Peter Lanzani y el sabor de un desafío: vuelve Un gallo para Esculapio
Más o menos serán unos diez minutos durante los que uno podría descubrir que Peter Lanzani está cansado. Son las primeras horas de la mañana. Saluda amablemente, pide unos mates, los convida, posa para las fotos y, naturalmente, cualquier huella de agotamiento desaparece. Su filosofía es traspasar umbrales. Y aunque haya que sortear incomodidades, disfutarlos. El trabajo, para él, no es sólo un deber sino eso: un disfrute.
Un buen día, Peter le comentó a su amigo acróbata Germán Cabanas que tenía ganas de probar cosas distintas con su cuerpo, no para estar bien físicamente sino para entender en profundidad otros lenguajes. Así fue como le presentó a Redha Benteifour, un reconocido y exigente coreógrafo y director francés que lo condujo hasta sus propios límites para generar un antes y un después en la vida de este intérprete de crecimiento continuo. Así comenzó su año, entrenando en forma muy dura. Luego filmó una película, grabó los seis capítulos de la segunda temporada deUn gallo para Esculapio-que se estrena hoy a las 23, por TNT- y volvió a ensayar-entrenar duramente para crear Matadero, el espectáculo que estrena este viernes. En el medio, reestrenó Emperador Gynt, unipersonal dirigido por Julio Panno, donde interpreta a 14 personajes del clásico de Ibsen. No para. Y no se queda varado en los elogios, engolosinando su ego. Continúa y vuelve a saltar al vacío. Ese es este evolucionado Peter Lanzani.
-Hace 15 años jugabas al rugby y no soñabas con ser un actor. Ahora te encontrás desafiándote a vos mismo permanentemente evidenciando que amás esta carrera. ¿No te sorprendés a vos mismo?
-Sí. Pero así me criaron. Me fui moldeando en base a las experiencias y a los maestros que tuve en la vida, además del exitismo que me fui imponiendo para ir a por ello. Este laburo tiene tantas contras que, si realmente lo hacés cómo se tiene que hacer, tenés que darlo todo. Ahí está el desafío de salir de una comodidad para entrar en una incomodidad. Y si me pongo a pensar no es que tenga todo tan pautado y minuciosamente calculado. Tenía ganas de hacer cine e hice cine; quería trabajar en teatro, no me dejaron audicionar, entonces me compré una obra e hice Equus. Después estaba inquieto y llegó Julio (Panno) con quince personajes en 110 minutos, con una obra de teatro clásico. Luego apareció una bendición como Nelson, el personaje que me tocó en Un gallo para Esculapio; y después llegó Redha Benteifour a mi vida. Jamás hubiera pensado que yo podría bailar… y danza clásica, contemporánea. El actor tiene que estar en constante entrenamiento. Cuántos actores o bailarines se echan a menos cuando no tienen laburo o porque no encuentran algo interesante y, después, cuando les sale la oportunidad no lo pueden hacer. Yo siempre tuve la posibilidad de tener laburo, pero siempre me rompí el lomo.
-Entendés muy bien la cadena de buscar y encontrar.
-La clave está en no hacer cosas que siempre te queden cómodo. Cuando vas a laburar y te sentís cansado, debés encontrar la vuelta de tuerca. Voy a grabar a primera hora de la mañana Un gallo para Esculapio y pienso en que estoy enamorado del equipo técnico y de los que saben de cine. Entonces, en consecuencia, pasa un año y pedís dirigir un capítulo. Es tan amplio lo que se puede hacer en este laburo, pero siempre tenés que exigirte un poco más. Pero eso sí: tenés que laburar. Yo paso horas y horas laburando. Por suerte consigo buenos trabajos y hay gente a la que le puede gustar más o menos lo que hago. Pero me rompo el lomo. Laburo más de quince horas diarias. Voy a grabar, hago todas las notas necesarias para promocionar los laburos, voy a entrenar cinco horas con Redha, hago función y, probablemente, también tenga que hacer el Facebook Live para promocionar el programa.¿Tengo laburos que me salen mejor o peor? Sí. ¿Me falta aprender? Años luz.
-Si hay algo que es indiscutible en tu camino es que sabés aprovechar el tiempo…
-Y más ahora que soy pendejo y, además, tengo la posibilidad de conseguir laburo por lo que ya hice. Tengo 28 pirulos, el físico me da. Ya tendré una edad donde no pueda hacer tantas cosas a la vez.
El gallero Nelson
Para encarnar a su personaje de Un gallo para Esculapio no sólo se preparó con un coach personal sino que viajó a Misiones y se quedó un tiempo para aprender bien el acento. Así de riguroso es este muchacho que encabeza la ficción ganadora del Martín Fierro de Oro, que generó una visita de 2.500.000 en sus diversas plataformas y que no teme estar fuera de la televisión abierta (el año pasado se emitió por Telefé) e ir directo a la televisión paga.
-¿Qué es lo que te atrajo de esta serie desde el primer momento?
-Laburar en Underground, con un director maravilloso y culto como Bruno Stagnaro. Los guiones de Bruno y de Ariel Staltari poseen estructura, pasajes, los personajes tienen sus colores, hay miles de historias que se abren y cierran.
-¿Qué factores distinguen a esta temporada de la anterior?
-Esta es más oscura, mucho más dramática. Como ya conocés a los personajes, la atmósfera y los lugares donde se mueven, esta segunda temporada va palo y a la bolsa. Cada uno de estos seis capítulos es una película. Pasa de todo, son miles de mundos nuevos. Y ahí uno como actor empieza a aprender que no es lo mismo hacer una escena en el lavadero del gallo, que ya sabés cómo contarlo, cómo funciona. Ahí tenés que sentarte con la cámara y entender qué es lo que cuenta ese espacio, cómo abrir nuevos mundos. En ese sentido, Bruno es un contador de historias.
-Ese interés debe haber sido el que te movilizó a dirigir el quinto capítulo.
-Y sí. Me fue muy bien, obviamente bajo la mirada superlativa de Bruno. Él es el director, quien conoce a los personajes, el que edita. Yo lo propuse, tenía ganas y me mandé. Bruno, Pablo (Culell) y Sebastián (Ortega) no tuvieron problema. Lo codirigí con Gastón Girod.
-¿La dirección es otra meta?
-Es un camino al que le tengo muchas ganas y la única manera de mandarse es faltándole un poco el respeto. Me sentí muy cuidado pero fue un gran puntapié para mí. Hay miles de cosas por aprender. Es mandarse y estar ahí aprendiendo, haciendo, decidiendo.
-¿A partir de haber hecho este trabajo que te trajo premios, reconocimientos y elogios, se presentó ante vos alguna persona similar a Nelson?
-Más o menos. Empezás a conocer mundos. Se acercó gente que hace lo mismo que estos personajes. Galleros, por ejemplo… O nos pasó de estar en situaciones de rodaje tirando tiros de fogueo y, a cinco cuadras, escuchás tiros que no son tan de fogueo. La verdad es que nunca tuvimos ningún problema. Todos los que se han acercado siempre nos dieron palabras de cariño y respeto. Creo que el premio mayor de Un gallo… es lo que sucede en la calle con la gente.
-¿Notás cierto voyeurismo sobre la marginalidad?
-Sí, hay mucha gente que no conoce nada de ese mundo y le parece atractivo. También es en el sentido inverso: a muchos que están envueltos en ese mundo les gusta que cuentes cómo son y suceden las cosas. Las bandas de piratas del asfalto, el mundo de los gallos y las mafias del conurbano entongadas con muchos policías existen. No deja de ser una denuncia hacia ese mundo. Nosotros lo contamos desde nuestro mundo mágico de actores, pero hay un dejo de realismo en esto.
-¿Qué debe tener cada propuesta que te hacen para que aceptes?
-Quizá tenga que ver con mi estado de ánimo del momento. Hubo proyectos a los que dije que no y hoy los veo con el Peter de ahora, en la lejanía, y pienso que debería haberlos aceptado. Depende mucho del momento, debe ser algo muy diferente a lo que vengo de hacer, un desafío, una incomodidad. Nunca en mi vida pensé que haría lo que estoy haciendo con Redha Benteifour. Fue empezar de cero. Acá podés estar nublado y tenés que sortear obstáculos. La meta que me puse últimamente es tener desafíos, laburar para mí, no para otro, no para romper un prejuicio, trabajar para seguir subiendo escalones en base a un proyecto. Hice muchas cosas buenísimas y otras no tanto, de eso soy consciente.
-¿Cuál fue tu punto de inflexión?
-No lo sé con exactitud. Pero creo que el momento en el que empecé a moverme por mí mismo, a hacer las cosas que tenía de incertidumbre y me inquietaban fue el año en que hice Equus, de Peter Shaffer, porque no me habían dejado audicionar para una obra, porque era actor de tele. Me encontré preguntándome porqué no podía hacer teatro y una persona ni siquiera me permitía probarme para un papel.
-Es decir, tu rebeldía fue el punto de inflexión.
-Y sí. Me compré una obra que representaba un completo desafío para mí. Me podía salir mal, pero era el desafío que necesitaba. Ese mismo año hice El clan y pude entrar en el cine; y volví a una tira diaria con un papel muy diferente en La Leona. No te das una idea de lo que aprendí de semejante elenco: de Miguel Angel Solá, Nancy Duplaá, Pablo Echarri, Juan Gil Navarro, Dolores Fonzi, Andrea Pietra… una barbaridad de elenco. Aprendí a instalarme un poco en la sencillez de las cosas. Tener una escena con un actor que claramente tiene una carrera muy abierta y con más años que yo, nutrirte con cada escena e ir formando a ese actor y profesional que querés que esté en un set.
El escenario y la danza
Así como se desafía en forma permanente ante las distintas pantallas, también lo suele hacer en el teatro. Al complejo papel que desempeñó en Equus, se suman en su haber una comedia musical como Camila, nuestra historia de amor, de Fabián Núñez, en la que encarnó al sacerdote Uladislao Gutiérrez; un complejo musical como Casi normales, de Tom Kitt y Brian Yorkey; y los catorce personajes que compone en Emperador Gynt (los miércoles, en el Cultural San Martín). Pero desde este viernes sumará un complejísimo título en su currículum: Matadero, junto con Germán Cabanas, donde es dirigido por Redha Benteifour, uno de los coreógrafos y directores más prestigiosos del mundo.
-¿Cómo fue este acercamiento a la danza y el teatro físico?
-Llegué principalmente por Germán Cabanas (actor, bailarín y acróbata), que es amigo mío. Tenía ganas de probar cosas con el cuerpo, no para estar bien desde lo físico sino para entender profundamente otro lenguaje. Él conoce a Redha Benteifour desde hace ocho años, lo trajo a la Argentina para entrenar y un día me invitó a ver qué onda. Me advirtió que serían ensayos duros, muy bravos. Y fue así. Pero también fue amor a primera vista entre los tres. Esto fue a principios de año. Fueron dos ensayos intensos, de cinco horas seguidas y nos encontramos con una obra que queríamos contar y un algo que queríamos hacer.
-Es decir, surgió como una suerte de entrenamiento, no con la idea de hacer una obra.
-Así es. Al poco tiempo nos dimos cuenta de que teníamos la obra, pero debíamos seguir preparándola. Y en base a eso acordamos encontrarnos en Europa. Fue en Niza, en la montaña. Allí estuvimos entrenando y afianzando mucho la obra. Luego hicimos un ensayo abierto en una plaza de París en una plaza, que mostramos en un Instagram Live. Y continuamos la etapa en Buenos Aires, para afianzar algunas cosas.
-¿En qué te modificó esto en tu oficio?
-En todo. Encontré más verdad como actor, dónde nacen las emociones, lo corporal como un lenguaje. Encontré verdad como actor y más plasticidad para los movimientos. De hecho me cambió mucho desde la primera etapa de entrenamiento hasta arrancar con el rodaje de la segunda temporada de Un gallo…, me sentí otra persona. Los que me vieron en Emperador Gynt antes y después de regresar de Niza dicen que es otra obra.
-¿En qué punto esto te ayudó a encontrar la verdad como actor?
-En cómo te hace pensar las emociones en base a lo que te pasa en un estado físico. Cómo lograr transiciones, entendimiento sobre el texto. Te va tocando puntos para que vos solo empieces a entender. A la hora de buscar, Redha necesita que uno lo encuentre para entenderlo. Es un entrenamiento que me voló la cabeza, nunca viví nada semejante. Es un honor estar siendo entrenado por Redha, o que sabe es abismal y siempre tiene las palabras justas. Me hizo tener mucha confianza en mí.
-¿Cómo definirías esa técnica física?
No es sólo danza, tiene muchas mezclas, es el estilo de Redha, tenés que verlo. Yo me mandé, me tiré a la pileta con él. Es confiar ciegamente y, en base a eso, trabajar y empezar a aprender. A él no le sirve que en los ensayos marques un poco, tenés que ir a full si no el entrenamiento no sirve. En sus obras toca mucho todos los formatos de danza, actuación y texto. Esto está muy llevado al extremo. Tenemos que sentirnos afortunados de vivir de lo que nos gusta. Entonces él te lo refriega en la cara todo el tiempo. No importa lo famoso que seas, el talento o la trayectoria, acá venís a laburar.
-Te da confianza extrema….
-Exacto. Eso es lo que busca, te pincha para sacar lo mejor de uno. Y si te tiene que decir las cosas buenas y malas te las dice.
-¿Tuviste momentos de frustración en el proceso?
-Todo el tiempo es frustrante. Pero este laburo es frustrante. A veces tratas de encontrar algo que buscás, sabés que lo tenés, pero no lo encontrás, no lo podés sacar. Es parte del proceso.
-¿Cómo enfrentás esa frustración durante un proceso artístico?
-No lo sé. Trato de tener la mentalidad positiva y seguir trabajando. Es una frustración en base a algo que yo sé que tengo. Tenés días y días. Pero entre el enojo y la tristeza, luego del berrinche y de querer largar todo, te señalás a vos mismo por dónde es que tenés que ir. Ese es el entrenamiento también. Sacar, no guardarse. Porque cuando te guardás te modificás, entonces empezás a entender que tenés la pata chueca, los hombros caídos, que caminás raro.
-¿Cuál es tu próximo trabajo en cine?
-Tengo película para el año que viene: 4x4, de Mariano Cöhn. Habla de la inseguridad: un chico que se mete a robar una camioneta y lo dejan encerrado adentro.
-¿El homenaje a Romina Yan también fue un reencuentro con vos mismo?
-Fue emocionante. Fue un reecuentro con fans, con amigos que no veía desde hace mucho. Hubo una energía hermosa. Disfrutamos mucho de estar ahí.
El gurú de Peter Lanzani
La historia de Redha Benteifour en la Argentina no es de ahora. Hace muchos tiempo que viene a distintas ciudades del país para dictar sus cursos y seminarios además de haber coreografiado Crash, un espectáculo con el que se inauguró El Galpón de Guevara, hace algunos años; y dirigió Mourir sur tes levres, en Prix D’Ami. Actor, director, coreógrafo y regiseur, además de hacer sus propios espectáculos trabajó para artistas como Elton John, Robert Palmer, Tom Jones, Diana Ross, Michael Jackson, Yves Montand, Cher, Sylvie Vartan y muchos otros. En tanto Germán Cabanas, compañero en escena de Lanzani, es un reconocido director, actor, acróbata y bailarín.
-¿Cómo se llega a la verdad a través del cuerpo?
Redha: -El cuerpo habla mucho sin saber, entonces pienso que la danza y el teatro es una combinación muy rica. A través de muchos ejercicios el cuerpo va a buscar una memoria emocional. Es como relacionar el intelecto con el cuerpo y, a su vez, todas las cosas que tenemos del pasado, es una memoria universal. Se trabaja algo bien definido como recuerdos de niñez.
-¿Vos decís que tenemos parte de nuestra historia en distintas partes del cuerpo?
R: -¡Claro! ¡Yo creo que sí! El cuerpo registra muchas cosas que uno guarda o no. La memoria del cuerpo es muy fuerte. Se dice mucho en cada movimiento que hacemos ya sea al sentarnos o al caminar. Eso hace nuestra personalidad. Es como ver al intérprete con un microscopio. Poner una situación corporal que, de a poco, empiece a bailar.
-¿Es verdad que Redha te cambia la vida?
Germán: -Sí. Y de golpe. Nosotros tres arrancamos esto en conjunto con Tato Fernández, que es director y productor artístico y conoce mucho la técnica de Redha. Me convocó hace unos años para trabajar con él en Londres. "¿Vos bailás?", me preguntó. Le dije que sí porque quería conocer esa ciudad y me venía bien como complemento para la acrobacia. Me encontré haciendo ballet clásico. No me esperaba ese nivel de exigencia, pero era estar en Primera. Terminamos y Redha me dijo que tenía un potencial que no lo estaba aprovechando porque mi cerebro no me lo permitía. Así fue que me llevó a Georgia, en Asia, y me tuvo seis meses entrenando con bailarines impresionantes. Ahí hizo un click y entendí la locura de este hombre. Más allá del cariño, la amistad y entender la filosofía de su arte. El cambio fue abrupto. Es una cuestión actitudinal. Él te da a entender que si más o menos ve algo en vos, pasa exclusivamente por la cabeza. ¿Tenés la energía, dos piernas y dos brazos? Es puramente actitud. A él le importa la técnica, cómo ejecutás los movimientos y la emoción que ponés, pero lo que no puede permitir es que no vayas a full. A veces estamos acostumbrados a marcar una coreografía; el estilo de él no te lo permite porque te golpeás.
Peter: -Germán me ayudó mucho. Me cuidó y me hizo entender. Yo no sé si tengo un estilo, pero voy y me mando. Ahí congeniamos los tres, planeamos seguir ensayando y nos dimos cuenta de que estábamos en la misma página.
Germán: -Además de su experiencia como actor, Peter tiene un nivel de coraje impresionante. Le pedís que se tire de cabeza contra la pared y se manda. Lo vimos hacer cosas o trucos que a bailarines con más experiencia les da miedo.
-Bueno, hiciste rugby, donde el equipo y la confianza en el otro es fundamental a la hora de salir a jugar, a combatir.
Peter: -Posta… me sirvió mucho. Redha siempre pone el mundo del deporte como ejemplo para el artista. El deportista de alto nivel tiene que estar entrenado, no puede echarse a menos, tiene que siempre ir a todo. Para el actor es siempre lo mismo. No te sirve marcar una coreografía y decir estoy cansado… tenés que jugar y meterle. Este espectáculo es brutal, pesado.
-Se los ve casi luchando todo el tiempo.
Peter: -Es una lucha constante, contra el otro, contra uno mismo, contra la sociedad. I es una obra sobre la humanidad…
Redha: -Es una lucha de la gente por existir, para encontrarte, para repasar las cosas de la vida que te golpean, caer y superarte. Vivir no es simple. Crecemos, aprendemos que la vida es una lucha. Matadero es la historia del hombre y de dos amigos que están luchando para vivir, para tener un sueño pequeño. Pasa la vida y en un momento dado te das cuenta de que ese sueño ya no está. Te fuiste a otra dirección, pudiste olvidar. Sobre todo nosotros, en este ambiente del arte, de la fama, podemos perdernos en este camino. Aparece el egocentrismo profundo y cómo hay que vivir con él, y al mismo tiempo con los demás. Tenemos una esperanza de felicidad. Matadero es una montaña rusa de emoción. Matadero es una exploración de la humanidad, más simple. Es muy violenta y brutal, pero también muy cariñosa, tiene mucha poesía en Germán y Peter.
-¿En un espectáculo así como este, compartido, esa verdad y descubrimiento individual se fusiona o se comparte?
Peter: -Me parece que ambas cosas. Porque la gran mayoría de los momentos cada uno está relatando sus cosas. No necesariamente es una conversación. Pero el cuerpo también te cuenta que estamos unidos y, a la vez, la voz habla puntualmente en forma individual. Es un mix de todo porque yo encuentro cosas mías en lo que él dice y viceversa. Y el cuerpo después se muta y la palabra dice una cosa pero el cuerpo cuenta otra… esas dicotomías que suceden generan cosas nuevas, como la vida. Tal vez te levantás y tenés un día brillante y después recibís una noticia que es un palazo y te cambia completamente. Y un día estás cansado físicamente y recibís una noticia buena y explotás de felicidad aunque tu cuerpo esté abatido. Esto es una crítica hacia la sociedad, hacia uno mismo y cómo uno, a través de sus elecciones, se va perdiendo en su egocentrismo. Es la lucha por querer ser el mejor, pero cuando lo conseguís a costa de aniquilar al otro te das cuenta de que solo no podés ser el mejor. Es voraz.
-¿Y ustedes que ya eran amigos, entendieron que se conocen más a partir de esto?
Peter: -Sin dudas.
Germán: -Además, pasaron cosas muy fuertes en todo el proceso. Hicimos toda la primera etapa en Buenos Aires no sólo sin saber qué íbamos a hacer, sino sin saber si iba a funcionar la química.
Redha: -Podrían haber sido los mejores amigos y los mejores actores o bailarines y tal vez no sucedía. Por mí puede venir el Papa, pero si no me interesa, no hay caso. Acá los dos tenían que funcionar como uno. Y ves que uno no existe sin el otro. Por eso es tan fuerte esta propuesta. En el primer ensayo Peter era cuadrado, con dos manos derechas y dos piernas izquierdas, no sabía adónde ir. Pero tenía una voluntad y una apertura tan enorme que lo volvían rico.
-Están quebrando los límites de lo performático…
Peter: -Es eso… de pronto el proceso comienza con textos que son improvisaciones, después vas encontrando lo físico, y luego se mezcla todo. Empezás a abrir puertas y te das cuenta de que son infinitas, un abismo. Nunca llegás a ningún lado, pero siempre arribás a algo y podés mucho más.
Germán: -¿Viste cuando te vas a escalar una montaña con alguien y tu vida está en manos del otro? Se arma otro vínculo. Pasa eso acá. Cuando está por comenzar la función nos miramos y sabemos que dependemos del otro y de uno mismo para llevar adelante este viaje.
Redha: Cuando se toca lo humano se cae la máscara. En algún momento el parecer cansa, entonces se va a lo esencial. Cuando llegás al límite aparece lo inspirador. La danza no es sólo el jeté y las piruetas, eso es sólo un bailarín. Tocar el alma es otra cosa, el intérprete es el que hace bailar al espíritu.
Un gallo para Esculapio. Martes, a las 23, por TNT.
El emperador Gynt.Martes y miércoles, a las 20, en el Cultural San Martín, Sarmiento 1551.
Matadero. Viernes, a las 20; y domingos, a las 21.15, en el Metropolitan Sura, Corrientes 1343. Hasta el 25 de noviembre.
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