Puan, el tragicómico escenario de la crisis existencial de un docente universitario
Con una extraordinaria actuación protagónica de Marcelo Subiotto, la película ganadora de dos premios en el Festival de San Sebastián utiliza muy bien los recursos de la comedia clásica en un atípico entorno
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Puan (Argentina-Italia-Alemania-Francia-Brasil/2023). Dirección y guion: María Alché y Benjamín Naishtat. Fotografía: Héléne Louvart. Música: Santiago Dolan. Edición: Livia Serpa. Elenco: Marcelo Subiotto, Leonardo Sbaraglia, Mara Bestelli, Julieta Zylberberg, Alejandra Flechner, Andrea Frigerio, Cristina Banegas. Distribuidora: Digicine. Duración: 107 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: muy buena.
El sábado último, cuando recibieron el premio al mejor guion en el Festival de San Sebastián, María Alché y Benjamín Naishtat dedicaron la película “a los docentes que nos enseñaron a escribir y a pensar en la educación pública en la Argentina”. El gran protagonista de Puan es uno de esos docentes, un profesor de filosofía que solamente disfruta de la vida y le encuentra algún sentido cada vez que comparte con sus alumnos los principios y las enseñanzas de Kant o de Rousseau.
Todo lo demás se parece demasiado al vacío y a la resignada caída en una vida rutinaria. Fuera de la filosofía, a Marcelo Pena (nombre de apropiados tintes irónicos para el personaje interpretado de manera extraordinaria por Marcelo Subiotto) todo le parece distante y ajeno, empezando por el vínculo con su esposa (Mara Bestelli), consagrada a la militancia de la causa feminista, y con su hijo adolescente. Solo la filosofía consigue sacar al indeciso, reservado y titubeante Pena de un ensimismamiento que lo lleva a caer constantemente en situaciones de descuido, torpeza e incomodidad.
Ese estado de indolencia le impide a Pena entender en un principio que está frente a la oportunidad casi soñada de hacerse cargo de la cátedra universitaria a la que le dedicó sus mejores esfuerzos de formación, estudio y enseñanza, vacante desde la sorpresiva muerte de su maestro y mentor. En esa búsqueda se encontrará con un enorme obstáculo: la reaparición de un antiguo colega, el vanidoso Rafael Sujarchuck (un impecable Leonardo Sbaraglia), que acaba de regresar de Alemania envuelto en un halo de prestigio, admiración y hasta envidia, entre otras cosas porque logró enamorar a Vera Mota, la estrella musical del momento (Lali Espósito, protagonista de un divertidísimo cameo), y también aspira al cargo.
En esta competencia, que al principio deja más descolocado que nunca a Pena frente al arrollador carisma de Sujarchuk, empieza a configurarse cada vez con más claridad lo que se cuenta en Puan. En la superficie, la película funciona a las mil maravillas como una gran comedia de enredos atípicamente ambientada en un espacio universitario, cuyas disparidades, antagonismos y problemas internos quedan aquí bien a la vista, con algunos apuntes muy filosos. Sirve como ejemplo cómo los habitués de ese mundo, supuestamente acostumbrados a inquietudes elevadas, abstracciones y pensamientos complejos, están todo el tiempo pendientes de lo que pasa con Vera Mota y su inesperado romance con un especialista en Heidegger.
Pero no todo resulta tan regocijante. Puan es una auténtica tragicomedia que sabe moverse en ambos planos con igual convicción y una admirable conciencia de sus propósitos y de los medios que emplea para conseguirlos. Como en Familia sumergida, la notable ópera prima de Alché, todo comienza con un duelo que altera de manera emocional a su entorno de tal modo que termina provocando cambios existenciales de fondo. Y ya hemos visto en la obra previa de Naishtat cómo, en silencio, se nos van anticipando cambios contundentes en la vida de determinadas personas cuando estas salen de sus aparentes zonas de confort y las seguridades previas ya no alcanzan para nada.
Esto es lo que le ocurre a Pena cuando el único propósito al que, conscientemente o no, le dedicó su existencia entera empieza a tambalear y transformarse para él en el germen de una gran crisis existencial. Y mientras trastabillan esos objetivos personales también vemos como empieza, paralelamente, a tambalear toda la estructura que sostenía ese anhelo. Alché y Naishtat sostienen con los recursos de la comedia más clásica y observaciones punzantes sobre la realidad argentina ese camino paralelo de desmoronamiento individual y social que no tardará en explotar.
La configuración política más explícita de Puan aparece al final del relato, pero esa instancia no resulta ni gratuita ni extemporánea. En todo caso acompaña el derrotero del protagonista y lo deja a la vista como una consecuencia inevitable de todo el recorrido previo de su peripecia. Alché y Naisthat construyen durante el clímax de la película un retrato distópico del futuro inmediato de la Argentina con el foco puesto en la realidad universitaria y en una defensa inequívoca de la educación pública. Ese momento de extraña y curiosa conexión con la actualidad inmediata, en la que confluyen el costumbrismo y el absurdo, concentra todo el dilema del protagonista. Tal vez no salga nunca de su perplejidad, pero al mismo tiempo se siente reconfortado porque su compromiso también puede ser útil para los demás.
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