Premio para la reina del teatro español
La gran actriz y directora catalana Núria Espert fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias por su labor teatral; está considerada una de las mejores intérpretes contemporáneas
MADRID.- La actriz y directora teatral Núria Espert ha sido distinguida con el premio Princesa de Asturias de las Artes. Fue elegida entre 40 candidatos de 21 nacionalidades propuestos para el primero de los ocho galardones, que cumplen su 36» edición, convocada por la Fundación Princesa de Asturias.
"Estoy muy emocionada y enormemente feliz con el premio, sobre todo por lo que implica como reconocimiento al teatro. Creo que siempre ha estado ninguneado en estos galardones. En este sentido, se le está haciendo justicia", ha declarado al diario El País apenas supo que había sido distinguida con el galardón, informó la periodista Rosana Torres.
Espert fue una adolescente delicada y pobre, hija de apasionados del teatro que la querían ver triunfar fuera de Hospitalet, pero tenían miedo de que se fuera de su ciudad. Tanto que, cuando ya empezó a ser actriz, su madre, que la cuidó entre algodones, la acompañaba cada noche para que la niña no se perdiera en las calles peligrosas a su regreso.
Pero esa niña era mucho más poderosa y enérgica que lo que sus padres creían. No hacía falta que lo dijera la familia ni que lo dijera ella. Lo dijo, antes que nadie, un mito del teatro catalán y europeo, Josep Maria de Sagarra. El dramaturgo, factótum del teatro, hombre de carácter (como Núria, por cierto) fue el primero en ver ese destello que ahora se premia en Asturias. Pero en aquella ocasión, la niña Núria tenía 13 años y estaba sola como una palmera frente al más exigente de los catalanes del mundo.
Sus padres la habían llevado a que le hicieran una prueba, y ella recitó como si vibrara por dentro y por fuera, pero quieta como un mármol sin cultivar. Cuando terminó, la chica oyó lo que ahora repite en catalán como si fuera a la vez un talismán y un primer elogio: "Esta nena tiene los cojones de un toro". Con esos atributos, la gran dama de la escena, la que fue desde Yerma al Rey Lear, la que hizo a Lorca como nadie, como si edificara de la tristeza un grito, la que convirtió a Brecht en una metáfora de la guerra española, la que se sometió a la disciplina de Las criadas, de Genet, mirada implacablemente por el más exigente de sus directores, Víctor García. Se ha atrevido con todo, con el teatro, con la ópera, con la administración y con Shakespeare; ha sido mujer y hombre y niña, ha estado en los últimos compases de la vida, y la actuación, de un entrañable amigo como Adolfo Marsillach, a quien ayudó a ser el otro en ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Albee.
Es también la que se puso a competir, en el escenario, con José Luis Gómez, la que se midió con Alfredo Alcón, la que se sigue midiendo consigo misma como si estudiara para enfrentarse a Sagarra. Se midió también con el posfranquismo y durante la dictadura los desafió a todos y (como Joan Manuel Serrat, por ejemplo), tuvo que exiliar sus espectáculos a Canarias para que el régimen pudiera decir que actuaba en España? En Canarias, en Tenerife, tenía el reposo de la sabiduría de quien fue uno de sus maestros, Domingo Pérez Minik, al que ella llamó "una luz en la isla".
Es una mujer de todos los registros, un ser humano de enorme energía, una hija admirable, una madre que jamás dejó de sentirse cerca de sus hijas, Alicia y Núria, cuyo respeto por su marido, que tanto la ayudó a ser ella, resulta aún hoy emocionante? una actriz célebre que sigue atendiendo a todos como si estuviera empezando, una chica que se comporta aún como aquella muchacha en la que Sagarra vio la energía de un toro bravo.
Él la descubrió antes que el jurado que hoy la honra; antes la descubrieron millones de espectadores en todo el mundo, y los que saben que Sagarra tenía razón deben estar felices hoy de que la dama del teatro, la chiquilla de Hospitalet, haya sido honrada con el premio que lleva el nombre de una princesa. Pues ella es una reina.© El País, SL