La pareja de actores recibió a LA NACION en su departamento de Playa Grande, donde alternan el descanso con las funciones de teatro en el Centro Cultural Osvaldo Soriano
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MAR DEL PLATA (enviado especial). - “María Elena es un genio universal, es una humanista que nos abre el corazón, nos acaricia el alma y, desde su criterio, también nos reta, nos pone algunas cosas a la vista para que pensemos”. Virginia Lago habla en presente sobre María Elena Walsh, la poeta a la que reverencia en Gracias, María Elena, un entrañable espectáculo que realiza junto al actor Héctor Gióvine, su marido, y al músico Mario Corredera. “Tuve el orgullo que me diera su amistad, fuimos muy amigas”, sostiene la actriz.
Virginia Lago y Héctor Gióvine reciben a LA NACION en su departamento de Playa Grande, una de las zonas más coquetas de Mar del Plata, ciudad a la que nuevamente le ofrendan este encuentro con la poesía y la música de Walsh, en una temporada de verano con funciones que van de jueves a sábados a las 21, en el reinaugurado Centro Cultural Osvaldo Soriano.
Lago ofrece algo fresco para tomar en una calurosa tarde marplatense que le quiere arrebatar el sopor a Buenos Aires. Allí, en el living, la imagen de la Walsh, testigo de la charla, bendiciendo el lugar. “Como diría Bertolt Brecht, María Elena es de las personas imprescindibles, no se puede dejar de hacer”, sentencia la actriz.
A pesar de asociarse su nombre con el arte para niños, donde es prócer, Gracias, María Elena recupera el ideario de Walsh en torno al mundo de los adultos. “En las canciones para chicos también está la crítica social, aunque disimulado por la intención y la música pensada para ese público. Pero, cuando se aborda lo que escribió para adultos, como sucede en nuestro espectáculo, aparecen palabras que suenan de otra manera y con mucha agudeza”, dice Héctor Gióvine, quien dirige el espectáculo que va de la palabra dicha a la canción y de la música a la poesía en mixtura indisoluble.
“A María Elena hay que hacerla siempre porque es y será eterna. El tiempo pasa, las pilchas son distintas, pero el ser humano es el mismo de siempre”, sostiene Gióvine. “Mas allá de su agudeza, María Elena juega permanentemente”, dice Virginia y su marido agrega: “Es pícara”. Y sigue la conjugación en presente, tan presente como la autora de que aquellos versos que decían “el que vive para nadie, sabés dónde va a parar: a torres de arena y humo y a su propio funeral”.
-Es de la época en la que hacía dúo con Leda Valladares el germen de su poética para adultos...
Virginia Lago: -En París iba con Leda a cantar a los cabarets y allí se encontraba con Chaplin.
-¿Cómo nació la amistad con María Elena Walsh?
Lago: -Fue una amistad que fue creciendo. Yo comencé en la televisión cuando tenía 15 años y ella escribía para el medio. Además, siendo muy jovencita, me llamó María Herminia Avellaneda para hacer un programa escrito por María Elena. A partir de eso yo digo que me enamoré de ella. La amo, la amé y la amaré. Es un amor muy profundo, está siempre conmigo.
-En varios proyectos estuvieron vinculadas artísticamente.
Lago: -Hicimos Canciones para mirar, con Leonor Manso y Patricio Contreras, dirigidos por mi gran amigo Julio Baccaro, y también Vivir en vos, supervisado por ella. Íbamos creando y se lo llevábamos para que viera.
-¿Era muy rigurosa? ¿Aplicaba muchos cambios?
Lago: -A ese espectáculo, el título se lo puso ella, y hacía cambios, si.
Héctor Gióvine: -Era muy rigurosa, lo mismo con la edición de sus libros y de sus canciones. Todo lo de ella es de primerísimo nivel artístico. Si no, no lo hacía.
-Héctor, realizar la curaduría de la obra y tener que escoger entre tanto material, entiendo que no habrá sido una tarea sencilla...
Gióvine: -No es el primer espectáculo que hago con esta estructura, ya que antes elegí a Horacio Ferrer, Jorge Luis Borges, Eladia Blázquez y Chico Novarro. En el caso de María Elena, la obra es muy amplia, entonces lo que hice fue elegir con un sentido teatral, ya que hay materiales que son valiosísimos, pero que, al leerlos, uno siente que no son para el escenario. Luego viene el trabajo de organización, para que lo escogido conforme un espectáculo y sus climas. No todo es para el principio o para el final, cada texto tiene su momento. La idea es que el público no se toque la nariz hasta que termine la función.
-El trabajo de campo y de acopio tiene mucho de investigación periodística.
Gióvine: -Hay que leer todo lo que se pueda sobre el personaje elegido. Algo muy interesante es cuando se dicen textos, que son poesía de canciones, pero sin la música, te puedo asegurar que si leés “El día que me quieras”, vas a encontrar algo distinto a la canción, es como si lo escucharas por primera vez.
-En el transcurrir del tiempo, releer también es una tarea que permite nuevos descubrimientos y una resonancia diferente de los autores.
Lago: -Pasa la vida y a uno le pasan cosas. Jorge Luis Borges decía que las cosas que a uno le gustan, debe volver a leerlas. A María Elena, por supuesto, vuelvo a leerla siempre. Ahora estoy con Fantasmas en el parque, es mi tercera lectura del material, pero siempre descubro algo nuevo, distinto. Eso sucede con grandes como María Elena, Borges, Ernesto Sábato. Uno va viviendo y la obra va repercutiendo diferente.
-¿Tienen contacto con la fotógrafa Sara Facio?
Lago: -Sí, claro, es una gran amiga, nos hablamos o mandamos mensajitos cotidianamente. ¿Cómo no voy a ser amiga de Sara que fue el gran amor de María Elena? Sara es una artista enorme y, además, una gran persona. Es parte de mi familia.
Lago y Gióvine se fanatizan con el universo de la autora de “Manuelita” y cuentan sobre el avance de las obras de puesta en valor de la casa natal de Walsh, en Ramos Mejía. Un gran proyecto que permitirá que el público acceda a la intimidad de una época de su vida a través de un museo in situ.
Vivir en vos
Gióvine tiene una voz portentosa. Es de esos actores que se crió proyectando en el teatro. Lago habla con la dulzura que esbozó en tantos programas de televisión, en ese medio tono que no deja de ser claro, enfático, seguro. Sería imposible enumerar todo lo que han hecho. Actores de raza, de los clásicos del teatro a la ficción de televisión y de esa masividad a la poesía intimista y exquisita escenificada.
Él le dice Vicky y ella lo mira en una escena de dos enamorados digna de un culebrón. Pasaron los 80 y eso no hace mella ni en el vínculo matrimonial ni en la energía que depositan en el escenario. “Nos conocimos trabajando”, explica ella, en rol de esposa, comenzando a desandar ese camino matrimonial que lleva “algo así como 54 años”, según Héctor Gióvine.
-¿Cómo fue ese primer encuentro?
Lago: -Un amigo camarógrafo de Canal 11 había construido un teatrito en Bariloche y quería armar un centro cultural allí, entonces me invitó a participar de ese proyecto hermoso. No recuerdo qué novela estábamos haciendo, pero le dije a Walter Santa Ana y a Héctor si les gustaría sumarse a esa aventura. Éramos muy jóvenes y ese tipo de proyectos siempre entusiasman y bueno… Bariloche es tan hermoso que te invita a enamorarte.
-La culpa la tiene el lago Nahuel Huapi...
Lago: -La vida quiso que fuese así. Hicimos tantas cosas juntos, tuvimos dos hijos, eso fue lo mejor que hicimos.
El matrimonio tuvo a Mariana, talentosa actriz y directora teatral, y a Pablo, quien luego de jugar con el arte se dedica a la docencia de equitación y a la preparación de caballos de salto. A veces, los padres conociendo las desventuras de los oficios, prefieren que sus hijos no sigan sus pasos. No fue el caso. “Que cada uno haga lo que quiera. Además, Mariana y Pablo vivieron nuestro mundo desde chicos, así que no había que explicarles nada, ya que hemos pasado por todo”, reflexiona Gióvine.
-¿Son críticos los hijos con respecto al trabajo de ustedes?
Lago: -Pablo, sobre todo, es muy minucioso en sus análisis, muy crítico.
Gióvine: -Mariana es más cauta en las críticas.
-¿Toman en cuenta las devoluciones de Pablo?
Lago: -Sí, claro, es muy inteligente, pero es bravo.
Gióvine: -Siempre tiene razón.
Lago: -No siempre…
-¿Les gusta la carrera como directora y actriz que está llevando adelante Mariana? ¿Se ven espejados?
Gióvine: -Mariana es una directora estupenda.
Lago: -Le encanta dirigir y lo hace muy bien, pero también es una actriz formidable. Ahora está haciendo la obra No es Disney, donde hace un trabajo increíble, sobresaliente.
Se ríen recordando alguna devolución y uno no puede más que imaginar esas cenas familiares hablando de teatro, recordando obras, desgranando proyectos. Pasaron los años, pero el matrimonio sigue viviendo en el lugar donde criaron a sus hijos, en el corazón de Parque Patricios, un barrio más porteño que el Obelisco. En esas calles, aún empedradas, ella revive a su Villa Ballester natal, donde aún está la casa en la que transcurrió su infancia, y él rememora a Villa Urquiza, el barrio capitalino donde creció y en el que debutó como actor en el escenario del teatro 25 de Mayo.
-¿Cuándo se casaron?
Gióvine: -Nos casamos hace un año y medio.
Disfrutan con el dato y la sorpresa que generan, pero lo cierto es que el matrimonio contrajo enlace en el Registro Civil el 25 de octubre de 2021. “Dijimos, ´bueno, ya es hora´”, dice el, hasta hace pocos meses, “novio” de Virginia Lago. “´Parece que esto es para siempre´, nos dijimos, entonces decidimos casarnos”, celebra ella.
-Más allá de esa presunción, ¿por qué tomaron la decisión?
Gióvine: -De alguna manera pensando en los chicos, para facilitarles la papelería, para que nada se complique después.
Lago: -Vinieron muchos amigos, estaban más contentos los amigos que nosotros.
-No todos los matrimonios armonizan compartiendo la misma profesión y, mucho menos, un proyecto en común. ¿Cómo ha sido la experiencia de ustedes?
Lago: -Para mí ha sido extraordinario, aunque no siempre hemos trabajado juntos. Pero, cuando lo hicimos, tuvimos experiencias muy lindas, como la creación del grupo Teatro Popular de la Ciudad, donde hacíamos teatro de repertorio y hasta levantamos un teatro.
-¿Quiénes más estaban en ese colectivo artístico?
Lago: -Walter Santa Ana, Onofre Lovero, Víctor Hugo Vieyra. El Chango Vieyra y Héctor levantaron hasta el escenario del teatro que estaba en Mario Bravo y Corrientes. En ese proyecto, trabajamos muchísimo juntos, durante siete años. Más allá de eso, nunca nos planteamos trabajar siempre juntos y cuando lo hicimos por separado, nos íbamos a ver mutuamente. Y, te diría, que tener esa libertad, es muy sano. Y, cuando trabajamos juntos, jamás tuvimos un problema, yo le tengo mucha admiración a Héctor, es un gran actor y director y, además, escribe cosas lindas. A veces escribe cosas lindas, pero llama a otros actores para hacerlas y yo me quedo mirando. Me dolió que llamara a otras y no a mí, pero fue su decisión.
Virginia hace un puchero y dice “no le intereso más”. Y ambos se miran sabiendo que disfrutan mucho de la tarea en común, como en la actual experiencia en Mar del Plata . “Hay respeto y admiración por el otro y eso facilita mucho las cosas”, confiesa Gióvine. El matrimonio es de esos que no se separaron nunca, ni un día; una especie de rara performance.
El medio
Lago se lamenta por la falta de trabajo para los actores en televisión, aunque es de las privilegiadas que formó parte del elenco de la segunda temporada de ATAV, la tira de Polka que saldrá desde marzo o abril por la pantalla de eltrece. También con producción de Adrián Suar, en febrero comenzará a ensayar Votemos, una nueva propuesta teatral de carácter coral que se verá en el escenario del Metropolitan porteño, dirigida por Daniel Barone.
“La televisión cambió mucho, hay demasiado programa de preguntas y respuestas, otro tipo de cosas que no requieren de los actores”, dice ella. Cuando se les menciona a Gran Hermano, ambos ponen cara de espanto. “El lavado de cerebro”, sentencia él y agrega: “El público quiere a sus actores y desea verlos, pero para la empresa de la televisión eso no cuenta, parece que hay otros intereses, así que esa cosa sentimental que estoy diciendo, ya no tiene sentido para los programadores”. “Son ciclos, etapas, ya volverá la ficción”, se ilusiona su esposa.
-¿Se sienten queridos por el público?
Gióvine: -Nos sentimos queridos y muy respetados por el trabajo que uno eligió hacer a lo largo de los años, no eligiendo cualquier cosa. Hicimos lo mejor que pensábamos para nosotros mismos y para el público, por eso, en la calle, siempre aparece el apretón de manos, el abrazo, el saludo afectuoso.
Lago: -Comparto la apreciación de Héctor. Nos sentimos queridos y muy respetados, nos pasamos toda una vida trabajando para la gente, somos parte de la familia del público. Y creo que se valora mucho la conducta que se ha llevado.
Mis veranos
-¿Cómo recuerdan los veranos de la infancia?
Lago: -Soy la menor de siete hermanos y no íbamos mucho de vacaciones, así que mi recuerdo, con mucho amor, es en mi casa de Villa Ballester, un hogar de puertas abiertas. Una casa llena de granadas, ciruelas, nísperos y uvas, con hamacas hechas por mi papá.
Gióvine: -Mi padre era carnicero y mi madre lo ayudaba, así que no salíamos de vacaciones.
-¿Cuál es el lugar que prefieren para pasar sus vacaciones?
Lago: -Más allá de tener nuestro departamento, amamos a Mar del Plata y la elegimos siempre, es una ciudad hermosa.
Gióvine: -También nos gusta viajar mucho. Si te tuviera que nombrar un lugar sería Brujas.
Lago: -Praga también es un sitio que elegimos.
-¿Qué lectura o música eligieron para este verano?
Lago: -Me gusta mucho escuchar a los cantautores, por eso Joan Manuel Serrat es mi gran amor y Jairo es un gran amigo al que admiro y elijo como artista. En cuanto a lectura, estoy leyendo a Viviana Rivero, a quien descubrí hace poco, y no puedo abandonar. Y, por supuesto, me traje a María Elena Walsh.
Gióvine: -Escucho todo tipo de música, siempre que, según mi criterio, sea buena. Me interesa el tango, Astor Piazzolla y el jazz.
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