A pesar de haberse alejado de los escándalos, en el último tiempo la actriz y actual conductora volvió a ser noticia por algunas polémicas. Los motivos que la llevaron a refugiarse en la religión evangélica, cómo superó las críticas y sus ganas de volver a enamorarse en un mano a mano con LA NACIÓN
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Muy atrás quedaron esos tiempos de tapas de revista, de protagonizar en calle Corrientes y de ser la vedette elegida por los capocómicos más importantes del país. Es que, en 2005, Amalia “Yuyito” González dijo “basta” y decidió dar un vuelco de 180 grados en su vida. “Lo que me salvó y me ayudó fue haber metido mi cabeza en el ámbito de la fe”, confiesa la actriz que se acercó a la iglesia evangélica y comenzó a estudiar periodismo.
Y si bien ese cambio no fue de un día para el otro y generó muchas críticas, una nueva “Yuyito” renació; esa que transformó no sólo su manera de vestirse sino su mirada y valoración sobre su cuerpo, sus sentimientos y sus objetivos de vida. Fue parte de esta metamorfosis lo que la llevó a descubrir una nueva faceta laboral: la de conductora. “Le pongo una garra tremenda cada mañana. Arranco a las seis en mi casa y ya estoy enchufadísima con lo que voy a hacer, con mi outfit, con mi maquillaje. Soy muy intensa”, reconoce la anfitriona de Empezar el día; un matutino que combina actualidad, cocina, espectáculos e invitados por Ciudad Magazine.
A pesar de haberse alejado de los escándalos, en el último tiempo su nombre volvió a ser noticia por distintas polémicas. La primera fue con su ex, Guillermo Coppola, por la serie Coppola, el representante, donde hubo una escena que -según ella- nunca existió y la hirió profundamente. La segunda fue apenas unos días cuando asistió al acto que el presidente Javier Milei realizó en el Luna Park con motivo de la presentación de su libro y ella estaba en primera fila, entre los invitados más importantes. Inmediatamente, los rumores de un posible romance comenzaron a sonar fuerte pero fueron desmentidos por la propia artista. “La verdad, no me relaciono en el sentido sentimental, como fue con Fátima”, aclaró públicamente mientras advertía que está “solterísima”.
-No es casual que hoy estés en la tele a la mañana al igual que Carmen Barbieri, Georgina Barbarossa... toda una generación de mujeres fuertes, bellas, que marcaron una etapa.
-Antes de estar en este magazine, yo veía a las chicas cuando tenían otros programas (que no eran los actuales) y siempre me pareció una linda oportunidad. Con Georgina trabajamos en Las gatitas de Porcel y a Carmen la conozco de la vida, de lo artístico. Ellas tuvieron carreras que venían por otro lado y cuando arribaron a la tele, les fue muy bien, así que cuando me llegó a mí la propuesta lo sentí como una oportunidad. Para mí fue esa la palabra porque no es fácil salirse del rubro sobre todo, del que venía yo que es un poco más segmentado que el de una Georgina o una Carmen. Yo venía del rubro sexy, de la Playboy, de la revista enfocada en lo sexual, en lo sensual, en el cuerpo y me costó mucho poder desprenderme, verme desde otro lado. No porque el medio me lo impusiera ni por nadie, sino porque yo lo necesitaba. Me costó mucho poder ubicarme acorde a lo que iba sintiendo. Era como que yo iba en un tiempo y el medio en otro y el público en otro, así que entendí que este era el momento porque tiene mucho que ver con haber podido ser consecuente con esos cambios.
-¿Cuándo fue que dijiste “basta” y por qué?
-Fue en 2005 cuando terminé la última temporada de teatro de revista en la que hacía topless. Yo había perdido la identidad con la chica sexy, con la Playboy y con lo que venía haciendo. En un momento, tuve una de esas crisis que a veces tienen que ver con el trabajo, con el matrimonio o con la sexualidad y bueno, a mí me pasó con el tema de esa carga sexual puesta en todo. Cuando dejé de identificarme, tomé la decisión. No fue rápido, internamente no es tan racional, uno no dice: “hasta ahora esto, mañana lo otro”. Es una crisis personal que tiene un costo muy importante, un costo económico fuertísimo que lo atravesé airosamente.
-¿La pasaste mal?
-Sí, lo padecí. Lloré muchísimo. Me encontré más de una vez diciendo: “¿para dónde arranco?”, “¿ahora qué hago con tres hijos?” porque yo ya no estaba en pareja con los papás de mis hijos. Mientras tanto me gastaba mis ahorros, iba reacomodando toda la economía y cambiando montones de cosas. Yo en ese momento era una mujer de 45 años y no conocía lo que era el horno de mi casa. Tenía gente para todo lo que se te ocurra. Siempre cuidé yo a mis hijos y sus papás, pero el resto no hacía nada. Todo era gastar plata. Siempre fui muy derrochona, muy de pagar todo, muy de “vamos todos”. No obstante, por una cuestión de educación, lo primero que tuve cuando empecé a trabajar y a tener plata fue el techo.
-¿Cómo fue ese cambio?
-Aprendí a ser muy buena administradora. Me amigué con todo lo que yo no quería saber de la casa, de la cocina, de las compras. Yo entraba al supermercado con anteojos negros llorando los primeros tiempos. ¡Mirá qué estupidez! Sin embargo, hoy para mí ir al supermercado es terapia. Agarro mi carro y me quedo cinco horas adentro mirando todo, voy cocinando en mi cabeza mientras compro. Antes había mucho prejuicio al ver a un famoso en un supermercado. Era como que la carrera se te había venido abajo y te habías vuelto un miserable. Era muy estigmatizante.
-Las estrellas no hacían las compras...
-La estrella no hacía las compras, no cocinaba, no hacía nada y bueno, yo me había comprado todo ese formato. Además, venía de una crianza de otros tiempos donde el trabajo de la ama de casa no era valorado. Era algo que había que hacer sacrificadamente. Se ve que mi cabeza dijo: “A mí en esta no me agarran, a mí esto no me va a pasar, no me voy a someter a esto” y me fui al otro lado. Sumado a que yo era medio pizpireta, que me gustaba el ambiente y que era la chica linda del barrio, mi rollo era “quiero entrar a la tele”. Y la verdad que lo disfruté, pero años más tarde interiormente eso me empieza a hacer ruido, mi propia personalidad me empieza a hacer ruido, mi relación con los hombres, lo que le mostraba a mis hijos indirectamente a través de mi trabajo y de mi exhibicionismo, de mi exuberancia. Ellos empezaron a padecerlo sobre todo, los más chicos: los mellizos Brenda y Stéfano que tienen otra personalidad. Más para el varón, el tema del desnudo de la mamá en público, esa situación del acoso de los hombres, de los amigos que estaban con la computadora viendo los videos.
-¿Y cómo fueron esos años sin las luces? Todo el mundo hablaba: Yuyito dejó todo para convertirse al evangelio...
-Sí, sí, me decían pastora. Sufrí bullying mediático. Decían: “¿ahora qué le pasó?” “Es pastora” “Ahora se hace la santa”. No solamente del medio sino mucho del público porque habían aparecido las redes. Yo entiendo que fue impactante porque si vos vas de la Playboy a la iglesia o a vestirte diferente, a hablar distinto, a empezar a funcionar diferente, es un poquito shockeante para el espectador.
-¿Seguís tan conectada a la Iglesia como antes?
-Sí, cada vez más. Es más que la Iglesia. La Iglesia es un espacio y es una manera de reunirse, por decirlo de alguna manera. Sigo teniendo una relación personal con Dios, con Jesús en el sentido de la oración diaria, todos los días recibo lo que llamamos “devocional”, que es una palabra.
-Para los que no entendemos, ¿cómo sería la religión evangélica?
-Así como está la religión judía, la religión católica, la musulmana, está la evangélica que abarca lo que tendría que ver con la fe en Dios. La particularidad de la iglesia evangélica es que solamente se enfoca en lo que se llama el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No hay imágenes, no hay rituales.
-En un momento declaraste que en este camino que encontraste en la Iglesia los hombres habían quedado de lado... ¿Esto siguió pasando o te das la oportunidad de conocer gente?
-Sí, he conocido gente, por supuesto. Lo que pasa que ahora tal vez conecto desde otro lugar. No conecto ya con el lado de “ay, qué lindo que es ese tipo”. Básicamente, yo sentí una transformación enorme en mi autoestima, en la mirada hacia mí, en la valoración de mi cuerpo, de mi cabeza, de mis sentimientos, de qué quiero para mi vida y que no quiero. Yo empecé a construir mi autoestima saludable cuando corté con todo eso que parecía la gran autoestima. Empecé a sanar muchas cosas personales, íntimas, de mi crianza. Todo viene desde ahí, todo el origen es nuestra casa, la crianza, la casa, lo que vimos, las experiencias.
-¿Te pasaron cosas fuertes?
-No, no tienen que ser necesariamente cosas dramáticas. A veces son sutilezas, cuestiones de caracteres, mensajes, frases, palabras, tratos; todo lo que sucede dentro de una casa. La vida es así. ¿Qué niño no ha sido marcado por cosas buenas, por cosas malas? No hay seres humanos perfectos. Nuestros padres no lo fueron, yo no lo soy, no lo somos, no hay amigos perfectos, no hay parejas perfectas. No existe el ser humano perfecto que no daña. Y un niño absorbe absolutamente todo y después hace su lectura de todo. Y esa lectura es la que uno cuando es más adulto empieza a resolver y a querer transformar. A la vez, uno le va a dejar varias de esas cosas a sus propios hijos, quieras o no, y ellos van a tener que resolverlas en su momento. Es una cadena.
-¿Hoy estás en pareja?
-No, no estoy en pareja. Sí, he conocido hombres, pero pocos de la iglesia. Fíjate que voy tanto... pero no he hecho match con nadie de ahí; mis pretendientes son de afuera. Al menos de los de adentro no me doy cuenta, a lo mejor son más discretos (risas).
-Pero sí te das la oportunidad de conocer...
-Sí, me doy la oportunidad de conocer porque es muy lindo estar enamorada; cosa que no me pasa ahora, pero estoy muy bien. Tengo mucha autonomía, estoy muy bien con mis hijos, laboralmente con esta oportunidad que estoy disfrutando. En lo que tiene que ver con la pareja me parece que soy una mujer exigente en el sentido del buen trato, del buen humor, de que no sea quejoso.
-¿Te quisieron mucho?
-Sí, yo pienso que sí. Tuve lindas parejas. Los padres de mis hijos, independientemente de que nos hayamos separado, fueron historias muy fuertes. Hoy tengo vínculo.
-Cuando uno piensa en ex, inmediatamente piensa en Coppola. Dijiste lo que no te gustó de la serie pero, ¿hubo algo que sí te haya gustado?
-Mira, yo de la serie vi mis escenas nada más. Vi esas muy de pasadita en la casa de Bárbara un día que fui. No me interesa saber nada más de lo otro. De mis escenas, hubo una sola que no me gustó. No es que caprichosamente no me gustó, me dolió y me lastimó.
-Hablás de la supuesta propuesta de interrupción del embarazo...
-Sí, algo que no sucedió jamás. Fue absolutamente todo lo contrario. Cuando me entero de esa escena, estaba en el supermercado. Me escribe Laura Ubfal y me dice: “¿viste la serie?” Me pareció raro que me manden un mensaje y ya dejé la compra, dejé todo y arranqué con el teléfono. “Porque hay una escena que no te hicieron quedar muy bien”, me dijo. Yo había visto unos cortes que no tenían nada de malo, de hecho ya había hecho las reacciones con Mona Antonópulos para Disney y estaba todo bien. Cuando me dice que no me hacen quedar muy bien y que hay una escena del aborto, ahí ya me saltaron los pelos mal. Entiendo que es una conversación que pueden tener miles de parejas pero, en mi caso, no existió. Me dolió tanto porque fue fuertísimo y no era real, era falso. Enseguida se me cruzó en mi mente mi hija Bárbara. Llegué a mi casa, hablé con un productor (Jorge Torres) y me puse a llorar. Hice catarsis. Mi hija Brenda, que vive conmigo todavía, habló con Bárbara y le dijo que yo estaba llorando por la serie y esa escena. Cuando cortó me dijo que no me haga problema, que a ella no le interesaba lo de la serie, que estaba todo más que bien. Para mí fue un montón pero bueno, después se me pasó.
-¿Pero lo llamaste a Guillermo?
-No, en ese momento no. Días posteriores lo invité a mi programa para hablar de la serie cuando ya se me había pasado. Antes lo había felicitado (antes de ver la escena), pero después ya no lo felicité más. Cuestión que arreglamos hacer una telefónica una mañana en vivo. Lo primero que le dije es que le explique a la gente que toda esa escena no existió, que nunca lo dijo. Lo puse contra las cuerdas y él parece que se emocionó. Aunque viste que Guille es medio versero.
-¿Cuándo tiempo estuvieron juntos?
-No estuvimos tanto, pero fue todo muy intenso. Nos conocimos en 1983 y nos separamos en 1987, después de que nació Barby. Él ya estaba con Maradona y es como que se bifurcaron nuestros caminos. Creo que con mucha influencia de Maradona y de mi maternidad. A mí me influyó mucho ser mamá. Yo me identifico mucho con ser mamá, muchísimo. Se ve que ahí conecté con ese nuevo mundo, con esa parte mía que hasta el momento no estaba.
-¿Por qué no querés ver toda la historia de Guillermo?
-Porque a mí me gusta pensar en el Guillermo que yo conocí. Todo lo que vino después, con sus cosas buenas y malas, no. Hasta que después empecé a conectar de nuevo como padre de mi hija hasta el día de hoy que somos abuelos de Josefina. Pero toda esa parte de Maradona, de Nápoles, de Alejandra Pradón, no quiero saber nada. No por nada en especial porque yo en ese momento estaba con Alejandro (el padre de sus mellizos) y nos hemos reído en más de una oportunidad. De hecho, fui amiga de Monique, otra de sus parejas. Tengo recontra buena onda con Corina, con Callejón y Analía Franchín lo mismo. Es un listado enorme... Pero, nunca volví a conectar desde la parte personal. No conozco a sus amigos, no sé de su trabajo, no sé de su vida. Para mí es un hombre que fue veleta, pero que en un momento recompuso su vida familiar.
-Antes te decía que no es casual que tres mujeres tan fuertes hoy lideren las mañanas de la tele, ¿a qué pensás que se debe?
-Yo pertenezco a una generación, en donde en la tele todo era lindo: la ropa era linda, el peinado era lindo, uno se enganchaba con las novelas, con sus protagonistas. Te generaban emociones, te generaban enganche y había tiempo para disfrutarlo. Yo esperaba el programa de Susana de la semana siguiente, el de Mirtha, esperaba la novela. Hoy, con la inmediatez de todo ya no hay fantasía. La tele, la radio, los streaming o las plataformas no me generan fantasías porque ya está, lo vi y se terminó. Entonces, yo creo que tal vez los productores o ciertos productores van un poquito al rescate de esas personas con cierta historia, con ciertas anécdotas, con cierto enganche. Yo creo que venimos a traer un poquito del túnel del tiempo con cierta modernidad porque tanto Georgina como Carmen o yo no somos mujeres que nos quedamos en el tiempo. Además nos gusta el medio, amamos a los artistas, a los periodistas... entonces creo que todo eso hace que humildemente hoy podamos tener un lugar. Aunque hoy en día hay mucha diversidad en la comunicación.
¿Te gusta estar del otro lado del mundo del espectáculo?
-Me gusta, pero si me tengo que hacer la mala, trato de evitarlo. A veces caigo porque soy un poquito chusma porque bueno... Yo me conecto mucho con el humor de las noticias. Pero cuando Facundo Ventura o Pochi dicen algo, caemos todos en la volteada (risas).
-¿A quién le ves futuro de las nuevas generaciones?
-No sé si una carrera como la que hicimos estaría vigente hoy. Me imagino que sería como si yo con la edad que tengo quisiera hacer una carrera en el streaming.
-¿No harías streaming?
-Mmm, no lo sé. Nunca digas nunca. Justamente me invitaron a un evento que no sé si voy a ir. Me puse a ver un poco de qué se trata, quiénes son (porque no conozco mucho sacando las caras muy visibles como Migue Granados o alguno más), pero no entiendo bien de qué hablan. Primero que no conozco a ninguno, lo cual no quiere decir nada malo de ellos; muy por el contrario deben ser buenos porque tienen miles y miles de seguidores que yo no los tengo. Pero no entiendo de qué hablan. Tengo que aprender un lenguaje nuevo para ir... Por ahora, la tele es el formato que me queda mejor. Por ahí, haría otras cosas como conducir un programa de entretenimientos o de entrevistas, pero sin dejar de hacer esto porque soy bastante celosa de mi trabajo. Soy tremenda con las cosas que quiero. No quiero largar ni medio minuto.
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