Primer adiós de Los Chalchaleros
Primer concierto de despedida del conjunto salteño Los Chalchaleros. Juan Carlos Saravia y Francisco "Pancho" Figueroa (primeras voces y guitarras), Eduardo "Polo" Román (segunda voz y bombo) y Facundo Saravia (segunda voz, guitarra y bombo). Sonido e iluminación: Teddy Goldman, con Eduardo Guedes y Enrique Romero. Operador de video: Ariel Larthirigoyen. Escenografía: Ana Serralta, Carolina Migliora y Omar Gasparini. Puesta en escena:Los Chalchaleros. Productor:Fernando Issa. Producción general: Música Nativa-Los Chalchaleros. Nuestra opinión: Muy bueno
Son las vivencias las que alimentan las emociones. En lo personal y desde lo generacional.
Si uno no vivió la época de oro del folklore con Los Chalchaleros, no puede alcanzar a comprender la emoción que produce en nosotros la escena final de esta primera despedida del cuarteto nacido en Salta: la del video que los muestra a los cuatro de espaldas, yéndose despaciosamente por un camino de tierra en una dilatada alameda.
Los cuatro últimos Chalchaleros están partiendo juntos rumbo al silencio. Y con ellos se va un poco de nuestra historia personal y la de un país otrora soñado.
Los que han concurrido a esta primera noche observan de pie la escena, y nadie se mueve de su asiento. Es que están experimentando, un tanto desolados (algunos con la mirada húmeda), la primera certeza de un adiós. Una despedida oportuna, atinada, inteligente.
El distanciamiento brechtiano nos dictará otros pensamientos. Apuntará, por ejemplo, que los tangos que se propalan mientras ingresa la gente nada tienen que ver con esta noche especial; que en el primer video -que es un racconto de las sucesivas formaciones del conjunto- la imponente música de Mussorgsky ("La gran puerta de Kiev", de "Cuadros de una exposición") tampoco se compatibiliza con esta historia del folklore; que el sonido estruendoso aplicado a las cuatro voces, en lugar de acercarnos a su espíritu celebratorio, se interpone como un indeseable convidado de piedra.
Todo esto será cierto, pero nada podrá quitarnos la emoción del encuentro con el grupo folklórico más popular y vigente del país, que empieza esta noche sus ceremonias de la partida.
Videos y canto se conjugan con las palabras de Juan Carlos Saravia para la emoción. No hay golpes bajos. Casi todo es recuerdo y sentimiento. Recuerdo de nombres como los de los bombos de Aldo Saravia y Cocho Zambrano y las guitarras de Pelusa Franco Sosa, Dicky Dávalos y Chango Saravia Toledo, en teatros, peñas y al aire libre. Figuras como la de Ernesto Cabeza, que ha sellado con la musicalidad de sus punteos -y con sus hermosas canciones- el estilo del grupo. Sentimiento en los simpáticos y humorísticos bocadillos de Saravia padre, que agradece una y otra vez a sus compañeros de ruta y a los fieles seguidores de ahora y de siempre; que recuerda que los seis Chalchaleros que faltan están todos muertos, pero que él no va a morir jamás...
Y el canto. Ese canto agreste en las proximidades del grito que sabe regalar la media voz y algunos sorprendentes silencios, para trepar enseguida en la euforia de la vociferación de tierra adentro y alguna estampida del arrebato. Canto a dos voces, con esporádicos solos -firmes y contundentes-, ora de Saravia, ora de Figueroa, que teje regios punteos; con una segunda a veces certera y otras rozando la nota justa, de Polo Román, que completa el empuje de todos con su categórico parche. Y, aquí, un momento único para tres voces bien puestas en la bellísima "Vidala del nombrador", de Falú y Dávalos.
Atuendo clásico
Los Chalchaleros están allí con su clásico atuendo blanco de gaucho, botas negras y rojos ponchos salteños, rodeados por una escenografía ocre de montañas rocosas y sendos cardones en flor, para repasar parte de un repertorio memorable, cuyo más empinado vuelo poético-musical nos legaron Yupanqui y sus comprovincianos salteños.
Aquí resuenan algunas de ellas. No están, por cierto, todas las mejores. Quizás en este punto no fueron rigurosos y debieron ceder al mandato de la popularidad. No obstante, cada ritmo conserva el pulso y el acento justos. Sobre todo las zambas, con su morosa y amorosa cadencia. Y también están las chacareras con su alegría -que no es histeria galopante-; el humor de los gatos, la euforia de las cuecas, el empuje del chamamé y el romanticismo de canciones como "Yo vendo unos ojos negros".
Hacia el final, la nostalgia -coronada alegóricamente con la canción de Violeta Parra "Gracias a la vida" (donde el video muestra a cada Chalchalero con su familia)- se vuelve fiesta de canto comunitario en los coros de todo el teatro con "La Cerrillana", "Paisaje de Catamarca", "Luna tucumana", "Zamba de mi esperanza". Y la apoteosis, para los Chalcha y el público, serán los versos de aquella recordada zamba: "Pero mi amor por ti, no morirá jamás; no morirá jamás, jamás".
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