Yamil Chabán, hermano del dueño de Cemento y Cromañón: “Omar era la mitad de mi cuerpo”
En una entrevista exclusiva con LA NACION, Yamil Chabán recuerda a su hermano Omar, habla del papel que desempeñaba en el boliche en el que murieron 194 personas el 30 de diciembre de 2004
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Yamil Chabán es el hermano menor de Omar Chabán. Era el encargado de la barra y de los números en Cromañón. Estuvo prófugo varios días luego de la tragedia de 2004, pero finalmente se entregó a la Justicia, fue investigado y sobreseído. Los jueces explicaron, en una resolución de 15 carillas, que no tuvo poder de decisión como para evitar las muertes y las lesiones de esa noche. Desde entonces, Yamil siguió su vida al lado de su hermano y de su madre, hasta que ambos murieron, en 2014, con nueve meses de diferencia.
Nunca dio una entrevista. Esta es la primera vez que habla públicamente. Recibe a LA NACION en la Unidad Básica de Villa Ballester que fundó su padre, hace cuarenta años. Allí, además de reuniones políticas y culturales, Yamil había armado una radio en la época feliz de Cemento, antes de Cromañón. Lo hizo para tener un emprendimiento propio y no estar tan pegado a su hermano, a quien admiraba y amaba profundamente. En ese momento, aunque era una especie de repetidora de la música del boliche de Omar, no se animó a llamarla de la misma forma y la bautizó Radio Cero. Pero hace dos años decidió que ponerle ese nombre era un homenaje y relanzó la emisora con el nombre que los hizo famosos: Radio Cemento. Se trata de una cooperativa de un grupo de artistas y músicos. Nadie cobra y nadie paga. No hay publicidad y su dueño jura que tampoco hay “compromisos políticos”, aunque en la puerta del predio donde está el estudio (justo frente a las vías del tren Mitre) se lea: “Casa peronista, el origen”, además de frases como “Peronismo globalizado”, “Perón siempre vuelve” y “Al legado de la sabiduría de Perón”.
Yamil tiene 67 años, dice que vive de su jubilación y que lo ayudan sus tres hijos. Dos de ellos viven en Mallorca. Su hermana, Fátima, sigue trabajando en el bazar que era de su padre, Ezzedin, pero él ya no quiere saber nada con eso. Habla con entusiasmo de su radio y le molestan las preguntas sobre Cromañón. Tiene muchos gestos parecidos a los de su hermano Omar. Incluso el tono de voz es casi idéntico.
-¿Tenías una relación muy cercana con tu hermano?
-Sí, sí. Tuve siempre mucha afinidad con él. Era una relación casi simbiótica, desde la escuela.
-¿Iban juntos?
-Sí, nos llevábamos dos años. Y fuimos al colegio acá, en Villa Ballester, donde había una comunidad muy grande de alemanes. Nuestros padres nos mandaron a un colegio alemán. Eran todos rubios, de pelo lacio, esbeltos... Los más extraños éramos nosotros, que éramos árabes.
-¿Los discriminaban?
-Y, siempre existió eso. Nos hacíamos respetar a trompada limpia. Y ahí no te fajaban, te mataban a golpes. Pero nosotros nunca dijimos en casa que nos pegaban. Teníamos miedo que nos sacaran de la escuela y perder a nuestros amigos.
-O sea que a pesar del bullying pudieron hacer amigos.
-Muchísimos. Tengo todavía muchos amigos alemanes de esa época. Nos juntábamos los más rebeldes, los distintos.
-¿Ustedes mantenían alguna costumbre árabe?
-Mis padres eran musulmanes, pero tenían una actitud muy abierta. Nunca nos llevaron a una mezquita, por ejemplo. O nos hacían conocer lugares de comida distintos.
-¿De dónde eran ellos?
-Mi papá era de Siria, del mismo pueblo de Menem, Yabroud. Vino acá y se nacionalizó argentino. Incluso hizo una carrera política, cuando el peronismo estuvo proscripto, con (Andrés) Framini y (Francisco Marcos) Anglada. Fue diputado nacional. Y mi mamá era argentina, de familia árabe. Mi papá vino de grande, pero aprendió enseguida. Hablaba español, francés y árabe. Tocaba el laúd y el violín. Así nos formamos, en un ambiente artístico. Sobre todo mi hermano, a él también le gustaba mucho la filosofía. Pero no estudió en la universidad, era autodidacta.
-¿Vos estudiaste algo?
-No. Me casé muy joven. Tuve tres hijos y empecé a trabajar en el bazar con mi papá.
-¿Admirabas mucho a tu hermano?
-Sí. Lo seguía a todos lados. El hacía cosas muy raras. Y me abrió el camino.
-Pero no te dejó ponerle Cemento a tu radio.
-Lo que pasa es que yo quería demostrar primero que la radio tenía que ver con la impronta de Cemento. Fue una cosa mía, porque yo me estaba independizando y no quería faltarle el respeto.
-¿Cómo conseguiste la frecuencia en ese momento?
-Bueno, en esa época todo el mundo tenía una radio. Buscabas qué frecuencia estaba libre y te metías. Te iban dando datos los técnicos. Ahora se ordenó la cosa, pero antes estaba más desorganizado. Yo tenía una antena acá arriba de 45 metros y tenía mucho alcance porque decían que las vías del tren transmitían mejor.
-¿De quién es esta propiedad?
-De mi familia. Siempre fue una Unidad Básica. Este año se cumplen 40 años de este lugar. Como te dije, mi papá fue diputado nacional y yo fui concejal. Militamos siempre en la resistencia peronista. Arrancamos acá durante la dictadura, era un centro cultural, hacíamos actividades políticas, cursos de tango, folklore, corte y confección... En el 91 yo fui concejal, estuve hasta el 95. Pero la política no era lo mío, no lo sentía. Entonces cuando terminé empecé con este proyecto de la radio. Me di cuenta que, como hacían las radios de bailanta, yo tenía que pasar la música de las bandas chicas que tocaban en Cemento. En esa época recién empezaban muchas bandas como Babasónicos, Fidel Nadal, Todos tu Muertos... Así que eso fue lo que hice.
-¿Pero entonces por qué no llamaste Cemento a la radio?
-No quise. Le puse Radio Cero. Y a la AM le puse Radio Alfa, que era exclusivamente romántica. En esa época hice algo que hago ahora también: separadores larguísimos.
-¿Tu hermano te apoyaba?
-Sí, después se dio cuenta de que la radio tenía mucho poder. Yo todas las semanas hacía propaganda de lo que pasaba en Cemento. Así hasta el 2004. Después, claro, me dediqué a estar con mi hermano, a cuidarlo, hasta que falleció. En ese momento estuve bastante tiempo tratando de ordenar mi cabeza y en el 2017 empecé a estudiar las radios digitales, para ver cómo eran, porque poner una torre y todo eso salía mucha guita.
-¿En esa época te empezaste a sentir mejor?
-Empecé a pensar en emprender algo, sí.
-¿Tus padres vivían en el 2004, cuando pasó lo de Cromañón?
-Mi papá falleció en 2002, no vio lo que pasó. Mi mamá, sí, pobrecita. Y murió nueve meses antes de que muriera mi hermano, en 2014.
-¿Qué hacías vos en Cromañón? ¿Por qué te involucraron en la causa?
-Yo estaba en la barra, manejaba los números. Lo que más guita genera en estos lugares es la barra. Las entradas sólo daban el 30 por ciento de la ganancia. Entonces, cuando pasa esto, todos van a ver qué había pasado en la puerta y cae uno de los chicos que trabajaba ahí. Yo me presenté solo en la Justicia. Mi hermano ya estaba detenido y había tanto lío con él que se ve que se asustaron con una revolución social y a mí me dejaron libre. Me investigaron pero finalmente me sobreseyeron.
-¿Cómo te sentiste en ese momento?
-Yo quedé hecho bolsa. Fue un calvario, fue monstruoso. Y mi hermano se enfermó de cáncer por eso, quería morirse. Yo sobreviví por mis hijos, creo que esa fue una de las razones. Dos de mis hijos se fueron del país por esto, porque sufrieron una persecución terrible. Uno de ellos trabajaba conmigo en Cromañón, también estaba esa noche.
-¿Cómo se salvaron?
-Mi hijo pudo salir porque estaba cerca de la puerta. Yo subí a buscar gente y me desmayé. No recuerdo bien, pero me contaron que entraron con los bomberos, rompieron una pared y ahí me encontraron.
-¿Cómo te sobrepusiste a eso?
-No sé, de a poco. No hice terapia, ni nada. Quizás debería haberlo hecho, pero no. Debo haber salido adelante por esa cosa musulmana de sobreponernos a todo.
-¿Hacés un mea culpa de lo que pasó?
-Claro, sí. Mi hermano siempre se hizo cargo también. Inclusive defendía a Callejeros, decía que la banda no tenía nada que ver. Y los paneles acústicos, que fueron los que causaron la intoxicación, estaban aprobados por el Estado. Yo estuve con mi hermano hasta que murió y el sentimiento de culpa que tenía lo carcomía. El se quería morir, lo que pasó fue un gran pesar.
-¿Cómo hacías para sostenerlo?
-¡Hicimos tantas cosas! La primera vez que estuvo en la cárcel él no estuvo mal, pero cuando volvió sí, cayó. Le habían dicho que podía esperar el juicio en libertad y al final no fue así. Eso lo destruyó.
-¿Cómo es tu vida ahora? ¿Sentís algún tipo de hostigamiento?
-No, no. Pero cada vez que llega diciembre es terrible, lo sufro mucho.
-¿Extrañás a tu hermano?
-Uff, era la mitad de mi cuerpo. Omar era mi confidente, con quien podía hablar de cualquier cosa. Por eso sé que cuando llegue el final de mi vida, sé que voy a tener felicidad, porque sé que me voy a reencontrar con él.
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