¿Qué es el autotune? Del sonido robótico de Cher al “hombre que arruinó la música”
Tanto en la serie documental de Netflix, This is Pop, como en el documental Watch The Sound, el autotune es objeto de análisis; cómo nació, cuándo se incorporó a la música y quién fue el precursor que pagó con su carrera artística por utilizarlo
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“Hay que prohibir el Autotune”, decía Charly García en 2018 en la entrega de los Premios Gardel. “Si John Lennon estuviese vivo, amaría el Autotune”, dice Paul McCartney en la serie documental Watch The Sound (disponible en la plataforma Apple TV+). Entonces ¿qué pensar sobre el autotune, el efecto de voz que cambió la música popular para siempre?
El autotune es, sin dudas, el sonido que ha caracterizado la música mainstream en los últimos años. Pero aunque ahora se usa como efecto, nació como una herramienta de estudio para usar “a escondidas”. Por definición es un dispositivo de software que “auto afina”, y se utilizó en principio para corregir las pequeñas desafinaciones de los cantantes en el estudio de grabación. Así como se puede remedar el tempo si una batería se corre, agregarle efectos a una guitarra, el autotune permite pulir detalles de voz. “Usar autotune es hacer trampa”, se ríe Mark Ronson, la voz líder del documental antes mencionado. Y en el episodio 2 de This Is Pop, la serie de Netflix que deconstruye la historia del pop, son varios los que repiten: “La gracia está en que no sepas que está siendo usado, que el oyente no lo reconozca”.
El autotune fue creado en 1996 por Andy Hildebrand, un ingeniero especializado en petroquímica que trabajaba estudiando las ondas de explosiones controladas, sobre todo en el océano. Una vez que abandonó el área, se interesó por la música y fueron aquellos conocimientos los que lo llevaron a darse cuenta que podía, con un algoritmo similar, crear un software capaz de ajustar la afinación en tiempo real. Más adelante vio que si la perilla se giraba al máximo (que en el caso del autotune se corresponde a 0) la voz resultante fluctuaba y se deformaba tanto que quedaba como un efecto agregado, similar al vocoder y al talkbox, muy característicos de los 70.
Sin embargo, nadie usó el autotune como efecto en los primeros años. Se intentaba que su uso fuese un secreto a voces entre los involucrados en el proceso de grabación y no mucho más. Hasta que en 1998 Cher lanzó “Believe”, un éxito arrollador en el que su voz se escuchaba totalmente deformada por el autotune. El encanto del tema reside tanto en la interpretación de Cher como en ese artificio que la hace sonar un poco futurista, un poco deshumanizada.
¿El eslabón argentino? Sí, claro. Maxi Trusso en más de una oportunidad dijo haber sido él el creador del autotune y que el productor de Cher (con quien Trusso compartía agencia de prensa) le pidió que le facilitaran el efecto. Sin embargo, y como bien asegura Luciano Laitheau en su libro Los desafinados también tienen corazón - Una historia del autotune: “Trusso es perfectamente consciente del malentendido; Roy Vedas [ladero del cantante] no creó el sistema de corrección de tono, pero sí inauguró un nuevo estilo en la alteración de la voz que anticipó el autotune”.
Pero una vez que Cher hizo visible el truco, el sonido tardó en volverse moda. Incluso cuando los italianos Eiffel 69 lo usufructuaron con éxito en 1999 con “Blue (Da Ba Dee)” y en el pop de todo el mundo lo utilizaba como un detalle sonoro, evidenciar el autotune todavía tenía carácter de herejía. Hasta que aparece en escena un nombre clave: T-Pain.
Después de haber abandonado Nappy Headz (un grupo de hip hop de menor relevancia) en 2004, T-Pain estaba buscando para su voz un elemento diferenciador. Con la mirada puesta en el R&B, quería sonar distinto al resto. Así fue que escuchando a Jennifer Lopez detectó un color en la voz que le interesaba. Consultó a todos los productores que conocía y les pidió que le ayudaran a detectar cuál era el plug-in que conseguía ese detalle. Una vez que chequeó cientos de CD-R con datos para agregar a sus programas de grabación, llegó al autotune. Sin ningún tipo de remordimiento, T-Pain utilizó el autotune al máximo, no tanto para corregir la afinación sino como efecto estético. Así se convirtió en el músico que popularizó el autotune y su disco debut Rappa Ternt Saga (2005) tiene ganado el estatus de haber cambiado para siempre el sonido de la época.
Acusado de haber arruinado la música, T-Pain se convirtió también en referente. Y Kanye West, en 2008, utilizó el autotune para dar forma a 808s & Heartbreak, un disco desgarrador y lleno de expresividad que le sirvió para procesar el dolor por la pérdida de su madre y también la separación de Alexis Phifer, su pareja por más de cinco años. Y allí la paradoja: en su exceso de deshumanización, el autotune, cuando es usado de manera precisa, consigue alcanzar una emotividad distinta a la que logra la voz limpia. Para cerrar este punto tal vez sea conveniente traspolar el pensamiento del crítico Kodwo Eshun en el libro Más brillante que el sol, quien al analizar el sonido computarizado de Kraftwerk asegura: “Las máquinas no nos distancian de nuestras emociones. De hecho, sucede más bien lo contrario. Las máquinas de sonido intensifican nuestras sensaciones”.
Así, el autotune pasó de ser un recurso técnico a ser un recurso estético. Con un nivel de aceptación en la música a nivel global (desde el pop de Katy Perry al trap de Duki y Bad Bunny). Cada avance tecnológico en el mundo de la música tiene sus detractores desde que se inventó el piano hacia el año 1700. Las guitarras eléctricas, los sintetizadores, los pedales de efecto, las baterías electrónicas... todo ha sido resistido en su momento. El autotune, claro, no es la excepción. Pero la música está muy lejos de terminarse ni de bajar su calidad por él.
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