Páez me preguntó un poco en broma por qué no iba a la Argentina. Y quién te dice que no haya sido eso una especie de lucecita: al poco tiempo vine de gira. Llegué el 19 de diciembre de 1993 y en siete días recorrí Córdoba, El Bolsón, San Martín de los Andes... Solo, con la guitarra. Regresé en junio del otro año y entonces ya conocí a mi mujer, Patricia. Luego llegó Santiaguito, que dice yo y, luego, dice io, y cayate y, luego, caiate. Es así, Buenos Aires te atrapa. No olvides que mi generación está absolutamente penetrada por la cultura argentina, sobre todo por las películas de Mirtha Legrand, Pedro Quartucci, Niní Marshall...
-Llegó a un lugar conocido.
-Exactamente. Además, los cubanos tenemos una gran deuda con el tango. Las nuevas generaciones por ahí no lo sienten tanto, pero la mía lo lleva como un sello en la frente.
-Hay canciones como Vete de mí, de los Expósito, que en Cuba se conocen más que acá...
-¿Viste lo que es eso? Yo la canto. Es que la hizo famosa en todo el mundo Bola de Nieve. Y hay otra: Niebla en el Riachuelo, de la que Pacho Alonso cantaba sólo la primera estrofa, en versión bolero. Sólo cuando llegué acá descubrí la letra completa, y ahora la canto. Cuando me viene a ver aquí algún cubano me pregunta: ¿Pero qué le hiciste?
-¿Otras influencias?
-Yo tengo un defecto de fábrica: me encanta la actuación. Y eso lo descubrí un poco gracias a Les Luthiers. Recuerdo que vinieron tres veces a Cuba y que fueron muy influyentes. Particularmente en mi caso, porque entonces me mostraron que podía haber en mí una parte de comediante que no conocia y que ahora dejo salir.
-Y del fenómeno Buena Vista Social Club, ¿qué piensa?
-Criticarlo sería una estupidez, porque generó muchas oportunidades. Pero debo decir que yo a Ibrahim Ferrer y a Compay Segundo siempre los tuve presentes en memoria, pensamiento y palabra.