El exitoso conductor de programas de fútbol, figura de La Red y ESPN, habla de sus peleas con los influencers y del importante rol que cumple su esposa en su carrera
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En principio quiso ser actor, pero el destino se le puso en contra. “Yo era histriónico y me encantaba contar chistes, por eso todo el mundo me decía que debía dedicarme a la actuación, pero cuando fui a anotarme a las escuelas de Luisina Brando y Norman Briski no tenían vacantes y eso me desanimó”, recuerda hoy Gustavo López, la figura de La Red y ESPN, que a lo largo de más de 35 horas semanales informa y opina sobre fútbol a la par que entretiene a diversas audiencias. Gracias a un estilo ágil y humorístico, pero a la vez riguroso, se ha convertido en uno de los profesionales más exitosos de ambas emisoras, y su programa De una, otro buen momento (de 12 a 14, por La Red), por ejemplo, dobla en audiencia a su antecesor y al siguiente. Nada mal para alguien que empezó tarde en la profesión, “luego de estudiar por un tiempo educación física y dedicarme más tarde a la panadería familiar, en Lanús”.
Si bien tiene el corazón repartido entre Lanús e Independiente (su madre era del primer club, su padre del segundo), no lo admite: “Todo el tiempo estoy comentando partidos y si de repente digo que tal jugada fue penal a favor de uno de estos equipos nadie me va a creer”. Lo que sí confirma es cómo arribó al medio: “por casualidad”. Corría 1993 y un día su hermana vio en un diario un aviso de la escuela de periodismo deportivo de Fernando Niembro y Marcelo Araujo, lo instó a ir y en cuanto se encontró con los dos juntos en el establecimiento –a los que admiraba como espectador de Fútbol de primera y Todos los goles- se dijo: “De acá no me voy más”. “Evidentemente mi hermana supo ver en mí lo que yo no tenía tan claro, pero que era evidente porque de alguna manera el programa que hago hoy en día es similar a lo que hacía en aquel entonces en la caja de la panadería: tanto con los clientes como con los proveedores hablaba de deportes, opinaba y discutía. Ellos fueron mi primera audiencia”, remarca.
-¿Hoy te considerás más un periodista, un comentarista o un conductor?
-A mí me gusta conducir. Si me preguntás qué premio me gustaría recibir, te diría que el de mejor conductor más que el de mejor periodista o mejor comentarista, aunque las tres facetas me entusiasman. Me gusta conducir, me gusta entretener y lo hago tres veces por día (en La Red y en ESPN). Hago siete horas de aire por día, como mínimo, que no las hace nadie. A eso después se le puede sumar un Boca-River o un partido de la Selección Nacional. Más el programa de los domingos por ESPN.
-Varios periodistas deportivos han pasado, con los años, a la conducción de programas de corte político, como por ejemplo Víctor Hugo Morales y Alejandro Fantino. ¿En algún momento se te ocurrió dar un volantazo y hacer como ellos?
-Yo conduje los domingos en América TV Informe semanal, después trabajé mucho en América 24 como conductor de noticieros y por último, me contrató Telefe para conducir el noticiero de la mañana, en el que estuve tres años. Pero al final me volvieron a llamar de América TV para conducir El show del fútbol y ahí tuve que abandonar lo de Telefe, lo cual fue una lástima. Y cuando se fue Santiago Del Moro, de esto hace más de un año, me llamaron para conducir Intratables. Era pasar del periodismo de interés general al político, un gran desafío, pero después de pensarlo durante dos días, dije que no. Me pareció incompatible con mi tarea de periodista deportivo, porque si hacía el programa de noche no iba a poder ver los partidos. ¿Cómo le decía entonces a mi público radial del mediodía cómo había jugado tal o cual equipo la noche anterior? Opté por la radio, donde me va muy bien, y por el periodismo deportivo. Yo no soy un periodista político ni un conductor de noticias, yo soy un conductor de televisión.
-El año pasado estuviste internado por Covid-19, ¿realmente pensaste que te morías?
-Sí, fue algo muy dramático porque fui de los primeros en contagiarme. Yo estaba muy al tanto de lo que sucedía con el Covid en Europa porque, al interrumpirse todos los campeonatos y no haber partidos, me la pasaba en mi casa viendo canales extranjeros. Veía, por ejemplo, a los cronistas italianos y españoles llorando en las puertas de los hospitales. O sea que cuando el Covid llegó a la Argentina, yo ya sabía lo que íbamos a vivir acá. De todos modos, seguí viniendo a la radio a trabajar con todos los cuidados posibles: me traía mi comida, mis cubiertos y hasta mi mantel. Éramos solo tres en el estudio, todo venía bien hasta que uno de los tres un día dijo: ‘A mi esposa la agarró el virus’. Nos fuimos a hisopar por las dudas, pero convencidos de que no estábamos contagiados. La sorpresa vino después cuando me enviaron un e-mail con el resultado positivo. La primera semana casi no tuve síntomas, de hecho seguí haciendo todos los programas desde mi casa, pero después la empecé a pasar mal y debieron internarme, allí la cosa se complicó día a día y las caras de los médicos, detrás de sus máscaras, eran absolutamente dramáticas. Como cada día tenía más fiebre, bajaba de peso y me sentía más débil y frágil, pensé que me moría. Además estaba completamente solo, nadie me tocaba la mano ni se me acercaba, los enfermeros me hablaban de lejos. Todo cambió cuando decidieron ponerme plasma. Al principio no dio resultado, pero al final sí. Eso me salvó.
-¿La enfermedad y la internación te hicieron reflexionar sobre tu vida? ¿Te modificaron en algo?
-Cuando estaba internado me prometí que si sobrevivía iba a trabajar menos, iba a parar, pero cuando salí... laburé el doble. Así que no, ni la enfermedad ni la internación me cambiaron en nada. Sé que en algún momento voy a tener que trabajar para vivir y no al revés, como hoy, que vivo para trabajar. Sé que esto está mal, pero también entiendo que tengo que aprovechar esta situación laboral que soñé durante mucho tiempo, esto de ser exitoso en radio y televisión. Lo deseaba cuando era estudiante de periodismo y ahora que lo tengo, ¿lo voy a abandonar? Esto es algo que hablo mucho con mi familia, pero lo concreto es que hoy siento que no puedo parar.
-Encima volviste “recargado” y te peleaste con todos. Empezaste con Lionel Messi, del que dijiste “no sigue siendo el mejor jugador del mundo”; luego con los influencers Coscu e Ibai Llanos y hasta con tu colega Diego Díaz. ¿No te habría convenido dejar esos enojos de lado, después de lo que atravesaste?
-Yo no tengo problemas con los influencers, es más, todos los viernes ponía en la radio una nota de Ibai. A mí me parecía normal que él, siendo español, pudiera hablar con jugadores de su país, como (Gerard) Piqué y Sergio Ramos. El tema fue cuando me enteré que lo había entrevistado a (Paulo) Dybala, cuando este no quería hablar con nosotros, los periodistas argentinos. Entonces dije al aire: “¿Pero quién es Ibai?” Ahí se me vinieron todos al humo, incluso mis hijos. Mis compañeros de la radio me dijeron: “¿Pero cómo quién es? ¡Es un fenómeno! ¡Tiene cinco millones de seguidores!” A lo que yo respondí: “Qué me importa cuántos seguidores tiene, una persona no es un fenómeno por la cantidad de seguidores que tiene sino por lo que hace”. Para mí un fenómeno es la persona que descubrió la vacuna contra el Covid y estoy seguro que no debe tener más de 200 seguidores. Entonces dije: “No midamos la importancia de la gente por sus seguidores”. Y así se armó toda una polémica que, debo reconocer, sobreactué un poco. Después un día lo saqué al aire en ESPN y todo quedó bien entre nosotros. Es más, yo a él lo invitaría a mi casa a comer, me parece un pibe divino y mis hijos lo adoran.
-¿Podríamos decir que, de alguna manera, en los últimos años te construiste un perfil más combativo?
-No, lo que sucede es otra cosa. Un día Marcelo Gallardo (el técnico de River) me dijo en Miami, mientras que le hacía una nota: “Cuando una persona crece y está arriba del árbol hay muchos abajo moviéndolo para que se caiga”. Este sería mi caso en este momento. No tienen por dónde entrarme, para algunos medios no es simpático que un tipo de La Red mida 20 puntos... Me atacan y yo lo único que hago es defenderme.
-Me refiero a que tus opiniones al aire suelen ser más fuertes que la de otros periodistas deportivos.
-Sí, mis opiniones son fuertes. Lo reconozco.
-¿Es parte de una estrategia o la expresión más genuina de tu personalidad?
-Cero estrategia. Yo digo lo que me sale. No es mi perfil combatir ni salir a cuestionar a la gente, digo lo que veo y si Messi jugó mal el mundial, yo sé que es mejor decir que él es un fenómeno, pero no lo voy a hacer: me debo a mi profesión y corresponde que diga la verdad.
-¿Cómo sos fuera de los sets? ¿Cómo es tu vida? ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
-¿De qué vida me hablás? Hoy trabajo muchísimo. Pero cuando llego a mi casa trato de estar con mi esposa Laura y mis hijos Lourdes (18) y Lorenzo (15) . Siempre disfruté de salir a comer, pero hoy prefiero quedarme y hacer un asado. Puedo invitar gente o hacer un asado solo para mí. Veo algunas series por TV y al gimnasio voy poco. Lo que más me gusta es divertirme y divertir a los demás, siempre fui igual, en el colegio era el payaso y ahora, en mi hogar, lo mismo. En mis programas me pasa lo mismo, le dedico un tiempo a la información y a la opinión, pero después quiero entretener y hacer reír. Lo que más me gusta, lo confieso, es hacer reír.
-Hace 23 años que estás casado con Laura, ¿es verdad que te sedujo el hecho de enterarte que era una mujer que le decía que no a todos? ¿Su conquista la tomaste como un desafío?
-Bueno... Primero me volvió loco su belleza, una belleza muy pocas veces vista y después, sí, me di cuenta que no le daba bola a nadie. Sabía que el partido era muy complicado, pero igual me propuse seducirla. Para empezar le regalé un caramelo, le pregunté su nombre y logré que charláramos durante cinco minutos. Recién la volví a ver un mes después, en el mismo bar. Ahí conseguí que me diera su teléfono, pero después me llevó un tiempo muy largo poder darle un beso. Con ella hace 31 años que estamos juntos, ya que antes de casarnos estuvimos ocho de novios. Ella es artista plástica y además es licenciada en Marketing y Publicidad, por eso trabaja mucho conmigo, se ocupa de todo lo que no sea periodismo. Es un sostén, yo no voy al banco hace cuatro años. Me arregla todos los contratos. Yo solo pregunto qué hay que hacer y cuál es el horario, y ella luego va y resuelve todo lo monetario.
-Es como una manager, ¡tu Wanda Nara!
-¡No pongas ese título que me mata! (Risas) Ella lo que hace es terminar de cerrar todo. Yo antes le digo cuánto quiero ganar y ella lo consigue. En La Red como en ESPN nunca hablo de dinero, de eso se ocupa ella y solo ella. No soy para nada machista, si ella lo hace mejor que yo, ¿para qué negarlo?
-Por último, ¿qué pasaría si a esta altura te convocaran para trabajar como actor? ¿Te darías el gusto?
-Creo que pasó mi tiempo. Hace varios años, cuando trabajaba en El diario de Carmen, con Carmen Barbieri en América, ella me ofreció sumarme a una de sus revistas. Me daba como ejemplo a Matías Alé, que por entonces no era un actor sino un galán que contaba chistes, y sin embargo, le dije que no. Pero sí me gustaría actuar dentro de una conducción, como de alguna manera lo hago en ESPN: voy, vengo, me hago el enojado, le grito a la pantalla. Por eso, repito, lo que pasó con este muchacho Ibai fue claramente una actuación. Y debo ser un gran actor –frustrado, pero gran actor al fin- porque pegó y todo el mundo se lo creyó.
Para agendar. A Gustavo López se lo puede escuchar de lunes a viernes, de 12 a 14, por La Red, en donde hace su programa De una, otro buen momento y de 18 a 21, en Un buen momento. Además se lo puede ver en ESPN, en la semana, de 15 a 17, en F360 y los domingos, 22:10 a 23:30, en F10.
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