Prórroga para una despedida, una obra costumbrista sobre la muerte inesperada
La talentosa Eugenia Alonso encabeza el elenco que retrata a esta familia disfuncional, en Timbre 4
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Dramaturgia: Florencia Nussbaum. Intérpretes: Eugenia Alonso, Tamara Kiper, Gonzalo Ruiz y Leonardo Evrard. Escenografía: Gustavo Buján. Luces: Gaspar Potocnik. Vestuario: Lucila Rojo. Música: Gaspar Potocnik. Dirección: Natalia Villar. Sala: Timbre 4, Boedo 640. Funciones: domingos, a las 16. Duración: 60 minutos.
Para ver Prórroga para una despedida hay que recorrer un viaje al pasado. Entrar a la sala chica de Timbre 4, la fundadora, la de la calle Boedo pasillo al fondo, nunca dejará de tener –para quienes lo vivieron, claro– el aire de los Coleman, el antes y el después de Claudio Tolcachir y las ‘’familias disfuncionales’', obra que continúa en cartel desde 2005 pero ya instalada en la sala grande, la de la calle México. Esta aparente digresión no lo es tanto: dos de los actores de La omisión de la familia Coleman (Tamara Kiper y Gonzalo Ruiz) son parte de Prórroga de una despedida; el uso del espacio –que hace años resultaba no convencional pero ya no– es igualmente muy bien aprovechado; y ambas, en un contexto realista, refieren a familias de clase media baja.
Finalizada esta comparación, la obra de Florencia Nussbaum (ganadora del primer concurso de escuelas públicas de dramaturgia de Argentores), dirigida por Natalia Villar (formada en Andamio 90 y docente en Timbre), presenta a una familia ‘’tradicional’', muy cercana al modelo costumbrista: una ama de casa cansada que atiende a su marido enfermo y gruñón, al que no vemos pero sí escuchamos detrás de una puerta y dos hijos grandes, con conflictos de adultos (alquiler, pareja), que sólo van a la casa de visita.
Un domingo por la tarde, Nené, la madre, entra al cuarto y encuentra a su esposo, muerto de manera súbita. Cuando lleguen los hijos (Kiper y Ruiz), ella demora todo lo que puede la noticia pero, por otro lado, les pedirá que se queden a cenar en familia. A partir de ese momento, inminente la posibilidad de cruzar la puerta y ver lo inevitable, la obra vira casi a una comedia de enredos que genera risas entre los espectadores. Finalmente, los tres comen y recuerdan fotos familiares hasta que deciden, juntos, entrar a la pieza.
Más cercana al humor que al drama, por debajo de la anécdota del informativo título Prórroga de una despedida, corren los modos en que se asimila la pérdida, cuándo empieza el duelo y qué se elabora –ni tan ideal ni tan funesto– en la memoria de los otros. Ese doble fondo de la obra, la emoción que toca al público, es posible por las buenas actuaciones del elenco, en especial, de la protagonista Eugenia Alonso que de a poco insufla microcambios a su Nené aparentemente llana. Que aparezca al final, con tacos y el pelo suelto, dice también con imágenes de esa celebración transformadora que propone a sus hijos.
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