Pese a que se lo notó molesto con el sonido, Luis Miguel hizo delirar a sus fans en el Campo Argentino de Polo
Luis Miguel no necesita hablar para hacer delirar a sus fans. Por eso sale al escenario, con 45 minutos de retraso, y no emite una sola palabra, solo sonríe. El efecto de las luces rojas hacen que en pantalla parezca estar más tostado de lo habitual, luce casi naranja. Observa al público mientras el grito de sus seguidores se vuelve ensordecedor "Olé olé olé, Luismi, Luismi."
Este es el primer show del boricua en Buenos Aires y tiene muy poco para decirle a su público que, de alguna manera, lo quiere tal cual es. Por momentos, el Sol se dispersa y se muestra muy preocupado por el sonido: señala a los vientos, a la guitarra y hasta golpea su micrófono. Las fans saben que en los últimos meses viene con este toc (en casi todos los conciertos tiene el mismo ir y venir), por eso le gritan desde el público un "se escucha bien". Algo que lo calma y, de a ratos, lo hace olvidar del retorno y se dedica a hacer artilugios con su voz.
No hay dudas de que es un gran intérprete, tampoco de su potencia. La banda está ajustada a sus necesidades: hay saxo, trompeta, trombón, piano, teclados, batería, bajo, guitarras y coristas. Y, Micky, con su traje impoluto color negro y camisa blanca, juega a ser un crooner y maneja la orquesta a su gusto.
El mix estalla con "Fría como el viento", uno de los hits inoxidables de Luis Miguel pic.twitter.com/Wc2lgRwRtU&— Dolores Moreno (@dolormoreno) 2 de marzo de 2019
Con una selección de temas equilibrada entre los clásicos que esperan ansiosas sus fans de siempre y las canciones ochentosas que volvieron a vivir gracias a Luis Miguel, la serie-como "Un hombre busca a una mujer", "Culpable o no", "Separados" y "Uno más uno: dos enamorados", El Sol canta durante más de dos horas.
Hay un bloque más retro donde surgen temas como "Suave", "Por debajo de la mesa" y "No sé tú"; otro más intimista, donde es difícil escuchar su voz: no hay silencios, las fans arengan y le dedican de lo más variados halagos -desde "potro a "asesino"- mientras suenan "La barca", "Contigo en la distancia" y "Historia de un amor". Para, al final, terminar con la pista de baile. No hay manera de esquivar las ondas expansivas de "Será que no me amas" o de la pegadiza "La chica del bikini azul".
La lista de canciones es casi la misma que tocó en Córdoba días atrás.
Mientras que la expresión de preocupación está instalada en las facciones del intérprete, su cara refleja una sonrisa indescifrable. El campo argentino de polo está repleto, no hay una butaca vacía. El perfil romántico y dramático le sienta tan bien como su orquesta. Luis Miguel frasea e improvisa gran parte de los temas. Todo debe estar ajustado y necesita estar más cómodo que nunca. Pocas gotas caen del cielo. "Amor, amor, amor" canta con ritmos adolescentes. Su sensualidad está intacta. Aunque no tiene más armas de seducción que el canto. Lo poco que intercambia con el público son frases cortas como "¿se la saben?", "conmigo, Buenos Aires" o "arriba las palmas". Las pantallas ayudan a crear climas: desde estrellas a velas acompañan la puesta.
Comienzan a sonar los boleros y es justamente en este bloque donde Luis Miguel, que sigue tan coqueto como en su juventud pero con una melena diferente, puede por fin desprenderse del sonido y entregarse al escenario. Muestra su perfil de romántico empedernido y deja que su voz haga piruetas, mientras el micrófono cambia de posición -puede cantar a la distancia que le parezca-. Hay algo que le devolvió la serie, quizá un poco de seguridad: sus números volvieron a medirse en miles o millones y sus temas están más vigentes que nunca. Otra vez se reinventó de las cenizas y las nuevas generaciones se abrieron a su música. Así suena esa estrofa que ahora sabemos que estaba destinada a la fotógrafa Mariana Yazbek ("Miénteme con un beso que parezca de amor") y expone su costado más débil.
De negro @Luismi en la primera fecha en Buenos Aires con #Mexicoporsiempre hizo delirar a las fans con "Decidete" pic.twitter.com/dKWA3vsFp9&— Dolores Moreno (@dolormoreno) 2 de marzo de 2019
El predio lo apoya, no quiere que caiga. El intérprete desaparece, hay temor. Pero a los pocos minutos regresa. "Se escucha bien", repite la patota. El enganchado de "Amante del amor", "Fría como el viento" y "Tengo todo excepto a ti" renueva la euforia. Mañana muchas chicas no van a tener voz. El público se encarga de cantar "Hasta que me olvides" y él se suma para terminar la canción. Sabe que sus temas son tan efectivos cómo sus matices vocales. Los agudos son impecables y la interpretación mejora cuando se deja llevar por la energía que lo rodea y no por su autoexigencia. Llega la "La incondicional", en otro mix de hits inoxidables ("No me puedes dejar así" y "Palabra de honor") . Luismi menea, hace movimientos con los hombros y termina haciendo alguna pequeña coreografía -desde una patada, a piñas coordinadas con las vientos-.
El último gran frontman de los boleros juega con sus tonos y les pide a los presentes que levanten sus teléfonos. El cielo se tiñe de blanco, en una de las postales más pintorescas de la noche. Se respiran aires de flamenco y trompetas. Más tarde, es el turno del pianista quien pone a todos a cantar con la melodía de "La barca". El ser tanguero pareciera quedarle muy a gusto a Luis Miguel. Sin orquesta, él solo con el piano -que lo acompaña con una sutileza que endulza los labios- canta "La Barca" y sigue con "Historia de un amor". Cierra el bloque, con algunas gotas. El cielo sigue rosa, pero la amenaza no termina de hacerse realidad.
Así empezaba a despedirse #LuisMiguel del Campo de Polo pic.twitter.com/aFNvqNWj2j&— Dolores Moreno (@dolormoreno) 2 de marzo de 2019
Pero aún falta. El baile se apodera del Campo Argentino de Polo con "Será que no me amas" para terminar la fiesta con las canciones más pegadizas que inmortalizó Luis Miguel. Desde "Ahora te puedes marchar", "Cuando calienta el sol" y "Cómo es posible" hasta "Te propongo esta noche" son entonadas por el ahora hombre de negro -ya no tiene ni saco, ni camisa, sino una remera a tono con el pantalón del traje-. Lejos de su costado melancólico, es todo un danzarín. No se desplaza por todo el escenario, sus pasos son controlados pero concisos. Explota la lluvia de papel picado y globos. Las fans más fans burlan la seguridad y van hacia adelante, las vallas desaparecen. Los regalos empiezan a volar hacia arriba. Es que con casi 40 años de carrera, Luis Miguel sigue siendo un símbolo sexual, sus seguidoras lo adoran como a principios de los noventa.
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