Pussy Riot: el colectivo punk feminista que enloquece a Vladimir Putin
Calzas de colores, pasamontañas, remeras largas y patadas al aire en una performance que duró menos de un minuto en un lugar emblemático, la imponente Catedral del Cristo Salvador, en Moscú. Ahí, en ese mismo instante, Nadya Tolokonnikova sufriría por primera vez una fuerte represalia por las acciones del colectivo punk feminista Pussy Riot . Ella, Masha Alyokhina y Katya Samutsevich (y dos mujeres más que no fueron identificadas ni apresadas) querían dejar claro el mensaje: "Virgen María, llévate a Putin". Pero no llegaron más que a inclinarse de espaldas al altar, persignarse y cantar a capella el principio del tema ("La cabeza de la KGB, su santo jefe, mete presos a los protestantes. Señoritas, no hagan enojar a Su Santidad. Limítense a hacer el amor y producir niños"), antes de que los efectivos de la policía las arrestaran. Más allá de no haber podido hacer el microshow que habían practicado durante semanas, este hecho rompería barreras en el país de Vladimir Putin. El encarcelamiento de las tres activistas trascendió las fronteras y hasta Madonna se pronunció para que las liberasen. Algo se ponía de manifiesto: la falta de libertad de expresión y la estrecha relación entre la Iglesia Ortodoxa y el gobierno de la ex Unión Soviética.
Corría 2012 y, a un año de su formación, el grupo musical y político había logrado llamar la atención del mundo. Siete años después de ese hecho –y a meses de que integrantes del colectivo se infiltraran en la final del Mundial de Fútbol en Moscú – llegan por primera vez a la Argentina para presentarse el 14 de abril en Niceto y el 16 se sumarán al festival feminista GRL PWR, en Córdoba. A semanas de llegar al país, Nadya habla por teléfono con LA NACION y promete "un show musical, punk, feminista, fresco, político, pro-Lgtbq" y con un importante costado audiovisual. "Vamos a hacer una performance con nuestra nueva música. Habla de varios tópicos: igualdad de oportunidades económicas, la posibilidad de una guerra nuclear y cómo la humanidad puede sobrevivir a un invierno nuclear. También damos información sobre la situación política en Rusia y sobre qué se siente ser artista en un país donde muchos músicos se suicidan. En general, nos enfocamos en las condiciones ambientales de nuestro planeta, que se está desperdiciando dramáticamente", revela, y cuenta que en la ciudad en que nació cae nieve negra por la contaminación.
Nadya tenía 22 años y una hija de cuatro cuando fue apresada, estaba en pareja con otro activista, Pyotr Verzilov, quien estuvo detrás de la campaña para que las dejaran fuera de prisión (hace un año fue noticia por haber sido envenenado). Los cargos por los que las mujeres habían sido privadas de su libertad eran "vandalismo e incitación al odio religioso". Mientras que Katya logró salir gracias a una perspicaz estrategia de su abogado, Nadya y Masha estuvieron casi dos años presas. Salieron el 23 de diciembre de 2013, por una amnistía que les otorgó el gobierno por miedo a un posible boicot en los Juegos Olímpicos que se aproximaban. Desde entonces, las activistas sumaron otra causa a su lucha: mejorar las condiciones de vida en las cárceles de Rusia, tanto para mujeres como para hombres. Y fundaron Zona Prava (zona de derechos), una ONG por los derechos de los presos y contra su situación precaria. "Planteamos las pésimas condiciones en las cárceles, torturas en las estaciones de policía y también ayudamos a los prisioneros directamente para mejorar sus condiciones. Les proveemos abogados, comida y ropa cálida porque sabemos lo malo que es ser un prisionero", detalla Nadya. Además, crearon Media Zona, un medio independiente.
Hoy Pussy Riot es un colectivo que se dividió en varias ramas. Tras su paso por la prisión y perder su condición anónima, las dos fundadoras se convirtieron en voceras y empezaron a llevar su mensaje por diferentes países: fueron parte de un capítulo de House of Cards, también de una exposición del MoMa, tocaron en el festival Glastonbury (Inglaterra), se sumaron a la Marcha del Orgullo en Toronto y hasta fueron invitadas por Banksy a grabar un video por los refugiados. En paralelo empezaron a cantar en inglés. Estas acciones no les gustaron mucho al resto de los integrantes del colectivo, quienes incluso trataron de diferenciarse de ellas y de exiliarlas por "comerciales". Ambas escribieron libros: Masha, sus memorias de la cárcel, y Nadya, un manifiesto sobre este proyecto que retoma las bases del punk para mostrar su descontento con las políticas del Kremlin, llamado Pussy Riot: de la alegría subversiva a la acción directa. En él, la chica punk cuenta cómo con Kat, cuando eran estudiantes de filosofía, se inspiraron en los fanzines de Riot grrrl, el movimiento norteamericano de los 90, para escribir su primera canción, "Muerte al sexista", sobre bases estilo oi! "Los orígenes del colectivo estuvieron ligados a la política. Desde el principio se trató de una banda política. Empezamos a explorar cómo el punk podía ser radical otra vez, porque después de un tiempo el punk empezó a ser menos y menos radical, aburrido, comercial. Pensamos que capaz podíamos hacerlo más radical e interesante para los más jóvenes", cuenta Nadya, quien si bien venía militando en otras agrupaciones, no lo hacía desde la música.
Después de pasar por la cárcel, explica la rusa, un miedo recurrente empezó a aparecer en sueños: ser lastimada, envenenada o arrestada. "Rusia es un país donde mientras sigas las reglas podés vivir tranquilo, pero si hacés lo que nosotros hacemos, podés ser asesinado como Boris Nemtsov, frente al Kremlin, donde está la sede política, o envenenado como el miembro de nuestro colectivo Pyotr Verzilov [quien perdió momentáneamente el habla y la movilidad], que tuvo que irse del país. Todos nos sentimos extremadamente inseguros", señala. Pero, más allá del temor, Nadya siente que tiene que seguir su camino, como así lo hicieron las personas que más admira –desde Martin Luther King hasta Harvey Mil–, que a pesar del miedo "cambiaron la historia". "Tenemos la oportunidad de cambiar algo y tratamos de hacerlo. También hay un grado de estupidez y de normalización: si ahora mi vida se basara en estar en mi casa con mi familia cocinando la cena, no vería agentes. Ellos no existirían, bah… en realidad, sí. Pero creo que es una reacción psicológica, estás trayéndolos a tu conciencia y en tus sueños todo eso vuelve", agrega.
Nadya y Masha siguieron adelante. Desde que salieron de la cárcel hicieron algunas canciones como "I Can’t Breathe" (2015), su primer tema en inglés dedicado a un policía negro asesinado en Nueva York, que contó con la ayuda de Andrew Wyatt y Nick Zinner, de Yeah Yeah Yeahs. Después se sumaron "Straight Outta Vagina", con Desi Mo & Leikeli47; "Police State", y "Make America Great Again". Tanto los temas como sus videos respetan el espíritu disruptivo de sus inicios, aunque en los últimos años sumaron aportes pop al punk. En las imágenes aparecen enterradas, en inodoros y en ropa interior, con máscaras, siendo castigadas, señalando a Donald Trump.
La mezcla entre videos originales y kitsch más sus performances políticas en contra del capitalismo en una Rusia gobernada por Putin desde hace 18 años, hace que este colectivo sea cuanto menos un dolor de cabeza para el primer mandatario. "Más y más gente está insatisfecha con la política de Putin y está presionando. Le pide resultados y no pasa nada. Nuestro gobierno está asustado. En los últimos tiempos, Putin hizo varias reformas poco populares. Entonces, la gente común en Rusia empezó a ver que se estaba haciendo más y más pobre. Cuando él empezó, hace 18 años, prometió que serían ricos y que nuestra economía estaría floreciendo para estos tiempos. Nada de eso pasó: no tenemos una buena economía, no sacamos beneficio de nuestra nafta, el dinero va para los oligarcas. La gente está cansada y creo que es una cuestión de tiempo para que caiga este modelo", dice sobre la realidad de Rusia.
Sin Nadya ni Masha, el año pasado y en uno de los operativos más seguros en una Copa del Mundo, un grupo de mujeres y hombres irrumpieron en la cancha del estadio Luzhnikí de Moscú mientras se jugaba la final del campeonato. Si bien la perfomance duro segundos y los accionistas tuvieron que cumplir penas menores, la noticia recurrió el mundo: los Pussy Riot lo habían hecho de nuevo.
Después de girar por Europa, donde Masha protagonizó un escándalo tras subir borracha a un avión que iba de Barcelona a Italia, parte de este colectivo llega por primera vez a la Argentina. Y además van a ser parte de un festival feminista. "Como mujeres nos han estado tratado como objetos, como cosas adicionales, nos han ido sacando nuestros derechos. Tenemos que recuperar nuestra dignidad y explorar nuestro potencial humano", resalta Nadya, quien a sus 29 años se convirtió en una de las caras visibles del movimiento y de la contracultura rusa.
GRL PWR: un festival hecho por y para mujeres
Después de la polémica tras los dichos de José Palazzo, sobre la ausencia de talentos para cumplir con el cupo femenino en festivales, se celebra en Córdoba un encuentro con una grilla compuesta 100 por ciento por mujeres. Además del colectivo punk feminista que abre el encuentro de tres días que tendrá lugar en Club Paraguay (Córdoba) el próximo 16 de abril, se suman la chilena Ana Tijoux, Miss Bolivia, Sara Hebe, Kumbia Queers, en lo que parece una respuesta a la afirmación del productor de Cosquín con el eslogan "No faltan bandas de chicas, faltan festivales así". Señorita Bimbo, Barbi Recanati, Julia Mengolini también participarán del festival que contará con tres escenarios con más de 20 artistas. También habrá cine, artes, talleres, juegos y ferias.
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