A los 19 años cosechó elogios de J Balvin y está trabajando con los productores de Bad Bunny. “Yo no me tenía nada de fe”, dice
‘Puedo estar en el mejor estudio de Miami, pero si no me siento cómodo, no voy a hacer un hit”, dice el cordobés Paulo Londra, que a sus 19 años ya sabe perfectamente de lo que habla: en los últimos meses, trabajó con un productor de Bad Bunny, recibió elogios de J Balvin en Instagram y dos de sus tracks rompieron la barrera de los 20 millones de reproducciones en YouTube, mientras él trepaba a lo más alto del ranking de artistas argentinos de Spotify por encima de Abel Pintos y Tini Stoessel. Un sello multinacional le ofreció un cheque de seis cifras para que firmara con ellos, pero les dijo que no. “Gracias a Dios, todavía vivo con mis viejos”, dice por teléfono desde Córdoba. “Mi familia me ama: mientras no les rompa las bolas, me voy a quedar acá.”
Paulo es un bicho raro, amable y conciliador, que se abrió paso como freestyler en batallas de plaza sin atacar a nadie, y que hoy intenta hacer pie en las grandes ligas del trap latino fiel a su estilo: no habla de drogas, ni de armas, ni de putas. “En Buenos Aires, son todos muy agresivos, y está perfecto”, dice. “Pero yo iba al Quinto Escalón y quería hacer mi revolución: no necesito insultarte para dejarte sin palabras.” En YouTube hay una batalla de principios de 2017 en la que Duki –algo así como su contracara, un competidor mucho más violento que también está haciendo el crossover hacia el trap y cosechando millones de reproducciones– lo ataca con todo lo que tiene, y Paulo le choca los cinco mientras recibe las críticas con una sonrisa: así de relajado se siente.
La primera canción que hizo, de hecho, se llama “Relax”: Paulo escribió una letra de agradecimiento a Dios, y un amigo le insistió para que la grabara. “Cuando nos juntábamos con los pibes, siempre tirábamos una pista, abríamos un mic y tratábamos de improvisar una canción entera sobre eso”, dice. “Así me fui acercando a la música y sentí que era mucho más lindo que las batallas.” Ese tema fue el que le permitió capitalizar su crecimiento en el terreno del freestyle: su primer single, editado en enero de 2017, explotó inmediatamente gracias a una base de fans sólida que lo seguía desde las plazas. “Yo pensaba que para que un tema de rap pegara así, tenías que ser estadounidense”, dice. “No me tenía nada de fe.” Pero aprendió rápido: su segundo track, que también hiteó en YouTube, se llama “Confiado y tranquilo”.
Hoy, Paulo trabaja en Colombia junto a un equipo de profesionales al que bautizó Big Ligas, que incluye al beatmaker Ovy On The Drums, responsable de la producción de “Ahora me llama”, de Carol G y Bad Bunny (más de 500 millones de reproducciones), entre otros hits de trap a escala global. “Me contactaron y pensé: ‘Wow, alta oportunidad’”, dice. “Estoy fascinado, son gente de buen corazón y eso me motiva zarpado para salir a romper todo con ellos.” En “Condenado para el millón”, el primer tema que hizo con Ovy, Paulo les dice a sus críticos: “Ahorren saliva y sean más vivos/Y dejen de buscarnos lío”.
Paradójicamente, el éxito hace que Paulo se vea envuelto en el tipo de situaciones estereotípicas del trap que él trata de evitar: una fila de chicas lo espera a la salida del hotel antes y después de sus shows en boliches en el interior del país, y ejecutivos de sellos discográficos lo sondean para ofrecerle plata y contratos. “Pero si vos pensás que hacer música es disfrutar de lo que te da la fama, me parece que perdiste”, dice. “Para mí esto es algo serio, no es un juego.”
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