El periodista contó la intimidad de su “portazo” en Radio Mitre y cómo su “sueño” de trabajar en CNN se convirtió en una gran decepción y por qué Javier Milei se parece a Axel Kicillof
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Marcelo Longobardi (62) comprendió desde muy joven que la vida es una caja de sorpresas. A los 15 años abandonó el secundario porque necesitaba escapar. “Tuve una infancia horrible, quería irme”, confiesa el periodista. Pero eso no fue un impedimento para su crecimiento y trayectoria, ya que esa decisión fue la que lo llevó por los caminos que hoy transita como uno de los periodistas radiales más respetados del país. Tras haber liderado las mediciones de audiencia durante 21 años con el magazine Cada mañana, decidió dar un volantazo en su vida y caminar hacia nuevos horizontes. Una decisión que no solo cambió su rumbo profesional, sino también el de sus tres hijas menores y el de su mujer Laura Palermo, quienes actualmente están viviendo en Miami. “Idealicé mucho: pensé que trabajar en CNN era algo culminante en mi vida”, afirma el conductor, quien actualmente tiene dos vidas, una en Buenos Aires y otra en los Estados Unidos.
Todo comenzó en 2021, cuando el periodista decidió dejar Mitre (AM 790), donde había liderado el share de la primera mañana de forma indiscutida, para hacer un cambio de vida y dedicarse a sus otras pasiones. Allá tan lejos, tan cerca, a fines de ese año, el periodista anunció que se instalaba en Miami y que, entre otras cosas, se concentraría en desarrollar su figura periodística en otras plataformas y que no volvería todos los días a las 6, el horario que tantos éxitos le había dado. En sus declaraciones deslizaba algo de cansancio. El giro en su carrera sonaba comprensible y se complementaba con un contrato con el canal de TV CNN en español y sus deseos de empezar a experimentar con formatos digitales. No era la primera vez que Longobardi hacía un movimiento fuerte en su carrera. Hay que recordar que cuando firmó con Mitre retuvo la popularidad de su programa Cada mañana que se emitía por Radio 10 (AM 710). Pero las cosas no salieron como él pensaba. Finalmente, lo de CNN no funcionó y, en marzo pasado, volvió al frente de su programa matinal, Esta mañana, por Radio Rivadavia AM 630. Actualmente su programa ubica tercero en la mediciones de audiencia de su franja horaria detrás de Mitre (Alguien tiene que decirlo, a cargo de Eduardo Feinmann) y Radio 10 (Mañana Sylvestre, con Gustavo Sylvestre). Con cinco meses al aire en su nueva casa, el periodista decidió contar cuáles fueron sus emociones y disputas que terminaron con su salida de Mitre, el desengaño con CNN y su opinión sobre el candidato presidencial, Javier Milei.
–¿Cómo fue tu salida de Radio Mitre?
–Por ahí se mezclaron muchas cosas, algunas conté y otras no. Todo se volvió muy frívolo. Finalmente fue interpretado como una controversia mía personal con Jorge Lanata. Es cierto que pudo haber jugado un papel en ese pequeño episodio, pero lo que realmente sentía era que había liderado durante 21 años la audiencia de la radio argentina con cero reconocimiento.
–¿Por qué decís “cero reconocimiento”?
–Es lo que yo sentía, una gran frustración. Poco reconocimiento por parte de la radio en donde trabajaba. Poco reconocimiento de mis propios compañeros de trabajo. Ningún reconocimiento de Jorge Lanata. A ver: yo entiendo a Lanata, una persona súperbrillante y súperinteligente. Es una persona muy difícil. Yo soy mucho más fácil que Lanata en términos de relaciones cotidianas, pero no tengo su talento. A mí me cuesta entender eso porque tengo otro modo de vincularme con la gente. A mí ya no me gustaba el ambiente. Me sentía incómodo, todo era extremadamente rutinario. No me gustaba yo. Un conjunto de razones, hasta si querés, contradictorias, porque así es la vida. Yo sentí que quería irme, fue una decisión muy pensada. Lo comenté con algunas personas y me dijeron: “Vos estás totalmente loco. Nadie se baja de un éxito”.
–¿Crees que buscabas una excusa para salir de ahí?
–Creo que mi pelea con Lanata fue una excusa mía para ir a dar un portazo. Yo tengo una cosa de prófugo, de querer rajarme. Entonces ese conjunto de sensaciones me hicieron tomar la determinación de no ir más a la radio. No me gustaban mis jefes, no me gustaba nada.
–Ya no la pasabas bien ahí.
–La pasaba pésimo. Mucha gente se imagina que uno deja un trabajo porque tiene otro y es al revés. Uno consigue una oferta de trabajo porque deja lo que estaba haciendo. Sobre todo en un caso como el mío, en donde todos me imaginan como una especie de persona mecánica. Y conozco muchas personas que no me llamaron para trabajar bajo la suposición que iba a decir que no.
–En noviembre de 2021 te despediste de Radio Mitre.
–Sí, dejar algo es riesgoso y no me salió del todo bien. En diciembre de ese mismo año, tuve una reunión en los Estados Unidos en la casa de Cynthia Hudson, con la presidente de CNN. Me hicieron una oferta muy importante, que no se cumplió, para conducir el prime time de CNN en los Estados Unidos. Eso implicó algo muy grande, porque nos tuvimos que mudar con mi familia. A partir de ahí fue todo fue un desastre. Para mí culminar mi carrera en CNN, que era una suerte de emblema de la transparencia del periodismo independiente, fue como una especie de aspiración.
–¿Qué fue lo que pasó después de eso?
–Cuando llegamos con mi familia seis meses después de la conversación que había tenido con Cynthia Hudson, ya no quedaba ni el edificio de CNN. La compañía se vendió y quedó en manos de un fondo de inversión.
–¿Estamos hablando de 2022?
–Sí. Lo que pasó fue algo salvaje. Amenazas, extorsiones, incumplimientos. Fue una cosa muy fea. Viví una época muy linda con CNN, cuando hacía el programa de En diálogo con Longobardi, y también vi el final de CNN. Todo se volvió algo hostil y desagradable, poco amigable y vi mucho gánster ahí. Lo cual me enseñó mucho a no idealizar tanto. Tal vez la culpa fue mía de idealizar la idea de que trabajar en CNN era como llegar a algo culminante de mi vida.
–Es algo que cualquiera hubiera pensado...
–Está todo muy corrompido. Yo vi eso en CNN. Entonces llegó un punto donde yo ya me había enojado mucho, discutí con un ejecutivo y me dijo: “Te voy arrancar la cabeza”. Nunca me pasó. Esa noche hable con Cynthia Hudson y subestimó mi comentario. Después conté toda esta secuencia espantosa y otros problemas aún más graves, y se lo mandé a ella y al presidente de Warner, a su correo oficial. Para que sepan que no era un comentario personal mío, sino que era un reclamo, una denuncia o como ellos lo quieran llamar, desde mi correo al correo oficial de Warner, a Cynthia Hudson y a Felipe De Stefani, presidente de Warner. Ellos estaban más preocupados por lo que decía la gente de relaciones públicas que por la seguridad o por las amenazas. Yo me enojé mucho y le pedí a Cynthia que me sacara de esa radio, porque me había forzado y obligado a hacer algo que después no cumplieron. Y ellos consideraron que mi salida de la radio implicaba mi salida de la televisión de los Estados Unidos.
–Entonces te quedabas sin nada.
–Sí pero yo no iba a convalidar semejante situación. Para mí fue una una decepción personal seria, una frustración. Durante el conflicto, me llama Marcelo Fígoli, el dueño de Radio Rivadavia, y me dijo que él sabía todo lo que estaba pasando con Warner, me ofreció ir a la radio y que las puertas estaban abiertas. Me hizo una propuesta informal. Para mí era volver a hacer lo que hacía, porque no había podido hacer lo que quería hacer, pero me pareció un proyecto súper interesante.
–¿A raíz de tu trabajo en los Estados Unidos te quedó un poco dividida la vida?
–Sí, mi vida es un caos. Mis hijas empezaron en el colegio en los Estados Unidos, en un colegio público. Las chicas se adaptaron en un minuto. Entonces, ante la oferta que me hacía Radio Rivadavia, era muy complejo todo. Lo discutí con la radio. Tengo dos casas, dos vidas y eso es un quilombo. Entonces decidimos con Laura que las chicas terminen el colegio en los Estados Unidos. No porque sea mejor educación, sino por una cuestión logística y para que no sea tan desordenada. Voy y vuelvo siempre que puedo.
–¿Legalmente pudiste terminar de desarmar tu conflicto con CNN?
–No, aún no. Es muy complicado. CNN me ofreció un montón de plata para que yo me vaya, con una cláusula de no poder contar nada. Me ofrecieron una cifra muy alta, para que te des una idea la mitad de lo que ahorré en toda mi vida. Entonces ese fue el momento en el que dejé la radio y que la televisión me anunció que iban a diluir mi carrera… había una cláusula que decía que yo podía cobrar esa fortuna a cambio de callarme la boca. Yo no lo firmé.
–¿Qué pasa si te ofrecen otra cosa en otro canal de Estados Unidos?
–Yo rechacé una oferta, hace como cuatro años, que fue muy importante para mí, en Univisión, por lealtad a CNN. Me ofrecieron cinco veces lo que ganaba en ese momento para que me uniera al equipo de Jorge Ramos y les dije que no, porque yo aspiraba a CNN. Pero por supuesto después de lo que aprendí, de lo que es una corporación de medios como Warner, me arrepentí.
Su familia, su pilar
Fiel a sus principios, Marcelo siempre se mostró muy compañero de su familia. Se compone de Franco, Ignacio y Gastón –hijos que tuvo con su primera mujer, Dolores Llorens– con quienes comparte su gran pasión por el golf; y por otro lado de Delfina, Clara y Josefina, quienes viven junto a su actual mujer Laura Palermo en los Estados Unidos. El periodista no solo porta el título de padre sino que también tiene el honor de ser abuelo.
–¿Qué me podés contar sobre tu familia?
–El tema de mis hijos varones que están en Buenos Aires es terrible. Están grandes mis hijos, pero para mí no son grandes.
–¿Vas a ser abuelo de nuevo?
–En estos días, sí. Tengo a mi nieto Félix, que es hijo de Franco, el mayor. Al mismo tiempo está esperando un segundo hijo para enero y en las próximas horas nace el primer hijo de Ignacio. Después tengo un varón más, Gastón, y tres mujeres que son chiquitas todavía.
–¿Con ellos compartís la pasión por el golf?
–Yo empecé a jugar al golf cuando mi hijo Franco tenía dos años. Nos habíamos mudado a un lejano y remoto barrio cerrado. Había una cancha de golf y como él era muy deportista se le dio por empezar a practicarlo. Entonces, como consecuencia de eso, para estar con él, empezamos a jugar. El golf es compulsivo mentalmente porque uno busca incansablemente algo que no ocurre nunca: la perfección.
“Teórico lunático”
Escuchado por muchos, seguido por tantos otros, Marcelo demuestra un gran interés y preocupación por la política de un país al que él caracteriza como “en decadencia hace doce años”. A menos de dos meses de las elecciones generales, el conductor apuntó contra Javier Milei como un “teórico lunático” y cree firmemente que hay muchas posibilidades de que sea el ganador de las presidenciales.
–Fuiste uno de los primeros en detectar el fenómeno Javier Milei.
–Yo no lo detecté. Cuando vi lo que vi hace dos años, y un colega nuestro me preguntó qué opinaba sobre Javier, le dije: “Es un lunático”. Quiero ajustar un poquito ese razonamiento, te diría que es un teórico lunático.
–¿Cómo sería eso?
–Como Axel Kicillof. Son tipos que imaginan la realidad puesta en un papel. Él supone, por ejemplo, que los bonos van a valer tanto y como consecuencia de que en su gobierno los bonos van a valer determinado monto, él va a poder dolarizar. Es como cuando Kicillof intenta poner la ecuación de los costos en un Excel.
–Es una cuestión teórica.
–Es algo completamente teórico. Nunca me gustaron los modales de Javier, eso lo dije muchas veces. No me gusta que grite, no me gusta que agravie a las personas. Justamente su éxito radica en eso. Tal vez la explicación más sofisticada sobre el fenómeno Milei la dio Carlos Pagni.
–¿Creés que Javier Milei puede llegar a ganar las elecciones?
–Sí, definitivamente. Y yo creo que eso, su éxito, radica justamente en todo lo que a mí no me gusta, pero tengo la obligación de intentar entender el fenómeno. Me cuesta todavía. Es todo lo que a mí me parece inaceptable, todo lo lunático que yo veo en Javier Milei es probablemente lo que haya que hacer hoy en día para acceder al poder.
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