Victoria Vannucci: su vida en Utah, el pacto con su ex y su experiencia como chef con los soldados en Tel Aviv
A pesar de la escandalosa separación de Matías Garfunkel, la extenista, exactriz y modelo mantiene hoy una buena relación con el padre de sus hijos, que vive en el predio de su casa y se encarga de la educación de los chicos
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Desde que su mamá está enferma, Victoria Vannucci viene más seguido al país para estar cerca y acompañarla en este momento crítico. Sus hijos, Indiana (11) y Napoléon (9), quedaron en los Estados Unidos al cuidado de su padre, Matías Garfunkel. En una charla íntima con LA NACIÓN, Vanucci habla de todo, de su nueva vida en Utah, de su relación con su ex y de cómo organizaron la crianza de sus hijos. También se refiere a la semana que pasó en la cárcel hace apenas dos meses por una denuncia de Garfunkel, de su experiencia cocinando para los soldados en Tel Aviv y de su nuevo amor.
-¿Por qué no viniste con tus hijos?
-No vienen porque van a la escuela y el ritmo es bravo. Pronto terminan, con las mejores notas, por suerte. Pero hacen facetime con mi madre y conversan. Y no sé tampoco hasta qué punto quiero que vean esta situación que no es nada fácil. Trato de tener un equilibrio.
-¿Con quién se quedaron?
-Con Matías, que podrá tener la imagen que tenga, pero como papá siempre fue excelente. Está haciendo un tratamiento, tomando medicación y yo estoy totalmente presente en eso, lo que me deja tranquila. Además, hay vecinas, pasa una niñera todos los días y yo los llamo cada cinco minutos.
-¿Viven juntos con Matías?
-Vive en el predio de mi casa. Y mientras vea que la situación es llevadera, está todo bien. Matías siempre estuvo más al frente de la educación de los chicos y yo en el trabajo. Porque cuando estás afuera, sola y sin familia, tenés que aferrarte al otro. Y a veces eso no se entiende. Por el momento es así, nada es fijo.
-Decías que está en tratamiento médico, ¿podés contar más?
-Él tiene bipolaridad hace muchos años y lo controla con una medicación. Aunque a veces puede haber triggers (desencadenantes) y yo terminé presa por eso. Estamos tratando de que no vuelva a suceder para no vivir una situación semejante. Ahora está tomando dos veces por día una medicación que actúa por acumulación en sangre. Y sigue con sus médicos. No es nada fácil. Trato de respirar bien hondo y tener mucha paciencia.
-Tu ex te denunció por agresión y estuviste una semana detenida. ¿Cómo viviste esa semana en la cárcel?
-Fue tremendo. Muy angustiante. Trato de transformar las cosas feas en comedia, como una manera para procesar mejor. Si tengo que mirar para atrás, no me queda otra más que reírme. Porque además están mis hijos.
Tras una discusión con Garfunkel, en la que él, según relató ella, lo zamarreó, Vanucci lo empujó “para poder ir al baño para calmar la situación un minuto”, señaló tiempo atrás en diálogo con LA NACIÓN. En ese momento, su ex la denunció por maltrato. Las cosas se calmaron luego y Garfunkel le habría asegurado a Vanucci que retiraría la denuncia, pero ello nunca sucedió y ella fue detenida por no presentarse a declarar. “Me tuvieron adentro de una celda del tamaño de un baño con cinco mujeres con situaciones tremendas cada una de ellas y yo llorando desconsoladamente. De repente vino una persona a decirme que tenía que pasar la noche ahí y que no tenía fianza, y no podía tener contacto con mis hijos”, relató ella en Intrusos del Espectáculo. Esa situación, finalmente se prolongó por ocho días.
-En un momento se dijo que vos lo mantenés. Sin embargo, Garfunkel es heredero de una familia muy adinerada. ¿Cómo es eso?
-Hace seis años que estamos separados. El divorcio está terminado hace rato y para dividir no hay nada. Es un tema muy toqueteado. En una época pudo haber sido millonario, pero las cosas cambiaron. Tiene sus propios problemas familiares y trato de mantenerlos lo más lejos posible. No vemos a la familia Garfunkel, ni él, ni mis hijos, ni yo.
-Hace ocho años se viralizaron fotos de ustedes dos en una cacería, ¿ese fue el disparador para irse a vivir a los Estados Unidos?
-Hubo muchas cosas en el medio, quizá temas empresariales de Matías de los que no quiero siquiera acordarme. Fueron muchas cosas juntas que explotaron y el resultado está a la vista. Nunca pensamos en irnos para empezar una nueva vida. Yo me tuve que subir a un avión de un día para el otro y sin entender nada, con un par de valijas y mis hijos. Nunca fue un escenario planeado ni deseado ni hablado. Cuando me fui siempre pensé que iba a volver y allá me di cuenta de cómo eran realmente las cosas. El choque emocional fue muy grande.
-¿Hoy pensás en volver alguna vez?
-Muchas veces se me cruza por la cabeza y de hecho no es algo que descarto. Al mismo tiempo, mis hijos están muy arraigados allá. Yo me hice de cero, tengo muchos contactos y soy ciudadana norteamericana. Por otra parte, me muero por estar en Argentina, extraño, tengo a mi familia. Pero pienso en mis hijos y también en qué haría si vuelvo. Porque no me interesa trabajar en los medios. Esa es la realidad. Me han ofrecido trabajo y agradezco que me tengan presente y que la gente no se olvide de mí. Son halagos muy lindos. Pero la realidad es que yo trabajo como consultora gastronómica en los Estados Unidos, abriendo restaurantes. Vendí mi restaurante Pachamama y tengo todo mi mundo laboral ahí.
-¿Cómo es tu rutina en Utah?
-Ahora que ya no tengo el restaurante, organizo los sistemas operativos de otros espacios y entreno a otros equipos. Entonces no volvería acá a trabajar en medios. Realmente amo lo que hago, que es ser chef y abrir restaurantes de cero que son exitosos. Me gané un nombre, el respeto de toda la gastronomía y no quiero tirar a la basura eso que tanto me costó. Tuve que adaptarme a un nuevo idioma, nueva cultura de cero. Monté mi propio restaurante y lo vendí. Fue mucho esfuerzo. En este momento vivimos en Utah y viajo constantemente a Nevada, Los Ángeles, San Diego y también hay muchas ofertas en Miami. Ahora tengo que abrir uno de una familia argentina, en cuatro meses. Abrir un restaurante lleva mucha estrategia previa.
-¿Cuando te diste cuenta que tenías que quedarte en los Estados Unidos, te propusiste empezar una nueva vida?
-Si, estudié para ser chef, cambié mi alimentación y hace muchos años que soy vegana. Fue un cambio de vida completo. De la noche a la mañana nos dimos cuenta de una realidad que era completamente diferente a la que pensábamos. Entonces, o te quedás llorando por los laureles o seguís adelante. Porque tengo dos hijos. El padre tenía problemas, nuestro amor se había terminado por mil y una razones, aunque siempre tuvimos una relación cordial. Fuimos un equipo porque estábamos solos. No podía seguir enojándome y necesitaba salir de ese pozo. Dejé a la modelo, a la tenista y al divismo de lado y armé una nueva mujer.
Nuevamente en los courts!!! 🎾🎾🎾🎾 pic.twitter.com/MAR73AO5rw
— Victoria Vannucci (@V_Vannucci) December 17, 2016
-Fuiste tenista, entrenaste con Guillermo Vilas, ganaste torneos y una lesión te dejó afuera, ¿fue así?
-Siempre pensaron que fue por una lesión, pero la verdad es que tengo un problema de salud: trombofilia. Tuve una peritonitis aguda y me sacaron parte del intestino y otro órgano, porque perdí un embarazo ectópico, así que tengo una sola trompa de Falopio. Y tuve que dedicarme a otra cosa. Pero tengo recuerdos hermosos. Los trofeos siempre quedan en la memoria: representé a mi país muchos años, gané torneos. A veces miro para atrás y no puedo creer todo lo que viví. Mis hijos saben que fui tenista, pero no actriz. No saben que soy famosa. Un día entraron a un cuarto en el que tengo algunos trofeos y me preguntaron, entonces les conté que no soy solamente chef. Cuando empezaron a tener uso de razón yo ya trabajaba en las cocinas y a Pachamama iban a hacer limonada. Y lo que también les conté del pasado fue sobre esa foto en la cacería, porque no quiero que cometan los mismos errores. Nosotros tenemos un compromiso con una ONG, rescatamos abejas. Alguna vez les contaré sobre el lado B de mamá (risas).
-¿Y qué recordás de ese lado B como actriz, vedette y un matrimonio con el Ogro Fabiani?
-Trato de quedarme con los mejores recuerdos. Llegué a ganarme un premio como mejor actriz de comedia en Carlos Paz, a trabajar con Gerardo Sofovich, conocí gente que sumó mucha sabiduría a mi vida. Y si hoy soy como soy debo agradecer a esas experiencias, las buenas y las malas. También le estoy agradecida al episodio ese con los animales porque si no hubiese sucedido, hoy no sería lo que soy. Tal vez sería la misma mujer que era y de verdad no me gustaba. Prefiero a esta toda la vida, porque al menos tengo un mensaje para dar. Antes hacía demasiadas tapas de revistas, demasiadas notas y, al fin y al cabo, no tenía ningún mensaje y sólo lo hacía por hacer, por ser una cara bonita. Hoy siento que dejo un mensaje. Fui a Tel Aviv a cocinarle a los soldados, rescato abejas y les explico a mis hijos que sin ellas no hay planeta. Hay una misión detrás de mí.
-Fuiste a Israel cuando se inició la guerra con Hamas, ¿cómo fue la experiencia?
-Fue una de las experiencias más fuertes que tuve. Matías tiene tres hijos mayores y yo crié a Juan, el menor, como mío. Y lo digo con mucho respeto hacia su madre, pero vivió conmigo durante diez años. Hoy Juan vive en Tel Aviv y tengo muchos amigos que están peleando en Gaza. Y me fui a verlos. Me rompí el labio y tengo tres puntos porque lanzaron un misil, no llegué al refugio y me lastimé con un azulejo. Cociné para los soldados, recé con ellos. Y lo que más me impactó fue estar con las madres de los secuestrados. Nunca escuché un silencio así. Había muchas cosas para hacer como acompañar a las madres, cortar cintas amarillas, ir a buscar a la salida del colegio a los chicos que se quedaron sin sus padres. Fue tremendo.
-En esa nueva vida que iniciaste abrazaste al judaismo, ¿por qué?
-Cuando hacés un compromiso es de por vida. Lo hice con convicción y por siempre. Respeto a todas las religiones, pero me aferré al judaismo en los peores momentos. Me hice muchos amigos en Tel Aviv y muchos rabinos con los que tengo contacto diario. Mis hijos tienen clases de judaismo dos veces por semana con los nietos de un rabino. Me di cuenta que lo llevo en la sangre y voy a Tel Aviv y me siento segura por más que tenga misiles volando sobre mi cabeza. Mis hijos también se sienten como en casa, igual que yo. Y la comunidad nunca me soltó. Tuve momentos de depresión y los rabinos siempre me llamaron, me alentaron y sin ningún tipo de interés porque estaba en mi peor momento. Muchos de mis amigos desaparecieron y los que se quedaron firmes fueron los de la comunidad.
-¿Volviste a enamorarte?
-En ese sentido siempre me dejé muy de lado porque tenía otras prioridades. No puedo decir que soy adicta al trabajo porque me saco el traje de chef y mis hijos son prioridad. El padre siempre estuvo, pero yo necesitaba que mis hijos vieran que salía a trabajar todos los días. Tampoco quería que se repitiera la historia. A Matías lo desplumaron; mis hijos no saben quién es la familia Garfunkel, no tienen relación porque traté de protegerlos. No quería que vieran una realidad que no es normal. No me gusta la gente que no trabaja, que dice ser, pero con la cuenta bancaria que heredaron. Hoy no me llena eso. Quiero que mis hijos vean cómo una persona se gana la plata. Son dos chicos bien educados que ven a la madre trabajar, al padre que los hace estudiar. No soy la Victoria Vanucci que se imaginan y Matías es otro hombre, lo cagaron a palos, le llenaron la cara de dedos y no existe ya el egoísmo ni el narcisismo. Nada nos marea ya.
-¿Pero estás con alguien?
-He tenido mis mini relaciones, nada serio. Y lo digo con todo respeto porque estuvo muy aclarado de mi parte. No tenía tiempo ni ganas. Cuando vendí mi restaurante lo hice para estar más tiempo con mis hijos y para darme una oportunidad. Hoy estoy conociendo a alguien y lo protejo [tanto que no quiso decir quién es, pero supimos que es argentino y no es famoso]. Tengo que darme el tiempo para procesar la situación, no estoy acostumbrada a estar con otra persona porque mi trabajo era mi pareja y tengo dos hijos. Quiero cuidar este nuevo amor.
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