Quiz Lady: Sandra Oh y Awkwafina, una pareja despareja que sabe cómo reírse de los estereotipos
La comedia disponible en Star+ es un buen vehículo para el lucimiento de sus protagonistas
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Quiz Lady (Estados Unidos/2023). Dirección: Jessica Yu. Guion: Jen D’Angelo. Fotografía: Adrian Peng Correia. Edición: Nat Sanders, Susan Vaill. Elenco: Awkwafina, Sandra Oh, Will Ferrell, Holland Taylor, Jason Schwartzmann, Tawny Newsome. Duración: 99 minutos. Disponible en: Star+. Nuestra opinión: buena.
Un divertido aggiornamiento de la fórmula de las buddies movies cobra cuerpo en Quiz Lady, comedia en la que Awkwafina y Sandra Oh forman una pareja despareja que tiene que ganar un concurso de preguntas y respuestas para rescatar a un perro secuestrado por la mafia de las apuestas. Esa es más o menos la premisa, y su concreción -aún con algunas idas y vueltas en el medio- ofrece momentos divertidos y un merecido lucimiento para ambas actrices. Lo que la diferencia de otras comedias que apuestan a la reversión de recetas probadas para la comedia, en clave feminista y con los localismos asiáticos –como la reciente Locas en apuros (2023)- es que Quiz Lady se afirma más en las continuidades de la tradición antes que en su distinción, haciendo de los guiños a la comunidad oriental, las particularidades de sus raíces inmigrantes y las complejidades de su integración, una escena perfecta para reírse de sí misma sin caer en impuestas reivindicaciones.
Tanto Awkwafina como Oh rompen el molde de sus personajes más conocidos; la primera, acostumbrada a papeles de mayor despliegue como el de Nora Lum en Locamente millonarios (2018) o el más desgarrador de The Farewell (2019), se convierte en Anne Yum, una mujer que a sus treinta y pico de años divide su tiempo entre las horas laborales en el box de su oficina, las atenciones a su perro, Mr. Linguini, y la obsesión por un programa de preguntas y respuestas llamado Can’t Stop The Quiz; y la segunda, emblema del rigor profesional y la inadecuación social desde Grey’s Anatomy hasta Killing Eve, encarna a la alocada Jenny, infantil y estrafalaria, quien lidia con sueños frustrados que renueva mes a mes para seguir adelante. Ambas son hermanas y luego de varias décadas separadas se reencuentran a raíz de la misteriosa desaparición de su madre, quien parece haberse fugado a Macao escapando de unos violentos prestamistas.
El encuentro depara no solo la revisión de ese vínculo, signado por sus personalidades opuestas pero también por las contrariedades de su peculiar crianza, sino un camino conjunto en el que Anne se verá obligada a enfrentar sus miedos e inseguridades para participar en el show que ha sido el alma de su vida desde que tenía cuatro años. Y en ese accidentado recorrido hacia la consagración pasarán por un hotel temático en Filadelfia, ambientado con los colores y los retratos de Ben Franklin, uno de los próceres de Estados Unidos, vivirán horas lisérgicas a puro alucinógeno, enfrentarán maleantes encariñados con los perros que secuestran y también repasarán el pasado compartido. La película propone escenas de comedia física que por momentos resultan algo forzadas, no por las dotes histriónicas de sus comediantes sino por los excesos del tono que parece querer alcanzar la película en su intento de emular la lógica de la comedia más alocada. Por ello los mejores momentos son aquellos en los que ambas hermanas se divierten sin la clara consciencia de estar brindando un show al espectador sino explorando una intimidad compartida con humor.
Y en esa exploración de las raíces asiáticas y el lugar de la comunidad y sus representantes en los Estados Unidos, la película ejerce una crítica sutil, incluso puertas adentro –es claro en la escena del accidente de tránsito cuando Jenny esgrime la persistente discriminación a los asiáticos como coartada para sus pésimas maniobras y resulta que el conductor al que se enfrenta también es asiático-, y se zambulle en los momentos más lúdicos con honestidad y sin demasiadas pretensiones. Oh y Awkwafina construyen una dinámica verosímil en el choque de sus caracteres opuestos, y se revelan capaces de gestar un acercamiento fraternal sin excesivos sentimentalismos. En las escenas del concurso televisivo, tanto el presentador interpretado por Will Ferrell como un jugador maniático y competitivo al que da vida Jason Schwartzmann, permiten una lógica más artificial, con toques de la comedia absurda prestada de Wes Anderson, que funcionan quizás mejor en solitario que integrados al resto de la película.
La directora Jessica Yu, hasta ahora dedicada a dirigir series como The Morning Show y Fosse/Verdon, concibe su puesta en escena al servicio del despliegue de sus actores, sin aspirar a veleidades de estilo. Su manejo del espacio, sobre todo en algunos de los gags que ocurren en el fondo del plano –como la aparición del personaje de Jenny-, consiste afirmar el humor no tanto en lo inesperado sino en la confirmación placentera de una receta cómica que conocemos a la perfección.
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