Rolo Villar siempre supo que su vida estaba cerca de la radio. De chico, cuando vivía en Los Pinos (a 15 kilómetros de Balcarce), le fascinaba pegar la oreja al aparato y escuchar todas las radios de Buenos Aires y las de Uruguay. Por la ubicación geográfica de su pueblo, agarraba muy bien todas las frecuencias. "Faltaba mucho a la escuela porque vivía enfermo de la garganta -recuerda Rolo hoy, a los 56 años-. No podía salir a jugar, ni ir con mis amigos, entonces tenía dos opciones: o miraba los dos canales de televisión de Mar del Plata o escuchaba la radio."
–¿Elegías siempre la radio?
–Sí, para mí era una fiesta. En un pueblo, a las seis de la tarde, cuando cae el sol, todo es triste. Yo vivía todo el tiempo escuchando a Cacho Fontana, a Riverito.
–¿En que año fue todo esto?
–Finales de la década del 60 y la década del 70. La radio era mi pasión. Yo quería ser locutor de radio, pero tenía un pequeño problema: en la escuela era muy burro. Y para poder trabajar en radio tenías que tener secundario completo y tenías que estudiar. Yo con el estudio me llevaba muy mal. Entonces tuve que salir a trabajar en el campo. Pero siempre andaba con la radio encima.
–¿Terminaste la primaria?
–Completé séptimo grado pero en la secundaria ni me anoté. Ni bien terminé la escuela empecé a trabajar en el campo con la papa y el ajo. En ese tiempo había mucho cultivo de ajo en Balcarce. Yo era peón, hacía changas.
–¿Era duro?
–Era complicado. Muy complicado.
–¿La radio era tu refugio?
–Sí. Cuando trabajaba en el sembrado del ajo, tenía la radio siempre fija. A la noche me quedaba escuchando.
–¿Cuál era el programa que más te llamaba la atención?
–Fontana Show. Me gustaba mucho porque tenía humor. También Guerrero Marthineitz. Él y Fontana son los inventores del nuevo estilo de radio, de lo que nosotros escuchamos hoy. Porque al nacer la televisión, la radio tenía que adecuarse a la época. Tenía que informar al momento. Radio Rivadavia, por ejemplo, inventó el móvil. Ninguna radio lo tenía. Ellos dos revolucionaron la radio.
–¿Y vos qué querías hacer en la radio?
–Yo quería imitar. Al primero que imité fue a Ariel Delgado, el locutor que daba las noticias en Radio Colonia.
–¿Dónde?
–En mi casa. Yo imitaba para mí, no para mis amigos. Ellos ni sabían que lo hacía.
–¿Cuándo te animaste a mostrarte?
–Cuando el trabajo empezó a andar mal en Los Pinos. Nos mudamos a Balcarce y yo decidí venir a Buenos Aires para presentarme a una prueba. Se había ido Carlos Russo de un programa de Radio Splendid, Golosinas, y buscaban un reemplazo. Golo, el conductor, me aceptó. Empecé a laburar y nunca más me fui.
–¿Dónde vivías en Buenos Aires?
–Primero viví en la casa de mis tíos y después en pensiones. Tenía 24, 25 años.
–¿Hasta esa edad trabajaste en el campo?
–No, después del campo fui a parar a un supermercado como repositor de mercadería. Duró muy poco eso y enseguida me vine a probar suerte a Buenos Aires como imitador. Ya estaba trabajando en radio cuando me llama Jorge Rial para trabajar en la tele.
–¿Qué buscaba Rial?
–Quería hacer el radiopasillo, que hiciera la imitación de Ariel Delgado, el locutor de Radio Colonia. No era para aparecer en cámara. Era para hacer la voz y también me contrató para escribir los chistes que decía Alejandro Vega.
–¿Cómo te conoció él?
–A través de una persona que le dijo a Rial que había alguien que imitaba al de Radio Colonia. Entonces me llamó. Estuve muchos años con él. Y cuando estábamos en Canal 9 le ofrecieron hacer un programa en Radio Libertad. Ahí empecé a hacer las imitaciones con Estelita Montes. Después, Daniel Hadad lo llamó a Jorge para pasarse a Radio 10. Estuvimos un tiempo ahí. Rial se fue, pero yo me quedé. Estuve en el programa de Hadad y cuando él se retiró de la conducción vino Longobardi.
–¿Por qué dejaste de hacer imitaciones?
–Porque hay demasiados imitadores. En 2000 fue la pegada de Radio 10. Tenía buena información y mucha joda. En esa joda estaban las imitaciones. Daniel Hadad fue el primero que puso humor en los programas periodísticos. Queda mal que yo lo diga pero en cierto modo todos nos empezaron a copiar con el tema de las imitaciones. Hoy hay pibes que imitan muy bien.
–¿Dejaste de hacer imitaciones porque todo el mundo lo hacía?
–Sí. Siento que ya cumplí un ciclo. Ahora me divierto de otra manera y como ya lo hacen todos prefiero otra cosa. Ojo, los que lo hacen, lo hacen bien.
–¿Quiénes te gustan?
–Martín Bilik, Tarico, Claudio Rico, Nacho Bulián, Pato Benegas.
Me dijeron 50 mil veces que mis chistes eran machistas. No lo son. Nosotros contamos la vida. La gente se ama, se odia, se pelea. Es humor
–¿Cómo armás los chistes?
–En base a lo que están hablando voy buscando el remate justo. Busco que sea corto y que lo entiendan todos. No es que con ese chiste mando un mensaje o quiero algo. Acá no hay ningún mensaje. Voy directo al chiste.
–Algunos podrían decir que tus chistes son machistas.
–No son machistas.
–¿Te lo dijeron?
–Me lo dijeron 50 mil veces. Nosotros contamos la vida. La gente se ama, se odia, se pelea. Es humor.
–¿Lo elaborás antes o te sale en el momento?
–Es como te puede pasar a vos cuando escribís, ya está en vos. Tiene que ser efectivo. Si no te larga la carcajada, por lo menos que largue una sonrisa.
–¿A veces sale mal?
–Me pasó que rematé mal. Pensás rematar de una manera y lo hacés de otra, no como vos querías. Porque vos quizás querés decir una cosa y la gente entiende otra. O hacés un chiste de ciempiés y resulta que después te mandan mensajes que no son pies, son patas y no son cien. Viste que hay gente que está todo el tiempo atenta para ver dónde fallás. Como no tengo redes sociales, me putean a través de mis compañeros.
–¿Tus compañeros te cuentan?
–Antes lo hacían, ahora les pedí que no me lo dijeran más. Los que hacemos humor tenemos gente que nos viene a agradecer. Gente que está mal, que te escucha y a la que le sacás una sonrisa. Me pasa a mí y a la mayoría.
–¿Te gusta eso?
–Me encanta.
–¿Por qué tenés fama de que no te gusta la gente?
–Ese es un invento de Longobardi y de María.
–No tenés teléfono fijo, ni celular, ni redes... ¿cómo te ubican?
–Me vienen a ver a la radio.
–¿Y tus amigos?
–Me encuentran en El corralón. Siempre ceno ahí.
–A la tarde estás en Encendidos, ¿qué hacés entre programa y programa?
-Salgo a caminar. A veces voy a mi casa.
–¿Hacés compras?
–No. Soy cero consumista.
–¿Qué hacés con la plata?
–Mantengo a mi familia. Le pago cenas a mis amigos. No soy miserable. Uso la plata como si los billetes tuvieran fecha de vencimiento.
–¿Vas seguido a Balcarce?
–Todos los fines de semana. Es una vida muy aburrida para el afuera.
–¿Vos te aburrís?
–No. Para mí es espectacular estar en Balcarce, para recargar las pilas es hermoso.
–¿Tenés novia?
–No, nunca tuve. He tenido unas cuantas mujeres, pero novias nunca. No me gusta estar atado a nadie.
–¿Por qué?
–Porque te casás y tenés que estar bancando cosas que no querés.
–La gente se casa para no estar sola.
–A mí me encanta estar solo. No me gusta el compromiso. No es lindo.
–¿Es verdad que no tenés heladera?
–Es verdad, como siempre afuera. Acá no tengo nada. En Balcarce, sí. En esa casa viven mi vieja, mi hermano y cuando voy me quedo con ellos. Allá tengo todo armado. Me encanta.
–¿Te sentís raro?
–No, lo normal es lo mío. A mí no me interesa tener hijos, ni estar enamorado. Soy feliz así. No me siento solo.
–¿Sentís la radio como tu casa?
–Si. La radio es una pasión. Me gusta, me divierto.
–Pero Radio 10 era tu casa y te echaron, ¿cómo te sentiste?
–Fue terrible. Estaba muerto. Un día fui a cobrar el sueldo y tenía la cuenta embargada. Estaba en el horno. Después me llamó Marcelo para venir a Mitre y la gente de la radio me ayudó.
–¿Te sentiste traicionado cuando te despidieron?
–No. ¿Qué podés esperar de un sinvergüenza como Cristóbal López?
–¿Fue uno de los peores momentos que viviste en tu carrera?
–Sí. No sabía lo que iba a pasar y me angustié mucho. Me mató eso. Fue terrible vivir aquél momento con todos los ultra K ahí metidos. Tomaban la radio, tomaban el canal. Yo no soy macrista, ni massista. Yo soy antikirchnerista. Porque a mí me echaron de mi casa. Gracias a Dios todo se acomodó y vine a trabajar a Mitre pero no quiero que vuelvan nunca más.
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