Murió Rina Morán, la histórica voz de los programas de Cacho Fontana y Héctor Larrea
La locutora, de risa inconfundible, tenía 96 años; se había iniciado como actriz siendo una niña y con su profesionalismo marcó una época de oro de la radiofonía argentina
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A los 96 años murió la locutora Rina Morán. El frío titular no contiene la envergadura del nombre de esta mujer convertida en un emblema de la radiofonía argentina que marcó una época, siendo una de las voces identitarias de aquella radio Rivadavia líder cuya programación poblaban nombres como los de Héctor Larrea, Antonio Carrizo, Cacho Fontana y José María Muñoz.
La profesional, de voz y dicción perfecta, fue una fiel ladera de Larrea y Fontana, pero su rol iba mucho más allá de “sostener” al conductor del programa. Rina Morán logró destacarse con identidad propia, algo que también pudo enarbolar su coequiper María Esther “Beba” Vignola.
Herencias
Rina Morán había nacido en Tucumán, en medio de la gira de un circo que lo contaba a su padre, José Tresenza, como uno de los integrantes de su elenco. De él heredó su pasión por lo artístico, al punto tal que se inició en la vida pública siendo una niña cuando, a sus ocho años, la llevó a radio El Mundo para trabajar en una audición como actriz. Allí se topó con grandes del medio, aunque no sería ese su camino definitivo. Ya siendo adolescente, su pasión por el ámbito radiofónico le definió la vocación por la locución.
“En lugar de irme a mi casa a tomar la leche, salía del colegio y me iba a la radio”, contó más de una vez, retratando ese sendero que atravesaría su vida y la de millones de argentinos a los que acompañó con su voz inmaculada.

A poco de debutar como locutora, se ganó un lugar destacado en el medio, convirtiéndose en una de las profesionales más convocadas siendo parte de las transmisiones extraordinarias que reflejaron las visitas de celebridades como Edith Piaf y Nat King Cole en nuestro país, en esos tiempos en los que las radios recibían a estrellas en sus auditorios que contaban con un sitial para las grandes orquestas y una platea para albergar al público en vivo. “Me vestía de gala, aunque no había cámaras”, recordó.
Rapi, rapi, rapi, rapidísimo
A partir de la década del sesenta y con mucho brillo en los 70 y 80, sus roles más destacados los cumplió en las mesas del Fontana Show y de Rapidísimo, a cargo de Cacho Fontana y Héctor Larrea, respectivamente. En ambos espacios tuvo una permanencia de 17 años. Todo un récord.

Además de su buen decir, Rina Morán será recordada por su afabilidad y por hacer temblar los transistores de radio (cuando aún el medio no era digital y no se podía escuchar en otro dispositivo que no fuera la sintonía de un dial analógico) con su risa estruendosa e inconfundible.

A las siete en punto de la mañana, cuando aquella melodía de Rapidísimo canturreaba “en la mañana fresca y temprana como una rosa”, Morán arrancaba con un tono enérgico, vívido, bien arriba, al igual que su compañera Vignola y, desde ya, el líder del equipo, el prócer Héctor Larrea. Siempre fue un misterio entender cómo el trío de comunicadores podía arrancar su programa al amanecer -noche cerrada en invierno- de una manera tan enérgica. Profesionalismo puro, pasión por la actividad y la coherencia del respeto al oyente.
Rina Morán también fue parte de El gallo loco, otro clásico de la radio conducido por Eduardo Colombo. Ese espacio arrancaba a las cinco de la mañana por Rivadavia y se definía por su espíritu festivo y la información sobre los servicios, indispensables en ese tramo del día. Nadie como ella dijo la sigla LS5 Radio Rivadavia.
Frente a cámaras
En 1962, casi una década después de inaugurada la televisión en nuestro país, fue la voz de numerosos avisos que contaban a grandes estrellas de la época como protagonistas. Una marca de jabones la eligió para doblar a una estupenda Beatriz Taibo.
Más acá en el tiempo, “Periquita, esponjita, suavecita, doradita”, rezaba un aviso publicitario que aún está grabado en la memoria de muchos. Allí su voz también brillaba. Las empresas se la disputaban. Tenerla a “la Morán” diciendo una marca era sinónimo de vender más productos.
En la década del 80, condujo Cortito y feliz junto a Adolfo Casini en el antiguo Canal Once. También con “Beba” Vignola alguna vez se atrevió a tener su propio programa de televisión, pero lo suyo siempre fueron los micrófonos.
En los últimos años de su carrera, la locutora realizó un programa vespertino en radio Nacional junto a “Beba” Vignola que se llamó Rina y Beba, una fiesta. No mentían. Juntas levantaban los ánimos del más cabizbajo. Además, fue parte de un ciclo conducido por el locutor Claudio Orellano en el aire de Colonia.
Con su partida, una época de la radio, de la que quedan pocos referentes con vida, también se va apagando. Formó parte de esa generación de locutoras que tenían personalidad, identidad propia, aun cuando le tocaba decir la hora y la temperatura, pero ella era mucho más que eso. Tenía un nombre, un estilo. Hoy, los micrófonos están más tristes. Se apagó una voz ilustre, se silenció la risa más querida.
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