Con una ayudita de los oyentes
Diego Ripoll conduce el ciclo Ultimo bondi , en las noches de la Rock y Pop
Diego Ripoll es locutor, tiene 35 años y comenzó a hacer radio en una FM de Morón, cuando sólo tenía 15. Tras su labor en diferentes FM, conoció a Fernando Peña en 2000 y comenzó a trabajar junto con él en El parquímetro (para muchos, fue su mejor coéquipier). Verborragia y humor constituyen la mejor definición de su estilo. Estuvo tres años en FM Kabul y, ahora, tras la vuelta de un viaje por Europa, desde junio, conduce Ultimo bondi por Rock & Pop, de lunes a viernes, de 23 a 0.30, secundado por Tebo Lo Sasso, un espacio interactivo con los oyentes, con diferentes y creativas secciones, apoyado por un eficaz grupo de trabajo.
–¿Cómo surge la propuesta?
–Comenzamos en junio último. Me llamó Quique Prosen, director de la radio para hacer un programa interactivo, con mucha participación de la gente y características de estas webs 2.0, donde los oyentes son, a la vez, productores de los contenidos. Ellos participan mucho del programa, que hacemos para la comunidad Movistar. Por ahora, tiene una hora y media de duración, pero va ganando en contundencia. Ultimo bondi a Finisterre es un disco de los Redonditos de Ricota: por el horario y por ser un colectivo, porque sube a mucha gente para que colabore con sus ideas y opiniones, fue que le pusimos ese título. El programa tiene un estado de ánimo que funciona como disparador. Hoy, por ejemplo, estamos curiosos. Y hablamos de la curiosidad y de las miles de facetas que puede tener. Tenemos mucho rebote de la gente: hay blog y Facebook. Están cubiertos todos los canales de interactividad por la Web, y también por teléfono, SMS y e-mails. La gente suma y opina. Tenemos también juegos y secciones y cuatro temitas en una hora, que los programa Juancito Ferrari [productor y musicalizador de Basta de todo], que aparte tiene una sección, "No me dice nada", en la que mata distintos temas con la indiferencia. Y Tebo también tiene sus secciones; en una recomienda cuentos y en otra, tiene una ruleta de noticias para salir de la agenda informativa. Darío Frégoli hace una sección llamada "Los bondis de Darío", con un poquito de ficción. Son relatos producidos y grabados: un poco lo que queda de la escuela de Peña. Además, en el programa están Daniel Redín, muy eficaz en la operación técnica; Emilse, una pasante que se ha convertido en una pequeña estrella, y Sebastián Guardia, el productor que trabajó conmigo en Lima.
–¿Dirías que el humor es tu marca registrada?
–El humor y la verborragia son parte de mi personalidad. Todos tenemos el mismo código. Para mí, esto es el dream team. Es fundamental compartir con personas que, además, sean trabajadoras y afectuosas.
–Recordemos un poco tu carrera...
–Después de mi período under, en 1996 empecé en Energy. Al principio, fue demoledor, pero muy placentero. Era mi primer programa en una radio grande, así que no paraba de hablar; era un verborrágico incontenible. A los 24 años, comencé en Del Plata. Hacíamos un programa que se llamaba En tránsito. Fue un encuentro generacional muy interesante, con otra velocidad y reflexión.
–¿Ahí conociste a Fernando Peña?
–En 1999, Fernando pasó a la mañana de la Metro y yo estaba haciendo el programa de la noche. Al año siguiente, me ofrecieron estar con él y no pude decir que no. Estuve con él dos años en La Metro y uno en Rock & Pop, con Cucuruchos en la frente. Fue una experiencia fantástica. Ahí descubrí que podía correrme de mi ego y que no era tan importante tener los remates; que no era tan necesario conducir todo el tiempo, sino que el programa brillara. Lo mío era como la unión de las piezas del vitraux, que es tan importante como todo el color que tiene. Era imposible no pasarla bien con él. Estuve hasta 2004 en Metro haciendo distintos programas. Después, hicimos el último año de Basta de todo, y ahí ya pasé a Kabul con Lima por la mañana, con otra experiencia, porque Kabul era una radio muy hermética, con la música como pauta fundamental. Volvimos a hacer radio vieja escuela, sin la vuelta del oyente: la radio como espectáculo, y fue un buen laboratorio.
–¿Qué significó Peña en el desarrollo de tu profesión?
–Diego Scott dijo que lo que más sintió fue la pérdida de su juguete favorito. Es eso. Jugábamos con Fer y ese juego fue la base de lo bien que nos fue. Fernando, con su genialidad y su juego al borde de la locura todo el tiempo, fue un gran estimulador de las libertades individuales.
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