Pete Doherty y su revancha musical
Tras años de excesos y vida errática, el músico inglés logró hacer las pases consigo mismo y con sus socios musicales para poner nuevamente en funcionamiento a esta banda clave del rock de estos últimos años
Pete Doherty se salvó a tiempo. Después de pasar buena parte del tercer milenio forzando los límites del libre albedrío, el líder de The Libertines pagó el precio de tomar el nombre de su banda como un mandato a cumplir a rajatabla y hoy transita el sinuoso camino hacia la estabilidad, tanto personal como compositiva. "Fui mi peor enemigo", se sincera del otro lado del teléfono antes de venir por primera vez a la Argentina para el Festival BUE. "Dejé todo servido para que los tabloides hicieran lo suyo de acuerdo a sus intereses, a una buena parte de los medios nunca le importó mi música."
Pero hubo un tiempo -ese tiempo que Doherty quiere recuperar- en el que las canciones del grupo eran lo que importaba. Cuando en 2002 sacaron su primer disco, Up The Bracket (2002), la prensa recibió con buenos ojos su garage rock revival y los posicionó junto a The Strokes como los nuevos creadores de rock and roll en un momento en el que Britney Spears copaba las radios y los canales de música. Del mismo modo que en los 80 había sucedido con el par The Smiths-R.E.M., The Libertines en Inglaterra y The Strokes en los Estados Unidos demostraban que todavía se podía hacer hits con guitarra. Para Doherty, sin embargo, hubo un componente artificial en esa escena: "Éramos egoístas, estábamos corrompidos y fuimos un poco una creación del periodismo, igual que pasó con los Sex Pistols".
Si su disco debut los había puesto en el radar, el segundo los puso en el blanco. The Libertines (2004), demostraba que Up The Brackets no había sido un golpe de suerte. Pero en el seno interno las cosas no iban nada bien. The Libertines vivía dos realidades distintas. Por un lado, continuaban siendo los favoritos de personajes bien caros a la historia del rock británico: Mick Jones, de The Clash, volvía a producirlos; Geoff Travis, del mítico sello indie Rough Trade, seguía confiando en ellos, y Alan McGee, que había trabajado con Oasis, se convertía en su mánager. Por el otro, los abusos de Doherty eran tan inmanejables que, para cuando salió el disco, ya había sido expulsado del grupo. Como si fuera una escena de Trainspotting, Doherty fue arrestado por entrar en la casa de Carl Barât -su compañero de banda y principal socio compositivo-, a robar una guitarra y una computadora para comprar heroína. Antes y después, se sucederían múltiples visitas a la cárcel por posesión de todo tipo de drogas. "El problema empezó mucho antes de ir a la cárcel -dice Doherty-. Mi pequeño cerebro no podía lidiar con todo y no pude disfrutar nada; salir al escenario era como ir a la guerra, creía que todos estaban en mi contra. Cuando salió el segundo disco, nadie me hablaba y se habían llevado hasta mis guitarras."
Después de un regreso en 2010, con internaciones en clínicas de rehabilitación y un romance con Kate Moss mediante, Doherty hizo las paces con Barât y volvieron a grabar juntos en 2015. Con menos velocidad pero mayor intensidad, las canciones de Anthems for Doomed Youth vehiculizan la reconstrucción de una amistad y un pasado juntos, a través de una mirada nostálgica y autocrítica. "Me gustan escritores como Baudelaire y Oscar Wilde, pero ahora estoy metido con García Márquez y John Fante", afirma entre citas aleatorias a pasajes de la Biblia y sonetos de Shakespeare. "Siempre quise hacer este tipo de canciones, soy una persona melancólica, prefiero la profundidad a la dureza".
-¿Creés que por tus excesos se te ha subestimado como escritor?
-Puede ser, es un buen punto. Es terrible como todo eso distrae la atención. Yo vivo para escribir y gracias a que escribo. Es mi obsesión y la razón por la que vivo, el combustible para hacerle frente al mundo.
Cuando Doherty habla de "hacerle frente al mundo", no se trata de una pose autoconstruida. Sus ideas políticas siempre se encontraron cercanas al socialismo y tiene expectativas optimistas sobre el futuro, incluso después del desencanto que le produjo el Brexit. "Es la primera vez que mi generación se permite discutir sobre política en el día a día. Ya no es algo abstracto, hay un cambio en la atmósfera." Pero esta nueva versión de Doherty parece tener una visión más completa del panorama: "Hay gente muriéndose en la calle, bebés flotando en el Mediterráneo y acá en el Reino Unido pretendemos barrer todo debajo de la alfombra y salvarnos nosotros solos".
A sus 37 años, aún conserva cierto idealismo y aversión por el sistema. El mismo sistema que lo diagnosticó dos veces como un inadaptado para vivir en sociedad -primero como delincuente, después como enfermo- y lo convirtió en una suerte de paradigma althusseriano. "Es como si el Estado no estuviese hecho de individuos, ellos ponen las reglas y si no querés vivir de acuerdo a ellas no te entienden, te expulsan. ¡Uf! Cada vez que critico al sistema siento un fuerte dolor en el pecho."
-¿Y cómo te parece que tu obra dialoga o discute con el sistema?
-Estoy tratando de dejar en claro la idea de que es posible vivir en comunidad y en armonía, en un lugar donde nadie sea juzgado por su raza o su orientación sexual. Pero cada vez que alguien dice eso se lo tilda de cliché o se lo ridiculiza. Soy idealista y estoy concentrado en lo que el lenguaje puede hacer en términos musicales. Estamos acá para comunicar a través del alma y tenemos que seguir intentándolo. Allí en Sudamérica parecen tener ideales fuertes en esta época, por eso me entusiasma ir.
-La portada del primer disco de The Libertines es una foto de Plaza de Mayo durante la crisis de 2001, ¿por qué la eligieron?
-Cuando vimos la foto nos apreció perfecta, teníamos a Mick Jones como productor y el venía con toda la carga de las luchas sociales y sus ideas radicales de los 70 en Londres. A principios de 2000 conocí a un chico en una clase de español que me contó sobre las revueltas en Argentina, y leí las notas en los periódicos con las fotos que mostraban las siluetas fascistas de la policía. Enseguida lo relacioné a cuando la policía acá irrumpía en los movimientos underground y se llevaba principalmente a los extranjeros, ahí supimos que tenía que ser la tapa del disco.
-¿Este regreso es una revancha?
-En cierto modo sí. Disfruto más ahora, no existe ese melodrama de la banda de rock que toca para una chica imaginaria del público. Y también es cierto que antes no todo era ideal. Cuando recién arrancamos tocábamos en pubs vacíos, no ganábamos plata y nos echaban a patadas de todos lados, queríamos conseguir marihuana y chicas. Pero la música siempre fue lo mejor que tuvimos, hasta hoy continúa fluyendo de una manera muy pura. Ahora estamos más concentrados y eso hace que nos movamos en la dirección correcta.
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