La actriz es una de las piezas fundamentales de la obra más convocante de la avenida Corrientes; perfil de una mujer que encuentra en la soledad y la naturaleza su modo de entender la vida
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Es cara recurrente de la ficción televisiva. Otro tanto sucede con el teatro. Es de esas intérpretes que, con estricto bajo perfil, son convocadas una y otra vez, dejando huella en cada uno de sus papeles. Es de las que se defiende a través de sus personajes. Seguramente, en la calle, más de uno la mire y, quizás, le cueste pronunciar su nombre. Sin embargo, esa mirada externa habla del arraigo de su profesión en el público.
Frente a cámaras, fue disruptiva junto a Alfredo Casero en el mítico Cha Cha Cha y se metió en el mainstream con productos como Patito Feo. En teatro, se atrevió con la dramaturgia y logró ganar la Bienal de Arte Joven con F.E.A, pero también supo de fenómenos de plateas masivas cuando acompañó a Martín Bossi en El Impostor. Vivian El Jaber es actriz. Y no hay nada más que agregar.
Hoy, compone a una productora desopilante y desmoronada en Tootsie, el fenómeno de la avenida Corrientes liderado por Nicolás Vázquez, que agota las localidades de cada función del teatro Lola Membrives. “Mi personaje no tiene mucho texto, entonces era difícil encontrar algo de dónde agarrarme, así que pedí una peluca y empecé a jugar”, explica El Jaber, acomodada en un palco de la preciosa sala -puesta en valor recientemente-, mientras degusta el té que le permite ir colocando su voz antes de la primera de las dos funciones de la obra que cuenta con dirección del talentoso Mariano Demaría y de cuyo elenco, conformado por grandes artistas, también forma parte Julieta Nair Calvo.
“Imaginé a una mujer de 95 años, harta, saturada de ver actores, por eso todo le da igual”, describe la actriz sobre esa productora que le toca componer y que encuentra en Dorita, la versión femenina del personaje de Vázquez, a alguien que transita una emocionalidad similar: “Hay una paridad entre el hartazgo de los personajes”.
Entre el oficio y el medio
-Alguna vez, dijiste que, a la hora de escoger un trabajo, privilegiabas, antes que el cachet, el texto, los compañeros y el director. ¿Seguís manteniendo esa escala de valores?
-Va cambiando... En el caso de Tootsie fui medio kamikaze e hice algo que no hago jamás, acepté a ojos cerrados porque el libro aún no estaba, pero hubo algo de intuición muy fuerte. Nico Vázquez siempre me cayó muy bien, pero nunca lo había visto trabajar, no hacía productos que yo consumiera, pero había algo que me decía que tenía que aceptar, Tootsie es una historia hermosa.
Cansado de ser rechazado por productores y directores, un actor decide travestirse para lograr trabajar en el medio. Consigue el papel de su vida, pero también un gran dolor de cabeza al enamorarse de una compañera de elenco, tal es el disparador de Tootsie, cuya versión teatral cuenta con libro de Robert Horn y música original y letras de David Yazbek.
-¿Cómo sentís que se planta la historia en el actual paradigma en torno a la mujer?
-Es contradictoria, en tanto y en cuanto, Dorita consigue todo, pero no deja de ser un varón, por eso me parece súper interesante la versión que se hace, ya que no queda anacrónica.
Sin pelos en la lengua, Vivian El Jaber, alguna vez, ha afirmado que son pocos los directores que dirigen bien y que el resultado final suele ser fruto de la autogestión de los intérpretes.
-¿Seguís pensando lo mismo?
-Sí.
-¿Te ha pasado mucho?
-Todo el tiempo.
-¿Sí?
-En un noventa y nueve por ciento. También es un voto de confianza y lo agradezco, aparece el “hacé lo que quieras, confío”, pero el actor necesita que le digan para dónde ir.
-Se supone que el director tiene una mirada conceptual sobre el todo, un camino trazado donde no siempre lo que pueda proponer el actor cuadra.
-Lo que pasa es que hay directores que son más puestistas que directores de actores, entonces tienen la cabeza metida en la puesta y no en los actores; cuando sucede eso, uno va tratando de encontrar algo, como se pueda, y, obviamente, en el desarrollo de los vínculos con los demás actores. Siempre terminó de componer ahí, con los otros.
En los delirantes programas De la cabeza y Cha Cha Cha, de lenguaje avanzado para su tiempo, donde compartió la actuación fragmentada en sketches con Alfredo Casero, Fabio Alberti y Diego Capusotto, se formó bajo un manto de improvisación muy sostenida en las posibilidades y personalidad propia. Acaso por eso pueda sobrevivir en la escena sin un director que le trace el camino. No es el caso de Tootsie. “Yo me formé con ese tipo de código. Con la vuelta de la Democracia frecuentaba el Parakultural, que me nutrió y me conformó una manera de hacer”. Tiempos donde Batato Barea era un prócer de la creación escénica desprejuiciada.
Marcada por esa idiosincrasia, aunque no excluyente en su repertorio como actriz, el año pasado se destacó en Julio César, la pieza de William Shakespeare que versionó y dirigió José María Muscari, y que contó con el protagónico de Moria Casán. “Fue el primer Shakespeare que hice en mi vida y el viaje a Mérida con la obra fue la frutilla que coronó esa experiencia tan linda”. Allí personificó a Casca, el político romano responsable de matar a Julio César: “Amé hacerlo”.
Energías
Durante algunos días de la semana, Tootsie realiza dos funciones, algo no tan frecuente en estos tiempos. “Es una bendición, pero es desgastante. Sobre todo, en este tipo de espectáculos tan a público, con un ida y vuelta tan fuerte, la sala llena de gente insume mucha energía. Además, Nico (Vázquez) juega muy bien ese juego, con lo cual la gente está muy prendida a todo lo que sucede, es maravilloso”.
Para recargar sus energías, la actriz suele escaparse a su casa de Miramar, la ciudad costera que la cobija regularmente. “Soy anticiudad, entonces estar cerca del mar me resulta muy importante, necesito vivir cerca de la naturaleza”. También se declaró ermitaña y no lo niega, aunque hoy, sus sábados implican dar clases de actuación en dos niveles diferentes y luego internarse para las dos funciones en el Lola Membrives, la sala donde, alguna vez, Susana Giménez hizo Sugar.
-La tarea docente y la actuación son muy exigidas para la voz. ¿Cómo cuidás la garganta?
-Duermo mucho, es la mejor receta. Y tengo otro secreto...
-¿Se puede saber cuál es?
-Pisar la tierra, eso me energiza.
Organiza la jardinería de su casa de Villa Devoto, ese mismo que arregla descalza una y otra vez, y aunque lo haya hecho el día anterior.
-Ahora compartís el escenario con Vázquez, el año pasado lo hiciste con Moria Casán. Y has integrado el elenco de infinidad de tiras televisivas. ¿Cómo ha sido tu experiencia al lado de los divos de la actuación o las grandes estrellas cabeza de compañía?
-Siempre trabajo desde la paridad. Hablando mal y pronto, me chupa un h… quién está al lado mío. Al otro lo miro como personaje pero, no quiero que se malinterprete lo que digo, soy muy respetuosa de las trayectorias, pero arriba del escenario somos todos iguales. De otra forma, no podría trabajar. Por suerte, en los últimos tiempos me ha tocado gente muy linda en el rol de liderazgo. Nico es un sol, es uno más de nosotros, Moria era igual.
-¿Te ha sucedido lo opuesto?
-Claro, por eso, desde un tiempo a esta parte, pregunto quién está en el elenco, quién dirige.
-Adiós al pan amargo.
-No más pan amargo.
Orígenes de sangre
Indudablemente, el apellido El Jaber resulta algo extraño. Es que en sus venas corre la tradición adosada de lo sirio, español y portugués. “De parte de mi papá, los abuelos eran árabes y, del lado materno, portugueses y gallegos”. No conoce Siria, pero le encanta viajar: “El dinero mejor invertido”. De niña, solía visitar Canarias, de donde proviene parte de su familia, pero ella se empecinaba en regresar a la llamada “Ciudad de los Niños”: “Para mí las vacaciones eran en Miramar. Es un lugar al que llego y me desenchufo”.
-Vacaciones en Miramar y una vocación precoz.
-Los amigos les decían a mis padres “te va a salir bataclana”. Tendría unos dos o tres años cuando ya me subía a los escenarios de las tertulias de tangos a las que iban ellos. Años después, en la época del colegio secundario, no la pasó tan bien: “Era la época del Proceso y, pensándolo hoy, siento que algo había en el ambiente que yo percibía, era una tensión permanente”.
Ya adulta, estudió teatro con Roberto Saiz y Norman Briski, confirmando que eso era lo suyo, aunque el disparador había sido realizar una actividad que la sacara del ostracismo. “Escribía y hacía, lo cual me generó algo muy fuerte desde lo emocional. Ahí fue cuando me dije ´quiero esto el resto de mi vida´”. Así fue. Hoy sociabiliza, pero no deja de esfumarse hacia el mar cada vez que puede y si ve poca gente, mucho mejor. “El arte es lo que me hace conectar con la gente”.
El arte la salvó no sólo de su tendencia al aislamiento, sino también de los momentos más duros de nuestra sociedad: “Por eso digo que soy una guía espiritual artística y no una maestra de teatro porque el que enseña de verdad es el hacer en el escenario. No creo en la clase de teatro, más allá de dos o tres tópicos que podés aprender”.
Tragedias
Volviendo de una función de teatro de Patito feo, la exitosa tira infantil, Vivian El Jaber sufrió un grave accidente vial, en su propio vehículo con ella al volante. “Fue intenso”.
-¿Qué sucedió?
-En esa época vivía en Hurlingham, grababa Patito feo y, además, hacía la temporada del programa en el Gran Rex. No recuerdo qué sucedió, me salvó el guarda rail de un puente. Fue un gran golpe, me quedó el cuerpo violeta.
-En Patito feo compartiste elenco con Juan Darthés.
-Así es.
-¿Tenés algo para decir al respecto?
-Por supuesto, me quedé helada con las noticias que se conocieron. Hablé con muchos de mis compañeros, nos preguntábamos cómo no nos dimos cuenta. Fue horrible enterarnos. Yo no fui de gira, que es donde Thelma (Fardín) relata que sucedió el hecho, así que me imagino qué fuerte debe haber sido para Griselda (Siciliani) enterarse de la noticia, ya que ella sí viajó.
-Con Alfredo Casero tenés una relación muy estrecha.
-Es un vínculo de familia, puede pasar mucho tiempo sin hablarnos y cuando lo hacemos es una relación de hermanos. Un hermano que amás y que también podés odiar y agarrarte de los pelos. Vi nacer a sus hijos y hoy están gigantes.
-¿Te irrita cuando opina sobre política de una manera muy enfática y polarizada?
-No, soy cero política. Soy anarquista y no creo en nada. Es más, creo que no debería haber fronteras, monedas, ni tantas cosas que la humanidad creó. La verdad es que ni lo escucho, la gente me cuenta lo que dice.
-Con Casero te conociste haciendo un programa de humor, hoy una especie extinguida.
-Directamente no hay televisión. No hay ficción, una fuente de trabajo inmensa para los actores. En las plataformas tampoco se hace tanto. La gente te pregunta cuándo vuelve Cha Cha Cha y no hay respuesta. Nosotros empezamos a los veinte años haciendo algo muy grande, después de eso, te preguntás qué otra cosa podés hacer. Creo que tiene que llegar otra generación que traiga un cambio, otra estética. Hoy veo a algunos youtubers haciendo cosas que hacíamos nosotros hace dos décadas. En algún momento llegará una generación que capte aquello y haga algo nuevo.
-Cha Cha Cha en televisión, Julio César con atmósfera electrónica e indeterminación de los géneros en teatro. Lo disruptivo te calza bien.
-Soy muy convocada para ese tipo de propuestas.
-También tu personaje en Tootsie tiene, en otro contexto, tu propia paleta de colores.
-Es parte de mí, como el mar...
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