La actriz, que protagoniza en Mar del Plata la comedia costumbrista La divina familia, se refirió en una extensa charla con LA NACION a la búsqueda del autoconocimiento y al prejuicio que enfrentó cuando formó pareja con alguien veinticinco años menor
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MAR DEL PLATA (Enviado especial). -La regla implícita de la temporada teatral dice que las entrevistas a los actores deben realizarse luego de las cuatro de la tarde, ya que las cenas tardías luego de las funciones de cada noche hacen que las estrellas amanezcan bien pasado el mediodía.
Con Viviana Saccone se plantea la excepción. La actriz citó a LA NACION a las nueve de la mañana para realizar la sesión fotográfica en una playa semidesierta y luego conversar en un tradicional café ubicado en la loma de la avenida Colón, con vista a la playa Varese. “Intento ser muy ordenada con mi vida y, con los años, me di cuenta cuánto necesito de las rutinas”, dice Saccone, mientras ordena un jugo de naranja.
En esa metodología a la que hace referencia se encuentra la meditación, la rutina en el gimnasio y, ahora en Mar del Plata, la posibilidad de caminar temprano por la playa, una buena estrategia para llegar con energía física y mental a las funciones de la comedia La divina familia, de Ismael “Paco” Hase, que protagoniza en el teatro Enrique Carreras de esta ciudad. “Trato de ser ordenada con mis hábitos”.
-¿Con la alimentación también sos metódica?
-Sí, pero no lo hago para no engordar, sino que intento comer de manera saludable sin privarme de nada de lo que me gusta.
-¿Cuánta importancia le das a lo estético?
-Le doy importancia a sentirme bien. El paso del tiempo, y todo el deterioro que conlleva, es inevitable, así que no me enemigo con eso, sino que trato de amigarme. Por supuesto, me cuido, porque quiero tener mi mejor versión, no me da lo mismo estar bien que estar mal. Me gusta sentirme bien y eso conlleva a que uno se vea bien.
-Alguna vez dijiste que no querías encontrarte con una sorpresa a los 70 años.
-Exacto, hay que prever, hay una meta y los pasos son uno a uno, y para cumplir con todo eso, no me puedo levantar a cualquier hora o no cuidarme.
-Además, el buen estado físico redunda en un mejor rendimiento en el teatro.
-Sí, tengo que hacer dos funciones, me gusta rendir y sentirme en buen estado. Hacer gimnasia o caminar genera más energía. Aunque hay colegas que no hacen nada de eso y en el escenario se produce la magia.
-¿Cuándo comenzaste a meditar?
-Hace unos seis o siete años. No es algo que haga todos los días, pero me gusta parar aunque sea cinco minutos, sin esperar un momento específico o un lugar en particular. Se puede meditar mientras se hace la cola en el banco. Es un hábito pequeño en mi cotidianeidad.
-En un contexto bullicioso, ¿lográs poner la mente en blanco?
-Lo de la mente en blanco es un mito. Los pensamientos siempre vienen: lo que uno tiene que hacer es no aferrarse a ellos y dejar que fluyan. Meditar es conectarse con la respiración y eso hace que tu ritmo cardíaco se desacelere.
Elogio del grotesco
En La divina familia, Viviana Saccone personifica a una ama de casa al frente de una familia con marido, hijos, abuelo y tíos. El prototipo del clan barrial, con más apremios que holguras. Gracias a una invitación, aparece la posibilidad de conocer Mar del Plata. Allí comienza a conformarse el nudo de una comedia que tiene mucho de grotesco, imprimiéndole cotidianeidad y tópicos muy reconocibles a la trama. “Es una obra muy argentina: esa posibilidad de la familia de conocer el mar hace que se juegue con las expectativas, la ilusión y los sueños de todos ellos”.
En medio de esa aventura aspiracional que es la de debutar como turista en la playa, el clan repara en un inconveniente no menor: resolver con quién se deja al perro durante la ausencia de sus dueños. La divina familia es una producción de Aldo Funes, empresario con quien Saccone ya trabajó en la obra Vamos a contar mentiras. “Me gustan las pequeñas historias cotidianas, esas que tocan una fibra íntima”.
A diferencia de lo que cuenta la trama de la comedia, Saccone llegó a Mar del Plata acompañada de sus hijas y de su mascota, Mora, “una perrita vagabunda que adoptamos y nos hace muy feliz”. Roberto Antier, el director de La divina familia, le aclara a Saccone que su perrita es de raza Terbal, cuya traducción sería “terreno baldío”. Junto a Saccone, suben al escenario del Enrique Carreras Fabián Vena, Enrique Liporace, Héctor Calori, Pablo Sorensen y Kitty Locane.
-¿Es diferente la energía del público de Mar del Plata de la del de Buenos Aires?
-En algún momento se pensaba que el teatro de verano tenía que ser más distendido, algo que fue cambiando. Hoy, la gente valora mucho qué se le ofrece, por eso la oferta de Mar del Plata o de Villa Carlos Paz es muy buena, muy variada.
-Convengamos que el espectador de Buenos Aires está inmerso en una rutina, mientras que el de Mar del Plata está mayormente de vacaciones, con lo cual, la predisposición es diferente.
-En ese sentido, sí. El público de Mar del Plata está más distendido y, por otra parte, en esta ciudad te viene a ver gente de todo el país que, durante el año, no tiene la posibilidad de ver a sus actores. Es como una fiesta.
-Hiciste Sex, la propuesta de José María Muscari que apela al erotismo. Fue un rol diferente en tu carrera de actriz.
-Me encantó esa experiencia. Cuando Muscari me llamó, lo primero que hice fue ir a ver la obra y me gustó mucho la energía que se generó en la función y cómo me sentí como espectadora. Es un show erótico, pero, a la vez, no desde el lugar de seducción alevosa donde alguien se pueda intimidar, sino con alegría y diversión. Plantea la sexualidad desde el disfrute, la libertad y el respeto por el otro.
La actriz, que ya había hecho En la cama, otra pieza del autor y director, reconoce que confía “mucho” en la mirada de Muscari.
-En Sex, ¿quién interactuaba con el público, Viviana Saccone o un personaje?
-Salía a escena un personaje, aunque siempre se trabaja con uno mismo. Es muy finita la línea del actor, trabajamos con la neurosis todo el tiempo. Cualquier personaje que hagamos tiene nuestro cuerpo, voz y energía, entonces la frontera es muy sutil. Obviamente, hay personajes más lejanos y otros que nos resultan más cercanos, pero la observación siempre colabora. En el caso de Sex, jugaba a que era Viviana y así lo expresaba en un monólogo.
-¿Sentías pudor?
-No aparecía el pudor, no había desnudos, así que no fue complejo desde ese lugar.
-Tus últimas experiencias teatrales tienen que ver con poéticas muy populares, ¿qué te aporta este tipo de propuestas sobre las que suele recaer algún prejuicio?
-Este tipo de teatro me encanta. Por otra parte, me parece que el teatro es para todo el mundo, es sanador y siempre deja una enseñanza. Yo no elegí un tipo de teatro en particular, por alguna razón me he convertido en una actriz popular y, por otra parte, vivo de mi profesión, así que no me he podido parar en un lugar donde rechace proyectos hasta que llegue la propuesta que más me interese. Disfruto de mi trabajo, de todo lo que hago, y estar en contacto con la gente me nutre mucho. Curiosamente, cada obra que hice tenía que ver con algún momento de mi vida. Y muchos de los personajes e historias, casi como psicodrama, me permitieron ver y solucionar algún aspecto personal.
Prejuicios
Durante cinco años, la actriz formó pareja con Santiago García Rosa, un joven actor veinticinco años menor que ella. Se conocieron cuando compartieron el elenco de la obra La cabra, que Saccone protagonizó junto a Julio Chávez. El noviazgo llamó la atención en una sociedad donde, aún, algunas cuestiones parecieran no estar del todo validadas para la mujer. “Pareja-pareja, esa fue la última”, reconoce la actriz, que inició su carrera televisiva en la serie adolescente Clave de sol.
-¿Te incomoda que te comenten sobre los años que le llevabas a tu novio, un tema que pareciera ser que no se naturaliza y que esconde un prejuicio patriarcal?
-No se naturaliza y es muy loco lo que sucede, porque se trata de una pareja que se terminó hace varios años. Me parece que la sorpresa viene en tanto soy yo la que tuvo esa relación, como que “a esta no me la hacía así”. Debo tener imagen de conservadora, no sé. No me molesta que me pregunten, pero me sorprende.
-Al hombre no se lo juzga de la misma forma.
-Fijate Luciano (Castro) y Flor (Vigna), que son divinos, se llevan varios años, pero en las notas no es un tema eso, sino que se enaltece la hermosa pareja que formaron.
-Quizás tu relación validó a otras mujeres en igual situación.
-Me han escrito muchísimas mujeres contándome una experiencia similar. Además, hay que pensar que muchos hombres de mi edad tienen una cabeza machista, pero los jóvenes vienen con otra apertura. Es muy atractivo para las mujeres cruzarse con hombres de treinta que ya tienen otra mentalidad, son más compañeros y se relacionan con las mujeres desde otro lugar, con una mayor libertad. Además, hay chicos de treinta muy establecidos y hombres de cincuenta que están en la pavada, en la eterna adolescencia. El encuentro con otra persona no tiene que ver con un número; por eso, un vínculo así no se basa en lo físico, sino en algo más profundo, porque no se trata de una aventura. Y quien vive sí vive una aventura, afortunado de poder experimentarlo.
Caminos
-En tu vida no fue ni el magisterio ni la psicología, dos carreras que te interesaban. Sin embargo, la actuación es un oficio tan humanístico como aquellas. ¿Hubo arrepentimiento por no haber canalizado esas profesiones?
-No, los años te traen cierta calma y hoy me siento muy cómoda entendiendo que lo que no es, no es. El magisterio no era para mí, aunque sí di clases de teatro durante muchos años y la psicología se aplica en la observación para la construcción de los personajes.
Nació en Jeppener, un pequeño pueblo cercano a Brandsen, donde comenzó a hacer teatro a los catorce años. Su llegada a la gran urbe porteña no fue sencilla. Primero se alojó en una humilde pensión en la calle Arenales, y luego en un departamento de la calle Suipacha. “Llegué a las prácticas del magisterio, aunque nunca ejercí: el teatro fue más fuerte”.
La vocación por la escena pareciera estar en el ADN familiar. Su madre, de 75 años, que terminó de adulta su secundario, también se dedicó a hacer teatro en su pueblo. “Tengo esa escuela de que nunca es tarde para hacer algo, así que no descarto la psicología para algún momento de mi vida”.
-Tu madre atravesó un problema de salud.
-Sí, tuvo cáncer, el año pasado pasó por cinco operaciones difíciles, pero hoy está muy bien. Salió adelante, se recuperó perfecta.
Luego de la temporada en Mar del Plata, la idea es que la comedia La divina familia se mude a un teatro porteño. En el “mientras tanto”, sueña con volver a hacer radio y también con regresar a la conducción televisiva, actividad en la que debutó en 2022 cuando se puso al frente de Toda la vida con Vivi, en la señal Net TV. “Me encanta ponerme desafíos, es una manera de conocerme”, dice, antes de despedirse y emprender una nueva caminata por las arenas marplatenses.
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