Pompeyo Audivert y una lectura metafísica de la realidad según Roberto Arlt
La farsa de los ausentes, basada en la obra inconclusa El desierto entra en la ciudad, subirá a escena hoy, en la ansiada reapertura de la sala Martín Coronado
"Escribo teatro porque es mi modo de plantearle problemas a la humanidad", dijo el periodista y escritor Roberto Arlt en cierta oportunidad en que se lo consultó acerca de su interés por ingresar en la actividad escénica. Su pasaje de la narrativa al drama fue inesperado, pero a la vez muy elocuente. Fueron Leónidas Barletta y su equipo del Teatro del Pueblo quienes lo impulsaron a realizar esa experiencia. Ellos habían adaptado un capítulo de Los siete locos, denominado "El humillado", a comienzos de la década del 30, y Arlt quedó sorprendido frente a ese trabajo.
Cuando Barletta dio forma a su proyecto independiente, una de sus premisas fue lograr que escritores argentinos comenzaran a concebir piezas teatrales que escaparan de la línea sainetera, tan dominante en ese momento, y aproximaran historias que expresaran, por fuera del mundo de los inmigrantes, sus realidades personales dentro del clima social y político de la época.
Roberto Arlt fue uno de los que recogieron el guante y en 1932 estrenó 300 millones, una primera obra que marcó para siempre su derrotero creativo. Desde entonces toda su producción estuvo relacionada con el teatro y nunca más regresó a la novela ni al cuento. La mayoría de sus piezas fueron estrenadas sobre el escenario del Teatro del Pueblo. Sólo La fiesta del hierro se dio a conocer en el circuito comercial y fue un verdadero fracaso.
El creador solía repetir que esta nueva etapa de su producción no estaba destinada a la lectura, sino a la representación. Todo un vanguardista en un tiempo en el que el teatro estaba íntimamente ligado a la literatura dramática. Poco se conoce, además, sobre lo que pensaba de las puestas en escena que se realizaron de materiales como La isla desierta, África o Saverio, el cruel, entre otros.
Hay un último texto, El desierto entra en la ciudad, que estaba corrigiendo en 1942, año de su muerte, que quedó algo inconcluso, aunque fue publicado diez años después y tuvo su estreno en el teatro Regina.
El Complejo Teatral de Buenos Aires decidió reabrir el Teatro San Martín recuperando ese texto y le encomendó su puesta en escena al director Pompeyo Audivert, un artista que en las últimas temporadas se ha interesado por piezas clásicas del repertorio nacional que son poco transitadas, como Antígona Vélez, de Leopoldo Marechal, o Muñeca, de Armando Discépolo. La obra ha sido versionada por el creador y se estrenará con el nombre La farsa de los ausentes hoy, en la sala Martín Coronado. El elenco está integrado por Daniel Fanego, Roberto Carnaghi, Juan Palomino, Ivana Zacharski, Carlos Kaspar, Santiago Ríos, Mosquito Sancineto, Andrés Mangone, Pablo De Nito, Abel Ledesma, Fernando Khabie, Hilario Quinteros, Susana Herrero Markov, Eric Calzado, Carla Laneri, Hernán Crismanich, Mauro Pelle, Gabriel Páez, Melina Benítez, Dulce Ramírez y Milagros Fabrizio.
La historia original se centra en César, un ciudadano muy poderoso que tras una visión decide irse a predicar al desierto. Lo acompaña un grupo de amigos y empleados, ex compañeros de reiteradas orgías que, por conveniencia, se consideran discípulos de este ser que intenta transformarse en un nuevo guía de la humanidad. Sus acólitos no saben bien si están frente a un santo o un loco. La pieza fue rotulada por Roberto Arlt como farsa, lo que permite inferir que esconde una severa crítica social. Estructurada en cuatro actos, está escrita en tiempos de la denominada "década infame".
"Lo que más me interesó -explica Pompeyo Audivert- es cierta posición beckettiana de la obra. No queda claro quiénes son los personajes, dónde están ni qué están haciendo, aunque hay ciertas referencias históricas que los conectan con nuestra realidad. Pero nada es preciso. Hay un grado de ambigüedad poética que se mantiene en ciertos planteos existenciales, en las identidades y hasta en la geografía. Eso me resultó muy curioso, muy atractivo. Arlt desarrolla una operación dramatúrgica muy moderna."
Giros
En una primera lectura, el director se encontró con unas escenas del primer acto muy sólidas que resultaron ser una base importante para construir su versión. Y a lo largo de la trama reconoció que la pieza daba un giro importante. La farsa ingresaba en un campo más dramático y hasta espiritual donde podían reconocerse unas identidades sagradas y otras profanas. "Ese nuevo grado dramático que la atraviesa -dice- está vinculado con cuestiones metafísicas. Creo que es una obra que sondea en una sospecha existencial del ser humano. Esta vieja idea shakespeareana de si no seremos todos actores de una extraña comedia escrita por un dramaturgo sobrenatural para unos fines inenarrables e inexplicables para nosotros."
Estos diversos niveles que asoman en el texto empalman con algunas ideas del creador sobre el teatro que desde hace muchos años desarrolla en investigaciones junto a sus actores y alumnos. "El teatro -explica Audivert- es una máquina de sondeo de la identidad metafísica. Más allá de las obras, en el fondo estamos viendo un hecho vinculado a la reencarnación y a una operación maquínica que indaga en esa sospecha existencial de ya haber sido, de estar encarnando nuevamente en otras máscaras, de pertenecer a una identidad sagrada que queda desvirtuada en el frente histórico. El teatro, de algún modo, sería la zona o el lugar al que uno va a recuperar algo de esa identidad que presiente tener más allá de lo que dice el documento de identidad o los libros de historia, hablando ya en términos colectivos."
La identidad, eje de producción
Pompeyo Audivert siente cierta fascinación por el mundo de Samuel Beckett. Junto a Patricio Contreras y con la dirección de Leonor Manso recreó Esperando a Godot (en 1996) e interpretó y dirigió, con Lorenzo Quinteros, Fin de partida (en 2007). El dramaturgo irlandés solía desarrollar sus temas "en una zona imprecisa donde los personajes y sus circunstancias no tienen una coartada del todo histórica", señala Audivert.
Ese aspecto es el que más pareciera provocarlo a la hora de desarrollar ciertos procedimientos dramatúrgicos. En la versión teatral que realizó de El farmer (2015), novela de Andrés Rivera que dirigió e interpretó con Rodrigo de la Serna en el San Martín, Juan Manuel de Rosas aparecía instalado en otra dimensión, en una especie de profundo sueño. "Rosas es un personaje complejo, contradictorio, y es parte de una identidad nacional convulsa -comenta el actor y director-. Resurge en cada episodio histórico. Estaba en la cabecera de la cama del torturador y también en la cabecera de la cama de los Montoneros. Es un personaje que sirve a muchas identidades. Algunas son siniestras y otras, revolucionarias."
Museo Ezeiza 73 o Edipo en Ezeiza (ambos de 2014) fueron proyectos en los que trabajó a partir del regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina, en 1973. "Hay miles de versiones respecto de eso -explica-. ¿Qué pasó con la vuelta de Perón? Toda la identidad de lo nacional parecía que tenía una tendencia hacia la izquierda con el regreso del líder. No bien estuvo a punto de aterrizar en Ezeiza se produjo aquella catarsis donde el hijo pródigo y el abominable se sacaron los ojos por ver quién era el que lo recibía. En el aire de esos hechos Perón dio la vuelta y aterrizó en Morón, y cuando lo hizo ya era otro. No era el que había sembrado el socialismo en las juventudes que lo trajeron, sino el Perón que va a firmar otra línea política para lo nacional y que termina finalmente con el golpe de Estado y lo que vino después. Por eso me parece que Ezeiza es una temática desde la cual las cuestiones de la identidad y la pertenencia pueden ser teatralizadas de una forma poética y llena de multiplicidades. No hay una sola versión que clausure la historia."
Tampoco pareciera haberla en el caso de El desierto entra en la ciudad, en la que Audivert se toma ciertas licencias que, seguramente, posibilitarán analizar claves de la poética de Roberto Arlt desde un lugar más contemporáneo y hasta algunos de sus personajes originales podrán adquirir fuerte resonancia en este presente. El mismo director señala al respecto que la obra muestra "un paisaje nacional descompuesto". Y agrega: "La farsa de los ausentes es el intento de alcanzar con Arlt esa zona dorsal donde nuestra identidad de fondo, ya librada del yugo histórico, rezuma versiones teatrales de sí misma, abriendo así la sospecha que nos hace humanos: ¿no será que siempre estamos naciendo y muriendo, reencarnando una y otra vez en otras máscaras? Y en ese trance, ¿no estaremos siendo abducidos por una mecánica histórica siniestra a unos quehaceres absurdos, a una farsa que nos ausenta de nuestra verdadera identidad, de nuestro sentido de ser en este mundo?".
La farsa de los ausentes
Dirigida por Pompeyo Audivert
Teatro San Martín, Corrientes 1530
Funciones, miércoles a sábados, a las 20.30; domingos, a las 20
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