La risa de su madre rompió el silencio triste de su casa de Bragado. Héctor, de 11 años, la miró con sorpresa y pensó que era un milagro. Minutos antes, él le había pedido permiso para encender la radio. El papá del niño había muerto hacía meses y por ese entonces el luto se imponía largo y obligatorio. Y sí, ese aparato, desde donde sonaba el programa cómico El relámpago, había sido el responsable de que las cosas se parecieran un poquito a lo que era su hogar con su padre: risas y música. Ese día, lo supo. La radio iba a ser su vida.
"Mi papá, que era músico, me decía que la realidad era lo suficientemente dura como para no salirse de ella un rato, porque sino no se la podía encarar. Yo supe entonces que tenía que darle algo a la radio" cuenta a LA NACION Héctor Larrea , ese chico de 11 que ayer cumplió 80 y que hace ya 66 trabaja en la radio con la misma pasión con la que miró aquel día el aparatito del milagro. Hoy se lo va a homenajear a las 20 en el CCK con figuras como Jairo, La Porteña Jazz Band, Sandra Mihanovich y Luis Salinas, entre otros.
Alto, elegante e informal, con sombrero gris y anteojos negros, Larrea entra con paso lento al edificio de Radio Nacional, sobre la calle Maipú. Todos lo saludan. Él abraza con la voz clara y la sonrisa al sólo decir: "Hola, buen día". La frase suena, en algunos, a tostadas, mate, café con leche o a sonidos del almuerzo por venir y carcajadas. Conduce dos programas: El espacio de Héctor Larrea, de 15 a 17, por La Folklórica (FM 98.7), y otro que se emite los sábados de 23 a 24, donde despunta su melomanía junto a Bobby Flores, con Mirá lo que te traje, por Nacional (AM 870). "Me divierto mucho con Bobby, somos dos amigos que nos juntamos a compartir música", dice para sintetizar el espíritu del ciclo al que se accede también desde un podcast.
"Yo era un loco irresponsable y tuve suerte", dice Larrea al contar sus comienzos desde su Bragado natal y cuenta las anécdotas, una tras otra, con la velocidad de los recuerdos bellos y con la risa de un chico que cometió una travesura. Ese rebelde con suerte, y no es para menos, es quien hizo escuela desde el éter de la AM e inspiró a figuras como Mario Pergolini, Bobby Flores, Lalo Mir, y muchísimas más.
"A los 13 me ofrecí a una red de parlantes que había en Bragado. Había sólo una locutora, pero por suerte se quería pedir francos y me pusieron a mí. Tenía una mesa Philips con dos platos. Ponía música, hablaba en el micrófono y la gente me escuchaba desde parlantes en las esquinas. Yo me sentía haciendo radio", dice, agranda los ojos y estira la boca en una sonrisa de oreja a oreja.
"Pero yo no sabía qué era irse de un lugar. Para mí Buenos Aires era Nueva York. A los 15 le escribí a Antonio Carrizo , que ya era un grande: ´¿Cómo hago para trabajar en la radio?´ ¡Y me contestó!: ´Estudie el secundario; haga el ISER, instrúyase´. Desde ese momento él está en mi vida, más adelante sería mi amigo y aún hoy sigo repasando sus conversaciones, sus reproches y sus consejos como si estuviera vivo".
–Le hizo caso y se vino a Buenos Aires, ¿qué locuras hizo?
–Después de la secundaria me empleé en la DGI de Bragado, porque es muy bueno tener una vocación profunda, pero es tonto salirse de un lugar sin un trabajo y tenía que mantener a mi madre. Me hice trasladar a la de acá, mintiendo como loco. Dije que quería estudiar economía, que tenía acá una casa, pero me vine a vivir en pensiones, hasta que traje a mi mamá. Hice el ISER en 1961 y comencé en radios en el 62, produciendo programas. Yo no quería ser locutor, yo le quería ofrecer cosas a la radio. Quería llevar mi música. Mi proyecto era hacer programas de autor, pero no me querían dar un espacio. Un amigo me dijo: ´Adelgazá -porque yo pesaba muchos kilos-, andá a la tele y así te van a dar lo que quieras porque te va a conocer todo el mundo´. Bajé de peso, me compré un traje, fui al 13 y ¿sabés qué? Me dieron el trabajo porque justo estaban pensando en tomar conductores nuevos. Pero fui un gran irresponsable, eran los 60 y había visto tele dos veces en la vida, no sabía cómo manejarme ahí, pero me defendía.
–¿Era más convicción por el objetivo a lograr o pura irresponsabilidad?
–A veces la irresponsabilidad se confunde con la audacia. No sé en qué medida, pero hay que tener ambos. Si yo no le preguntaba a mi mujer si se quería casar conmigo, no nos hubiéramos casado, porque soy un tímido enorme.
–Y logró tener su programa de radio en 1967.
–Sí, después de sólo tres meses, todo el verano, meses flojos para la tele, presentaba un paquete de programas musicales que el canal había comprado y estaban calificados como «No los ve nadie». Pero yo estaba feliz porque eran de jazz, con gente como Louis Amstrong, Mina. La gente me saludaba por la calle... Así que pedí mi espacio en El Mundo, en este mismo edificio de Nacional, un templo para mí. Les dije: ´Quiero un programa con humor y música, tango, folclore y jazz y un poquito de melódico´. Me dijeron que sí. Le pedí dos horas y me dieron media hora. Entonces les dije con toda la fe: ´Bueno, con ese tiempo le pongo Rapidísimo para que entre todo´.
–Rapidísmo estuvo 30 años en el aire con columnistas como Juan Alberto Badía, Luis Pedro Toni en Espectáculos, José María Muñoz, en Deportes, Marcelo Tinelli en los micros deportivos y más. Pasaron de El Mundo a Continental y después a Rivadavia. ¿Cuál cree que fue el secreto del éxito de ese programa?
–Me instruí porque un locutor tiene que hablar con propiedad, no de manera difícil. Al que habla difícil para hacerse el culto no lo escucha nadie. Además tuve mucha suerte, la pegábamos con todo lo que hacíamos. Como yo era de clase media baja, que era la mayoría, muchos se sentían representados por mí. Lo entendí hace poco. Además, hacía todo por intuición, ponía la música que quería, contrataba a los artistas que quería, pero para eso tenía que coproducir, porque las radios no te pagan lo que querés. Para eso hice tele también, como Seis para triunfar, para poder pagarles a grandes humoristas como Mario Sánchez. Luis Landriscina hacia Don Verídico, un criollo que era muy fantasioso. Mi amigo Víctor Harriague hacía al Doctor Pueyrredón Arenales, un tipo paquete que contaba aventuras alocadas. Nunca supimos su nombre ni doctor en qué era. La risa es sanadora, pero después hay que volver a los problemas, ¿eh?
–¿En algún momento pensó en parar de trabajar?
–En 2004. Estábamos con Rapidísimo en Rivadavia. Para parar también se necesita audacia. Pero me llaman de Radio Nacional y bueno, siempre quise venir porque acá podés pasar la música que querés. En otras radios no porque piensan como inversores privados, son muy comerciales. Están los hijos de los directores que opinan y a los pibes les gusta la música de ahora. Entonces me pedían modificar algo, yo decía que no, me enojaba y me iba a mi casa a dormir. Después el fato me lo arreglaba mi mujer. Nunca me echaron de ningún lado, eso que siempre estiré las cuerdas.
–Y se vino a Nacional y todavía sigue haciendo radio...
–Acá sigo. Increíble. Qué rápido. La vida pasa rápido, cuando seas mayor te vas a dar cuenta.
–El éxito masivo que tuvo pasó, ¿cómo vive eso hoy?
–Más tranquilo es mejor. Disfruto más sin tanta presión. Nunca viví de esto por la plata. Siempre trabajé para estar en la radio, comer y comprarme discos.
–En toda su trayectoria pasó por diferentes crisis, diferentes antagonismos de sectores políticos...
–Pasé por 20 crisis económicas. Es difícil ser argentino. Yo me informo un poco y digo: ´Basta, escuchemos discos´. A veces creo que hay cosas que no se van a solucionar, pero también hay otra manera de ver y vivir la realidad. Por ejemplo, en LN+, mientras los otros canales están todo el tiempo con los chismes y las tragedias, ahí pasan documentales, arte, música. Hay otro mundo por fuera de eso. Después hay que volver a la realidad.
–¿Su mujer, Ely –a quien también conoció en la radio cuando ella fue a buscar un locutor para una obra de beneficencia– y sus dos hijas, siempre lo apoyaron?
–Sí, qué iban a hacer, pobres. Lo sufrían pero lo tomaban como algo natural.
–¿Sus nietos qué dicen de su abuelo melómano que ama la radio?
–Ellos saben que lo soy, pero no saben qué es la radio, tienen 9, 12 y 14 años. Son muy jóvenes.
–¿La radio es su segunda casa o la primera?
–No sé, porque a veces pienso que es parte de mi vida en serio. Mi casa es una pila de discos rodeados de paredes, es la casa de un loco.
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