¿Qué veo? A League of Their Own es una modesta y efectiva heredera del clásico de Penny Marshall
Creada y protagonizada por Abbi Jacobson (Broad City), la serie retoma la conformación de un equipo de béisbol femenino en los años 40 durante la Segunda Guerra y actualiza sus conflictos tomando el registro histórico de las experiencias de sus integrantes, en las que la discriminación y el racismo se sumaban al sexismo imperante
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A League of Their Own (Estados Unidos/2022). Creadores: Will Graham, Abbi Jacobson. Elenco: Abbi Jacobson, Chanté Adams, D’Arcy Carden, Malanie Field, Roberta Colíndrez, Gbemisola Ikumelo, Dale Dickey, Nick Offerman, Kendall Johnson, Kate Berlant. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: buena.
Un equipo muy especial, el ya clásico de Penny Marshall, pináculo de la comedia de los tempranos 90 que seguía la estela de la anterior década con directores como Rob Reiner –el hermano de Penny– Gary Marshall, Nora Ephron y muchos más, venía a confirmar que Hollywood había reinventado su género más longevo sin escatimar la herencia del pasado y una sensibilidad de aires modernos. Geena Davis, Madonna y Rosie O’Donnell comandaban una película que tenía la lógica del cine deportivo, esa que asciende desde el fracaso y el descrédito a la épica del triunfo, unida a un retrato del lugar de las mujeres en aquellos años de la Segunda Guerra. Las mujeres ocupaban terreno en el béisbol como en el mercado laboral, menos por la conquista de derechos que por la evidencia de necesidades. La gesta de esa liga femenina era, en definitiva, una forma de sostener el deporte en el corazón del público, aunque fueran las chicas las que debían calzarse los guantes y agitar los bates ante una desorientada audiencia que todavía no sabía bien qué estaba viendo.
En este regreso a esa vieja gloria, los creadores Will Graham (Mozart in the Jungle) y Abbi Jacobson (una de las creadoras y protagonistas de Broad City, serie semillero que también alumbró a los artífices de Hacks) recuperan la historia original pero ajustan la agenda al presente, en el que asuntos vinculados al racismo y la orientación sexual resultan tan importantes como el trasfondo sexista del deporte que retrató Marshall. Los personajes no son los mismos de la película, pero se modelan en aquellos recuerdos: Carson Shaw (interpretada por la misma Jacobson) es la provinciana que se aventura desde Idaho a Chicago para cumplir su sueño, ahora que su marido está en el frente de batalla –recordando a la figura de Geena Davis, quien también partía de una granja a cumplir un sueño, delegado en ese caso por la insistencia de su hermana-; Greta Gill (D’Arcy Carden) y Jo De Luca (Melanie Field) son dos amigas de Nueva York que finalmente encuentran el atajo perfecto para la emancipación (un poco en sintonía con el dúo que formaron Madonna y Rosie O’Donnell).
Lo que viene después del encuentro en Illinois y las pruebas para integrar el equipo es la formación de una imprevista cofradía con sede en una pensión al estilo fraternidad, regenteada por el riguroso ojo de una sargento/madre superiora (Dale Dickey) y dirigida por Dove Porter (Nick Offerman), un entrenador licenciado por la MLB (Grandes Ligas del Béisbol), menos borrachín que el Tom Hanks de la original y devenido en un pedante misógino. La clave de esta actualización consiste en acercarse a la realidad histórica de aquellas jugadoras, para las que el sexismo dominante en el deporte era un condimento más de su relegada posición en la sociedad.
Los “Melocotones de Rockford”, como se bautiza al equipo afincado en esa ciudad, deberán probar en las canchas que siguen siendo tan femeninas como la sociedad espera, cumpliendo los cánones del maquillaje y el vestuario de esos años 40, aunque eso suponga correr y batear con polleras y soportar el griterío obsceno que baja desde las tribunas.
Como una historia paralela y no del todo integrada, asoma la intentona de la joven Maxine Champman (Chanté Adams) de sumarse a la nueva liga femenina de su propia ciudad, convencida de que si Dios le regaló un don es para que no lo desaproveche. Si bien los aires bélicos pueden autorizar la participación de las mujeres en un deporte tradicionalmente masculino, permitir la entrada de mujeres negras ya era otro cantar. Resistente a su destino como peluquera, que su madre ha forjado también como propia emancipación económica, Maxine buscará entrar a una fábrica como operaria, hacer sus pasos en la liga “de color” y tratar de demostrar desde allí que su talento merece una oportunidad de gloria.
Esa bifurcación del relato, la explícita acumulación de reivindicaciones y cierta pereza en la construcción dramática –los romances parecen confeccionados sin sorpresa ni emoción verdadera– hacen que la serie se quede a mitad de camino. De alguna manera, la nueva A League of Their Own aboga por el paralelismo entre Carson y Maxine, haciendo pie en mundos adversos en los que el deporte se convierte en la búsqueda de su autonomía. Hay allí una clara conexión con el espíritu que Penny Marshall perseguía en su película, aún sin todas las declaraciones que hoy se persiguen. Por ello, quizás, aquel hito de los 90 consigue una modesta heredera.
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