Quién es Fabrizio Copano, el standapero que llega al Maipo
Fanático de Cha cha cha y Capusotto, este comediante chileno le ganó al monstruo del Festival de Viña, descree de los cómicos de Instagram y sostiene que no hay fronteras para el humor
En la vasta oferta de espectáculos de stand up que ofrece Buenos Aires, en los últimos meses aparecieron varios artistas extranjeros que lograron hacerse un nombre gracias a sus cuentas en redes sociales o a especiales de TV y que ya tienen un público porteño fiel. Uno de los representantes más importantes de esta movida es el chileno Fabrizio Copano, que se presentará nada menos que en el Teatro Maipo con un espectáculo que incluirá interacción con el público mediante el uso tecnología. “No hay que temerle al idioma o a los acentos, creo que la comedia viaja con uno”, aseguró.
A sus 28 años, tiene una larga carrera en su país, que fue puesta a prueba hace dos meses cuando se presentó en el Festival de Viña del Mar, en donde logró domar “al monstruo”. Esa experiencia seguramente será parte del espectáculo que brindará mañana, a las 21, en el Maipo ( Esmeralda 443). Antes, dialogó con LA NACION.
-¿Qué expectativas tenés para el show?
-¡Muy altas! Para mí el Teatro Maipo es un clásico de clásicos, soñaba con presentarme ahí. Siempre que he venido a la Argentina he tenido una gran respuesta y espero que suceda lo mismo esta vez. Traigo algunas cosas innovadoras de formato para un show de stand-up. No quiero adelantar nada pero en el pasado, por ejemplo, he conectado mi teléfono y puesto Tinder para que entre todos pongamos “like” o no o le pido el teléfono a una chica de la audiencia y pruebo en vivo con ella formas ridículas de levante por Whatsapp. Todo basado en la improvisación, lo que me genera bastante ansiedad de ver cómo lo reciben aquí.
-En la Argentina el género del stand up se nutrió en los últimos años del cruce de lo digital, con figuras que surgieron de las redes sociales, sobre todo Instagram, y que después llenaron teatros... ¿qué pensás del fenómeno?
-Creo que puede ser un arma de doble filo: a mí me gusta el show en vivo, por ejemplo, y soy muy malo haciendo videos de Instagram. Te juro que lo intento pero me veo hablándole en mi cuarto a un aparato de plástico, solo, y no puedo hacerlo... ¡me da pena! De igual modo, existen los que son muy buenos en las redes sociales, pero que después no terminan de transmitir eso en los escenarios, que no saben manejar el vivo. Por supuesto que hay artistas que son buenos en sus redes sociales y en sus shows pero creo que son muy pocos.
-¿En quién te inspirás a la hora de escribir? ¿Quiénes son tus referentes?
-Cuando tenía 13 años conocí a Woody Allen y empecé a ver todo de él... lo que es muy raro para alguien de esa edad. Así que la línea de comedia Larry David o Mel Brooks siempre me gustó. Pero me parece importante remarcar que hay cosas muy interesantes en el stand up de América Latina, con representantes muy originales y virtuosos en México o en Colombia. Además, tengo que decir que vi mucha televisión argentina... ¡conozco todas las temporadas de Cha cha cha! ¡Me encantaba ese programa! Lo mismo que ciertas temporadas de Caiga quien caiga, lo que hace Diego Capusotto , he visto a Tato Bores. Y en cuanto a stand up, sigo mucho a Fernando Sanjiao, a Malena Pichot y a
-¿Qué rescatás de tu experiencia en el Festival de Viña del Mar? Todo el continente sabe que es uno de los públicos más difíciles...
-¡Fue buenísima! Mirá, cuando se anunció todos me trataban como si tuviera una enfermedad terminal. Me veían y me decían “¡Fuerza!” “¡Te vamos a querer pase lo que pase!” “¡Todo va a estar bien!” Supongo que es lo que todos pensamos de Viña, que es una carnicería para el que sube. Pero el stand up te permite jugar con eso, arriesgarse, cambiar y volverlo a tu favor. Y por suerte fue lo que sucedió, fue fantástico. La verdad es que es uno de los grandes momentos de mi vida
-¿Es difícil hacer stand up en otros países, con otros modismos, otras formas de hablar?
-Cuando empecé creí que era imposible, que un chileno no podía hacer humor fuera de Chile. Pero me di cuenta que no hay que temerle al idioma o a los acentos, la comedia viaja con uno, hay que trabajar en el repertorio. Creo que si uno apunta a lo universal, pero desde su perspectiva personal, no puede fallar.
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