El talentoso joven tiene larga trayectoria teatral y es hijo de Alejandra Rubio y el autor Jorge Maestro
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Se acaba de estrenar una de las series que promete ser la bomba de este año: Días de gallos, por la pantalla de HBO Max. Está protagonizada por Ángela Torres, Ignacio (Ecko) Spallatti y Tomás Wicz y gira en torno a las batallas de freestyle. También faltan pocas semanas para el estreno de la obra Precoz sobre la novela homónima de Ariana Harwicz, dirigida por Lorena Vega y protagonizada por Julieta Díaz y Tomás Wicz. El actor y músico de 24 años que comparte protagónicos en estas dos propuestas gigantes, cuenta a LA NACION cómo trabajó estos personajes tan diferentes entre sí pero que tienen la complejidad y la marginalidad en común.
Con solo 24 años lleva una década trabajando como actor, en cine: Los miembros de la familia (2019) de Mateo Bendesky; Viaje inesperado (2018), de Juan José Jusid; por nombrar algunas; en televisión (Signos, Milagros en campaña), en teatro (Mamá está más chiquita, Falsettos, La novicia rebelde)... “se trata de mi primer personaje compartiendo protagónico en una serie de tal magnitud. De pronto hay carteles gigantes en la calle con mi cara. Una parte mía lo celebra y no lo puede creer y otra se quiere meter debajo de la mesa”, cuenta con sonrisas pero lleno de preguntas sobre cuántas personas van a ver la serie, qué opinarán, y un largo etcétera que lo llena de nervios. “Además porque se trata del primer personaje no binario en una serie argentina de esta masividad” y eso conlleva una enorme responsabilidad para Wicz.
Días de gallos, la serie de Hernán Guerschuny, se desarrolla en el mundo de las batallas de freestyle. Es la historia de tres amigos. Dos de ellos forman parte de estas batallas aunque el personaje de Rafaela (Torres) tuvo que dejarlas porque fue mamá. “Mi personaje, Andy, trae la temática queer a la serie, es un personaje no binario. Además de que está en una búsqueda y en un momento de exploración de su identidad tanto de género como sexual también se pregunta cuál es su lugar en el mundo. Está buscando su independencia económica y su disidencia se vuelve un obstáculo a la hora de conseguir trabajo. Está en un momento bisagra de su vida. De los tres personajes, es el único que está por fuera de la movida del freestyle porque saca fotos, está metido más en el detrás de escena, registra todo ese universo. La serie no busca bajar una línea. Por supuesto que incorporando un personaje así lo está haciendo, pero todo el entorno naturaliza su identidad y eso es muy lindo”.
Tomy Wicz (así será su nombre artístico de ahora en más) estaba en medio del aislamiento, llevaba muchos meses adentro de su casa: “a lo mejor por mis privilegios de haberme podido quedar encerrado sin tener que salir a trabajar, estuve mucho tiempo en soledad y cuestionándome un montón de cosas, en un viaje introspectivo muy zarpado. Así que estoy en un momento parecido a Andy, en el que tampoco tengo claro nada. No sólo la cuestión relacionada a la identidad de género y de cómo me autopercibo sino inclusive en la identidad artística. Llegué a pensar que quería dedicarme a la música, no sabía si quería seguir dedicándome a la actuación. Esto venía de la mano con hacer personajes que no me atravesaban en algo más profundo. No sentía que estaba haciendo algo más aparte de actuar, de estar con un personaje comunicando algo que me interpele. Y el personaje de Andy me llegó en el momento exacto: me estaba preguntando si realmente me consideraba una persona con género o no. En cuanto empecé a ponerlo en palabras, la primera vez que lo hice fue con mi mamá (Alejandra Rubio, actriz, directora y escritora de obras que abordan la problemática adolescente desde muchas ópticas distintas), a los pocos días me llegó el casting de Andy y fue increíble. En algún punto, todo lo que atraviesa al personaje me atraviesa también a mí. Ese momento de quebrar una estructura o una forma de ser y empezar a cuestionarse sobre la verdadera identidad que habita en este momento presente porque creo que el camino de la identidad es infinito, y nunca termina. Andy me ayudó a entender que yo también era una persona no binaria”.
Los autores (Joaquín Bonet con la colaboración de Sofia Wilhelmi) pudieron captar a través de una investigación muy profunda el mundo del freestyle y de cuestiones relativas a la diversidad. “En el proceso de rodaje hubo mucho espacio para que podamos intercambiar, opinar. Estuvieron abiertos a escucharnos. En lo que respecta a mi personaje y a la temática que aborda hemos estado en reuniones con asociaciones de familias diversas para chequear si estábamos contando bien o había una manera mejor”.
Wicz estudió actuación, danza, canto. “Desde que comencé actuación se fue expandiendo y aprendí danza, canto, me cebé mucho con la música, aprendí a producir, y es algo que sigue”, cuenta feliz porque en 2020 junto a Paloma Sirvén, la otra pata del dúo Plastilina, pudieron grabar un EP de cuatro canciones, todo a distancia. “Literalmente fue la razón por la cual me levantaba y hacía algo. Los primeros meses que fueron de mucha confusión y que no entendíamos si nos íbamos a morir todos, encontramos con Palu (Paloma Sirvén) en nuestro proyecto un refugio para registrar nuestras sensaciones de ese momento y transmutar eso en algo lindo y compartirlo con la gente. Tuvimos una repercusión mucho más grande de lo que esperábamos. Nos fortaleció mucho. Y además tuvimos la alegría de que muchas personas se encuentren en nuestras canciones”. La tecnología se volvió un medio fundamental de unión. “Componíamos por WhatsApp, yo le mandaba unas bases, Palu seguía, o empezaba ella y yo metía lo que ella había grabado en la computadora y armaba el bit con eso.”
Precoz
También acaba de estrenar en Dumont 4040 la obra Precoz, basada en la novela homónima de Ariana Harwicz, dirigida por Lorena Vega. Wicz compartirá escenario con Julieta Díaz. La adaptación teatral la hizo Juan Ignacio Fernández y entonces incluyó la voz del hijo. “Fue muy interesante porque prácticamente mi personaje se construyó en el proceso de ensayos. En la novela, el hijo aparece pero está relatado desde la madre. Él es una especie de espejo de ella, un observador de todo su mundo emocional. Es un texto lleno de capas, de líneas de pensamientos enlazadas entre sí de una manera poética y metafórica y por momentos más cruda y literal sobre el momento crucial de una mujer que es madre y advierte que está empezando a envejecer a partir de que ve al hijo como un individuo. Cuando los hijos nos independizamos y cortamos al menos un poco el cordón con las madres, creo que aparece todo ese narcisismo al percibir que eso que creía suyo, parte de ella, es otra cosa y está creciendo”, cuenta Wicz muy compenetrado con este personaje que viene dando vueltas en su vida hace tiempo. “También son personajes poco habituales, periféricos. En la novela están escritos como si habitaran los suburbios de Francia y están marginalizados. Un pie adentro del sistema y otro afuera”, agrega.
Con estos dos personajes, el cuestionamiento sobre la identidad que ya latía en Wicz apareció con más fuerza. “No me gusta meterme y decir que todas las personas tienen que cuestionar su identidad. Pero sí creo que todos pueden hacerlo. Y que en cuanto uno se permite eso y empieza a desglosar cuánto es de uno lo que siente y cuánto en realidad forma parte de un disfraz que en algún momento nos pusieron, en cuanto se abre esa puerta, es imposible no preguntarse muchas cosas. Nuestras identidades fueron formadas por la sociedad en la que vivimos y todas las reglas de ellas nos fueron impuestas. A veces siento que crecer es, más bien, ir hacia el punto de partida que hacia el final. Voy creciendo y me acerco más a quien siempre soy en esencia. Y me voy sacando las capas. Creo que ese es el camino de la identidad”.
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