Marcelo Longobardi y las claves de un éxito que se sostuvo en la radio durante 21 años
El periodista eligió concentrarse exclusivamente en el dial, mezcló en su programa la formalidad del análisis con una impronta humorística cada vez más fuerte y supo integrarse a sistemas exitosos en su conjunto
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“Lo mío es logística, no talento”, respondió Marcelo Longobardi cuando Pablo Sirvén, en una entrevista con LA NACION, quiso saber cuál era el método que lo llevó a convertirse en el periodista más escuchado de toda la radiofonía argentina. Lo dijo en octubre de 2013, apenas llegado a Mitre, la emisora de la que acaba de despedirse. Quienes conocen y siguen la trayectoria de Longobardi saben que hoy contestaría del mismo modo si se le vuelve a hacer esa pregunta. Y completaría la frase con el brevísimo autorretrato que construyó después de aquellas palabras dichas ocho años atrás: “Soy riguroso, disciplinado y trabajador”.
El sentido común nos dice que esas herramientas aplicadas a una estrategia (la logística es el conjunto de medios requeridos en una situación por lo general complicada para alcanzar un fin determinado) siempre pueden resultar útiles y apropiadas para alcanzar el éxito en una profesión. Pero en el caso de Longobardi, no alcanzarían del todo para explicar las razones de un liderazgo tan prolongado, tan convincente y tan sostenido en factores de hierro, tanto objetivos (las mediciones de share) como simbólicos. Veamos cuáles.
En la Argentina, quien domina la “primera mañana” (la franja horaria que comienza a las 6 y termina entre las 9 y las 10) es el dueño de la última palabra en materia radiofónica. El más escuchado de todos. Pero quien consigue ese logro dentro de la programación de una emisora que lidera todos los segmentos horarios fortalece todavía más esa condición de líder indiscutido.
Longobardi no solo viene ocupando ese lugar desde su llegada a Mitre en 2013. Lo empezó a hacer mucho antes, desde 2002, cuando a favor de una sintonía privilegiada en el dial, una potencia en la transmisión aprovechada de todas las maneras posibles y un mensaje consistente que amplificaban durante toda la jornada los dispositivos instalados en taxis y comercios de todo tipo, Radio 10 impuso un estilo que tuvo a Longobardi como protagonista fundamental. La fórmula se transfirió, casi inalterable, de una frecuencia a otra y se mantuvo durante 21 años.
A todo esto, nuestro protagonista le sumó otro dato insoslayable, también mencionado en esa entrevista tan reveladora de 2013: “Me pasé años sin salir un minuto de la radio a ninguna parte”. En un tiempo marcado por las preferencias multimediáticas y por la integración horizontal y vertical de los mensajes en diferentes dispositivos, Longobardi supo concentrar con muy buen rédito todos sus esfuerzos en un único espacio del que surgió siempre como ganador.
No hizo falta, por ejemplo, que su presencia televisiva (extensa y reconocida) funcionara como refuerzo de esa apuesta excluyente. Longobardi nunca dejó la televisión del todo, pero sus apariciones en ese medio durante los últimos años (a través de un ciclo de entrevistas emitido por la señal en español de CNN) podría decirse que pasaron casi inadvertidas frente a la colosal repercusión de sus apariciones radiofónicas diarias.
Al mismo tiempo, por temperamento y formación, Longobardi es un periodista que suele tomar distancia de las redes sociales. No se le reconoce actividad en ese terreno y mucho menos un empleo de esas herramientas destinado a fortalecer una opinión que en la radio tiene un altísimo perfil.
Hay que volver en este caso a aquella referencia inicial a la logística como elemento esencial de una estrategia personal. Desde el lugar en el que elige dar su mensaje, Longobardi prefiere que el sistema que integra se encargue de llevarlo a través de otros espacios, herramientas o instancias que le son personalmente ajenas. Deja que la propia dinámica de los medios lleve su palabra hacia otros espacios o públicos por medio de instrumentos con los que prefiere no involucrarse directamente, como las redes. Longobardi es protagonista casi cotidiano de ellas, pero sin comprometerse de manera personal en ese mundo.
Pero con la logística no alcanza. Un mecanismo integrado y sistémico exitoso como el que Longobardi supo integrar en las últimas dos décadas (primero en Radio 10 y después en Mitre) requieren de ese toque personal que el propio protagonista se resiste a reconocer. Longobardi es el rostro más reconocible de un movimiento que logró en los últimos 21 años sostener en la Argentina para la radio AM un lugar de influencia y centralidad periodística que en la visión de muchos parecía irremediablemente perdido.
La vida profesional de Longobardi en la radio empezó como productor ad honorem de Bernardo Neustadt, el indiscutido creador de la primera mañana radiofónica como espacio de máxima presencia e influencia en la opinión pública. Allí se instala la agenda del día (casi a partir de las notas y las tendencias más importantes planteadas desde los diarios), allí se sale bien temprano a la caza de los testimonios más buscados (políticos, economistas, analistas y otros protagonistas de la realidad) y allí se empiezan a definir cosas que el lenguaje radiofónico ya impuso: las “claves del día” y la “agenda informativa”.
En ese sentido, Cada mañana logró perfeccionar una fórmula que desde los tiempos de Neustadt empezó a imponerse como la predilecta del oyente. Primero, un conductor de tono amable y coloquial, pero a la vez preciso desde el vamos con las primeras definiciones periodísticas de la jornada, dato clave para acompañar el despertar atento y no agitado de quien escucha. Y segundo, un entrevistador que deja explayarse a sus sucesivos interlocutores, a menos que alguno de ellos toque alguna fibra sensible que abra el fuego de alguna discusión más o menos encendida.
Esto le pasó varias veces a Longobardi, especialmente frente a entrevistados de excesiva fe kirchnerista, una expresión ideológica que el conductor siempre cuestionó desde sus espacios editoriales, que por lo general no tenían esa característica, sino una suerte de resumen noticioso cargado de sentido, diferenciando lo que a su parecer está bien y está mal.
Sumó siempre a ese mecanismo la costumbre de llamar con frecuencia a varios economistas profesionales muy reconocidos por su capacidad didáctica (Miguel Ángel Broda, Daniel Artana, Juan Carlos De Pablo, Carlos Melconián, entre ellos) a los que siempre dejaba hablar después de preguntarles sobre el “tema del día”. Lo mismo ocurrió casi siempre con las figuras políticas a las que llamaba. Los juicios de valor (y el consiguiente “sesgo de confirmación” que parecía encontrar en buena parte de su audiencia) aparecen en su caso fuera de las entrevistas.
El otro aspecto fundante del éxito radiofónico de Longobardi puede encontrarse en su habilidad para sostener, sin estridencias, el carácter mundano y de show periodístico que tiene bajo su conducción la primera mañana de la radio. Se ocupó de llevar a todos los momentos del programa la impronta humorística y de cerrar cada jornada con algún segmento o comentario ilustrativo de tipo musical. Allí, su reconocida condición de melómano puede funcionar en clave didáctica o autoparódica.
Con el tiempo, Longobardi logró que sus programas de radio puedan escucharse con la formalidad de un análisis periodístico que reconoce (como señaló Pablo Sirvén más de una vez en LA NACION) a los medios gráficos como las fuentes originarias de la observación más rigurosa y precisa sobre la actualidad. Pero en la manera de dirigirse a la audiencia y en el trato cotidiano con sus colaboradores (con quienes parece haber establecido lazos muy prolongados de fidelidad) también sabe jugar con la informalidad de quien está siempre dispuesto a reírse de sí mismo.
Gracias a este doble y simultáneo movimiento, Longobardi logró durante todos estos años de liderazgo ser escuchado con atención al mismo tiempo por personas atentas a áridas cuestiones políticas y económicas y por oyentes de formación mucho más sencilla, dispuestos a prestarle atención sobre todo al tratamiento con humor de la actualidad.
De esa audiencia tan heterogénea depende casi siempre el éxito de un mensaje de tanta inmediatez y llegada como el que tiene la radio. Concentrarse con exclusividad en el poder de ese medio, explorar al máximo sus posibilidades y saber integrarse con perspicacia a sistemas exitosos explica en buena medida el sostenido éxito de Marcelo Longobardi.
Lo consiguió con una fórmula que tal vez haya llegado a su fin después de 21 años y de manera sorpresiva, horadada por factores internos (la polémica con Jorge Lanata, cierto hastío personal y una probable sensación de agotamiento) y no por la influencia de algún elemento exógeno. La realidad argentina sigue siendo propicia para que una fórmula exitosa como la que impuso Longobardi pueda sostenerse en el futuro, ya sin su artífice más ganador.
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