Vini Dotti, el nieto argentino de Audrey Hepburn: “Ella salía del mundo de la megaestrella, vivía de una manera muy simple”
A los 22 años, estudia para dedicarse a la actuación como su célebre abuela, de quien tomó su disciplina de trabajo, y confiesa que extraña nuestro país: “Le agradezco a la vida haber crecido en la Argentina y sentirme argentino pese a haber nacido en Roma”
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“Yo es algo que no digo. Siempre decidí mantener bajo perfil, en buena medida por cómo me educaron, pero si se sabe no lo voy a negar, porque estoy orgulloso de mi abuelita”, dice con voz emocionada. Al otro lado de la línea, Vini Dotti acaricia el recuerdo de la abuela que no conoció pero que fue una de las personalidades más famosas del mundo. “Básicamente, mi abuela tuvo dos matrimonios: con el primero tuvo a mi tío y con el segundo, con mi abuelo, tuvo a mi papá. Mi abuelo era un psiquiatra que vivía acá en Roma. Mi mamá nació y creció hasta su adolescencia en la Argentina, pero se vino muy joven a estudiar a Europa donde conoció a mi papá. Mis padres estuvieron juntos quince años. De ahí viene mi lado italiano, mi lado argentino y la historia con mi abuelita”, añade Dotti sobre los vínculos familiares y el estrecho lazo con la Argentina que lo llevó a radicarse once años en nuestro país. “La mitad de mi vida, tengo casi 22 años, la pasé en la Argentina, pero mi juventud también impidió que conociera a mi abuela. Es de la única que no tengo recuerdos personales”, añade Dotti sobre Audrey Kathleen Ruston, conocida en todo el mundo como la angelical e inolvidable Audrey Hepburn, de cuya muerte se cumplen 30 años mañana, 20 de enero. La actriz se casó primero con Mel Ferrer, con quien tuvo a su hijo Sean; luego con Andrea Dotti, con quien tuvo a Luca Dotti, quien — en el capítulo local de la historia — se casó con la fotógrafa argentina Astrid Maria Verstraeten Smith. Juntos tuvieron a Vincenzo, Vini, quien desde su casa en Roma dialoga en exclusiva con LA NACION.
—¿Qué anécdotas de ese costado más familiar tenés de tu abuela?
— Hacia el final de su vida ella fue embajadora de Unicef e hizo un trabajo muy importante, siendo una de las primeras actrices que se involucraron en esa tarea. Fue una mujer que sufrió mucho y trabajó mucho para superarse. Me llegaron mil anécdotas pero, finalmente, mi abuela era muy simple. Mi papá escribió un libro que cuenta un poco su historia pero a través de las recetas de cocina que ella hacía en su casa. Cada receta es una parte de su historia. Ella salía del mundo de la megaestrella, de hecho nunca vivió en Hollywood, y vivía de una manera muy simple. Muy no-vida de súperestrella aunque, obviamente, tenía las condiciones de quien era. Últimamente lo pienso mucho porque no caigo de que mi abuela es una de las personas más famosas del mundo. Ella veía realmente la actuación como un trabajo y no se metía en el mundo de la locura del cine, por así decirlo.
—¿Cuál fue el momento en el que tu abuela pasó para vos a ser también la Audrey Hepburn que todos conocemos?
— Fue gracioso porque de chiquito no lo sabía. Mi abuelo murió cuando yo tenía seis años, así que entre los tres y los seis yo veía películas de ella con él, que me mostraba las películas sin decirme nada del vínculo. Tengo esta foto tan famosa con los anteojos de Desayuno en Tiffany’s [Muñequita de lujo, en la Argentina] y la tenía ahí siempre, hasta que un día los pregunte a mis papás: “¿Por qué mi abuela está en todos lados?”. Sobre todo acá, en Roma, la ves en los calendarios y en la boludeces que venden en los kioskos. Eso me pasó a los ocho años. Cuando fui a Asia caí definitivamente cuando vi una cola para sacarse fotos con nosotros como si fuéramos los Rolling Stones. Gente que amaba a mi abuela como yo amo El gran pez, mi película favorita. Hoy en la universidad hablaron de ella porque citaron su canción “Moon River”. Así es todo el tiempo. Es muy loco. Igual no digo nada, obvio.
En el desarrollo de la entrevista sorprende escuchar a Vini hablar como un porteño más, aunque se encuentre a más de once mil kilómetros de distancia y aunque su abuela haya sido la princesa más delicada que brindó toda la historia del cine. “No vi todas sus películas todavía, pero me gusta muchísimo verla en Sabrina, porque está muy linda. O Wait Until Dark [Espera la oscuridad], donde ella hace de ciega y es un thriller formidable. Ella se había ido a vivir a un convento de ciegos para prepararse. Esa película la recomiendo porque es difícil de encontrar [en la Argentina están disponibles en el catálogo de Qubit] y se sale del casete de la mujer bonita. Pero después empezás a pensar en muchas otras, pero estas dos me encantan”, dice entusiasmado sobre esa dorada filmografía que lo acercó aún más a ella cuando se decidió a estudiar actuación.
—¿Qué recuerdos tenés de la vida reciente en la Argentina?
— Viví los últimos once años allá. Acá en Roma estaba cursando el Liceo Francés y fui a Buenos Aires y lo seguí. Estudié ahí y luego seguí estudiando Ciencias Políticas en la Universidad de San Andrés y pasó literalmente una semana y después vino la pandemia, la cuarentena. Hice un año y luego me vine a Italia ¿Recuerdos? Extraño, más allá de todas las dificultades y todo, la ciudad de Buenos Aires, como dice la canción, es mágica y después la gente no se quiere ir o lo extraña muchísimo. Tengo los mejores recuerdos y le agradezco a la vida haber crecido en la Argentina y sentirme argentino pese a haber nacido acá en Roma. La Argentina me cambió la vida para bien más allá de que sea un quilombo. Que lo es. Amo a mi país. La Argentina es el mejor país del mundo.
—¿Cómo es la relación simbólica con tu abuela ahora que seguís sus pasos en la actuación?
— Es más espiritual el vínculo. En un punto es incomparable por muchas razones y tampoco puedo pensar en llegar a su altura. Pero sí es espiritual, por esa naturalidad que hizo ella siempre en cada actuación. Claramente cuando me enteré, algo me pasó y al año empecé a hacer teatro. Todos los días son una enseñanza y una inspiración. Su dedicación al trabajo es una enseñanza y eso para un actor es fundamental. Si algún día me va bien se lo debo a ella porque, si bien no soy muy creyente, en algún lado creo que me empujó y que estaría feliz de saber que uno de sus nietos quiere hacer lo mismo que ella.
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