Por los caminos de Di Fulvio

Carlos Di Fulvio es de esa generación de músicos que hizo tradición con el folklore sin pilchas gauchas, pero con lenguaje criollo. Es dueño de un estilo guitarrístico (emparentado con el de Eduardo Falú y Abel Fleury) que a partir de los 60 marcó líneas de interpretación con el instrumento. Y es el creador de un cancionero del que se puede jactar, porque lo eligen intérpretes de menos de 30.

Cordobés de Carrilobo, aquerenciado en el norte de la provincia -y con la avidez musical para haber encontrado en localidades como Tulumba, como él mismo dice, "yacimientos de chacareras"-, hizo de muy chico los deberes del que quería triunfar y se vino a Buenos Aires a probar suerte. Volvió al pago, pero luego regresó en busca de una segunda oportunidad entre los porteños. Y la tuvo. Después vinieron los escenarios de todo el país y del exterior, canciones que se hicieron famosas ("Campo afuera", "Guitarrero" y "Se acuerda doña Maclovia", entre muchas otras) y el reconocimiento.

A los 76 años se puede dar el lujo de mirar toda esa producción y repasarla en escenarios como el del Torcuato Tasso, donde cantará hoy. También escribió, a partir de mediados de los 60, obras de más largo aliento, conceptuales, muchas veces de temática histórica e incluso antropológica. Esa saga comenzó con su Concierto supersticioso (1964) y tuvo, entre sus más exitosos, al Canto brocheriano (1982), que le dedicó al cura Brochero. También tiene trabajos dedicados a José María Paz y a la Conquista del Desierto. "Por suerte tengo mucha obra. Y es amplia. Puedo tocarla en distintos ámbitos. Peñas, teatros, restaurantes concert. La creación pasa por muchos lugares, lo histórico, lo anecdótico, los pesares y las alegrías, el paisaje; todo tiene música y poesía. Para mí siempre fue un laberinto, porque no tengo un patrón de composición. Y depende del tema será la complejidad de la armonía."

-Después de escribir éxitos como "Guitarrero" optó por obras de más largo aliento.

-A pesar de dedicarme a la canción popular no me quedaba en el capricho de lo breve y pasajero. Uno tenía cierta formación intuitiva y de una extensión y desarrollo más grande. El problema es que ese tipo de obra no era permitido en las grabadoras de música popular. Y los que estaban en lo clásico no la escuchaban. No fue fácil hacer Concierto supersticioso, aunque creo que hoy tiene la misma vigencia.

-¿Cómo surgió la idea de ese trabajo inspirado en pueblos originarios?

-Me hice amigos de antropólogos que me dieron los elementos que yo necesitaba para hacer música referida a la superstición. Y aquí aparece la obra de [el misionero jesuita y naturalista José Francisco] Sánchez Labrador, Consagración de los hechiceros.

-Puesto en su contexto, este tipo de obras es de la época de los trabajos conceptuales de Ariel Ramírez.

-Somos los creadores de este asunto. Teníamos gran diferencia de edad, pero fue un aplaudidor de mis cosas y me dio aliento. En el tiempo que a mí me toca mostrarme como cantor, músico e interprete, la tendencia de lectura estaba orientada a un federalismo. Era un pueblo lector. En los 60 se leía mucho. "Guitarrero" pasa a ser una cuestión de entre casa comparado con estas obras. Pero cada cosa en su lugar, porque "Guitarrero" es la memoria de muchas generaciones, lo mismo que "Campo afuera".

-En cuanto a lo guitarrístico, ¿considera que su labor es una escuela propia o influencia de músicos como Falú?

-Las dos cosas. Había que ser bastante serio. Lo abordé con esa seriedad que también era transmitida. No era "mire cómo canto", sino "escuche lo que digo". Teníamos ejemplos titánicos: primero Abel Fleury, Yupanqui y Falú. Eran titanes. Había una admiración tremenda por el arte de cada uno de ellos. ¿Quién puede salvarse de esa sombra? Pero el que salía era quien podía aportar algo a esos estilos. Logré la consideración de todos y después me honraron con la amistad. Tanto Yupanqui como Falú. Yo hoy soy continuidad del estilo de Fleury, Falú y Yupanqui.

Carlos Di Fulvio

Torquato Tasso, Defensa 1575.

Hoy, a las 21.

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