La actriz y realizadora cinematográfica, que estrenó Mujeres que cocinan con huevos en el Picadilly porteño, prepara su tercer documental, la remake de una película de Enrique Carreras y la posibilidad de volver a reunir a su familia en un escenario de Mar del Plata
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“Es una obra de mujeres reales. Empoderadas y, a veces, no tanto, a través de un texto de Patricia Palmer, basado en historias verdaderas”. Victoria Carreras celebra la posibilidad de formar parte del elenco de Mujeres que cocinan con huevos, la pieza que ocupa el escenario del Picadilly y en la que la actriz comparte la labor con María Carámbula, Luciana Cárpena y Loren Acuña.
“Patricia Palmer articuló magistralmente los casos de la historia real en una trama que contiene un secreto, un misterio inconfesable que las une. Y propone a la cocina y el baño como ámbitos propicios para esa intimidad y catarsis entre mujeres. Lugares para el desahogo, la celebración y la nutrición”, explica Carreras, sobre este material en el que la autora también asumió la dirección y le imprimió la esencia de la comedia para transitar el argumento no exento de reflexión.
-¿Cuál es tu personaje?
-Le doy vida a Aldana, una defensora del matrimonio para toda la vida, con una mirada muy rígida e inflexible en torno a los valores tradicionales.
-¿Te identificás con eso?
-No, estoy en sus antípodas, pero Patricia (Palmer) tiene la virtud de hacerlos queribles. Amo hacer a Aldana, incluso tengo una transformación física muy importante, lo cual hace que mucha gente no me reconozca y eso, para mí, es una gran satisfacción, ya que, como actriz, lo que más me interesa es componer.
-¿Cómo nació la idea?
-Con Pato (Palmer) comenzamos a soñar este proyecto el verano pasado, mientras hacíamos Radojka en Mar del Plata. Ella me acercó el texto y, antes de terminar la temporada pasada, comenzamos a buscar producción. Me interesó mucho que se tratase de un material popular, pero no divorciado del compromiso estético y dramatúrgico.
-¿Por qué creés que se da más el teatro coral interpretado sólo por mujeres y no es tan frecuente la versión masculina?
-En primer lugar, las mujeres somos muy trabajadoras, remamos la temporada, hacemos la gira, tenemos una capacidad de trabajo muy grande, de una carga horaria importante. Las mujeres estamos acostumbradas a hacer muchas cosas a la vez y esa capacidad de poder diversificarnos, hace que, a la hora de buscar materiales, a los productores les guste tener esa potencia.
-Para el público siempre resulta seductor.
-Los elencos de mujeres son atractivos, en el caso de Mujeres que cocinan con huevos, la elección del elenco no podía ser mejor.
Luz, cámara…
Sus padres, la actriz Mercedes Carreras y el director Enrique Carreras, sembraron en Victoria la semilla del teatro, pero también la del cine, lenguaje en el que se maneja con comodidad. Como actriz de cine, trabajó bajo las órdenes de Sabrina Farji y Alejandra Marino, entre muchos otros directores, pero también ella misma se adentró en ese rol y rubricó los muy buenos documentales Merello x Carreras e Hijas de la comedia. “Me interesa mucho el cine hecho por mujeres y el cine sostenido en el género del terror, no tan frecuentado por nosotros. Además, me encanta la dinámica de trabajar en el cine independiente. Hay algo que ocurre en esos equipos de filmación que es de mucha mística, donde me siento muy cómoda, me interesa estar ahí, encontré un espacio”.
-Aunque te has iniciado en el cine comercial.
-Mis primeras películas fueron del cine de los grandes de estudios como Aries Cinematográfica o Cinematográfica Victoria. Pasé de ese ámbito y del cine familiar a ser convocada por el cine independiente, fue un camino que me llena de orgullo. Es como un camino al revés, pasé del comercial al independiente.
-¿Fuiste víctima de la mirada prejuiciosa por haber transitado un cine familiar y comercial?
-Creo que ese prejuicio se terminó en la década del ochenta, esas divisiones hoy no existen. Ricardo Darín arrancó haciendo La carpa del amor y hoy gana el Globo de Oro, Guillermo Francella hacía Los bañeros más locos del mundo y hoy es considerado uno de nuestros grandes actores.
-Sobre ellos pesó el prejuicio.
-Sí, pero hoy son muy respetados los actores que cortan taquilla, esos prejuicios son del siglo pasado, no tienen que ver con la realidad.
-Indudablemente, tu apellido te habrá abierto caminos, ¿alguna vez te pesó?
-Si hay algo de lo que tengo que estar contenta es que he sido muy premiada, gané cuatro veces el ACE, gané el Cóndor a la mejor actriz. Siempre he sido muy bien considerada por la crítica. Hice un camino personal, sin estridencias, pero muy sólido. Estoy orgullosa y consciente de eso. Cuando comencé como directora de documentales con Merello x Carreras, esa película fue al BAFICI y compitió en los Cóndor.
-Hay un reconocimiento a una labor consecuente y muy pensada.
-Estoy feliz con mi carrera. Hoy siento que se me reconoce un camino, mí tenacidad y mi coherencia a la hora de elegir materiales a lo largo de varias décadas, porque yo comencé a trabajar a los ocho años.
Hija de la comedia
-El apellido Carreras ocupa un lugar importante en el afecto del público y del medio. ¿Cómo ha sido nacer en el seno de una familia, casi un clan, de artistas tan queridos?
-Desde que nací, lo público y lo privado estuvo dividido por una línea muy delgada. Siempre estuve acostumbrada a tener un nivel de exposición alto, a que lo que nos sucedía en el ámbito privado sea conocido públicamente. Haber hecho temporada en Mar del Plata durante tantos años, hizo que conociera a los espectadores y, de pronto, me pusiera a charlar con la gente en la boletería del teatro como si fuesen grandes amigos, nos veíamos verano tras verano.
Victoria Carreras forma parte de una dinastía de actrices que nació hace trescientos años, tal como cuenta en su documental Hijas de la comedia, donde, desde ya, Mercedes Carreras tiene una participación destacada.
-¿Quién fue la primera actriz de la familia?
-Mi chozna, que fue María Palma. Luego, la más célebre fue Matilde Díez, que fue la actriz favorita de la reina Isabel ll. Gracias a su fama, pude reconstruir esa parte de la historia de la familia.
Matilde Díez falleció en 1883 en Madrid, gozando de muy buena consideración: “Hace trescientos años que nos pasamos el oficio de una generación a otra sin pausa”.
-Está claro que ser actriz no fue un mandato, pero, ¿alguna vez padeciste una crisis vocacional?
-Cada vez que me quedo sin trabajo aparece una crisis vocacional. Nacer en una familia de artistas, por momentos, también es abismal. La historia económica de nuestro país hace que para el artista todo sea más complicado. Tomar la decisión de vivir de esta profesión es entender que un día se comerá caviar y al siguiente el plato será de arroz y, quizás, alguna vez ni siquiera haya para comer. Entro en cuestionamientos bravos, pero siempre salgo adelante, ya que hay algo más fuerte que es la vocación.
-Siendo adolescente, ¿no hubo nunca una inclinación por otra carrera?
-Me hubiera gustado estudiar abogacía, pero nada fue tan fuerte como la pulsión de subirme al escenario o de poder filmar. Esos son los lugares donde soy más feliz.
Mercedes Carreras y Enrique Carreras eran los responsables de las temporadas del teatro Odeón de Mar del Plata, que comenzaban el primer viernes de diciembre y culminaban en Semana Santa del año siguiente, hoy una verdadera rareza, lo cual implicaba una modificación absoluta del calendario escolar y la organización familiar en Buenos Aires: “A los ocho años comencé a filmar y a los diez años debuté en las temporadas de teatro, pero, para mí, era como jugar. Mi adolescencia también fue trabajando. No tengo recuerdo de vacaciones sin trabajar junto a mi papá. Fuimos y somos una familia de mucho trabajo y eso, a veces, es peligroso, ya que, como nos gusta mucho lo que hacemos, estamos todo el tiempo generando y en movimiento. Yo no me quisiera jubilar nunca”.
Cuando Victoria Carreras debutó en cine, lo hizo en las películas dirigidas por su padre. Y, siendo muy joven, no se privó de rodar junto a figuras como Alberto Olmedo y Jorge Porcel en films como Sálvese quien pueda o El profesor Punk. En teatro, en el escenario del teatro Odeón de Mar del Plata compartió funciones con figuras del rango de Tita Merello, Luis Sandrini, Susana Campos, Beatriz Bonnet, Juan Carlos Mesa, Beatriz Taibo, Adolfo García Grau. Pocas actrices de su generación han tenido el privilegio de subirse a las tablas con ese seleccionado excelso a través de tantas temporadas de verano.
Sin embargo, cuando percibió que, en las comedias y el music hall para toda la familia hecho junto a su familia, había tocado un techo, comenzó a indagar más allá de los límites de su apellido. Así llegó una temporada en Ave Porco, aquel reducto icónico del under porteño, con un público muy diferente al que la veía en el Odeón junto a los próceres de la escena.
“En Ave Porco hice, junto a mi hermana Marisa, la obra Sardinas ahumadas”. Aquel irreverente material llevaba el sello del francés Jean-Claude Damaud y la dirección de Kado Kotzer. “A Carlos Carella le debo mi primer protagónico en un rol dramático”. Carreras se refiere a la pieza Teléfono medido, escrita por Beto Gianola.
Es madre de Carolina, que estudia en la UBA y trabaja en un ministerio, y, según dice, se lleva muy bien con el padre de su hija. No tiene pareja y duda si desearía verse en ese estado, aunque luego reconoce: “Sí, me gustaría estar en pareja; si es en amor y él está deconstruido, no hay problema, y siempre manteniendo mi autonomía”.
Mujer empoderada reconoce que “los feminismos son para todo el mundo y es junto a los hombres y con las disidencias”. El cambio y la construcción es colectiva, desde su punto de vista. “Creo en eso. En este planeta convivimos todas, todos y todes, entonces apoyo las construcciones solidarias, equitativas, sin discriminación”, apunta.
Forma parte de la comisión directiva de La Mujer y el Cine, organización que cumple 35 años y en mayo ofrecerá una nueva edición de su festival.
-Luego de los documentales Merello x Carreras e Hijas de la comedia, ¿qué sigue?
-Estoy terminando mi tercer documental, que se llama Amor y cine y está centrado en la obra cinematográfica de Enrique (Carreras) y Mercedes (Carreras). Es mi propia mirada sobre esa historia romántica y cinematográfica que compartieron mis padres. Una pareja indestructible en el trabajo y en la vida.
-Algo muy complejo de concretar.
-Tenía lo suyo… Para mí es un modelo imposible.
-Un modelo sumamente endogámico. El apellido de soltera de tu madre también es Carreras, casi escrito en el destino.
-Totalmente endogámico lo que ocurrió. Vengo de ahí.
-Como actriz, ¿qué sentís que tenés de Mercedes Carreras?
-El timing de la comedia, por supuesto, y una visión global de lo que es el hecho teatral o hacer una película. Me voy poniendo más grande y cada vez me parezco más a ella. Cuando me preguntan cómo hizo Enrique para filmar 97 películas, siempre digo que fue porque estaba con Mercedes al lado.
-Apoyando.
-Cocreando.
Victoria Carreras tiene facciones que recuerdan a su madre y un tono de voz bastante similar. También sus hermanas María, directora y dramaturga de sólida trayectoria en la ciudad de Mar del Plata, y Marisa, dedicada a la producción, han heredado modos y pasiones. Clan indestructible en su afán por el arte.
El próximo verano se cumplirán cincuenta años de la primera temporada de la familia Carreras en Mar del Plata y hay una idea en torno al aniversario, aunque de no tan sencilla concreción. “Es complejo, porque cada una tiene sus compromisos”. Aunque muy en pañales, el proyecto en ciernes buscaría reunir nuevamente a Mercedes Carreras y a sus hijas en un escenario y recrear el espíritu de aquellas gloriosas temporadas marplatenses en el Odéon (hoy teatro Enrique Carreras) con obras como La casa por la ventana, Reír es formidable, Para alquilar balcones o Humor a plazo fijo, todas con Mercedes a la cabeza y con Enrique dirigiendo.
-¿Con qué soñás?
-Me gusta cantar, así que me gustaría hacer una comedia musical y quiero seguir haciendo proyectos en el mundo audiovisual.
-¿Qué tenés en mente?
-Con Gonzalo Calzada queremos reeditar una película de Enrique Carreras.
-¿Cuál?
-No te lo voy a decir.
-¿Sería una remake como se hizo con La patota de Daniel Tinayre?
-Exacto.
Merello x Victoria
-¿Cómo era trabajar con Tita Merello y cómo era esa diva en la intimidad que conociste?
-Lo cuento en mi documental Merello x Carreras, era una relación muy cercana e íntima. Tita era una especie de abuela que se sumó a la familia, ella nos adoptó y nosotros la adoptamos a ella. La disfrutábamos mucho, pero también había que saber llevar su carácter, su impronta. Ella nucleaba y, cuando llegaba, se convertía en la protagonista del momento. Era una mujer de una gran sabiduría, humanidad y mucha solidaridad.
-Cuando Tita decide hospedarse en la Fundación Favaloro, donde, finalmente, fallece, ¿se lo consultó a los Carreras?
-En el documental se ve cuando ella dice que va a tomar una decisión. Lo que sí estaba presente era su miedo a la soledad. Eso es algo que a mí me conmovió mucho, ella recorrió toda la historia del cine argentino de sus primeros tiempos, fue una figura importantísima, sin embargo, tenía el mismo miedo a morir que cualquiera. Ahí es donde la veía tan cercana y tan igual, a pesar de ser tan mega estrella.
-¿No soñaste en hacerla como Nacha Guevara o Virginia Innocenti?
-No se me cruzó por la cabeza y nadie me convocó, pero siento que tuve un privilegio único al poder filmarla y conservar esos archivos. Y también sentí que Tita debía descansar en paz y que mi recuerdo debía hacerlo de igual modo.
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