Para todos los conductores de radio, la pandemia implicó el desafío de aprender a hacer sus programas en forma remota: la interacción con el operador, el intercambio cara a cara con los compañeros de mesa, los climas del estudio, el manejo de los tiempos y muchos otros factores se vieron modificados en esta nueva era de radio casera. Diego Poggi, en cambio, ya venía entrenado: "No lo había pensado, pero es como cuando arranqué", dice a LA NACION. De lunes a viernes, de 17 a 20, conduce Take Away por Berlín, que transmite online desde 2018 y desde este año también puede oírse en el 107.9 del dial de frecuencia modulada. "Las tres horas salen empaquetadas desde acá", cuenta, y para él no es nuevo: hace más de diez años fue uno de los primeros en hacer su propio show aprovechando los recursos de las redes.
"Todos me dicen ‘tenías el bunker armado’. Cuando tenía la posibilidad de viajar o tener un manguito más, siempre lo invertí en comprarme equipos: monitores, parlantes, consola, todo. De repente el fin de semana que decretaron la cuarentena le propuse a la radio salir desde casa y me dijeron que sí. Desde el primer día salió bien y estaban todos contentos, pero es verdad: me siento como en mi cuarto en la casa de mis viejos cuando tenía 22, 23 años", dice. Hoy Poggi tiene 33 y la pandémica coyuntura lo lleva a revivir -con otra experiencia y otro profesionalismo- aquellas primeras tuitcams inspiradas por "un pibe, un brazuca, al que le veías atrás la habitación y era un desastre, que se notaba que no se bañaba, y se ponía a bailar canciones de Britney". En la transmisión había un chat donde los espectadores le decían "de todo: cosas buenas y malas", y a Poggi se le prendió la lámpara: "Tengo que hacer radio acá".
La radio fue parte de su vida... no desde la cuna, como suele decirse: desde antes, incluso. Poggi nació prematuro y tuvo que pasar un mes en incubadora; su mamá, para entretenerlo, le dejó una radio encendida. Aquello evidentemente quedó guardado en algún rincón de su inconsciente, porque ya a los 13 despuntaba el vicio en Radio Panda, la emisora infantil que -las vueltas de la vida- también transmitía desde el 107.9. Eso, hasta que ya pasada la adolescencia descubrió el maravilloso mundo de las redes y comenzó a reunir su propia comunidad: "Empecé y me empezaron a mirar 100 personas. Al otro: 400. Al otro mil. Al otro 3 mil. No paraba de subir, y como yo estaba sin laburo -antes laburaba en Telefe, de asistente de producción en una serie que se llamaba Botineras- dije: ‘Esto es lo que tengo que hacer ahora’".
Aquel pequeño gran fenómeno de convocatoria virtual atrajo la atención de un multimedios. "Me llamó la esposa de Daniel Hadad para hacer el programa y no lo podía creer. Me llamó alguien por verme en Internet. Hace diez años", dice. Del formato digital pasó por algunas de las FM del grupo (TKM y One) y finalmente pegó el salto a la televisión en C5N, donde pasó a ocuparse de las columnas de tecnología y luego a su propio programa, en el horario marginal de los viernes a las 23:59. "Ahí me hacía todo: me bajaba los videos, los editaba, me armaba las placas que salían atrás en los walls con el Premier y aprendés una bocha. Hacés lo que hacen diez mil personas", recuerda. El multitasking que tanto lo enriqueció también le trajo algunos dolores de cabeza: "En C5N yo tenía puesto un papel en el mingitorio que decía ‘Diego Poggi quita puestos laborales’. Ibas a mear y veías mi cara a color".
Cubriendo la Mobile World Congress de Barcelona sin más ayuda que un trípode, un celular y un wifi robado se cruzó a Carlos D’Elia, histórico gerente de noticias de eltrece. Así fue como pasó a comentar tecnología en TN, donde aprendió -entre muchas otras cosas- a delegar: "Para cada cosa hay una persona laburando. Tenés editores, productores, gente que labura con vos antes de salir al aire. Tenemos hasta una profesora que nos dice cómo presentar mejor las cosas o decir mejor ciertas frases".
Y mientras tanto, lo que no se negocia: la radio, su Take Away en Berlín, con su historia casi paralela a la de la pandemia y su vuelta a las fuentes: "Es para escucharlo donde tengas ganas. Aparte: 57 minutos de música. Hay que aprovechar que la radio empezó a principios de este año en FM y la publicidad está justita: tres minutos de tanda por hora. Es hermosa la radio musical". Canciones, actualidad y participación del oyente ("cuento una noticia y me caen treinta mensajes opinando, están todos locos") para un programa que -y Poggi lo sabe- descansa ampliamente en su carisma: "Es un personaje que uno tiene armado y la gente compra eso. Es un combo: la gente quiere saber qué te pasó a vos a la mañana, o si te mandaste alguna. Uno lo puede medir, pero tampoco puede cansar. De mí no hablo casi nada, prefiero dar data de música. Hay gente que se la pasa hablando de ellos mismos y no te da nada. Si sos Coppola obvio, hablá de vos. Pero si sos nadie..."
A diez años de aquellas tuitcams que lo pusieron en el mapa, Diego Poggi refresca sus objetivos y se propone lo que todavía le falta: la megamasividad en un sentido, si se quiere, tradicional. "Tengo el sueño de cualquier persona que quiere conducir, o llevar algo de alegría: me gustaría hacer un big show. Algo que le llegue a todas las personas del país. Un programa a la noche, que la gente en algún momento se lo acuerde, diga ‘qué bueno que estaba esto, me cagaba de la risa’". La referencia a Marcelo Tinelli es inevitable, pero Poggi para la pelota: "A Tinelli en su momento lo bancaba, pero ahora se metió en la política. Cuando era chico era algo que decías ‘mirá este programa, lo mira todo el mundo’. La popularidad. Poder llegarle a más personas. Eso sí me gustaría".
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