Rada volvió con todo
La Trastienda: el músico uruguayo regresó a la escena porteña después de varios años con una banda excepcional.
El de Rubén Rada es un regreso con gloria. Acompañado por su compatriota Hugo Fattoruso, el guitarrista Hiram Bullock y el bajista sudafricano Bakithi Kumalo, entre otros, llena La Trastienda de candombe y otras músicas que conquistan no sólo por su ritmo, sino por las cualidades de los músicos, que aportan sus conocimientos y experiencias al servicio de una música aparentemente extraña para sus orígenes.
La música del entrañable Negro Rada toma así los colores del Río de la Plata y los combina con otras música que, caprichosamente, hoy se denominan world music. Por ponerle un nombre, nomás, porque el rock o el funk -más popularmente constituidos en cuando a su forma- también se hacen presentes desde el virtuosismo.
Un virtuosismo que en ningún momento se justifica a sí mismo sino a través (y al servicio) de las composiciones. Es decir, un acto de justicia.
Rada tiene su dream team
Es una de esas noches que uno agradece compartir. La Trastienda está colmada. Una sucursal de ese paisito que tanto nombra Mario Benedetti.
Es noche, pero la cosa se pone más negra cuando en el escenario aparace Rubén Rada. Ese tipo grandote y bonachón que ahora pinta canas y que nos dejó sin su humor y su ritmo por varios años, en una experiencia mexicana que todavía hoy lamenta por su extensión. Quizá por eso pregunte "¿Dónde estuvieron todo este tiempo?", refiriéndose, indirectamente, a cómo extrañó a este público.
Y la cosa se pone más negra cuando suben al escenario Hiram Bullock y Bakithi Kumalo, aunque para hacer equilibrio (porque vale por dos), también asoma Hugo Fattoruso, ese uruguayo universal, y el joven baterista Martín Ibarburu.
Todos quieren que empiece la función. Que la música tome ese sabor rioplatense que esta vez no es exclusivamente uruguayo, sino que toma colores de la negritud de sudáfrica y de los Estados Unidos.
Pero no es sólo una cuestión de piel. El candombe abre el recital y "Dedos" mueve los huesos y la sangre de todos, mientras Rada canta historias sencillas, directas, sin más pretensiones que las de dejar en claro -bien claro- qué es lo que quiere decir.
Rada Music es una maquinaria musical aceitada por hombres muy experimentados, como Hugo Fattoruso (principalmente como músico de jazz en distintos puntos del planeta) y Hiram Bullock, que desde Miles Davis y Jaco Pastorius acompañó a casi todos los mortales que se puedan nombrar, no sólo del jazz sino de la música pop.
Bullock, además, esta noche está a punto de batir un récor mundial. Ya son cuatro las cuerdas que se le rompen... menos mal que no hace thrash metal.
El gusto es nuestro
La magia ya empezó. Magia negra y musical que a través de "Que no le compro" y "Sale", con su hija y su productora en los coros, le da vía libre a Bullock para que haga su primer tema solista. "Change" es bien recibido y el guitarrista se luce, sobre todo, por el gusto que se impone al virtuosismo.
Pero también está Fattoruso. Un competidor leal que se luce y deja lucir. Todo un equipo en eso de tener en claro sus objetivos.
Kumalo lo toma con más calma. Apenas se deja ver desde ahí atrás, muy cerca de la batería. Tal vez porque no quiere que nos demos cuenta de que tiene nueve dedos en cada mano y el bajo de seis cuerdas no le alcanza.
Así y todo, aunque quiera esconderse, deslumbra con "Airplane" y "Dark City".
Pero el responsable de todo esto es Rada. Y se hace cargo. Ya sea en el "Candombe para Gardel", así todos pueden bailar, o en el intimista "Sudáfrica canción antigua".
Histriónico y contador de chistes mientras Bullock cambia alguna de las cuerdas que va cortando en el camino de los solos, el Negro no ahorra elogios para los músicos que, más allá de haber participado en la grabación de su último disco, "Montevideo", se prendieron en las presentaciones que realizó en su país y ahora en Buenos Aires.
Y Fattoruso, un infaltable desde los tiempos de Opa, también tiene su momento con "Tonos negros" y "Madera y lonja". Con él parece verdaderamente fácil sentarse frente a las teclas.
No hay caso. El candombe siempre vuelve aunque nos distraigan con "Lovely John", dedicada al eterno Lennon.
"Montevideo" y "Candombe pal`Fatto" mueve hasta las mesas. Fito Páez, uno más entre los muchos que asisten, aplaude y disfruta las bondades de un grupo que también aplaude y disfruta ese momento.
Dicen que se van. Que esto fue todo. Bullock sigue cambiando cuerdas y sacando la lengua. Una lengua que envidiaría Gene Simmons. Aunque tal vez también le envidiaría el gusto por tocar así.
Pero vuelven. "Malísimo" es uno de ellos, con las cuerdas (en estos tiempos de unplugged hay que aclarar que se trata de tambores) de Lobo, Paquito y Foque sin darnos respiro. Y hacen que el corazón vaya gustosamente más rápido y continúe así con el "Rock de la calle", que nos devuelve ese tiempo en el que Rada llenaba el estadio de Obras.
Ahora es más íntimo. Al menos en esa forma de compartir que se hace más directa y donde el protagonismo es de todos. Tanto de los que están allí arriba como los que se amontonan alrededor de las mesas o los pasillos.
Rada no está solo. Tiene tres pilares que hacen que el gusto sea nuestro.
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