Diez grandes momentos de la historia de la radio en la Argentina
Para celebrar el centenario del comienzo de las transmisiones de radio en la Argentina, el 27 de agosto de 1920, cuando un grupo de estudiantes de medicina, conocidos como "los locos de la azotea", puso al aire la ópera Parsifal, de Wagner, desde el teatro Coliseo, recordamos algunos hitos de los primeros cien años del medio en nuestro país.
Los Pérez García: la gran compañía de las familias
En tiempos en que la radio era la gran compañía de las familias argentinas y no había otro medio capaz de acompañar y reflejar del mismo modo sus vivencias cotidianas, Los Pérez García surgieron en el dial como espejo de la vida de todos los días de un grupo familiar prototípico de nuestro país. "Sí, usted está hablando con la casa de los Pérez García", decía una voz que atendía el teléfono tras ese sonido característico de llamada que abría cada emisión por Radio El Mundo, la emisora más escuchada de ese momento.
Estuvo en el aire un cuarto de siglo, entre 1942 y 1967. En la gran década de la llegada a la radio de Niní Marshall y Luis Sandrini, Los Pérez García fue un ciclo que se hizo fuerte en cada anochecer (las emisiones se iniciaban a las 20.15) después de sus comienzos en la franja horaria del mediodía. El programa congregaba a la familia frente a la radio, reemplazada más tarde por el televisor, especialmente en el horario central. El ritual se mantuvo por otros medios.
Como ocurrió tantas veces a lo largo de la historia, las palabras nacidas en un espacio de entretenimiento adquirieron vida en el habla cotidiana. Alguna vez hemos escuchado de nuestros mayores frente a alguna contingencia familiar una frase que se hizo habitual y clásica en otros tiempos: "Esa gente tiene más problemas que los Pérez García". La familia prototípica de la radio argentina que se fue ampliando con el tiempo, tanto en integrantes como en peripecias cotidianas.
Las dos carátulas: teatro como en la radio
El programa teatral por excelencia de la radio argentina en toda su historia es Las dos carátulas, que comenzó sus transmisiones el 9 de julio de 1950 a través de LRA Radio Nacional. Decimos teatral porque sus propios artífices siempre sostuvieron a lo largo del tiempo que desde el ciclo se iba a tratar de respetar al máximo el texto original de las obras adaptadas para el micrófono. Allí radicaba su diferencia esencial con el radioteatro, genuino producto del dial y dueño de un lenguaje propio y reconocible también en la Argentina.
Recuerda Carlos Ulanovsky en el libro Días de radio que en los comienzos el elenco de voces estaba integrado por "jóvenes recién recibidos en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, reclutados de sus seminarios y seleccionados en distintos teatros vocacionales". Allí iniciaron sus carreras, entre otros, Norma Aleandro, Violeta Antier, Guillermo Bredeston, Héctor Pellegrini, Oscar Viale y muchos más. Había teatro nacional (obras y elencos agrupados bajo el nombre de La Ranchería), español (El Corral) y universal (La Sirena).
En julio de 2020, Las dos carátulas celebró un extraordinario acontecimiento. 70 años de emisiones ininterrumpidas, siempre en la sintonía de Radio Nacional. Con la misma esencia de aquéllos comienzos. La actriz Nora Massi, alma máter del proyecto desde 1990, destaca la fidelidad del público a partir de un detalle nada desdeñable: "Desde la radio recuerda lo que vio en el teatro alguna vez", le contó a LA NACION. La admirable continuidad del ciclo se refleja también en el compromiso de las figuras que aportan sus voces, herederas de aquéllas pioneras. Claudia Lapacó, Susana Rinaldi, Daniel Miglioranza, Edda Díaz, Dorys del Valle y Hugo Arana, entre muchísimos otros, se sumaron con frecuencia a los elencos de Las dos carátulas en los últimos tiempos.
La revista dislocada: el humor en serio
Délfor llegó a Buenos Aires desde Chivilcoy en los años 40. Soñaba con triunfar en la primera de Boca, pero triunfó de otra manera. Con talento natural para el dibujo, las imitaciones y la observación satírica de la vida diaria, armó el primer gran elenco del humor radiofónico en la historia. En La revista dislocada se lucieron o empezaron sus carreras grandes figuras: Jorge Porcel, Juan Carlos Calabró, Nelly Beltrán, Mario Sapag, Alberto Locati, Mario Sánchez, Tristán, Vicente La Russa, Raúl Rossi, Carlitos Balá y muchísimos más.
La revista dislocada arrancó en 1952 en los domingos de Radio Argentina y tuvo su época de oro radial por Radio Splendid. Luego pasó a la televisión y hasta tuvo una incursión cinematográfica gracias a su impresionante repercusión. Cada emisión se hacía con público y los domingos una multitud cortaba el tránsito frente a la emisora. La mayoría se quedaba sin entrar y seguía el programa desde la calle.
En los años 60 el programa llegó a transmitirse en forma simultánea por tres emisoras (Splendid, Belgrano y El Mundo). Sus sketches eran escritos y preparados hasta el detalle. Había reuniones previas y varios ensayos. Tocaba en vivo una orquesta dirigida por Santos Lipesker, con Lalo Schifrin y Horacio Malvicino entre los músicos. Todos los actores "estaban vestidos de traje, siempre impecables, frente a los micrófonos de pie", recordaría Délfor muchos años después a LA NACION. Con el tiempo se incorporó el humor político, otro fuerte del ciclo. El imaginario popular adaptó con otra connotación términos inventados en La revista dislocada, como "gorila".
Fontana Show: el programa que cambió todo
En los albores de la década del 60, llegó a la radio argentina el programa que cambió todo. El Fontana Show fue una revolución, de la mano de uno de los mejores locutores de la historia. Jorge Cacho Fontana era dueño de una voz perfecta, cristalina, impecable. Ya estaba afirmado en el medio como una voz de dicción perfecta y gran personalidad. Con ese bagaje decidió arriesgarse: salió a buscar oyentes en una franja horaria hasta allí descuidada, la mañana.
Le salió perfecto. Impuso un programa distinto, marcado por la palabra dicha a toda velocidad pero bajo un control absoluto y "con seguridad" (como diría Fontana a partir de una de sus publicidades más famosas). Había información en tiempo real, móviles en la calle (Magdalena Ruiz Guiñazú salía a buscar la noticia en un auto con sirena), conexiones locales e internacionales y un humor lleno de frescura, mérito en gran medida de sus enormes locutoras: Rina Morán y María Esther Vignola.
El Fontana Show fue el primer gran magazine matutino de la historia de la radio local. Gracias él, la mañana se convirtió en el horario más escuchado y más buscado por conductores, directivos y anunciantes. Llegó a tener la mitad de todos los oyentes de la radio en su franja. Marcó a fuego mucho de lo que apareció después.
La gallina verde: mañanas sin estridencias
Gracias al Fontana Show, la mañana se convirtió en el horario más buscado de la radio. Allí, pocos años después, nació el germen de una identidad distinta a la del programa éxito de esa franja. En 1967, el mismo año que vio nacer otros grandes programas con nombre propio (Rapidísimo con Héctor Larrea y Argentinísima con Julio Márbiz) apareció La gallina verde, que también dejó su huella en la radio matutina con un estilo sin estridencias y "para escuchar", que hasta hoy cuenta con muchísimos herederos.
Creada por Alberto Mata, La gallina verde tuvo a lo largo de sus doce años en el aire y pasando por distintas emisoras figuras de lujo en sus elencos: Kive Staiff, Garaycochea, Gila, Emilio Stevanovitch, María Elena Walsh, Félix Luna, Miguel Brascó, Magdalena Ruiz Guiñazú, Raúl Calviño, Betty Elizalde, Canela. Como nunca antes, ese ciclo había encontrado la fórmula perfecta apoyada en el equilibrio entre la información, el entretenimiento, la cultura, el humor y un lenguaje radiofónico impecable, gracias a voces inconfundibles como la de Jorge Vaccari en la locución.
El show del minuto: el parlanchín silencioso
"Otro más que clavó su sintonía en este dial". De esas frases tan originales y, sobre todo, de silencios de extraordinaria elocuencia, estaban conformados los programas de Hugo Guerrero Marthineitz, el locutor peruano que le abrió para siempre una puerta distinta a la radio en la Argentina. Una década después de haber llegado al país desde su Perú natal comenzó a imponer su identidad radiofónica en El show del minuto.
Ese programa de seis horas diarias, como todo lo que hizo en su vida artística Guerrero Marthineitz, funcionaba como un gigantesco show unipersonal. Era locutor, presentador, conversador, charlista, pero también manejaba su propia consola, controlaba todos los dispositivos tecnológicos del programa y aportaba su propia discoteca, ajena a todas las modas. Nadie antes que él le había abierto el micrófono a la palabra de los oyentes y ningún otro se había animado a dedicar espacios considerables de sus programas a la lectura de libros o fragmentos periodísticos.
Para Guerrero, un conductor "debe ser actor, poseer buen oído musical, muy buena dicción, saber algo de oratoria porque la palabra es un arte, ser buen lector, escenógrafo y director de cámara, porque si no el mensaje se distorsiona". Dijo una vez a LA NACION que frente al micrófono "hay que asumir una actitud frontal y cordial". Fue único en su tipo, como El show del minuto.
Borges, por Carrizo
Guerrero Marthineitz había abierto el surco con una conversación de dos horas sin un solo corte comercial en El show del minuto con Jorge Luis Borges, pero no llegó a la cumbre alcanzada en 1979 por Antonio Carrizo, uno de los nombres más ilustres de toda la historia de la radio. Entre julio y agosto de ese año, en coincidencia con su cumpleaños número 80, Borges grabó diez entrevistas con Carrizo que fueron emitidas en La vida y el canto, por Radio Rivadavia.
Carrizo armó todo el plan de trabajo, que consistía básicamente en la elección de algunos de los grandes textos de Borges para que éste los enriqueciera y comentara.Lo más notable de ese momento verdaderamente histórico de la radio fue que esas entrevistas no tuvieron una preparación exhaustiva. Carrizo siempre contó que todo era el resultado de una charla espontánea. En verdad, Carrizo se había preparado toda la vida para ese momento gracias sobre todo a su voracidad de lector y a una capacidad única para improvisar desde esa sólida formación.
"Las entrevistas fueron excelentes porque se dieron como un partido de fútbol, con la dinámica imprevisible de una pelota que rueda –la literatura– en manos o, mejor dicho, en pies de gente que sabe cómo jugarla", reflexiona Sergio Marchi en el prólogo de la entrevista a Carrizo incluida en su libro Cinta testigo, la radio por dentro.
"¡Barrilete cósmico!"
El relato que Víctor Hugo Morales hizo del segundo gol de Diego Maradona a Inglaterra para el triunfo del seleccionado argentino en los cuartos de final del Mundial de fútbol de 1986 quedará en los oídos como uno de los momentos más extraordinarios de las transmisiones deportivas radiales de toda la historia argentina. Una descripción sobresaliente, inspirada, a la altura del llamado "gol del siglo", hito clave del camino de la Argentina hacia el campeonato que obtuvo ese año en México.
En el recuerdo constante de aquél gol inolvidable siempre aparece la voz del relator uruguayo y esa búsqueda de imágenes a veces teatrales y a veces surrealistas (como la del "barrilete cósmico", imbatible) que utiliza como sello distintivo para la descripción del juego. Ese relato también funciona en la memoria del oyente como síntesis y resumen de la gran historia de las transmisiones deportivas radiofónicas, en la que no pueden faltar nombres como el elegantísimo Fioravanti, Luis Elías Sojit y José María Muñoz, el "relator de América".
FM: el cambio que se escucha a partir de Radio Bangkok
Un cambio de época se vivió en la década de 1980 gracias al descubrimiento del potencial de la frecuencia modulada (FM) no solo para escuchar música en alta fidelidad, sino para agregar palabras y miradas dirigidas a nuevas e inquietas generaciones de oyentes. Radio Bangkok apareció en 1987 como buque insignia del desembarco de la Rock & Pop, emisora desde la cual la nueva propuesta ejercería, como se cuenta en Días de radio, "decisiva influencia estética y sonora no sólo en las FM" sino en todo el resto del dial.
La claridad sonora que ofrecía la FM potenciaba ese modelo que se afirmó muy rápido, pródigo en efectos, separadores, cortinas, secciones y un formidable trabajo de preproducción que desde allí hizo más relevante, y no solo en la frecuencia modulada, el aporte creativo de los oficios más genuinos de la radio. Productores y operadores se convirtieron de a poco en protagonistas y también en artífices de grandes momentos de eso que en radio se conoce como "artística", el modo en que los sonidos se crean, se organizan, se articulan y se ponen en el aire de la manera más atractiva para hacer más interesante y sobre todo más original un programa de radio.
La radio que también se ve
Hoy, a través de Internet, es posible seguir las transmisiones de radio no solo escuchándolas. También podemos verlas gracias a las cámaras fijas instaladas en algunos estudios. Hay emisoras que van más allá y proponen transmisiones en dúplex con canales de TV en horarios determinados. Es cierto que así podría perderse parte de ese componente inefable que llamamos "la magia de la radio", pero también es posible que al adquirir carnadura las voces que nos acompañan consigan más empatía con los oyentes.
El primero en revelar esa maquinaria con estilo y sabiduría fue Juan Alberto Badía, a través de un programa de TV inmejorablemente llamado Imagen de radio. En 1990, para celebrar los 70 años de la radio, Badía rindió desde esa pantalla un gran homenaje al medio que lo consagró a través de la figura de su padre Juan Ramón, maestro de locutores. Y ese reconocimiento se extendió a todos los grandes exponentes de ese oficio, seguramente el que más y mejor representa a la radio. En el locutor (que como vemos allí lee avisos pero también informa, conduce, entrevista, guía) queda a la vista la "magia de la radio". Lo explica a la perfección Héctor Larrea en el libro de Marchi: "Hay un encanto indescrifrable que produce la radio para el que la emite y para el que la recibe".
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