En 2005 dijo basta y cambió rotundamente sus hábitos; estudió periodismo y se preparó para nuevos proyectos laborales; ahora conduce Empezar el día, de lunes a viernes por Ciudad Magazine
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Amalia “Yuyito” González siempre soñó con estar en la televisión y cuando tuvo la oportunidad, la aprovechó. Un encuentro fortuito en un lugar inesperado le cambió la vida. Pero a lo largo de los años sintió la necesidad de darle varios giros a su historia. Por eso en 2005 se alejó del medio, estudió periodismo y se acercó a la iglesia evangélica que la ayudó a sanar emociones que la desbordaban. Hoy está cumpliendo otro sueño, el de conducir Empezar el día, de lunes a viernes de 10 a 12, por Ciudad Magazine. En una charla íntima con LA NACION, Yuyito habla de todo: su relación con sus hijos, el abuelazgo, sus historias de amor, sus comienzos, su experiencia como vedette y por qué necesitó hacer esos cambios en determinados momentos de su vida.
“La propuesta de conducir Empezar el día me tomó de sorpresa y no tardé nada en decir que sí porque mi sueño siempre fue conducir un magazine. Y pensaba también en las oportunidades. Por ejemplo, Georgina (Barbarossa) es una laburante que conozco de las etapas del remo, al igual que Carmen (Barbieri). Creo que tengo eso en común. Me alegré cuando se les dio este trabajo tan lindo que ahora me sucede a mí. Además, volví al lugar donde empecé en el 83 en La peluquería de Don Mateo, que estaba en Canal 13 y Ciudad Magazine es una señal también de Artear, así que recorro los mismos pasillos que hace 40 años. Fue una época maravillosa porque volvía la democracia después de los oscuros años 70 y yo tenía el sueño de estar en televisión y en especial en ese programa. Fue el destino”, cuenta Yuyito visiblemente emocionada.
-Digamos que lo que le pedís, el universo te lo da...
-Parece que me escucha (risas). Eso también se dio de una manera rápida y asombrosa. Había ido a ver una revista de (Jorge) Porcel con un grupo y fuimos a comer a Fechoría, en avenida Córdoba. Cuando fui al baño me vio Gerardo (Sofovich) y le pidió a Pepe Parada, que estaba con él, que se acercara a decirme que Sofovich quería hablar conmigo. Entonces me acerqué a la mesa y me citó en Canal 13, para el día siguiente. A los pocos días estaba grabando como el personaje de la jardinera de La peluquería de Don Mateo, y así nació Yuyito. Mi vida estaba lejos de ese mundo del espectáculo, pero deseaba pertenecer.
-¿Y cuál era tu realidad en ese momento?
-Empecé a trabajar a los 13 años en una perfumería que quedaba al lado de mi casa, en Caballito. Siempre decía que quería trabajar y estaba mucho en el negocio de ramos generales de mis abuelos, en Florida. Entonces mi mamá habló con los dueños de la perfumería, les contó de mí y me aceptaron. En ese tiempo no se pensaba que era un problema si una nena de 13 años trabajaba, era otro concepto. Obviamente iba a la escuela y trabajaba unas horas. Yo era una nena jugando en la perfumería donde había esmaltes, maquillajes, tinturas. Me encantaba todo eso porque acompañaba a mi mamá a cursos de peluquería y de depilación que ella tomaba. Y desde entonces trabajé en otros negocios de mi barrio como vendedora y después como recepcionista en oficinas, y estuve en empresas de seguridad e higiene, estructuras tubulares, repuestos de autos, hasta que me crucé con Sofovich. Porque yo ya tenía el sueño de estar en la tele y veía La peluquería de Don Mateo. Desde ese momento trabajé en televisión, teatro y cine. Hasta 2005, cuando paré.
Buscando un cambio
-Ese año te apartaste del medio, ¿qué pasó?
-Decidí hacer un cambio porque sentía que había cumplido una etapa, sobre todo en la revista. Antes de colgar las plumas había hecho la carrera de periodismo en Estudios Buenos Aires y mi última nota fue un 9, con uno de esos profesores bravos que no te regalan nada. Ya tenía la necesidad de otra cosa. Sentía que adentro mío había algo que se estaba desprendiendo de la chica Playboy, por decirlo de una manera.
-¿Qué provocó ese cambio?
-Creo que fue una suma de cosas. Estaba muy bien físicamente y podría haber trabajado varios años más como vedette, pero sentía que estaba perdiendo mi identidad. Ya tenía a Bárbara, Brenda y Stefano y la maternidad me llevó a otro lugar. También con la muerte de mi mamá, en el 93, necesité otra cosa y en ese momento hice un show infantil. Parecería que tengo una tendencia a alejarme de lo que hago habitualmente cada vez que me pasan cosas fuertes. Cuando se enfermó mi papá y después murió, hice la carrera de periodismo.
-Esa incomodidad que sentías y te hizo torcer el rumbo, ¿tuvo que ver con el inicio de esta nueva ola feminista?
-No. Era algo que me pasaba a mí y no se trataba de la mirada social. En ese tiempo recién se empezaba a hablar de feminismo, pero poco. Me acuerdo que llamó mucho la atención que la vedette estudiara (risas). Fueron hitos en mi vida, porque a todo esto en esos años me separé dos veces. Y la primera vez fue bastante traumática para mí porque Bárbara era recién nacida y hasta ese momento teníamos una relación muy de Romeo y Julieta.
-Estás hablando de Guillermo Coppola...
-Sí. Estuvimos juntos del 83 al 87 y nos separamos cuando Bárbara tenía tres meses. Fue muy fuerte todo eso y me afectó la salud en ese momento, sobre todo la parte hormonal. Pero tenía trabajo y contención. Años después volví a tener otra relación durante algunos años y también me separé, y me encontré con mi hija grande y los mellizos chiquitos. Empezó a incomodarme la manera de relacionarme con los hombres, me molestaba hacer desnudos, topless, la exacerbación, que era de lo que trabaja y estaba en mi personalidad, además. Necesité desprenderme de esa personalidad y también había algo que resolví con el tiempo.
Cuestión de fe
-¿En ese momento te aferraste a la fe evangélica?
-Sí, empecé a desarrollar otro tipo de fe. Fue un refugio, un reaprendizaje y una terapia. Tal vez conseguí algo que otros consiguen haciendo psicoanálisis y yo lo encontré dentro del ámbito de la fe. La iglesia a la que voy desde hace 18 años se enfoca mucho en el autoconocimiento, en buscar a Dios dentro tuyo y no afuera, con rituales.
-Te educaron en la fe católica, ¿cómo llegaste a la iglesia evangélica?
-Me invitó una señora que era la esposa de un amigo mío de la adolescencia. Él falleció al poco tiempo y ella desapareció de mi vida de repente, aunque la había buscado durante años sin suerte. Y volvió a aparecer en mi vida para eso, para acercarme a la iglesia. Después no la vi nunca más. Ella me habló cuando yo volvía de hacer mi última revista en la temporada de Mar del Plata. No era nada de malo, pero yo sentía que ya no tenía que ver con mi identidad que estaba fijada en la sexy, la exigida, la aceptada. Todo eso se mezclaba con cosas que vienen de mi infancia y no de la televisión o el teatro, y con el tiempo lo fui resolviendo en mi terapia espiritual. Esta señora empezó a orar por mí, a venir a mi casa y leerme partes de la Biblia, y me desarmaba. Yo estaba a mil, no tenía tiempo para pensar y hacía y hacía, hasta que esta mujer me sentó y me preguntó qué me pasaba y bajé todas las barreras, todas las defensas. Fue tremendo. Al principio fui a la iglesia como oyente y era un mar de lágrimas; lloré durante los primeros cinco años. Parecía que me estaba desintoxicando.
-Esos años no trabajaste, ¿cómo te sostenías económicamente?
-No, esos años viví de mis ahorros y cambié absolutamente mi economía. Hablé con mis hijos, les expliqué y nos acomodamos a esa nueva realidad. Fue una debacle económica en mi vida y cuando me recuperé emocionalmente, di con la dueña de una editorial que me animó a empezar a escribir, lo que me llevó a formarme y aprender a producir conferencias, dar talleres; leí mucho, escuché mucho. Escribía y editaba agendas para la mujer. Así estuve durante diez años y recorrí todo el país con los talleres para mujeres.
-¿Y cuándo decidiste volver a la televisión?
-En pandemia se terminaron los talleres, los viajes al interior y ya desde 2018 había empezado a hacer reemplazos en El show del problema, en Canal 9. Después quedé fija y conduje cuando Claribel Medina estuvo de viaje. En mayo pasado terminó el programa. Al mismo tiempo hice la formación de coach ontológico y escribí otro libro que se llama Reinventando mi economía, que quiero que pueda descargarse gratuitamente. Ya me contacté con una editorial que hace e-books. Paralelamente, este libro lleva un taller que se llama Las claves para reinventarse. Me siento muy identificada con la reinvención y es algo que quiero compartir. Y hace unas semanas me llegó la propuesta de hacer Empezar el día.
-No tuviste tiempo de aburrirte...
-(Risas) La verdad que no me aburro nunca. Dije que sí y me organicé rápidamente. Hace 27 años tuve una primera experiencia en conducir, cuando estaba embarazada de los mellizos y me llamaron para un programa en Canal 7, que se llamaba Antes de la medianoche y, luego, Después de la medianoche. La televisión provoca una adrenalina hermosa y estoy disfrutando mucho de esta oportunidad. Y tengo una producción que trabaja muy bien y en la que confío.
Amalia íntima
-Cambiando de tema, ¿cómo te cuidás?
-Tengo 63 años y creo que la genética es importante. Me cuido emocionalmente también y de esa forma se acomoda todo. Cada mañana tengo mi palabra guía del día que recibo de un ministerio (iglesia) de Guatemala; la leo, me la creo, la oro. Es una rutina que me hace bien. Hay que buscar un equilibrio. Voy dos veces por semana al gimnasio, me cuido en las comidas, pero si me quiero comer una torta, me la como. Soy vegetariana hace veinte años y no sé si eso tendrá algo que ver con la salud de la piel. Y tomo mucha agua porque mi organismo lo necesita.
-¿Cómo sos como abuela?
-Tengo una nieta de 5 años, Josefina, que es hija de Bárbara. Se llama como mi segundo nombre: Amalia Josefina Trombeta. Porque no me llamo González. Pero cuando entré al medio, un representante me sugirió llamarme González porque nadie iba a acordarse de Trombeta. Me acuerdo que decía que tenía que sonar musical, y ya para ese entonces Susana Giménez era una referencia y su apellido era un modelo de éxito. Todavía no era Yuyito tampoco, eso fue después. Volviendo a mi nieta, Josefina es un sol. Ellos viven en Escobar, donde mi hija y su marido Marcos trabajan como arquitectos. Entonces de vez en cuando me voy a pasar el fin de semana. Brenda vive conmigo todavía y nos llevamos muy bien. Es licenciada en comunicación y está de novia con Cristian Vanadía. Y Stefano vive en los Estados Unidos desde hace varios años. Juega al tenis, fue becado por universidades y estudió psicología, hizo un master en negocios y ahora es coach de un equipo femenino de una universidad mientras estudia negocios deportivos, becado.
-¿Tenés buena relación con los padres de tus hijos?
-Sí, tengo buena relación. Con Guillermo al principio fue difícil porque Bárbara tenía tres meses. Después pudimos tener una buena relación y hoy nos vemos poco porque nuestra hija es grande. Quizá coincidimos en un cumpleaños, en alguna fiesta. Y César Di Aloy es el padre de los mellizos. Es capitán de un club de tenis y entrenó a muchos tenistas.
-Pronto sale al aire la serie de Coppola, ¿participarte de alguna manera?
-No sé qué saldrá en la serie, no quise saber. Me avisaron que iban a hacer un personaje que me interpretaba a mí, pero no quise saber nada ni tampoco asesoré en nada. No quería poner mi cabeza en un espejo retrovisor y mirar para atrás lo que fue y lo que no. No quise involucrarme, porque no es mi serie. No me voy a hacer problema y cuando salga, en 2024, voy a confiar en el sentido común de Guillermo. No sé cómo me pueden hacer quedar, porque nuestra ruptura se dio en medio de infidelidades y eso de “Maradona o yo” y otras cosas que se tejieron y no sé si fueron tan así.
-¿Y viste la serie sobre Maradona?
-No la vi. Había un personaje que se llamaba Yayita que hizo Mónica Ayos y se dijo que era yo. No di mi autorización. No quiero conectarme con cosas que pueden caerme mal.
-¿Volviste a enamorarte?
-Después de Guillermo estuve con el padre los mellizos. A los cinco meses de empezar a salir quedé embarazada. Siempre quise tener mellizos y estaba feliz. Nos casamos, pero la verdad es que tuvimos toda la buena intención y la alegría, pero nos conocíamos poco y no llegamos a ensamblarnos. Nos separamos a los tres años. Hoy nos llevamos todos muy bien. Siempre fui de juntar a los hijos de todos: las de Guillermo, las de César, los nuestros. Pero volviendo a la pregunta, la verdad que no volví a enamorarme. Mis amigas me han presentado hombres, tuve algunas salidas esporádicas, pero nada más.
-¿Indagaste en plataformas de encuentros?
-No. El otro día chusmeé la de una amiga para ver cómo era. Pero no me veo ahí. Me escriben hombres por Instagram, pero no los conozco. Puedo salir con alguien que sé quién es o que me presentan. Soy una persona que no me aburro nunca, me gusta estar en casa, tengo amigas con las que salgo los fines de semana o voy a la iglesia y después nos quedamos charlando. Por otra parte, tengo en muy alta estima a la pareja y no me va el touch and go. Me encantaría que me pase, pero ahora estoy muy enamorada de mi trabajo y quiero disfrutar de lo que me está sucediendo. La pareja es el broche de oro de mi vida. Y cuando suceda va a ser algo que me sorprenda.
-¿Te reconciliaste con la vedette?
-No estoy enojada con la vedette, pero pertenece a otra etapa de mi vida.
-¿Cómo recordás esa época?
-Tuve hermosas experiencias y un gran aprendizaje. Trabajé en México, Venezuela, Perú, Puerto Rico y mucho me lo dio Las gatitas y los ratones de Porcel, que se veía en todos lados. Pero es mi pasado y no me identifico hoy con eso ni necesito ponerme un escote hasta el ombligo. Y reconozco que me pasaba porque era mi manera de comunicarme, a través de la exuberancia y de un lenguaje sensual exacerbado que estuvo bien entonces. Pero en un momento ya no me sentí identificada con esa identidad, tuve una crisis y me reinventé. Fui muy afortunada y tengo lindos recuerdos de mucha gente, como por ejemplo de los uruguayos de Hiperhumor; simpáticos, amorosos, educados, talentosos. Ellos me enseñaron mucho y me dieron mucho lugar también. Y tengo lindas experiencias con Porcel, a quien se lo critica tanto y se lo cuestiona. A mí me apoyó en muchas situaciones personales, como por ejemplo cuando estaba recién separada de Guillermo y mi hija era una beba y estaba con una niñera en el departamento mientras yo grababa. Un día se incendió ese departamento con Bárbara adentro y cuando me avisaron que tenía que ir a mi casa, Porcel armó toda una estrategia de soporte con su hermano y ellos mismos me llevaron. Así fue conmigo desde el primer día. Tanto Sofovich como Porcel fueron muy paternales. Nunca hice teatro con Porcel y no tuve experiencias de camarines, solo hicimos mucha televisión.
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