La periodista Magdalena Ruiz Guiñazú fue una de las voces privilegiadas de la radio; impuso un estilo propio en el que se conjugaba el vínculo ameno con los oyentes con la rigurosidad y frontalidad con la que entrevistaba a los funcionarios de turno
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“El ser humano jamás se puede acostumbrar a levantarse a las cuatro y diez de la mañana”. Magdalena Ruiz Guiñazú amaneció durante años en ese momento del día, aunque la frase definía su sentimiento a la hora en la que sonaba su despertador, cuando el sol aún era una utopía. Más allá de aquella simpática expresión, lo cierto es que la voz de la periodista acompañó el despertar de millones de argentinos a lo largo de varias décadas. Su programa Magdalena tempranísimo marcó un quiebre en la manera de hacer periodismo en radio y a primera hora del día.
Sin embargo, antes de convertirse en un sello de la mañana, Ruiz Guiñazú había sido movilera de uno de los programas de Cacho Fontana. “Durante dos años, la periodista sale a la calle buscando la noticia en un móvil con sirena”, se explica en Días de radio, la enorme biografía del medio escrita por Carlos Ulanovsky, Marta Merkin, Juan Jose Panno y Gabriela Tijman.
En 1978, Ruiz Guiñazú ya contaba con dos espacios en el aire: en radio Continental, una de las emisoras donde más trabajó, formaba parte del equipo del ciclo La gallina verde y, desde radio Belgrano, hacía Para conversar, en la tira diaria de las 13.
Un clásico
Indudablemente, Magdalena tempranísimo fue el espacio en el que permaneció más tiempo y en el que mostró un estilo único que conjugaba rigor periodístico con cordialidad y cercanía con los oyentes.
Ruiz Guiñazú ocupó la primera mañana de las radios Continental y Mitre. Su programa arrancaba a las seis en punto y se extendía hasta las nueve. Defensora del trabajo en equipo, siempre estuvo acompañada de colegas que luego desarrollarían importantes carreras individuales, tal como sucedió con los periodistas Edgardo Alfano, Marcelo Bonelli o María O´Donnell. Magdalena era también muy generosa con sus movileros: la periodista Mercedes Ninci se desarrolló durante años en su programa, siendo Magdalena una verdadera maestra para ella.
La fidelidad con sus colaboradores la llevaba a trabajar durante años con la misma gente, tal el caso de la experimentada productora Marta Lamas, una enorme profesional del medio, que la acompañó hasta la actualidad en ese difícil rol detrás de la “pecera”, como se suele llamar al control de las radios.
Magdalena era una sibarita y una mujer con cultura y distinción. Sus modos eran exquisitos y solo levantaba la voz para enfrentar a algún entrevistado al que ella percibía que le estaba mintiendo.
Sentía debilidad por el cine musical, las comedias naifs de la época de oro del cine norteamericano y europeo, razón suficiente para que “Top Hat” haya sido una de las melodías que definieron a su programa. Cuando llovía, aparecía el consabido leitmotiv de Singin´in the rain, señal inequívoca, todo un guiño, para que los oyentes entendieran que debían salir a la calle con paraguas. Pero en su espacio también había lugar para los “viejitos piolas” y la música de “antes” y para aquellas canciones de María Elena Walsh que indicaban que era la hora en la que los chicos debían partir para el colegio.
Padeció el levantamiento de sus programas y las críticas tanto de los que llegaron al gobierno con el voto popular, como de los que alteraron el orden constitucional. Sus opiniones y su espíritu crítico no concesivo molestaban a muchos. Su estilo frontal la hacía no dudar ante los funcionarios de turno y marcarles, ante sus miles de oyentes, aquellas irregularidades que debían ser observadas. Más de uno, sin saber cómo salir del paso y por no tener argumentos para refutar a la periodista, terminó por cortar la comunicación. Sus cruces con Aníbal Fernández llevaron al paroxismo la interpelación con los que detentaban el poder, aunque, por momentos, no estaban exentos de cierto humor.
Siempre fue audaz. Cuando, en la Semana Santa de 1987, sucedió la revuelta encabezada por el militar carapintada Aldo Rico, Magdalena dejó el estudio de la radio y se fue a la calle a transmitir desde el móvil.
Fue en los estudios de Continental, donde Ruiz Guiñazú realizaba el “pase” con el programa que continuaba al suyo a cargo de Víctor Hugo Morales. Aquellas charlas eran una delicia, dado el excelso nivel cultural de ambos profesionales. Sin embargo, cuando aún no se hablaba de la grieta social, las diferentes posturas sobre la realidad y una discusión al aire, terminó con ese momento sublime para los oyentes y con el buen vínculo entre ambos.
Madurez
Entre 1987 y 2006 condujo Magdalena tempranísimo por Mitre. Luego de esas temporadas llevó su formato nuevamente a Continental, para regresar a Mitre como columnista estrella de Lanata sin filtro, el ciclo de Jorge Lanata, y al frente de Magdalena y la noticia deseada, un exquisito resumen semanal que salía los sábados luego de Sábado tempranísimo, con Marcelo Bonelli, con quien hacía un pase muy ameno.
Hasta hace pocas semanas, Magdalena Ruiz Guiñazú estaba al frente del ciclo en el que estaba acompañada por Miguel y Nicolás Wiñazki. Este programa también contaba con la producción de Marta Lamas.
La periodista y escritora había recibido distinciones de todo tipo, como varios Martín Fierro y el Konex, y también un buen número de reconocimientos por su labor y también por su compromiso con los derechos humanos, luego de formar parte de la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas).
Con su partida física, ocurrida este martes al mediodía, se cierra una etapa del medio. Se fue la creadora de una forma de hacer radio, una profesional íntegra y una mujer que les abrió puertas a muchas otras mujeres, en un tiempo donde los varones llevaban la voz cantante en el dial.
Con el fallecimiento de Magdalena Ruiz Guiñazú se apagó la voz que despertó durante décadas a millones de argentinos, la banda sonora de todo un país.
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