En mayo de este año, cuando Queen anunció que publicaría un libro con las fotografías que Neal Preston tomó del grupo entre 1977 y 1986, los fans locales del grupo no tardaron en descubrir que la imagen de portada, en la que se veía a una fila de policías en el medio de un campo de juego, estaba tomada en el Gigante de Arroyito. "Al día siguiente de ese comunicado me escribió un chico de Rosario. En bastante buen inglés me explicó que en esa época su papá era agente, y habían descubierto que era el tercero si contás desde la izquierda", relata Preston desde su casa en Las Vegas. "Elegimos esa foto porque era la favorita de Brian de todo el tour por Sudamérica, y cuando le conté esa historia quedó encantado", dice.
A lo largo de trescientas páginas, Queen: the Neal Preston Photographs permite reconstruir la ambición de un grupo para el que no existía barrera ni techo alguno. A lo largo de una década, el fotógrafo pudo registrar cómo la banda se volvía más y más grande, con el foco puesto en su gira por Latinoamérica en 1981, con shows agotados en Argentina, Brasil, México y Venezuela. El valor histórico estuvo no solo en que Mercury y compañía decidieron recorrer el continente en el pico de su apogeo, sino que además lo hicieron sin escatimar gastos y con el mismo backline que tenía la producción de sus shows en el hemisferio norte, algo sin precedentes para el momento. "Nos dijeron que era la primera gran gira de un artista por el continente. Creo que Peter Frampton había estado un par de años antes por allá, pero con una guitarra acústica y un solo seguidor para iluminar. Esto era otra cosa completamente distinta", rememora Preston.
Nacido en San Francisco en 1952, Preston descubrió la fotografía cuando le regalaron su primera cámara a los catorce años. Antes de terminar el secundario ya había fotografiado a Jimi Hendrix en vivo en Boston, y shows de The Doors y Janis Joplin. A sus 22, su carrera tomó un giro cuando se volvió el fotógrafo de gira de Led Zeppelin en el pico de su expansión planetaria. Allí, Neal aprendió los códigos tácitos que sostenían la confianza entre un fotógrafo y una banda de ese calibre. "Si entrás a una habitación y ves a alguien haciendo algo de su esfera privada, no levantás tu cámara para sacar una foto. Y si lo llegás a hacer nunca tiene que salir de tu escritorio", dice. En 1977, su reputación era lo suficientemente conocida como para que Queen lo quisiera incorporar a su equipo para la gira de News of the World.
Con un tour de diecisiete fechas por Estados Unidos a modo de prueba de fuego, Preston se encargó de encontrar la fórmula para acceder a la intimidad del grupo sin ser intrusivo. "Cuando trabajo, quiero ser invisible, una mosca en la pared. La ironía es que la manera de lograrlo es si estás presente todo el tiempo. Nadie dice nada cuando entra un plomo a ajustar algo o traer palillos de batería al camarín, entonces tampoco tienen que notar cuando yo entro a la habitación", explica. Con libre acceso para escabullirse tras bambalinas, en cualquier rincón del escenario o como acompañante en alguna salida recreativa, Neal y Queen tenían una suerte de entendimiento tácito de dónde estaba el límite de lo fotografiable.
En su rol de fotógrafo oficial de gira, Preston tuvo que aprender a gravitar alrededor de cuatro personalidades muy distintas entre sí, y donde cada uno componía un personaje distinto. "Roger fue el primero al que empecé a frecuentar, porque era una estrella de rock, tenía mi mismo sentido del humor y una casa en Los Ángeles. Brian parecía siempre un poco distante y preocupado, pero como también es un experto en fotografía congeniamos rápido, y Deaky era retraído pero muy inteligente". En medio de esa distribución de papeles en el grupo, el cantante de Queen ocupaba un papel predominante. "De todas las personas en el mundo que podrían haber llegado a ser Freddie Mercury, él lo disfrutaba más que nadie. No me dijo ni una vez que guardase la cámara, todo lo contrario. Yo trataba de retratarlo de la manera más real posible sin que perdiera toda esa extravagancia, era fantástico", dice.
La visita de Queen a la región coincidió con las dictaduras militares en la Argentina y Brasil. "Probablemente no estaba al tanto, porque en esa época solo pensaba en el día en el que estaba y, a lo sumo, en el siguiente, pero recuerdo que había soldados por todos lados. Ibas al escenario y había un pibe de veinte años con una ametralladora colgada. En un punto, una AK47 era más importante que un pase para el backstage", rememora Preston. De visita en territorio nuevo, Neal entendió que la banda no dejaba nada por sentado cada vez que llegaba a una ciudad. "No es que tenían un plan. Cada lugar tenía su propia calidad de sonido y todo se podía ajustar, incluso el set que iban a tocar esa misma noche".
Con varias de sus imágenes convertidas en postales históricas, Preston prefiere creer que el mérito es de los artistas. "Como fotógrafo, hay tres personas con las que no podías fallar nunca, y eran Freddie Mercury, Jimmy Page y Pete Townshend. Te lo daban todo en una bandeja de plata. Si no podías sacar algo de ellos, tenías que retirarte para trabajar de plomero", dice. De todos modos, Queen parece haber dejado una huella más grande que el resto: "Aprendí de ellos que lo bueno es bueno, que tenés que hacer lo máximo que esté a tu alcance, y que siempre hay un margen para hacer todo inclusive mejor". Armar este libro fue también una manera de reconstruir su propia historia después de más de medio siglo con su cámara a cuestas. "Hago esto desde antes de teminar la escuela, así que son más de cincuenta años. Pasó mucho y lo loco es que recuerdo casi todo, y lo que no es lo que ocurre entre toma y toma" dice Preston.
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