Casi todo el mundo conoce "Blurred Lines", de Robin Thicke, Pharrell Williams y T.I., como un hit semiolvidado de 2013. La industria de la música la recuerda como una de sus peores pesadillas.
En los cinco años que pasaron desde que una corte dictara que "Blurred Lines" había violado los derechos de propiedad de "Got to Give It Up", de Marvin Gaye de 1977, y demandara que Thicke y Williams cedieran más de cinco millones de dólares a los herederos de Gaye por haber permanecido muy cerca de la "onda" de la canción, el territorio alguna vez tranquilo de las leyes de propiedad intelectual en el mundo de la música se transformó en un campo minado. Músicos líderes recibieron demandas judiciales como nunca antes, y a estrellas como Ed Sheeran y Katy Perry se les ha exigido pagar millones de dólares en casos que dejaron atónitos a muchos expertos. A través de diversos géneros, los artistas publican música con la misma pregunta en la cabeza: ¿me harán un juicio por esta canción?
"Hay mucha confusión acerca de lo que está permitido y lo que no", dice Sandy Wilbur, una musicóloga forense que participó como testigo en la defensa del caso de "Blurred Lines". Como a los casos los decide "un oyente promedio, no un musicólogo ni un músico educado", ella señala que "los sellos están muy asustados". Después del fallo parteaguas de 2015, dice Wilbur, recibió el triple de pedidos de parte de compañías musicales para que chequeara canciones nuevas antes de considerarlas para su lanzamiento.
¿Cómo pegó esta cultura del miedo en el estudio de grabación? La respuesta tiene dos caras. Las leyes de copyright solían proteger solo letras y melodías (un ejemplo clave podría ser la exitosa demanda de The Chiffons contra George Harrison por las fuertes similitudes entre su "My Sweet Lord" y su "He’s So Fine"); pero el caso de "Blurred Lines" subió la apuesta, sugiriendo que las cualidades mucho más abstractas del ritmo, el tempo e incluso el ambiente general de una canción también pueden ser protegidas. Por ende, las canciones pueden ser acusadas de sentirse como una canción anterior. Por supuesto, un jurado en 2019 estableció que Katy Perry debía pagar millones de dólares por haber copiado ostensiblemente la base para su éxito "Dark Horse" de una canción desconocida de un rapero cristiano llamado Flame, sorprendiendo tanto a la industria de la música como a la comunidad legal. "Están tratando de adueñarse de bloques básicos de cultura; el alfabeto de la música debería pertenecer a todos", advertía Christine Lepera, abogada de Perry, en los argumentos finales del caso.
Ese caso, que está actualmente siendo apelado por el equipo de Perry, sugiere otro punto: los denunciantes en los casos de copyright en general apuntan a canciones megaexitosas, porque ahí está el dinero, y la frecuencia cada vez mayor de esas batallas judiciales en los medios ha causado un efecto de bola de nieve de cada vez más demandas.
Todo esto lleva miedo a los corazones de los músicos profesionales. Un par de meses atrás, Emily Warren, una compositora que trabajó con gente como Shawn Mendes y Dua Lipa, lanzó una canción con una artista de country que tenía un estribillo parecido a una canción pop que salió exactamente al mismo tiempo. Una coincidencia total, asegura ella. "Aunque yo nunca había escuchado [la canción original], era un asunto delicado", dice Warren. Ninguno de los artistas tomó acciones legales contra el otro, pero la situación le abrió los ojos a Warren respecto de lo fácil que puede darse una situación complicada de manera totalmente accidental. "Cuanto más se publicitan los casos, más miedo tiene la gente", dice.
Si bien algunos sellos discográficos pueden contar con un presupuesto para contratar musicólogos para testear lanzamientos nuevos y evitar potenciales denuncias de copyright, los jugadores más pequeños que no se pueden dar ese lujo se están apoyando en otra forma de protección: los seguros. Lucas Keller –fundador de la compañía de management Milk and Honey, que representa a compositores y productores que han trabajado con todo el mundo, desde Alessia Cara y Carrie Underwood hasta 5 Seconds of Summer y Muse– hace poco empezó a animar a sus clientes a contratar seguros contra errores y omisiones, que protege a profesionales creativos de problemas legales con su propiedad intelectual. "Todos sentimos que el sistema nos falló", dice Keller. "Hay muchos abogados agresivos haciendo juicios y atacando a la gente".
(Es particularmente crítico de las compañías cuyos catálogos tienen más grupos viejos que nuevos: "Las compañías viejas que no ganan mucho dinero aparecen de la nada y dicen: ‘Te vamos a sacar un pedazo de tu hit contemporáneo’").
Según las cláusulas de E&O ("Errores y omisiones"), las compañías de seguros pueden cubrir millones de dólares de los costos de un artista, en caso de que pierda un juicio por copyright. Joe Charles, vicepresidente sénior del seguro Alliant America, dice que la mitad de sus músicos clientes de primera línea –estrellas que ya están pagándole por seguros para giras y otros seguros estándares– hace poco empezaron a mostrar interés en cobertura por errores y omisiones. "Cuando aparece una denuncia grande en los medios, recibimos entre 10 y 20 llamadas de músicos preguntando cómo pueden protegerse, y cuánto les costaría", dice Charles. La cantidad que de hecho compró el seguro es menor, porque los costos son altos, en un rango de entre 20.000 y 250.000 dólares por año, según los problemas legales que hubiera tenido el artista antes, el tamaño de su audiencia, y hasta cuánto quieren protegerse.
Los artistas se niegan, entendiblemente, a revelar públicamente que tienen seguro de copyright, puesto que hacerlo podría exponerlos a mayores juicios. Pero el abogado especializado en música Bob Celestin, quien representó a gente como Pusha T y Missy Elliott, dice que se puede tranquilamente asumir que la mayoría de los artistas que aparecen en posiciones del Top 10 cuentan con este tipo de cobertura. Los grandes sellos también tienen seguros que los protegen contra juicios de copyright. Pero estos seguros tienen agujeros. "Si un artista tiene muchas denuncias, podría volverse ‘inasegurable’, especialmente si las compañías ya pagaron millones en costos y acuerdos", dice Charles. "O puede que encuentren una compañía que los cubra, pero los precios van a ser astronómicos".
Los compositores, que quizás no cuentan con los recursos financieros de los artistas más célebres, pero están igualmente expuestos a denuncias de copyright, en general son los más vulnerables. "Estamos todos nerviosos y con miedo de vernos inmersos en una batalla por algo tan chiquito como un par de notas o palabras", dice Ross Golan, un productor y compositor que lanzó canciones con estrellas como Ariana Grande y Justin Bieber. Warren dice que se enteró de artistas gigantes que contrataron a musicólogos de manera fija para ayudarlos a evitar demandas judiciales.
"Ahora hay más conversaciones acerca de anticiparse a estos problemas, mientras se crean las canciones", dice Joel Timen, vicepresidente de A&R en Curb Word Entertainment. "Muchos de mis compositores me están haciendo cada vez más preguntas: ‘¿Te hace acordar a algo esta melodía o esta parte antes del estribillo? ¿Debería tener más cuidado?’".
La popularidad de software de producción musical más barato, que ofrece las mismas herramientas a todos los usuarios, agregó otra capa de riesgo. "La música ahora es más parecida", dice Golan. "La gente usa los mismos paquetes de samples, los mismos plug-ins, porque es más eficiente". También está el tema de la cantidad finita de notas, de progresiones de acordes, y de melodías disponibles. O, como dice Wilbur: "Ya no hay inmaculadas concepciones en la música. La música nace de otra música".
El boom de juicios por copyright, y sus efectos colaterales, recién empieza. En 2014, el grupo de rock Spirit acusó a Robert Plant y Jimmy Page, de Led Zeppelin, de haber robado el riff de guitarra que abre "Stairway to Heaven" de un tema instrumental de 1968 llamado "Taurus"; un jurado descartó el caso en 2016, determinando que Plant y Page no plagiaron el motivo musical, pero la sentencia fue modificada dos años después tras una apelación. Un panel de tres jueces determinó que el juicio original había incurrido en errores de procedimiento. ("El jurado es otro tema", dice Lucas Keller. "En la corte británica, le piden a un musicólogo que decida. En la corte americana, traemos a 10 personas al azar"). En 2019, la corte de apelaciones resolvió reconsiderar la decisión original y ayer volvieron a dar una nueva sentencia: el tribunal norteamericano correspondiente corroboró lo dicho en 2016 y determinó que el grupo Led Zeppelin no le copió el riff de "Stairway To Heaven" a Taurus.
"Obviamente se han equivocado", dijo el abogado de la acusación, Francis Malofiy, tras el fallo. "Esto es una mala noticia para los creadores, aquellos a los que se supone que protege la ley". Malofiy anunció que recurrirá, otra vez, al Tribunal Supremo.
Tras el veredicto a favor de Page y Plant son muchos los que esperan que se pueda despejar parte de la ambigüedad introducida por el caso de "Blurred Lines". ¿Esta sentencia clarificará los términos de las leyes de copyright, o los ensuciará aún más? "¿Hasta qué punto se puede proteger un elemento de expresión creativa?", dice el abogado especializado en propiedad intelectual en los medios Wesley Lewis. "Los litigantes solo esperan que haya más claridad".
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