A Virginia Lago la pandemia la sorprendió como a todos. Pero no la detuvo. Continuó con su programa de radio El buen modo (por la 2 x 4, los jueves, a las 20), en el que recorrió con su reconocido tono amable y cariñoso las historias de Aníbal Troilo, Jorge Luis Borges, Armando Discépolo y Mario Benedetti, entre otros referentes de la cultura rioplatense, y con los ensayos (virtuales, eso sí) de Todas íbamos a ser reinas, un espectáculo colectivo con exalumnas, que dirige, centrado en las figuras de Victoria Ocampo, Alejandra Pizarnik, Lola Mora y Niní Marshall, con posible estreno el año próximo.
De todos modos extrañaba subirse a un escenario. Por eso cuando le llegó la propuesta del teatro Roma de Avellaneda para grabar allí Gracias, María Elena, con vistas a su streaming este viernes, a las 21, por Plateanet, no lo dudó. Para el reencuentro presencial con su público aún falta un poco, pero esta comunicación a la distancia por las bondades de la tecnología, la tiene más que contenta. "Será un placer volver a compartir la obra de María Elena Walsh con la gente en sus casas", asegura, y adelanta que en la tarea estará acompañada por su marido, el actor Héctor Gióvine (también encargado de la puesta), y el músico Mario Corredera.
-¿En qué situación te agarró la pandemia y cómo la fuiste atravesando?
-Fue un sacudón, y al principio fue difícil empezar a convivir con esta tragedia. Pero también produjo que estuviésemos más unidos. Con mi marido, mis hijos, mis vecinos y toda la gente que quiero y que todos nos cuidáramos más. Por suerte tengo varias pasiones y me aferré a ellas: me dediqué a la lectura y al cuidado de mi jardín y mis plantas. De todos modos yo no me quedé encerrada en mi casa, salíamos a hacer compras y a caminar un poco.
-¿No sentías miedo?
-No, nunca sentí miedo ni encierro. En mi casa nunca me sentí presa y todos los días salí a baldear la vereda y conversar con los vecinos. Sólo sentí dolor por las muertes, aunque por suerte nadie alrededor mío enfermó ni falleció.
-¿Estuviste todo el tiempo acompañada?
-Sí, eso fue otra suerte. Aquí vivo con mi compañero de toda la vida (Héctor Giovine), en esta casa a la que amo y en la que también me dedico a pintar.
-¿A qué tipo de pintura te dedicás? ¿A la figurativa o a la abstracta?
-No pinto cuadros, pinto mi casa. Soy pintora de brocha gorda (risas), pero ojo que no es poca cosa, hay que saber pintar paredes, ¿eh?
-Recién te referías a Héctor, tu marido. ¿Hace cuántos años que están juntos?
-Cincuenta. Todo el mundo se desmaya con la cifra. Les parece raro ver perdurar tanto tiempo a una pareja, pero yo a Héctor lo amo profundamente. Es un gran compañero y un gran padre. Tenemos dos hijos y una nietita que ya cumplió 13 años, no lo podemos creer. Con Simona estuvimos varios meses comunicadas sólo en forma virtual y eso fue muy difícil para mí. Pero por suerte ahora nos podemos volver a ver cara a cara. Con ella tengo una gran conexión, es fantástica, y fue (aunque a la distancia) también una gran compañerita durante la cuarentena.
-¿Qué puede esperar el público de vos y de tu Gracias, María Elena?
-Espero que lo mejor. No es la primera vez que trabajo con textos de María Elena Walsh, pero este será un espectáculo distinto y original. En principio lo grabamos de espaldas al público. Se ve la platea vacía y eso queda muy lindo. Me pareció un recurso muy teatral. Lo grabamos hace veinte días, luego de tres meses de ensayos. Este es un espectáculo que concibió Héctor tipo music hall. Es teatro de cámara, lo hacemos con atriles. Si bien la letra la sabemos de memoria, será una manera de ir leyendo a María Elena.
-¿Incluye tanto textos como canciones de María Elena? ¿Cuáles?
-Sí. Muchos textos y canciones. Habrá textos conocidos, como "Campana de palo" y "Oda a la justicia", y otros no tanto. Y entre los temas estará "La pájara pinta", que parece una canción para chicos pero es un texto contra la violencia de una manera "muy María Elena". De todos modos habrá algunas canciones infantiles y, entre las de adultos, estará por ejemplo "Los ejecutivos".
-¿Por qué este espectáculo aquí y ahora? ¿El arte de María Elena te resulta un antídoto contra la pandemia?
-Yo creo que a María Elena hay que hacerla siempre, en tiempo de pandemia y no. Ahora su arte tal vez resulte más imprescindible porque lo que estamos viviendo es una tragedia. Por la gente que se muere, por los chicos que no pueden ir al colegio, por la falta de trabajo, etcétera. Pero sobre todo por las muertes. Y el dolor que eso entraña.
-En su obra María Elena habla de solidaridad y empatía.
-Sí señor, sí señor. Habla de eso todo el tiempo y en ese sentido la palabra de María Elena hoy puede ser sanadora. Es importante, por ejemplo, volver a leer o escuchar en estos momentos "Serenata para la tierra de uno". A la noche me despierto y agarro cualquier libro de ella, me tranquilizan y aprendo mucho con ellos.
-Vos ya habías protagonizado espectáculos suyos (Canciones para mirar) o sobre su vida (Vivir en vos). ¿Por qué este permanente regreso a María Elena y sus textos? ¿Qué es lo que más valorás en ella?
-María Elena fue una mujer de una ética extraordinaria. Y tenía una manera de conectarse con la gente, tanto con los chicos como con los grandes, realmente única. Además, la entiende todo el mundo. Y es de una profundidad increíble y tiene un gran humor. Yo admiro su genialidad. ¿Cuántas cosas nos cuenta ella en "El mundo del revés"? ¿Y en sus novelas y en sus poemas para adultos? De todos modos, esta vez la idea no fue mía sino una propuesta de Héctor y fue una sorpresa. Yo lo veía todo el día trabajando en su escritorio, pero no sabía que estaba concibiendo este espectáculo para mí. Fue un regalazo. Un verdadero acto de amor. Seguramente lo llevemos este verano a Mar del Plata, estamos en tratativas con el teatro Colón, que ya nos ha cobijado varias veces.
-¿Cómo era tu vínculo con María Elena? ¿Eran amigas?
-Sí, sólo que ella me decía Vickyta y yo siempre la traté de usted. Nunca la pude tutear. Tal vez porque me llevaba 15 años, no sé. Yo iba a la casa, me preparaba una almuerzo lindo, con cosas ricas, y siempre un buen vinito o una cervecita. Charlábamos mucho. Eran tan divertida y clara, que te abría el corazón y la cabeza. La amé y la amo profundamente. Nos conocimos en la televisión, cuando yo tenía 18 años; ella escribía un programa que dirigía María Herminia Avellaneda y yo actuaba en él. Luego participé en su film Juguemos en el mundo. Y tras estar ambas varios años prohibidas, volvimos juntas a la televisión, en el micro Y nos fuimos para arriba. Ella hacía los guiones y yo actuaba junto a Ana María Campoy. María Elena ya estaba enfermita y yo iba a su casa tres veces por semana a buscarle los libretos. Fue ahí cuando me dijo por primera vez: "El Quijote es el único libro que hay que leer". Durante la pandemia le hice caso y lo volví a leer.
-¿La extrañás?
-Está conmigo todo el tiempo.
-Siempre se habla de Borges, Sábato y Cortázar como de los más grandes escritores argentinos, a los que algunos agregan a Bioy Casares. ¿Y María Elena? ¿Debería ser sumada a ese podio?
-Sin ninguna duda. Absolutamente. Era una grande, una de nuestras mejores escritoras. Mi amada María Elena era un genio. Yo creo que cada vez será más reconocida. Ha escrito mucho y bueno, y además ha sido popular. Le encantaba el teatro y estar arriba de un escenario. Le daba mucho placer cantar y por eso su pasión por el music hall. ¡Llegó a bajar las escaleras del Maipo!
-Sos una actriz con una larga trayectoria. Sin embargo, la popularidad te llegó a comienzos de la década pasada como presentadora de un ciclo de películas por televisión, Historias de corazón. ¿Qué recuerdos tenés de aquel éxito inusitado?
-Mil recuerdos. Fue algo muy modificador. Yo estaba haciendo Vivir en vos, en Mar del Plata, por segunda vez en temporada y luego de 20 años. Y me llamó Tomás Yankelevich para ofrecerme este ciclo. Al principio me pareció un experimento raro, pero él me insistió y un día franco me fui a Buenos Aires a hablar con él. Ahí me contó mejor lo que quería hacer. Me siguió pareciendo una propuesta insólita, pero esa vez también atractiva. Era sólo por dos meses: enero y febrero, pero el éxito fue impresionante y estuvimos cuatro años. Y lo dejamos porque Tomás quiso que hiciera una novela (Amar después de amar). Como soy muy insistente en el medio logré que una vez por semana hiciéramos un unitario con actores. Y el programa fue creciendo mucho. Un día leí una poesía que tenía que ver con la historia de la película y eso quedó para siempre. Y yo veía todas las películas en mi casa, absolutamente todas, y así sabía de qué tenía que hablar. Me tomé muy seriamente mi labor de presentadora.
-No obstante, tu desempeño también fue motivo de burlas en las redes. Y según se supo esto te hizo sufrir mucho, al punto que casi renunciás. ¿Qué pasó después, aprendiste a capitalizarlas?
-Mirá, a mí me lo contó mi hijo. Me dijo: "Mami, ¡no sabés las cosas que te dicen!" Él se reía, pero a mí no me hacía gracia, y yo le decía: "No, no, no me digas, no me cuentes nada". Es que yo nunca fui una persona mediática, nunca estuve en las redes ni se me ocurrió que podría estarlo. Empecé a aparecer por este programa. Mi hijo me hizo cambiar de idea, él me insistió para que me lo tomara con humor. La gente se divertía y el programa era un éxito. Un día un muchacho me paró en la calle y me dijo que su hijo de ocho años, cuando el programa estaba por comenzar, se ponía un mantelito en las rodillitas y decía: "Bueno, queridos amigos, vamos a ver una película". Es que no sólo lo veían las mujeres de mi edad, toda la familia se reunía en torno al televisor y los chicos me imitaban. ¿Qué podía yo hacer?
-Aún es recordado tu latigillo: "¡Maravilloso!". ¿Cómo surgió? ¿Lo patentaste?
-No fue una estrategia. Yo soy muy de hablar así, muy de "maravilloso", "extraordinario", "increíble". Se reían de eso, pero lo concreto es que...
-...en 2013 te ganaste el premio Martín Fierro como mejor conductora.
-Qué bárbaro, ¿no? Juro que no lo esperaba y me encantó. Es que fui muy feliz haciendo ese programa. Fue un trabajo en conjunto maravilloso, de todos: de la gente de la recepción del canal, de los camarógrafos, de los directores, de los productores, de los asistentes, de los iluminadores. Nos juntábamos en el sillón de la escenografía una hora antes de cada programa, y todos, de pronto, colaboraban con los textos. Se había formado una familia, y estábamos toda la semana juntos, incluso los sábados, porque el programa se extendió al fin de semana. El éxito fue el amor colectivo.
-Tu estilo volvió a cobrar vigencia en medio de la cuarentena cuando desde la TV Pública le enseñaste a las personas mayores a usar la tarjeta de débito como medio de pago, con el fin de desalentar la concurrencia a los bancos para extraer dinero. ¿A quién se le ocurrió la idea?
-No lo sé. Sé que la campaña fue una iniciativa conjunta de la Secretaría de Medios y Comunicación Pública de la Nación y el Banco Nación, pero a mí me llamaron del canal. Fue un llamado que me tomó de sorpresa, uno de esos llamados que uno no espera porque son cosas raras para el oficio. Pero fue una experiencia muy buena. Primero tuvimos varias reuniones telefónicas y después fueron dos días de grabaciones. En total filmamos 10 spots. Nos entendimos muy bien con la producción. La idea era hacerlo desde un lugar con cierto humor y muy cariñoso. También, como en Historias de corazón, se produjo una cosa muy colectiva, que es como me gusta trabajar a mí. Tengo tanta cooperativa y teatro off encima que es lo que me sale del alma. El teatro es un arte grupal, no se puede trabajar de otra manera y así me gusta trabajar en todos los ámbitos. Me gusta mucho cambiar opiniones, así aprendo de gente que ve las cosas con otras miradas.
-Fuiste trending topic y hasta Benito Cerati te dedicó un mensaje amoroso.
-¿En serio? No sabía nada. ¿Qué dijo?
-Publicó un tuit diciendo: "Ustedes siempre se burlaban de Virginia Lago en su programa de películas. Para mí siempre fue lo más amoroso que existe, estoy emocionado de que vuelva".
-Ay, no me digas, se me pone la piel de gallina. ¡Qué amor!
-Pocos saben que sos prima hermana de Zully Moreno. ¿Ella fue tu primer modelo de actriz? ¿Querías ser una diva de los teléfonos blancos?
-Noooo, para nada (risas). Yo nací en Villa Ballester y soy la menor de siete hermanos. Zully vino por única vez a mi casa cuando yo tenía tres o cuatro años. Todo el mundo lo recuerda porque ella ya era una estrella. Mi hermana Dorita luego mantuvo una muy buena relación con ella. No es que yo no haya tenido una buena relación, directamente no tuve ninguna. Pero debo reconocer que cuando hice La Piaf, de Pam Gems, me vino a ver y más tarde también asistió a otros de mis espectáculos. Y un día nos invitó a cenar a Héctor y a mí a su casa de Salguero y Libertador, seguramente porque también iba mi hermana. No me olvido más lo que significó verla entrar al living: era una mujer tan bella, alta y delgada, y sin una gota de maquillaje... ¡Era una hermosura! Y además un encanto de persona. Mi historia fue otra, una muy distinta, opuesta, de mucho teatro colectivo.
-Personalmente se te percibe como una persona muy dulce y tranquila. Sin embargo, en el escenario solés encarnar a mujeres fuertes: Filomena Marturano, La Piaf, Frida Kahlo y Violeta Parra, entre otras. ¿Son tu contracara o reflejan tu verdadero yo?
-Yo no sé cuál es mi verdadero yo. Soy tranquila. Todas esas mujeres me atraen porque han vivido la vida al límite, con mucha pasión, han tenido una especie de locura por la vida. La Piaf sufrió mucho, se crió en la calle y después fue quien fue. Estaba llena de amor, todos los hombres se enamoraban de ella, desde Yves Montand hasta Marcel Cerdan, que fue el gran amor de su vida. Son mujeres apasionadas, lo mismo que Kahlo o que Blackie, a quien interpreté en televisión. O Violeta o la mismísima María Elena. A todas me acerca la pasión, en ese sentido sí me siento como ellas. Pienso que la vida es pasión pura.
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