Pobres criaturas: un juego de farsa y mitología que revela a Emma Stone como una actriz con todas las letras
La nueva película del realizador griego Yorgos Lanthimos mira al mundo, por primera vez en su filmografía, desde uno de sus personajes, Bella, una mente aniñada en un cuerpo de mujer, que se entrega a los placeres del descubrimiento
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Pobres criaturas (Poor Things, Estados Unidos/Reino Unido/Irlanda/2023). Director: Yorgos Lanthimos. Guion: Tony McNamara, Alasdair Gray. Fotografía: Robbie Ryan. Edición: Yorgos Mavropsaridis. Elenco: Emma Stone, Willem Dafoe, Ramy Youssef, Mark Ruffalo, Hannah Schygulla, Christopher Abbott, Margaret Qualley. Calificación: No disponible. Distribuidora: Disney-Fox. Duración: 141 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
El cine de Yorgos Lanthimos siempre se caracterizó por una mirada distante sobre sus criaturas. Así lo era en el experimento de Canino (2009), sobre esa familia atípica encerrada en el carcelario edén de un patriarca omnipotente, o en el extraño sistema de sustituciones de la compañía de Alps (2011), que consolaba deudos ajenos, o incluso en la distopía de Langosta (2015) donde los solteros purgaban el castigo de la soledad al convertirse en animales en el salto a una nueva vida. Lanthimos era siempre el creador astuto y curioso, moviendo los hilos de las desgracias al observar que sus insectos molestos pugnaban por una vida tolerable en un mundo despiadado. Incluso cuando asumió el cuerpo invisible de Eurípides en El sacrificio del ciervo sagrado (2017) -basado en el mito de Ifigenia-, también fue celador del destino de otros desde la potestad de la mirada.
Para algunos La favorita (2018) fue su negociación con el mainstream, y con ello trajo la sustitución del grito desesperado tras la agonía de sus personajes por la mueca agria de la sátira. Toda la corte de Ana de Inglaterra estaba sumergida en frívolos caprichos y peleas de alcoba, pero su dolor real resultaba merecido en tanto reyes y aristócratas eran los verdaderos poseedores del poder. La escena grotesca de los naranjazos protagonizada por Nicholas Hoult era el perfecto ejemplo de la banalidad y venalidad conjunta de los nobles y los cortesanos. Para otros, en cambio, la razón del viraje de su cine fue la incorporación del guionista australiano Tony McNamara, quien asimiló la tragedia griega al espíritu de la farsa y empujó el renacido interés del director por la vida de quienes existen más allá de ser mirados.
En Pobres criaturas se reinventa no solo la alianza con McNamara y el juego entre la mitología -el Prometeo del doctor Frankenstein- y la farsa desenfadada, sino la explosiva actuación de Emma Stone y la consolidación de su estilo visual -la cámara ojo de buey, la falsa perspectiva- ya no solo en el reducto de un palacio sino puertas afuera. Por primera vez, Lanthimos filma una película en la que el mundo está visto por los ojos del personaje y no por los de su escurridizo creador, y eso hace de Bella (Stone), una criatura singular, que aprende la crueldad y la pasión por la vida de la propia mano de la experiencia y no por un ejercicio de ajuste de cuentas. Stone se luce, se expone, se desgarra. Pero hace algo más: consigue que nos importe su destino, aunque la película entre en cierta meseta narrativa en la mitad, se engolosine en algunas crueldades -como los bebés muertos- y llegue a su final remontando una innecesaria pendiente dramática.
La historia de Bella aloja un misterio. Primero la vemos arrojarse al vacío para luego despertar de entre los muertos, sin devoción alguna por el científico que le dio nueva vida y nuevo apellido, el doctor Goodwin Baxter (Willem Dafoe) -referido como God (Dios), con su significación esperable-, otro de los padres malos con los que Lanthimos parece saldar cuentas personales. Su vida transcurre entre las paredes de un caserón, confinada a una mente aniñada en un cuerpo de mujer, a descubrir maravillada los placeres de la oralidad primero y de la genitalidad después. Su crecimiento se estimula ante la llegada del aprendiz Max McCandles (Ramy Youssef), un inocente racionalista que creerá ver previsión donde solo anida el caos. Caos que encarna Bella en su fuga y su desobediencia, en su experiencia por el mundo descubriendo que la explotación de los desahuciados es moneda más corriente de lo que hubiera creído en el jardín de su casa victoriana.
Lanthimos golpea con sus conclusiones, pero aquí lo hace con cariño antes que con las temidas admoniciones, y su rigor escénico se somete con inteligencia a la vitalidad de su actriz, movediza hasta el final, sin nunca dejarse marcar fuera o dentro de esa ficción que la contiene. No todas sus estancias serán tan logradas: la mejor despega con el abogado Duncan Wedderbun (Mark Ruffalo), excéntrico bon vivant que verá su ansiada travesía convertida en epopeya de retribución, menores, en un prostíbulo parisino y en una casa señorial de esa Londres finisecular.
Si bien algunas parábolas pierden la sugerencia para tornarse evidentes, Pobres criaturas consigue momentos deslumbrantes, excesivos, cuyo poder e irreverencia cuesta rastrear en el cine contemporáneo. Su espíritu desborda de su pretendido recipiente, su humor es insidioso, sin reparos ni reverencias, incluso con alguna carcajada tonta. Emma Stone re revela como una comediante nata, una bailarina audaz, una actriz con todas las letras.
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