Arrancó y se hizo famoso. Así nomás. En el 87 se recibió de locutor y al año siguiente estaba conduciendo un programa en la radio número uno del momento, la Z95. Claudio Sanzo tenía la voz finita, tiraba aguditos al aire, no era uno más. Ese tono "distinto" lo destacó del resto. Y le dio su nombre artístico: Bebe. "Es que parecía un nenito", recuerda él hoy, treinta años después de aquel suceso. "Era muy joven, muy nuevo. Vino todo muy rápido y muy junto."
A los 53 años, después de haber pasado por mil radios, el Bebe está otra vez en el programa más escuchado de la FM, El club Del Moro, en La 100. Ya no como conductor, sino como locutor, su oficio, del que no reniega.
-¿Por qué fue tan exitosa la Z95?
-Era novedosa en cuanto al formato musical. Los programas tenían nombre, pero eran básicamente los segmentos y yo hacía el de la tarde, el más escuchado de AM y FM. Se llamaba "La máquina del sonido". El creador fue Bernardo Bergeret. Nos dejaba hacer lo que quisiéramos, pero lo importante era la música. Nos podíamos mover solo en la intro y en el fade de los temas. Ese era nuestro campo de juego.
-¿Por qué se hicieron conocidos ustedes si la música era lo importante?
-Porque la forma de comunicar era distinta. Yo tenía una voz muy atípica para la época. En la radio, hasta ese momento, sólo había voces graves. Bernardo me escuchó haciendo otra cosa y le llamó la atención lo rápido que hablaba.
-¿Dónde te había escuchado?
-Cuando estaba por recibirme, junto a unos compañeros hacíamos un programa en Radio Excelsior. No cobrábamos un peso. La radio nos cedía el espacio y nosotros hacíamos un programa de 1 a 5 de la madrugada. Yo estaba recién casado y trabajaba en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Entonces, hacía la radio de 1 a 5 de la madrugada, entraba a las 6 a la oficina, hasta las 7 me tiraba a dormir en el archivo porque no había nadie y después trabajaba de 7 a 13. Vivía al revés, llegaba a casa y dormía cuatro horas. Mi mujer volvía de trabajar y me despertaba para estar un poco con ella. Y tipo 11 de la noche me iba a la radio. Lo aguanté un par de meses y en un momento largué porque no podía más. Me tomé un par de meses buscando a ver qué hacía, y empecé a recorrer las radios con un proyecto propio. Caigo en la Z95 que recién arrancaba y me atiende Bernardo. Le hice el discurso de mi proyecto. Y me dijo: "Mirá, el proyecto no nos interesa. ¿Vos hablás así de rápido siempre?" Creo que hablé rápido por los nervios. Y bueno, me tomaron un prueba y quedé. Fue ese estilo lo que nos diferenció y nos hizo estrellas.
-¿Cómo era?
-Era rápido y arriba y la música era bailable. Después la teoría explicó el fenómeno, pero en ese momento se dio intuitivamente. Yo fui forjando mi estilo de esa manera, fue una época de mucha exposición. Seguía ganando dos mangos, pero me subía al bondi y me daba cuenta de que iban escuchando la radio en la que yo trabajaba. Fue mi primer encuentro con la repercusión. Siempre quise que me escucharan.
-¿Cuánto duró?
-Dos años. Poco tiempo, pero me abrió puertas porque empecé a trabajar en televisión.
-¿Dónde?
-Lo primero que hice fue reemplazar a Divina Gloria en El club de Madonna, en Canal 9. Y después, la misma radio tuvo su espacio en Telefe, la ZTV. Duró pocos meses pero de ahí enganche en un programa de América que se llamaba Media tarde para vos.
-¿Por qué terminó la Z95?
-Nunca se supo bien. Creo que por un desencuentro entre el dueño de la frecuencia y el director de la radio. Estaba en el puesto número uno de las más escuchadas... Fue una cosa muy extraña. Dejó de existir un día para otro. Me llevó unos meses reacomodarme.
-¿No habías hecho plata?
-De ninguna manera. Conseguí trabajo en La Red. Y cuando me echaron de ahí, volví con una depresión enorme. Era la primera vez que me echaban de una radio. Después de eso, me llamó Quique Prosen para Rock and Pop. Tenía mi programa los fines de semana. Me sirvió porque en aquel momento se había generado un Boca-River entre la Z95 y la Rock and Pop. Estaban los del rock y nosotros, que pasábamos Erasure. Entonces me sirvió porque pude demostrar que también podía hacer otra cosa que no fuera Depeche Mode.
-¿Eras melómano?
-Sí, siempre. A mí me gustan los programas de radio con música en los que me dan ese valor agregado, que el que conduce me cuente algo. Obvio que me doy cuenta y agradezco cuando sabe de música.
-¿De verdad estás de los dos lados de la grieta musical: el rock y la bailable?
-Sí, de verdad. Es más, estoy más cerca del rock porque crecí en los 70. Aunque me tengan más identificado con lo otro.
-¿No te creen?
-Sí, ponele. Lo bueno es que ahora hay toda una generación de nuevos oyentes y hasta de músicos que no tienen ningún prejuicio con la música. Lo veo con mi hija. Tiene una mochila menos pesada. En mi época realmente era muy fuerte esa diferencia entre música comercial y la otra, la que se suponía que era buena.
-¿En Rock & Pop no pasaban música bailable?
- Se pasaba de todo. Rick Astley, Roxette... Nadie lo recuerda pero yo sí porque lo presentaba yo. Y en la Z95 pasábamos rock y nadie lo recuerda tampoco.
-¿Podías meter mano en esas radios?
-En la Z no porque tenía un formato específico, muy cerrado. Y en la Rock and Pop sí, era muy cómodo para trabajar en ese sentido. La pasé bien. Era la radio en la que siempre había querido trabajar. Tenía un programa los fines de semana. Cuando se dio la rivalidad, la Z superó en el target 13-20 años a la Rock & Pop, entonces Daniel Grinbank decide pegar un volantazo. Rearma los programas y por unos meses adopta el formato de la Z. En ese momento dejan a Ari Paluch afuera.
-¿Existía la mafia de las radios?
-Me acuerdo que el Sí de Clarín nos tiraba mierda porque supuestamente ellos y Rock & Pop estaban del lado del bien. Y nosotros no.
-Eran los "flojitos"...
-Eramos los blandos. Pasábamos música bailable. Música de lavarropas nos decían. Era tanta la rivalidad, que una vez un pibe me escupió en la calle.
-¿Cómo te recibieron en Rock & Pop?
-Fuera de aire me recibieron muy bien todos. Al aire era más sarcástica la cosa. Era la actitud de esa radio en aquella época. No había un manual de estilo pero tenías que ser un poco así.
-Vos no eras así.
-Yo tenía otro tipo de programas y otro estilo de conducción. Un día, Bobby Flores me dijo: "Al final, vos sos el trangresor porque hacés algo totalmente diferente a todos nosotros".
.¿Estuviste algún tiempo sin trabajo?
-Nunca dejé de trabajar. Cuando me quedé sin radio, estaba en tele. Hice cuatro temporadas de Jugate conmigo, un programa que me abrió muchas posibilidades. En ese momento, Telefe decidió mandarme a cubrir conciertos. Empecé a viajar, a conocer. Estuve en lugares y en eventos que fueron increíbles.
-¿Que hacías en Jugate conmigo?
-Había secciones musicales. En general, cuando había un invitado musical, Cris Morena quería que yo estuviera con ella para, entre los dos, charlar con él.
-¿Vos tenías chapa de "Yo sé de música"?
-Exactamente. Y en aquellos años todavía no desentonaba con el staff de Jugate...
-Hiciste tu carrera al revés: empezaste como conductor y ahora sos locutor.
-Es parte del trabajo. No reniego de eso. A la locución la veo como oficio. Me parece igual de disfrutable.
-Cuando te llamaron de La 100 volviste al mainstream.
-Sí. Y a pesar de estar en una radio número uno, sigo manteniendo mi trabajo en Radio Cantilo, una radio de City Bell. Siempre que me den los tiempos voy a tratar de mantener ese trabajo porque siempre estuvo. En 2001, yo trabajaba en Radioshow, explotó el país y me quedé sin trabajo. Entonces surgió la posibilidad de hacer radio de lunes a viernes en La Plata. En esa época, necesitaba estabilidad por todo lo mal que estaba el país. Ellos me dieron su palabra y bueno, empece a ir todos los días hasta La Plata.
-¿Todos los días?
-Sí. Un trabajo es un trabajo. Y yo soy un laburante.
-¿No te desvela conducir?
-Ahora no. Lo tengo superado. En el programa de Santiago Del Moro no hay roles previamente establecidos, pero yo claramente soy el locutor del programa.
-¿Pero podés meterte en los temas a opinar, por ejemplo?
-Siempre y en todos los temas. Pero aparte soy el que lee los chivos. Tengo una función específica. Y cuando Santiago necesita saber cómo esta el tránsito tengo que decírselo. Como yo he laburado muchas veces con locutores y locutoras que cumplían la misma función.
-Nunca te sentiste inferior por ser el locutor.
-Nunca. Y es más, en los últimos años cuando empecé a hacer ese trabajo, que nunca había hecho antes, descubrí cosas que me hicieron valorar más el laburo que otros habían hecho en programas que yo había conducido. Tuve la suerte de empezar conduciendo, entonces hay determinadas cosas que algunos hacen al principio que yo las hice al revés. Y está bueno también.
-¿Te sentís periodista, además?
-No.
-Pero hacés reportajes.
-La práctica te la da el oficio. En La Plata he hecho mucho tiempo magazine. Entonces me fui fogueando en eso de tener que entrevistar. Conducir un magazine es estar hablando todo el tiempo de cosas que no sabés y vas desarrollando el oficio para hacerlo. Pero no me siento periodista ni por puta. A mí me gusta ser locutor. Yo disfruto con la tanda.
-¿Cómo?
-Una publicidad bien leída me encanta. Soy un fanático de los locutores.
-¿Quiénes te gustan?
-Todos. Hoy en día no hay tanto locutor conduciendo. Ni en radio, ni en tele. El Chino Leunis y Susana Roccasalvo son algunos de los pocos que hay. Hay grandes conductores que vienen de otro lado y es imposible discutirlos. Pero a mí me gusta el que tiene formación de locutor.
-¿Mandarías a algún conductor a estudiar locución para que mejore?
-Hay periodistas que no abren la boca para hablar. A veces decís "¿cómo no se preocupó por mejorar eso?" Es una cuestión estética. Hay gente que no puede ver que alguien tenga los zapatos sucios. Yo no puedo ver gente que no sepa hablar.
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