Nora Perlé: "Cuando gané el Martín Fierro me sentí una reina, pero no me permití llorar"
"Un silencio está lleno de palabras". Interesante paradoja en la voz de la gran voz. En ella no es un contrasentido. Como nadie, Nora Perlé, la señora de la palabra exquisita y del buen decir, ha sabido conjugar con destreza, y en balanceo perfecto, ideas y pausas. El sonido de la voz y los acordes de la música. "Sé decir, sé dónde encontrar el momento de la pausa y el de la brillantez de un texto. Por más linda voz que se tenga, si no hay contenido no tiene sentido", explica la emperatriz de la radio que se define, con orgullo, en base a esa carrera que acaricia desde hace 60 años: "Soy locutora".
Y vaya si lo es esta mujer que recibe a LA NACION en su departamento de Palermo que pispea ese río que "antes se veía más, pero han construido demasiados edificios", y ahora solo lo puede ver en pedacitos. Hasta ese atisbo de queja tiene, en ella, sensualidad. Sirve jugos, sándwiches, facturas y, como una madre sobreprotectora, insiste para que cronista y fotógrafo prueben bocado.
-¿Puedo tutearla?
-Te obligo a que lo hagas.
Un largo camino
Aún se muestra sorprendida por la repercusión de los dos premios Martín Fierro que APTRA le entregó hace pocos días. "No estoy acostumbrada a estos homenajes", dirá sorprendida una y otra vez.
Su programa Canciones son amores, un clásico del aire radiofónico, ganó en el rubro Programa semanal. Pero lo que se convirtió en la gran ovación de pie, en aquella noche inolvidable, fue el reconocimiento a su trayectoria. Así, con mayúsculas. Esa 12a. estatuilla obtenida en tantos años de trabajo es su premio más adorado. El que habla de tiempo, talento, compromiso y coherencia. "No podemos negar que una trayectoria como la mía, de 60 años, implica el paso del tiempo. Pero sucede que tengo una cosa interna muy joven, con muchas ganas de vivir. Estoy llena de sueños y proyectos. Me gusta que me pase. Pero, por otro lado, la realidad me indica que ya no tengo 20 años. Me digo: 'Nora, tomalo con calma, andá despacito. No corras tanto que vas a caerte'. Eso es ver la realidad de uno. El premio a la trayectoria es la alegría de ser acariciado. Y de ser acariciado por ser grande ya", reconoce el alma de ese clásico de las noches de fin de semana en Radio Mitre que arranca a las 21 y no se detiene a lo largo de cuatro horas y media, cada sábado y cada domingo.
"Estos 18 años del programa hacen que Mitre sea mi casa. No lo digo entre comillas. Es mi casa, realmente. Llego y soy la dueña de mi espacio. Son 18 años muy importantes para mí. Pongo mucho amor y dedicación en lo que hago, hay mucha inventiva, diseño los contenidos para que no se convierta en un pasa discos. Cada media hora es un bloque con una dirección específica. Tengo una gran discoteca personal, pero también me ayuda mucho un ser extraordinario en quien confío que es Mario Villanueva. Y no puedo omitir mencionar al productor Nacho Cámara que hace lo que le corresponde y más. Al igual que todos los operadores, verdaderas manos derechas. ¿Qué haríamos sin ellos?".
Habla y se apasiona. Como quien se refiere a un hijo dilecto lleno de bondades. Aunque ella tiene a Carina y a Daniela que le dieron nada menos que a cinco nietos: Nicolás, Tomás, Julia, Melisa y Pedro. Las fotos de todos se esparcen por el luminoso living de paredes amarillas furiosas e intensas, como su propietaria. La mujer de los risos enmarañados trabaja de lunes a lunes: "Durante la semana armo las nueve horas de radio del fin de semana en Mitre pero, además, estoy en La 2x4 los miércoles, a las 21, con Rinconcito arrabalero. Y colaboro en un programa del Teatro Colón en Radio de la Ciudad. A veces, gana el cansancio, pero el reconocimiento es mayor".
-No te referís a oyentes sino a escuchadores. Hay una diferencia, y no es una sutileza, entre oír y escuchar. ¿Quiénes son los escuchadores de Nora Perlé?
-Hacen el programa conmigo. Sino fueran como son, no podría hacer lo que hago. Están, se quedan, son atentos y sé que me necesitan. La comunicación es muy específica. Es un ir y venir, aportan datos, son colaboradores.
-La radio propone una fidelidad que la televisión jamás logró. En la radio el concepto del zapping no es una modalidad tan arraigada.
-La audiencia es muy fiel. Cuando veo la hora de los correos, me doy cuenta que comienzan a escribirme desde muy temprano.
-Te aguardan como quien espera a un viejo conocido.
-Es algo notable. Tenemos un promedio de 200 llamadas telefónicas e igual cantidad de correos electrónicos. Trato que entren al aire la mayor cantidad de llamados para que la mayoría pueda ser escuchada. Y escucharse.
-La radio siempre es compañía, pero, en tu horario, particularmente acompaña al solo, al que está enfermo.
-Hay mucha soledad. Eso se nota a través del programa.
-Alguna historia que te haya marcado por alguna razón especial...
-Entre los escuchadores hay una mujer maravillosa que me llamó desde Barcelona, a la semana siguiente desde Marsella, y así desde diversos lugares del mundo. Me dejaba mensajes diciéndome en qué países estaba y dónde me escuchaba. Me confesaba que no podía vivir sin el programa. Cuando llegó a Buenos Aires me envió un nuevo mensaje. Allí me contó que su marido y su hijo habían muerto y que se encontraba sola. Me lo contaba con entereza y belleza. Hasta tenía belleza ese dolor inmenso que encerraba su corazón.
-Imagino que esas historias son las que le dan sentido al trabajo.
-Desde ya. Hay gente que se acerca a mí pidiéndome ayuda. Algún viejito que me consulta sobre algún especialista, entonces le recomiendo un médico de confianza.
-El servicio insoslayable que es la radio como vehículo.
-Me dejan el teléfono y los llamo, les consulto cómo andan, cómo les fue con el médico.
-¿Llamás a los escuchadores?
-Sí...
-Tremenda sorpresa cuando atienden el teléfono y escuchan a Nora Perlé.
-Les da una alegría muy grande. Pero se sienten tan cercanos que no reaccionan desaforadamente. Es como que los llama una amiga con la que comparten los sábados y domingos.
"No quiero estar solo", el tema que popularizó Blue Magic, prologa el programa en el comienzo de cada media hora, luego de Mitre informa primero. Diversas versiones de la eterna canción ejecutada por los más variopintos intérpretes es la cortina que identifica al programa y cuyo título resume el sentir de esa audiencia que encuentra en la gran dama de la radio la posibilidad de compañía.
Tercera juventud
Decir que una señora que en enero cumplirá 82 es sexy podría resultar grosero e irrespetuoso. Pero qué decir ante esta mujer que recibe con los hombros descubiertos, una mirada profunda y una voz que derrite al interlocutor. "No me visto de vieja", dirá ante el primer elogio. Y le sugiere poses al fotógrafo: "¿Puedo mostrar los hombros?", seduce a más no poder. Y lo sabe. "Algún piropito me dicen los chicos...". Entabla un juego sin caer en desubicaciones. Sabe cuál es el límite de su divina madurez.
-Te percibo muy pícara.
-Lo soy. Tengo sentido del humor, me encanta.
-Sos seductora...
-Lo era... ya no me dan las tabas.
-Y esos hombros…
-Hago lo que puedo.
Lleva el apellido de su madre y, coherencias del destino, debe su nombre de pila al eterno personaje de la Casa de Muñecas diseñada por Henrik Ibsen, autor reverenciado por su progenitora. Rebelde como aquella Nora, encontró el amor con mayúsculas en un dramaturgo. Lleva 38 años de pareja con Ismael Paco Hasse, una de las plumas históricas del teatro nacional: "Antes de Ismael estuve mucho tiempo sola, desde los 30 hasta los 42. Luché mucho. Llevé adelante a mi familia. No solo a mis hijas, sino a mis padres, que eran de origen humilde y estaban a mi cargo".
-Hasta que un día, un escritor golpeó a tu puerta.
-Cuando me encontré con Ismael, mi vida dio un vuelco importante porque él es tremendamente protector. No me deja dar un paso sin llevarme con su auto, se preocupa por mí, me pregunta varias veces por día como estoy. Es de una bondad y sensibilidad muy especiales.
Varios son los retratos de Paco Hasse esparcidos por la casa. Se lo ve en la madurez. Y en la juventud: "Un bombón. Yo le llevo varios años, pero nos enamoramos perdidamente".
-¿Cómo se conocieron?
-Fue en la casa del actor Rudy Chernicoff, quien era amigo de Paco y mío, por separado. En un festejo de cumpleaños de Rudy lo conocí. Charlamos mucho y nos despedimos. Cada cual por su lado. Al poco tiempo, para un 29 de noviembre, la esposa de Rudy me invita a comer ñoquis. Me dijo: "Venite linda".
-Se venía la gran escena de la comedia romántica.
-Esa era la idea, pero le dije: "Ojito con hacerme gancho con nadie porque eso no me gusta".
-¿Por qué?
-Me gusta la espontaneidad del encuentro.
No siempre tuve esta edad, alguna vez fui joven y agraciada, y hasta me llamaban para hacer televisión. Pero no soy una estrella
-Me parece que te engañaron en busca del gran desenlace.
-Sí, porque no había nadie en esa cena. Estaba solamente Ismael invitado. Llegó solo y cuando me vio, dijo: "Caramba, ¿es mi cumpleaños que me hacen este regalo?". Él sabía perfectamente cómo se había organizado todo.
-Rudy y su esposa no estaban equivocados.
-No he conocido en mi larga vida a una persona con los méritos de ser humano tan preciosos que tiene él. Además, es muy inteligente.
-En la mayoría de los casos, uno se vincula con gente similar. Tendrás las mismas virtudes que él.
-Junto a Ismael ahondé en las mejores cosas de mi vida.
Días de radio
-¿Qué es la radio para vos?
-La radio es mi vida.
-Al recibir el último Martín Fierro, dijiste que no eras una estrella.
-No lo soy, ni lo busqué.
-¿Puedo discrepar?
-No siempre tuve esta edad, alguna vez fui joven y agraciada, y hasta me llamaban para hacer televisión. Pero no soy una estrella.
La televisión gozó del talento de Nora Perlé. La casa de Nora, Kenia Sharp Club, A la manera de Sofovich, y Buenas tardes, mucho gusto fueron algunos de los ciclos en los que demostró que también puede domar el lente de una cámara. A pesar suyo. "Nunca me sentí cómoda en la televisión. Siempre estuve nerviosa. Ahora que el fotógrafo de LA NACION me hace fotos, estoy nerviosa".
-La radio, en cambio, te brinda paz.
-Comienzo, también, muy nerviosa, porque entiendo que arranca algo que es importante para la gente que está del otro lado, por algo me escuchan. Jamás voy en blanco a la radio, me nutro todo lo que puedo. Investigo. Lo que digo no está inventado en el momento. No soy de las que solo dicen hora, temperatura y humedad.
-Ese es un punto clave. Pertenecés a una generación donde las locutoras tenían identidad. Betty Elizalde, Nucha Mengual. Ahora podríamos hablar de Elizabeth Vernaci. Pocos nombres tienen estilo propio. Hay una homogeneidad estética del medio. Incluso, durante muchos años, en las escuelas de locución se les pedía a los estudiantes de las provincias que anularan sus tonadas.
-Lo que sucede es que la locutora era la locutora, no conducía. Hablaba a los gritos vendiendo productos, se la incluía en algún chistecito, daba el pronóstico y, desde ya, hacía las tandas. Cuando nosotras llegamos a la radio y comenzamos a hablar de la manera en la que lo hacíamos...
-¿Cómo era esa forma?
-Sin gritos, sin nada fuera de lugar...
-Con Betty y Nucha eran "Las ratoneras"...
-Así nos decían, pero no porque fuéramos tremendamente sensuales.
-Eran muy sensuales...
-Éramos cálidas, teníamos esa forma. Eso no existía en la radio. Nucha sí era come hombres, era maravillosa con su voz. Betty era la intelectual y yo era la lolita, la nena de su casa con picardía.
Sola y con dos hijas, se esforzó por darles una educación. Arrancaba cada madrugada en el emblemático edificio de Maipú 555, catedral de la radio si las hay. En el amanecer, luego de toda una noche de aire, llegaba a los estudios de Radio del Plata para hacer la mañana, el prime time del medio: "Los técnicos me dejaban dormir un ratito en el control, a media luz. Y a las seis ya arrancaba hasta el mediodía. Luego me iba a mi casa, en Olivos, almorzaba con mis hijas, a las que no veía desde la noche anterior, dormía un par de horas de siesta, y estaba atenta a las tareas de las nenas, y las cuestiones de la casa, hasta que, a la noche, me volvía a ir a la radio. En esa época, dormía no más de cuatro horas por día".
-La vida premia.
-A mí me premió al hacer las cosas bien, a tirar para adelante con dignidad. Nunca dependí de nada ni de nadie.
-Estás sola en el aire. Vos y tu audiencia. En general, los programas son corales. Tu fórmula es otra.
-Es más fácil derivar en otro. Cuando estás solo, estás solo. Si no vas con todo el bagaje de conocimiento, la cosa se pone difícil. ¿En quién derivás?
-¿Te sentís maestra en lo tuyo?
-De ninguna manera.
-Marcaste tendencia, creaste un estilo.
-Pero eso es algo espontáneo, no finjo en la radio. Hablo como estoy hablando con vos.
En el ISER, la gran escuela de los locutores, Juan Ramón Badía, el padre del gran Juan Alberto, le auguró el destino: "Tenés un muy buen futuro". Y se cumplió. "Me movilizaron mucho sus palabras. Sobre todo porque me lo dijo siendo muy jovencita, con una vocecita muy aguda. Con los años aparecen los graves y otra profundidad en la voz. Los graves embellecen".
-¿Cómo cuidás tu garganta?
-No la cuido. No sé qué es eso.
-¿Cómo se llega a tu edad como llegaste vos?
-Viviendo, disfrutando, trabajando. Me gusta la vida.
-¿Con qué se sueña en los umbrales de los 82?
-Grandes proyectos personales no tengo, lo cotidiano es suficiente como para disfrutar de la vida. En esa cotidianidad están los proyectos.
-Disfrutar de la cotidianidad es darle sentido.
-Mi vida tuvo sentido, pienso en mucha gente que escuchándome se sintió mejor. Jamás le di la espalda a nadie. Hay que ser piadoso en la vida, el egocentrismo no me toca. Aunque cuando gané el Martín Fierro me sentía una reina, pero no me permití llorar... aunque tenía ganas.
-¿Cuándo llorás?
-En soledad, porque me pongo muy fea llorando y yo soy muy coqueta.
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