El actor, de 53 años, ha conseguido convertirse en una de las figuras más importantes del cine y no tiene ningún prurito en hacer un repaso por los altos y bajos de su vida
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El actor Will Smith es uno de los nombres más convocantes de la industria. Su presencia alcanza para atraer al público a las salas y, en un mundo atravesado por la pandemia del coronavirus, eso no es poca cosa. Dueño de una carrera que cuenta con varios éxitos en la música, la pantalla grande y la pantalla chica, Smith también es protagonista de una vida a la altura de su leyenda.
El rap como refugio
Willard Carroll Smith Jr. nació el 25 de septiembre de 1968, en Filadelfia. Su infancia estuvo lejos de ser idílica: en su casa, las peleas entre su padre y su madre eran parte de la cotidianeidad. El joven vivía atormentado, pero la situación alcanzó un punto de no retorno cuando su padre golpeó a su madre, y ella decididió divorciarse.
Sin esa presencia, Will se sentía solo y angustiado, y con apenas 13 años la fantasía del suicidio era recurrente: “Pensaba en tomar muchas píldoras, y en televisión veía muchos casos de jóvenes que se cortaban las venas en la bañera. Pero lo que no dejaba de sonar en mi cabeza, era el recuerdo de mi abuela Gigi, que decía que matarse era un pecado”. Irónicamente, y a pesar del profundo rencor que guardaba hacia su padre, Smith comenzó a trabajar junto a él, arreglando refrigeradores y heladeras. Si bien ese empleo le daba dinero, el preadolescente sabía muy bien que quería hacer algo más con su vida.
Varias veces, Smith contó que en su Filadelfia natal “todo el mundo quería ser rapero”. Es que en esa ciudad, la música formaba parte del paisaje urbano, y por eso vislumbró que ahi podía estar su camino para alcanzar el éxito artístico y económico. Así comenzó a hacer modestas presentaciones en fiestas de amigos, pero pronto ganó fama y de ese modo, lo llamaron para cantar en algunos bares y boliches.
En 1985, junto a un músico amigo llamado Jazzy Jeff, brindaron números en vivo que obtuvieron mucha repercusión, y el dúo firmó un contrato con el sello Word Up Records. Ese mismo año, con el single “Girls Ain’t Nothing but Trouble”, Smith alcanzó una gran fama en el mundo del rap, y se convirtió en un referente del rubro. Poco tiempo después, por el tema “Summertime” obtuvo su primer Grammy. De esa forma, y en menos de tres años, logró ese meteórico ascenso con el que tanto fantaseaba, mientras instalaba heladeras.
Con el éxito musical, llegaron los millones de dólares, y con esos millones, algunas deudas también millonarias. Con menos de veinte años, el rapero vivía entre el descontrol y el derroche, y la falta de asesoría financiera lo llevó a endeudarse con el fisco, por un valor total de casi tres millones.
De la noche a la mañana, se enfrentó a un duro escenario en el que, básicamente, no tenía como saldar sus deudas. La posibilidad de enfrentar cargos penales por evasión eran más que concretas, y el músico necesitaba generar dinero sí o sí, aunque no sabía cómo. Cuando todo parecía perdido, el teléfono sonó y la salvación llegó convirtiéndolo en un príncipe.
Un éxito inmediato (y un método atípico)
Emitida durante seis temporadas entre 1990 y 1996, la sitcom El príncipe del rap, le permitió a Smith trepar hacia un nuevo nivel de fama y popularidad. No solo ganó el dinero suficiente para saldar sus deudas, sino que también obtuvo un papel que lo catapultó al mundo de la interpretación, y le dio un riguroso entrenamiento actoral.
Extremadamente profesional, Will recordó sobre esa etapa de su vida: “Durante mi primera temporada en El príncipe del rap, me esforzaba realmente mucho. Recuerdo que memorizaba el guion entero, y que repetía en silencio los parlamentos de todos mis compañeros, a medida que ellos los recitaban. Pero cuando veo esos viejos episodios, me doy cuenta que mi actuación era horrible”.
Una nueva estrella
Como muchas estrellas de la pantalla chica, Smith acariciaba la posibilidad de lograr fama en el cine. Y luego de un primer proyecto al frente de Seis grados de separación, su gran oportunidad llegó con Bad Boys, el policial de acción estrenado en 1995. Ese film terminó de convencerlo de abandonar la televisión, para apostarlo todo a ser un gran nombre en Hollywood.
Su renuncia a El príncipe del rap derivó en el final de esa sitcom (la versión oficial, asegura que sus compañeros de elenco comprendieron esa decisión, aún a pesar de que eso significara el precipitado final de un show que todavía se encontraba entre los favoritos de la audiencia).
Sin la sitcom ocupándole su tiempo, Smith comenzó a participar de todo tipo de castings para encontrar proyectos cinematográficos que le resultaran tentadores. Y los éxitos no tardaron en llegar. Día de la independencia, Hombres de negro o Enemigo público fueron algunos de los hits que mediados de los noventa lo confirmaron como una verdadera estrella en acenso. Y aunque en ninguna de esas película su nombre era el plan A (en Hombres de negro, solo lo aceptaron cuando Chris O´Donnell y David Schwimmer rechazaron el papel), Smith supo capitalizar todas esas oportunidades.
Para mediados de la siguiente década, Will Smith era sinónimo de éxito. Bad Boys II, Hombres de negro 2, Yo robot, Alí, En busca de la felicidad o Soy Leyenda eran un bombazo detrás del otro. El intérprete demostró su solvencia tanto en el drama como en la comedia y la acción. Por esa época, logró una racha de protagonizar ocho films consecutivos que superaron los cien millones de recaudación, y Forbes reveló que cada dólar que Smith recibía de su cachet se convertía en diez dólares en materia de taquilla (un dato que lo confirmó como un nombre altamente rentable). Y si bien los elogios de la crítica se agolpaban, eso no impedió que la ascendente estrella cometiera algunos errores.
Entre la vergüenza y los millones
En 1999 llegó a los cines Wild Wild West, un western de acción que se ubica, con facilidad, entre las peores de sus películas (que no es poco decir, teniendo en cuenta que también protagonizó After Earth y Escuadrón Suicida). Sin embargo, la taquilla de ese largometraje fue formidable, y durante su primer fin de semana, recaudó la promisoria suma de 52 millones de dólares.
Poco tiempo después, el actor confesó que sentía una gran vergüenza de ese éxito, porque sabía la pésima calidad del film, y lo mucho que lo avergonzaba liderar la recaudación con un trabajo francamente mediocre. El remate de esa anécdota es que Smith rechazó el papel de Neo en Matrix para trabajar en el film de Barry Sonnenfeld que tanto pudor le provoca.
Una pasión desbocada
Desde que se convirtió en una figura pública, Smith siempre fue (quizá demasiado) abierto en lo referido a su vida sexual. Nunca escatimó en brindar todo tipo de información en lo referido a su intimidad, y en las entrevistas habla sin tapujos sobre ese tema.
Su primera gran relación fue con Melanie, una novia de su juventud que le dejó un doloroso trauma. Según contó en una oportunidad, ella le fue infiel reiteradas veces, y eso derivó en una ruptura que dio pie a un período muy difícil. En su reciente biografía, titulada It Takes Will, Smith explicó cómo enfrentó esa separación: “Necesitaba desesperadamente sentir algo de alivio, pero la verdad es que no hay remedios para un corazón roto. Entonces le di rienda suelta a mi vida sexual. Hasta ese momento, solo había tenido sexo con Melanie y con otra mujer, pero a partir de ahí y durante los meses siguientes, no dejé títere con cabeza”.
Pero esa decisión le pasó factura al actor y derivó en una inesperada consecuencia: “Tuve sexo con tantas mujeres, que en el fondo de mi ser comenzó a ser algo que sentía realmente desagradable. Entonces desarrollé una reacción psicosomática al orgasmo, que me llevaba a sentir arcadas, y a veces hasta vómitos”. En ese punto, Smith decidió cambiar su conducta y adoptar un nuevo estilo de vida, en el que se sintiera más cómodo.
Su vida con Jada (primera parte)
Jada Pinkett era una actriz que se presentó para interpretar a la novia del protagonista en El príncipe del rap, y si bien no fue seleccionada, cruzarse a Will Smith alcanzó para un flechazo inmediato. Él se había divorciado de su primera esposa, Sheree Zampino, y de ese modo, nacía un nuevo romance.
“Empecé a sentir que era una competencia”, confesó Smith en una oportunidad sobre sus primeros tiempos con Jada y, fiel a su estilo, rápidamente habló de la sexualidad de la pareja: “En lo que a mí respectaba, me encontraba ante dos posibilidades: o debía satisfacer a esta mujer en la cama, o me iba a morir intentándolo”.
En 1997, la pareja se casó en una ceremonia muy íntima, y poco tiempo después recibieron a Jaden Smith, en 1998, y a Willow Smith, en el 2000. Sin embargo, las versiones de infidelidades no tardaron en aparecer. Rumores señalaban que el actor tenía numerosos vínculos extramatrimoniales (entre los que se incluyó a Hale Berry), y los medios especulaban con que el de ambos era un matrimonio abierto. Luego de varios conflictos, en 2011 atravesaron una profunda crisis que dio paso a otro período muy complejo para él.
Su vida con Jada (segunda parte)
En varias entrevistas, Smith reveló que mientras estuvo distanciado de Jada, viajó a Perú y de la mano de un experto en sexo tántrico, consumió ayahuasca más de una docena de veces: “Me sentía hermoso. No necesitaba estar al frente de la película número uno en la taquilla para sentirme satisfecho conmigo mismo. No necesitaba a Jada ni a nadie más que me validara”. Pero el viaje (literal y simbólico) duró poco: Smith regresó pronto a Hollywood, y también a su esposa.
Durante los años posteriores, Smith y su pareja navegaron en una relativa calma, mientras los medios insistían con rotularlos como un matrimonio abierto. Por su parte, ellos no se referían demasiado al tema aunque algunos de sus testimonios eran decididamente ambiguos, como en 2013, cuando ella expresó: “Podés hacer lo que tengas ganas, en la medida que luego puedas mirarte a los ojos en el espejo y sentir que todo está bien. Él es su propio hombre, yo soy su compañera, pero es él quien tiene que decidir quién quiere ser, y a mí esa es una tarea que no me corresponde. Y viceversa”.
En otra oportunidad, Jada también confesó: “Will y yo decidimos deshacernos del concepto de matrimonio. Se trata en realidad de llevar una vida en el sentido en el que formamos juntos una sociedad que sabemos será para siempre”.
Sin embargo en 2020, Pinkett Smith utilizó su propio ciclo de entrevistas para contarle a su marido que había tenido una relación amorosa con August Alsina. En ese momento, ella le reveló: “Hace cuatro años y medio comencé una amistad con August. De hecho nos volvimos muy amigos. Todo empezó porque él necesitaba ayuda. Yo quería ayudarlo con su salud, con su estado mental. Y yo también tenía mucho dolor, me sentía destruida y en el proceso de esa relación me di cuenta de que no se puede encontrar felicidad afuera”.
Ante esas palabras, la respuesta de Smith fue la de reconocer también responsabilidades propias, cuando aseguró: “Los dos cometimos errores, sin miedo a perder nuestra familia”. Esa charla íntima, que paradójicamente realizaron de forma pública, los convirtió en el centro de un huracán de notas que, una vez más, especularon sobre cuáles eran las reglas internas de ese matrimonio.
El futuro
Hablar sobre infidelidad en la relación de los Smith, es intentar someterle un corsé a una pareja que, justamente, lucha por destruir los rótulos. Para ambos, el matrimonio tiene que ver con lealtades que no pasan necesariamente por la vida sexual, y en esa fórmula ellos encuentran un equilibrio. Y unido a Jada Pinkett Smith, Will Smith sigue adelante en su búsqueda por permanecer en lo más alto de la constelación hollywoondense. Mientras tanto, continúa desmintiendo varios rumores sobre su figura (en muchas entrevistas, se cansa de negar que no pertenece a la cientología), y se dedica a soñar con la posibilidad de interpretar a Barack Obama en un biopic sobre el presidente. Entre risas, y sobre ese tema, él dijo: “Hablé con Barack, y me dijo que creía que al menos yo tenía las orejas ideales para ocupar ese rol”.
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